Hace varias semanas se dio a conocer el nuevo Marco Curricular y Plan de Estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana que pretende poner a tono el plan y los programas de estudio con la reforma educativa de López Obrador.
Jueves 17 de febrero de 2022
El nuevo marco curricular, cuyo contenido se dio a conocer a través de un drive que circula por redes sociales y que está siendo analizado en “asambleas” convocadas por la Secretaría de Educación Pública -sin especificar como se puede participar-, comienza a generar debate entre las y los docentes que nuevamente volvieron a ser convidados de piedra en su elaboración.
Diversas notas, foros y análisis de especialistas en educación e intelectuales comienzan a surgir para analizar críticamente el marco curricular que se presenta a sí mismo como un necesario “horizonte de transformación paulatino y constante”. La pregunta que surge de inmediato es si este cambio curricular puede lograr la tan necesaria transformación educativa y hacia donde se dirigirá la misma.
Retórica y realidad
Lo primero que salta a la vista de la propuesta curricular del gobierno de López Obrador es su grandilocuente retórica. Parte de una importante critica al modelo educativo neoliberal argumentando que la educación no puede ser concebida como un acto individual cuyo propósito se aboca a la formación de “capital humano”, sino que debe ser considerada como “un acto político” -noción recuperada de Freire- que requiere reconocer que vivimos en una sociedad desigual que “compromete al Estado, a la comunidad, y a la escuela con los oprimidos, las mujeres, los indígenas, los afrodescendientes, los discapacitados, la diversidad sexual violentada (…)”.
Últimamente hemos visto que las frases de Freire son parte de los discursos oficiales, pero su utilización pretende desdibujar el carácter filoso que el pedagogo pretendía visibilizar en sus obras: “transformar una realidad insoportablemente injusta y opresiva”.
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Esta noción de educación, que retoma lo colectivo frente a lo individual, la transformación crítica de una sociedad desigual frente a las nociones empresariales de los currículos anteriores como calidad, eficiencia, eficacia, etc. parece una propuesta para un cambio radical, pero ¿lo es?
Si bien podemos coincidir con la crítica a la educación neoliberal y los principios que la fundamentan, la crítica no puede sino estar acompañada de acciones que se encaminen hacia ese cambio de raíz y eso es de lo que ha carecido este gobierno.
Las y los maestros llevamos ya poco más de tres años bajo el gobierno de la 4T y muchos de quienes luchamos contra la reforma educativa peñista hemos planteado que esa reforma no implicó únicamente una lesión a nuestros derechos laborales, sino que estaba acompañada de todo un plan en el terreno pedagógico que se apostaba a profundizar la degradación educativa de las hijas e hijos de las y los trabajadores.
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De la misma manera, hemos señalado que la reforma amlista modificó solamente algunos aspectos de la reforma anterior -como la eliminación del examen de permanencia- pero sin modificar sustancialmente el espíritu de la reforma. Se conserva la evaluación docente para el ingreso y promoción a través del Sistema para la carrera de las Maestras y Maestros, se conservaron incluso nociones similares a las neoliberales como lo es el concepto de “excelencia” que sustituyó al de “calidad”. Asimismo, a pesar del discurso de la “revalorización del magisterio” en las escuelas sigue imperando el autoritarismo y la verticalidad en la toma de decisiones -como mostró la imposición del regreso a clases presenciales-.
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Bajo esta mirada no podemos evitar cuestionarnos ¿cuál transformación? ¿Acaso el gobierno y las autoridades educativas estaban esperando los fundamentos teórico-pedagógicos de la propuesta curricular para iniciarla? Evidentemente no.
Con la experiencia que las y los docentes hemos hecho ya con este gobierno, que se niega a escuchar nuestros reclamos, que ha profundizado la precarización laboral, que ha reprimido a las y los docentes por luchar, resulta difícil pensar que pueda emanar de ahí una propuesta verdaderamente radical y trasformadora.
En este sentido, aun sí las intenciones de la propuesta curricular no fuesen solo discurso, la transformación educativa no puede partir de plasmar una buena crítica y buenas intenciones en un papel, sino deben estar acompañadas de condiciones materiales y de acciones encaminadas a que pueda llevarse a cabo y debe forzosamente estar acompañada de la reflexión-acción de los actores principales del proceso educativo: docentes, alumnos y comunidades educativas. Es decir, una verdadera transformación educativa no puede sino construirse desde abajo.
La transformación educativa ¿es posible sin la participación de las y los maestros?
Una de las críticas más recurrentes a la propuesta curricular radica en la forma en que se decretó “desde arriba”, es decir, sin la participación de las y los docentes. Si bien el gobierno planteó la realización de “asambleas” para el análisis de la propuesta, la realidad es que éstas están completamente alejadas de la labor de los docentes y de lo que están enfrentando actualmente.
Obvia por completo las necesidades de la comunidad escolar frente al profundo rezago educativo que se agudizo con la educación a distancia y ante las nulas condiciones sanitarias para volver a las aulas con un plan ofensivo para fortalecer los procesos de aprendizaje acordes a la realidad de nuestros estudiantes.
Una propuesta curricular que realmente tomara en cuenta la valiosa opinión y experiencia de quienes estamos frente agrupo y enfrentamos la realidad cotidiana tendría que haber establecido un mecanismo no solo de “consulta” -como hizo ya con la reforma educativa para legitimarla- sino de elaboración conjunta. Tendría que haber convocado verdaderas asambleas conformadas por maestras y maestros de base, padres y madres de familia y alumnos, escuela por escuela, zona por zona, pero esto obliga a un ejercicio democrático que no están dispuestos a otorgar, pues podría disparar un proceso de organización de las y los docentes que sea capaz de unir lo que ellos separan: la esfera de lo pedagógico y lo laboral que en realidad están unidos estrechamente, pues los derechos laborales son una condición mínima necesaria para el desarrollo de la labor docente que es uno de los pilares fundamentales de la educación.
Por el contrario, sus asambleas son espacios a los que las y los docentes no tenemos acceso, cuya participación privilegia a los charros del SNTE, y luego las autoridades educativas junto al gobierno de la 4T dirán que se hizo escuchar la voz del magisterio, pero eso no será así.
Así que las y los maestros necesitamos generar espacios amplios de reflexión colectiva, que nos permitan abrir el intercambio sobre qué educación necesitamos y como conquistarla, pues el verdadero cambio solo puede surgir desde abajo confiando en nuestra fuerza en unidad con nuestros estudiantes y sus madres y padres de familia.
Por el papel que ocupamos socialmente, las y los maestros podemos ser agentes de transformación, pero no solo desde las aulas donde nos han querido encerrar, pues en última instancia el problema de la educación sólo podrá ser resuelto mediante una transformación radical de la sociedad, encabezada por la clase trabajadora -de la cual formamos parte- en alianza con los sectores más explotados y oprimidos del campo y la ciudad, que somos los únicos que estamos verdaderamente interesados en que nuestros hijos gocen de una educación emancipadora.
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Sulem Estrada, maestra de secundaria
Maestra de secundaria