La sostenibilidad ambiental se ha convertido en el nuevo desafío del siglo XXI, problema que claramente se suma a los no resueltos del siglo XX.
Viernes 5 de octubre de 2018 16:40
La estabilidad atraerá inversiones y estas el desarrollo. Con esta idea impulsada por la ortodoxia económica comenzó la debacle del macrismo, gobierno que desde el primer día de gestión no ha hecho otra cosa que empeorar todos los índices socioeconómicos existentes.
Muchos de quienes se oponen a este modelo tienen la esperanza de que las elecciones en 2019 traigan consigo un cambio de gobierno que signifique una transformación de la estrategia económica, y no una simple vuelta atrás a modelos y objetivos que nos han provocado más problemas que soluciones. Esto trae consigo un debate sumamente importante: ¿Desarrollo o alternativas?
En La utopía del desarrollo. Aportes para alternativas viables, artículo publicado en la Revista Divulgatio. Perfiles académicos de posgrado, quien escribe intenta abordar este debate, tratando de resaltar la necesidad de construir alternativas que permitan al Sur global lograr el progreso en las condiciones de vida de todos sus habitantes de una forma que sea verdaderamente sostenible en el tiempo.
La sostenibilidad ambiental se ha convertido en una dimensión central para el desarrollo y en el nuevo desafío del siglo XXI, problema que claramente se suma a los no resueltos del siglo XX. Algo que se ve reflejado en las agendas globales y en un consenso relativamente mayoritario respecto a la gravedad del asunto.
Resumidamente, la crisis ambiental se ve reflejada en las alteraciones que ha sufrido nuestro planeta en los últimos dos siglos, cuya intensidad es inédita en la historia de la humanidad. Entre sus características más visibles se encuentran las alteraciones en las temperaturas, en el nivel de precipitaciones, en los caudales de ríos y disponibilidad de agua. También en el retroceso de los glaciares, el aumento del nivel del mar, el deterioro de las zonas costeras, la extinción masiva de especies a nivel global y las disfuncionalidades ecológicas a escala planetaria.
La Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de Naciones Unidas, afirma que la crisis ambiental es producto del desarrollo económico y que la situación es tan crítica que “la humanidad se encuentra ante un punto de no retorno”.
Sin embargo, el desarrollo económico aún no ha llegado a todo el planeta. Para ser más precisos, hacia el año 2015 el 85 % de la humanidad vivía en países denominados “subdesarrollados”, con 800 millones de personas subalimentadas, 950 millones de personas analfabetas, y 1.300 millones de personas viviendo en la pobreza, como aborda en La economía del conocimiento y el socialismo (2015), Agustín Lage Dávila, científico cubano y director del Centro de Inmunología Molecular de La Habana.
Entonces, si la crisis ambiental es producto del desarrollo, y esto solo sucedió en un puñado de naciones donde solo vive el 15 % de la humanidad, ¿qué pasaría con nuestro planeta, soporte físico de la vida, si el 85 % restante alcanzaría lo que se entiende como desarrollo económico?
En tanto la idea no es que el Sur Global permanezca con necesidades básicas insatisfechas con el único objetivo de resguardar el planeta y los niveles de vida de los países ricos, es que este debate es fundamental, tanto entre teóricos del desarrollo como en la sociedad en su conjunto.
Estableciendo un diálogo entre postdesarrollistas, ecologistas políticos, marxistas, decrecentistas e instituciones internacionales, quien escribe intenta reflexionar respecto a las externalidades del desarrollo económico y la necesidad de transformar su sentido. Para esto se aproxima desde el cooperativismo y la autogestión a estudios empíricos de alternativas que hoy son reales y que pueden ser tomadas como ejemplos para avanzar en la construcción de nuevos paradigmas que permitan avanzar en alternativas al desarrollo.
Por último, desde la óptica del autor, la negación individual al consumo y el crecimiento cero pueden no ser suficientes para generar un modelo verdaderamente sostenible si al mismo tiempo no se transforman las instituciones sociales que regulan la acumulación de capital. El debate queda abierto.
• El autor se encuentra doctorando en desarrollo económico en la Universidad Nacional de Quilmes y es integrante de la agrupación Hacia el Buen Vivir.