Mientras el gobierno rápidamente pierde el optimismo reinante luego del cambio de gabinete, la derecha y sus medios de comunicación hacen un llamado a imponer la autoridad del Estado. Lo hacen con un tono de preocupación frente al protagonismo que empieza a recobrar “la calle”, que en sólo un mes ha protagonizado tres marchas de 150 mil personas.
Fabián Puelma @fabianpuelma
Lunes 1ro de junio de 2015
El gobierno sigue sin poder retomar la iniciativa política. Como hemos remarcado en estas columnas, la casta política ha intentado de todo para encontrar un cauce de salida a la crisis, pero no ha tenido éxito. La última línea del gobierno fue realizar un cambio total del equipo político, ensayar un discurso más moderado y resaltar una agenda centrada en los “problemas de la gente” como se intentó el 21 de mayo.
El optimismo duró poco. Durante esta semana el gobierno volvió a estar entre la espada y la pared frente al problema de la “precampaña”. Las nuevas revelaciones sobre Peñailillo prácticamente dejan fuera de duda que los gestores de la campaña de Bachelet fueron financiados de manera irregular por grandes empresas, por intermedio de Giorgio Martelli. Y eso que ni siquiera sabemos aún qué es lo que declaró Martelli ante el fiscal nacional.
Pese a todos los llamados al orden, la Nueva Mayoría sigue atravesada por divisiones internas, lo que dificulta el intento por blindar a Bachelet. Ya hay dirigentes como Bitar que advierten que achacarle todas las culpas a Peñailillo puede ser una operación arriesgada.
En suma, persiste la debilidad del gobierno, quien sigue sin tener la iniciativa política en sus manos. La crisis política está lejos de ver una salida, lo que si bien ha sido la tónica de los últimos meses, hoy resulta especialmente problemático porque se van acabando los fusibles con los que cuenta el régimen, justo en un momento en donde la “calle” vuelve a tomar protagonismo.
La preocupación de El Mercurio
La derecha, los empresarios, sus medios de comunicación y sus columnistas saludaron el cambio de gabinete, advirtiendo sí que debía ir acompañado de un “cambio de rumbo” (es decir, una derechización del gobierno), para contar con su verdadero apoyo.
El mensaje unánime que reprodujeron las editoriales de los principales diarios este domingo, plantea que negar la existencia de una “pre campaña” resulta insostenible. Pero lo hacen con un tono de preocupación. El Mercurio planteó abiertamente que la “figura del Jefe de Estado” está siendo cuestionada. Se trata de un llamado implícito a los suyos para que los ataques al gobierno no se transformen en un ataque a las instituciones. Es una advertencia porque empieza a cobrar fuerza un actor más peligroso.
Para el diario de Edwards, la única forma de evitar crisis mayores es defender con uñas y dientes la institucionalidad heredada de la dictadura. ¿Defenderla de quién? De quienes pretenden sustituir el Estado de Derecho por la acción de grupos con “alta capacidad de movilización”. “A la larga, ‘la calle’ y la urna de votación son opciones incompatibles, y frente a esa dicotomía, la defensa del mandato democrático constituye un imperativo”, concluye la editorial de este domingo.
O sea, represión
En la actual coyuntura de debilidad del gobierno y del régimen, este “imperativo” se traduce en imponer la fuerza del Estado a quienes intenten desafiarla. La derecha ha sido el sector que lo ha planteado con mayor claridad. Gustavo Hasbún se ha transformado en un frenético agitador de la represión. La derecha llama a “restablecer el Estado de Derecho” en La Araucanía, lo que no es otra cosa que militarizar la región. Llaman a no autorizar las marchas estudiantiles, lo que significa reprimir aquellas que no cuenten con la venia del ejecutivo. Llaman a no sancionar a los carabineros represores e incluso llegan al extremo de responsabilizar a Rodrigo Avilés por estar en estado crítico. Elocuente fueron los dichos de Van Rysselberghe: “estos problemas no se ocasionarían si las personas se manifestaran pacíficamente”.
La Nueva Mayoría entró al gobierno con una estrategia distinta. Las movilizaciones no amainarán sólo con represión, sino que se deben impulsar ciertas reformas para encauzar el descontento de manera institucional y sacar a “la calle” del centro. Sin embargo, la voltereta del subsecretario Aleuy, quien avaló la descarada mentira de Carabineros (recordemos que originalmente sostuvieron que la caída de Rodrigo se trató de un “hecho fortuito”), muestra la verdadera naturaleza del gobierno de Bachelet. Mientras más impotentes se muestran las reformas para contener el descontento, más se pone de relieve la represión del Estado.
Por ahora pareciera que el gobierno quiere instalar un clima social desfavorable a los métodos de lucha de estudiantes y trabajadores. Al mismo tiempo que condena los “excesos” de Carabineros, implementa una represión selectiva e impulsa una campaña mediática de criminalización contra las movilizaciones. Pero este clima no es inofensivo, pues cala en algunos sectores de la población, como los locatarios y comerciantes. La cara extrema de esto fue el asesinato de Exequiel y Diego por parte de un civil.
Mientras el gobierno se inclina a la derecha, la calle se agita y se izquierdiza
Tal como advierte El Mercurio, la calle vuelve a ponerse al centro. Durante estos días hemos sido testigo de un ascenso de las luchas sociales, con un nuevo ciclo de movilizaciones de estudiantes, de profesores y contra la represión. Por ahora son tres los grandes motores que impulsan este proceso: la crisis de la educación pública que empuja a miles de estudiantes a manifestarse contra la mercantilización, la precarización y el autoritarismo educativo; en segundo lugar, las pésimas condiciones laborales de los profesores y su lucha contra la Carrera Profesional Docente propuesta por el gobierno; y, por supuesto, el repudio a la represión de Carabineros, expresada las movilizaciones contra la brutal agresión vivida por Rodrigo Avilés.
Las movilizaciones siguen un curso ascendente. Esto plantea la oportunidad, por un lado, que profesores y estudiantes converjan en las calles para imponer una reforma educativa a la talla de sus demandas históricas, y no a la medida de la moderación y cocina del gobierno. Plantea la oportunidad, por otro lado, de que surja un movimiento democrático arraigado en amplios sectores de masas que ponga en cuestión la represión y la impunidad que sigue reinando en Chile y busque acabar los enclaves autoritarios y represivos heredados de la dictadura.
En un momento en donde el gobierno se mantiene debilitado y sin iniciativa política, resulta fundamental aprovechar la oportunidad para que sean los trabajadores y los estudiantes quienes tomen la iniciativa política en sus manos, y logren pasar por encima de los grandes gremios empresariales y sus políticos, quienes en todo momento quieren restablecer la “autoridad” del Estado y frenar cualquier cambio que vaya en detrimento de sus intereses.
Fabián Puelma
Abogado. Director de La Izquierda Diario Chile. Dirigente del Partido de Trabajadores Revolucionarios.