Es evidente que la violencia no se origina con el feminicidio, hay todo un contexto que permite que se llegue ese extremo. Y una de las violencias de las que se habla poco es la violencia laboral.
Miércoles 1ro de marzo de 2023
El 8 de marzo es el día internacional de la mujer. En pleno 2023 no es poco común escuchar sobre el movimiento de mujeres y la violencia de género. Sobre todo, en un país donde ocurren 12 feminicidios al día.
La violencia feminicida, al ser la expresión máxima de la violencia machista, es el acto más denunciado por las mujeres. Sin embargo, ¿cómo se explica que se pueda llegar a cifras tan escandalosas? Es evidente que la violencia no se origina con el feminicidio, hay todo un contexto que permite que se llegue ese extremo. Y una de las violencias de las que se habla poco es la violencia laboral.
Los cambios de ritmo de vida y la enorme precarización abonaron a que las mujeres fueran ganando espacios en los diversos centros de trabajo y se convirtieran en una parte importante del sector de trabajadores. Las mujeres somos 43 % de la fuerza laboral en el país. Esto sin dejar de hacernos responsables centralmente de las labores domésticas de nuestros hogares, o del cuidado se los enfermos. Tan solo este trabajo, en México representa 26.3 % del PIB.
La necesidad de trabajar para poder mantener a nuestras familias ha orillado a que los trabajos más precarios sean realizados precisamente por mujeres, quienes además cobramos menos salario realizando las mismas labores que nuestros compañeros. A finales del 2022, la brecha salarial entre los dos géneros se posicionaba en 14 %.
En México y en el mundo la precarización afecta doblemente a las mujeres
Durante años se supo que el sector privado representaba un gran porcentaje de los trabajos precarios en el país, por lo que trabajar en alguna instancia gubernamental implicaba poder tener una relativa estabilidad económica. Sin embargo, con el paso de los años -de la mano del neoliberalismo- esto fue cambiando drásticamente, desde la creación de figuras como “nómina 8” y los trabajadores por honorarios, se fue perdiendo la posibilidad de ingresar a una plaza o un trabajo de base. O al menos a un contrato que durara más de un par de meses.
La implementación de los programas sociales significó un paso más allá en la precarización laboral. Pues se desdibujaba por completo la figura de trabajadora, y se pasaba a ser “beneficiaria” por lo que el salario que se da a cambio de las extenuantes jornadas laborales se convirtió en una beca. Los programas sociales que se anuncian con bombo y platillo como una de las maneras de atender a la población vulnerable, al mismo tiempo que se le otorga trabajo a la juventud, no son más que una fachada para poder perfeccionar las políticas de precarización que vienen desde administraciones pasadas, pero que sin duda la 4T, con la legitimidad que ha logrado conquistar, ha podido implementar.
Por un lado, Claudia Sheinbaum, aspirante a la candidatura presidencial del 2024 se presenta como la primera mujer en tener posibilidades de conseguir el alto mando, con un discurso “feminista”, mientras que, por otro lado, mantiene a miles de trabajadoras en condiciones sumamente precarias. El programa estrella de su trabajo como jefa de gobierno, PILARES, está conformado por la participación de tres secretarías públicas (Indeporte, Sectei y Secult). De esos tres centros, el programa no cuenta con trabajadores en forma, todos son beneficiarios de programas sociales, pues incluso los Líderes Coordinadores de Proyectos Operativos (LCPO), los que desempeñan la figura de jefes no cuentan con base, pero sí son seleccionados por su apoyo a la 4T.
Las trabajadoras de estos programas enfrentamos no solo la negación de la relación laboral, sino la incertidumbre de si tendremos trabajo cada que empieza un nuevo año, pues la convocatoria de los programas sociales solamente dura un año.
No somos iguales
Las mujeres de los partidos del régimen han usado el discurso del feminismo para poder ganar votos en el marco de un contexto en el que el movimiento de mujeres ha ganado terreno no solo en las calles sino ideológicamente. Sin embargo, lo único que tenemos en común las mujeres trabajadoras y las mujeres como Claudia Sheinbaum es nuestro sexo. Pues mantienen las mismas prácticas de precarización y explotación que los hombres de su misma clase.
Por eso, desde Pan y Rosas, agrupación de mujeres y comunidad sexo diversa, creemos que, si bien, el sexo nos une, la clase nos divide. ¿De qué nos sirve que una mujer sea presidenta si nos oprime igual que los hombres? Es necesario que seamos nosotras, de la mano de nuestros compañeros, que también enfrentan lo más crudo de la precarización, nos organicemos para poder conquistar nuestros derechos y enfrentar sus políticas precarizadoras.
Te invitamos a marchar este 8 de marzo en el contingente mixto y trans incluyente de Pan y Rosas.
Asiste también a la reunión preparatoria entre trabajadoras y estudiantes el sábado 4 de marzo a las 17:00 hrs, por zoom, para conformar el bloque combativo e independiente del 8M.
Contáctanos: 5574525325