Jueves 23 de octubre de 2014
El fantástico Rey de la ciudad iba a una escuela como la gente que no quería mezclarse con la gente, allá en el Colegio Cardenal Newman, y por eso cómo va a comprender que en ese vetusto edificio de Paseo Colón 1318 pueda funcionar una escuela. "¡Pero por los dioses!", exclamó el rey, y envió a uno de sus príncipes a cortarles el agua, la luz... Si ahí no puede haber nadie, ¡qué horror!
En uno de los intervalos que le permitió su bufón, a quien cuando puede premia por hacerlo olvidar de cosas tan pobres como la pobreza, le pidió a uno de sus pajes que andaba por ahí haciéndose selfies con los nuevos siervos, el Pelado Díaz y el Jardinero Cruz, que por favor encendiera de una vez su topadora querida para acabar con ese estropicio, viste…
Isauro Arancibia fue un docente militante y valiente que tuvo que ser asesinado de 120 balazos para morir por la libertad el mismo día del golpe de 1976, y es el que con su consentimiento estelar presta su nombre para el edificio que tanto perturba al Rey, y que da clases, alimenta y contiene, a unos 200 pibes de la calle.
Pero el lord Mauricio quiere hacer un bus turístico que vaya desde la Boca hasta Plaza de Mayo, y así no sólo demolería el Arancibia, sino también el Caina, un centro integral de la niñez, que también atiende a chicos en situación de vulnerabilidad; caería por la despótica picota la Escuela del Casco Histórico de Artesanos; dejaría en estado terminal la débil ilusión de treinta familias sin recursos que habitan un consorcio; pincharía para siempre a una gomería grande que hay en Humberto 1° y Paseo Colón y que amenaza con lloverle miguelitos a Barrio Parque, donde vive el Rey; y, finalmente, Mauricio se pararía triunfante en las ruinas de lo que fue también un local de la Asamblea del Pueblo, sobre un teatro y una escuela de Psicología Social. Y quién sabe qué pasará con la memoria ardiente de Club Atlético, el ex centro de detención de la dictadura que fue declarado monumento histórico y que resiste bajo la autopista.
Gente del pueblo que logra infiltrarse en el palacio, dice que cada estación de metrobús se estira a los 8 millones de pesos que son convenientes para quedar bien con todos los que colaboran en el reino. Un tal príncipe, llamado Rodríguez Larreta, tantas veces denunciado por malversación en su paso por la desfunción pública, multiplicó ocho por siete estaciones en un periquete, y así brindaron con un brut imperial por los sesenta milloncitos que redondearán y se irán de los bolsillos de los impotentes partisanos.
No se cuenta el resto de los costos de estos metrobuses, que según murmullan desestabilizadores, suma de a diez mil pesos cada fierrito que separa la calle de donde circulan los colectivos. Con estas sumas, sólo ahí, en la castigada San Telmo, que hasta vio cómo sus adoquines partían rumbo a los countries, se podría tener contento a don Isauro allá en el cielo, viendo cómo sus pibes estudian en el Arancibia, se ríen y proyectan con la panza llena; los chicos vulnerables se volverían invulnerables con sus necesidades satisfechas, no habría más familias ocupando desechos, los artesanos serían felices trenzando perdices, y habría fiesta en la Asamblea del Pueblo, y función todos los días en el teatro y pichoncitos de Rivière brotarían de la escuela de Psicología Social.
Pero no. Volverán a caer los árboles y a mudar los pájaros. El rey Mauricio procederá.
Que así no sea.