La antropóloga Rita Segato fue convidada, los primeros días de mayo, a dar una conferencia en el marco del Seminario-Taller “Mujeres y Ciudad” realizada en la UNC. Segato es una de las voces más inquietas a la hora de estudiar la violencia que se ejerce contra las mujeres, violencia que conmueve y moviliza a la sociedad hoy.
Domingo 14 de mayo de 2017
La violencia ejercida contra las mujeres crece, y Rita Segato es una de las voces que nos permiten pensar algunas de sus aristas. La antropóloga no busca dar una explicación única a la multiplicación de las violaciones y los femicidios en Latinoamérica. Le da su origen en un contexto de mayor precariedad económica, de derechos. Desde el comienzo, larga oportunamente controversias para el conjunto del feminismo que interviene en este fenómeno bajo la enorme unidad del movimiento de mujeres. Rita reflexiona desde un feminismo tópico (práctico), que no busca una nueva sociedad, para nuestra decepción, sino una mejora de condiciones prácticas para la vida de las mujeres.
En la conferencia el tema central fue la violencia contra las mujeres como una “primera pedagogía cruel” en la sociedad, fundada en un mundo capitalista de mayor precariedad. Esto en estrecha relación con el paupérrimo rol del estado para erradicar la violencia contra las mujeres y el rol utilitario de la justicia en su intento de potenciar el peso de las cárceles, que para ella no son más que “una rápida muerte de pobres”. Desde ahí nace su crítica al punitivismo. Su visión establece la violación fundamentalmente como expresión de una carencia de dominación y no como una expresión de la libido sexual. Y también como un castigo al desacato de la ley patriarcal. Desde su visión el rol de la masculinidad también interviene y es uno de los ejes de poder.
La antropóloga abre su exposición definiendo que las mujeres habitan el espacio público-ciudad de una forma no plena. Participan bajo constreñimiento y sin tranquilidad. Así, van desarrollando distintos mecanismos muchas veces automáticos y calculados para transitar y colocarse bajo la mirada pública. Para las mujeres puede ser una operación complicada: “Ponerse la pollera corta, la pollera larga, el pantalón gris o corto, el buzo de tal color, el pelo más peinado, etc., que son todos los procesamientos que hacemos de nuestros cuerpos frente al espejo, de lo que “se va a ver”, para poder ingresar a la mirada pública que son las calles”. Ese mismo constreñimiento se produce cuando las mujeres participan del ámbito estatal: “Hay una ciudadanía ilusoria. Nosotras no somos plenamente ciudadanas y no somos plenamente personas, por más que esté por decreto o esté escrito en papel que somos ciudadanas”.
Pero la cuestión se agrava, y esos pequeños cálculos cotidianos se convierten en un cálculo para no morir. Aquí Segato explica el origen de las violaciones, trabajando de forma análoga los cuerpos de las mujeres con los territorios y busca comprender la escalada de violencia en los últimos tiempos.
¿Por qué presenciamos una exacerbación de violencia contra las mujeres?
Primero nos aclara que no se pueden dar explicaciones monocausales. “La explicación solo puede ser compleja, pensada como un contexto complejo donde está la economía, la política y la mayor precariedad en la vida”.
“Mi explicación de los asesinatos de mujeres van en dirección de explicar que son crímenes de control jurisdiccional, de control territorial. Donde se escribe en el cuerpo de las mujeres una soberanía del territorio… Pero todo mi esfuerzo, todos estos años de escribir y tratar comprender la violencia, estuvo en deslibidinizar, es decir, retirar las agresiones a las mujeres del campo de lo sexual y la libido…Estoy convencida de que son crímenes por medio sexuales, por eso el territorio tiene con el cuerpo de la mujer una afinidad extrema porque hay una búsqueda de control territorial y una de las formas de control se expresa en el control del cuerpo de las mujeres. Es algo atávico”.
Toda su lectura se expresa como resultado de su investigación en la cárcel de Brasilia, en la que concluye que las violaciones son un crimen expresivo: “Son expresión de un control sobre algo. Las autoridades promueven la idea de que las violaciones se producen como robo de un servicio. No hay un robo de un servicio sexual. Es común en los presos la respuesta de que ellos tenían o vivían satisfechos sexualmente, tenían esposa, novias, iban a burdeles con amigos”.
EL rol de la masculinidad y el carácter de los moralizadores
“En mi lectura, los hombres que no pueden expresar su potencia, buscan reconstituirla a través de la violencia”. Para pensar la violencia contra las mujeres Rita Segato establece algunas nociones fundamentales, donde la de masculinidad es nodal.
Explica que la deficiencia de masculinidad puede ser causada por una carencia en su posición de poder, sea en su poder bélico, de fuerza, económico, moral o político. Estas potencias que expresan la virilidad son afectadas por las vicisitudes en curso: “Hoy la precariedad de la vida fragiliza a los hombres de una manera muy particular y su capacidad de percibirse como sujetos está muy averiada. Entonces el mandato de masculinidad penaliza también a los hombres exigiéndoles cumplir una prueba de potencia, una prueba de que son capaces de tener control”
Una afirmación de Rita es polémica para cierto feminismo, y es que “el hombre no es el enemigo… hay muchos hombres que están percibiendo y entendiendo que son víctimas del mandato de masculinidad y de ese mandato que les hace todos los días dar un examen de potencia, dar un examen de capacidad de control, de capacidad de crueldad”. Una definición controvertida para algunos feminismos, que construyen su relato feminista contra la figura del “macho” que hay que atacar.
Este mandado de masculinidad, define una relación entre los hombres y se hace fundamental para el ejercicio de la violencia. La autora destaca que por un lado las violaciones no se producen en soledad, sino mayormente en grupo. “La mayor parte de las violaciones callejeras se hacen en grupos, sobre todo en grupos de jóvenes que son los que tienen que hacer un esfuerzo mayor para probar que “son hombres”. Por eso son las violaciones más crueles… Por ejemplo el asesino de Micaela no estaba solo, y el asesino de Lucía tampoco estaba sólo”.
La antropóloga, para explicar esta relación masculina afirma nos dice que “la cofradía masculina le demanda al sujeto a actuar de una determinada forma y la forma en que se construye la potencia de su poder es a través de la tributación de la posición femenina, es decir de la transferencia de un tributo que viaja de la posición femenina a la masculina”.
En ese sentido, define al agresor de la mujer como un moralizador que en su crimen castiga el desacato a la ley patriarcal. “Castiga la belleza femenina. Lucia, era la foto de lo femenino, de la plenitud de una forma de felicidad femenina, entonces ahí hay un desacato.
“La plenitud de lo femenino es desacato cuando no necesita la presencia de un tutor, de un patrón. También se puede hablar de desacato en las formas de disidencia sexual, o de sexualidades no normativas que son desacatos al patriarcado, todos esos son crímenes del patriarcado, los homofóbicos, los transfóbicos, los misóginos. Todos crímenes del mismo tipo a quienes desacata la ley de la superioridad masculina”.
El Estado impotente y la justicia utilitaria de los cuerpos de las mujeres
Hay una insistencia, un grito unificado que exige una respuesta de los gobiernos y sus instituciones frente al hecho de que cada 18 horas es asesinada una mujer en la Argentina. Para Rita, el Estado no consigue afectar el aumento de violencia de género, de muestra impotente. Y denuncia que la justicia utiliza los cuerpos de las mujeres: “Cuando expuse en el senado, cuando estaban tratando de proponer el endurecimiento de las penas, de cancelar la libertad condicional. Yo veía claramente la maniobra de utilizar los crímenes, el sufrimiento de las mujeres, para dar una vuelta de turca al punitivismo que no es otra cosa que el genocidio de las personas no blancas y pobres en las cárceles”.
Acá inscribe una controversia para otro sector del feminismo, y en propia voz dice lo dificultoso que es ser feminista y antipunitivista. “Pero sabemos que más cárceles no tienen el propósito de defender a las mujeres, sino el colocar bajo llaves y producir la muerte rápida de las personas “negras” y las personas pobres...Las cárceles es un campo de concentración, es una forma de genocidio. Basta leer los informes anuales de la Comisión por la Memoria para ver lo que pasa en las cárceles. Además, todas éstas son una escuela de violación. Las personas que nunca violó aprenden a ser violadas en las cárceles. Es una extrema hipocresía decir que las cárceles es una solución al problema de las violaciones”.
Hablamos de eslabones de la violencia, eslabones donde el último, el más feroz, es el femicidio, pero hay tantas violencias cotidianas bajo el sistema patriarcal. Segato explica esta normativa cotidiana, con sus partes visibles y otras imperceptibles que busca deshilvanar. Y afirma en la conferencia: “Lo que tenemos que pensar es en el caldo del cultivo, donde se cultiva esa la última forma de agresión más brutal contra las mujeres que se trasforma en crimen. Porque no surge de la nada, sino de actos absolutamente legales, miradas, palabras, la dificultad de encuadrar por ejemplo lo que nos comentan las feministas mexicanas acerca de ciertas formas de toqueteo en los subtes”.
Rita propone rebelarnos contra la minorización del problema de las mujeres. “Rebelarnos contra la minorización, porque nuestro tema es el caldo de cultivo de todas las formas de violencia. La violencia contra las mujeres no es una violencia contra las mujeres, es la primera pedagogía cruel, el primer paso a un orden violento y jerárquico en general. Es el fundamento de todas las jerarquías, de todas las desigualdades, del robo del prestigio, de valor y de poder”.
Son varios los aportes que ofrece al movimiento de mujeres, como la no victimización, la definición de la justicia como utilizadora del cuerpo de las mujeres, el rol impotente del Estado, y diríamos imposibilitado porque concederles una “ciudadanía plena” a las mujeres pondría en juego sus propios intereses.
El estado y su justicia no buscan la prevención de la violencia, ni mucho menos, reproducen la misma, y crean un discurso del mero castigo como "corrección" (del desviado) que individualiza la violencia como forma de deshistorizarla y despolitizarla con la consiguiente estructuración de un binarismo patologizante entre enfermo/sano, pero siempre ocultando el patriarcado.
A su vez, frente a la legítima búsqueda de justicia ante los femicidios es un problema que no puede resolverlo el sistema penal. Ya que define certeramente a las cárceles como reproductoras de violencia ejercidas por la misma institución: “son un rápido exterminio de las poblaciones negras y pobres, como escuelas de violación”.
Nancy Fraser, nos dice desde un feminismo 99 %, “hay que abolir las jerarquías”, Rita Segato plantea que el caldo de cultivo es el problema de la mujer y es la primera pedagogía cruel, el primer paso a ese orden jerárquico. Define a la violencia contra las mujeres como originaria y basal de otras violencias. Podemos incorporar, por lo tanto, que no puede ser reductible al orden de explotación capitalista, aunque éste sea el más desarrollado y complejo de los sistemas, donde la precariedad y la desigualdad ante la vida se mantiene innecesariamente, a la vez que se encuentra velado por mil y un mecanismos, e incluso derechos conquistados, que a veces actúan como integración y/o falsa ciudadanía.
Los aportes de Segato quedan a mitad de camino y encuentran el límite de una búsqueda (u)tópica de deconstrucción de esta violencia sin atacar sus bases materiales, sus raíces ante la "precariedad" o en la lucha por la supervivencia que da origen a las clases sociales y a la división entre manual e intelectual, pero también sexual del trabajo.
La lucha contra la des-minorización de los problemas de las mujeres se logra por la clave de la política y la estrategia. Convencerse que la profunda y plena liberación de las mujeres se construye creando una hegemonía de poder de las grandes mayorías oprimidas y explotadas que es la de los trabajadores. Superar ese límite nos plantea encarar toda lucha por derechos y conquistas parciales con una estrategia: vencer su encarnación histórica como sistema capitalista.