El líder y candidato presidencial de las ex FARC, señaló en una entrevista críticas al manejo de la economía hecho por el chavismo, pero no en un sentido revolucionario sino más bien de responsabilidad capitalista. Acá la opinión de Ángel Arias, dirigente de la LTS.
Jueves 8 de febrero de 2018 21:32
Rodrigo Londoño, ex comandante Timochenko y ahora candidato presidencial de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) –nombre legal de las desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)–, concedió una entrevista a la revista Semana, aparecida en la edición dominical del 28/01. En un intento del periodista, claramente de derecha, por arrinconarlo con el desprestigio actual del chavismo por el desastre en el que se encuentra el país y el autoritarismo cada vez más abierto del gobierno de Maduro, o buscando una respuesta que denigrara del “proceso bolivariano”, le preguntan por su balance sobre el chavismo, lo que obtuvo fue, digámoslo de una vez, una derechada, cuestionamientos no por izquierda sino por derecha, del fracaso del chavismo.
Esto es lo que dijo Londoño como balance del chavismo: “Que las políticas sociales no pueden ir en contra de la responsabilidad fiscal. Las políticas sociales tienen que tener como base el desarrollo económico y no depender exclusivamente de los subsidios. Lo que yo nunca haría es dar casas gratis, por ejemplo. Todo beneficio debe tener un costo social. Otra enseñanza del modelo venezolano es que no se puede vivir únicamente de la renta, hay que desarrollar la industria”.
¿Alguien puede rastrear alguna perspectiva de izquierda en estas “lecciones”? Chávez vendió su proyecto como una “revolución” –la “revolución bolivariana”–, su promesa fue lograr la plena independencia y desarrollo nacionales (superar el rentismo), y por si fuera poco, la “construcción del socialismo”. A Maduro –designado como su sucesor por Chávez– le explotó el agotamiento del modelo chavista, una crisis profunda que muestra no solo que no se superó el rentismo petrolero sino que se profundizó, que la economía nacional sigue siendo dramáticamente dependiente, sin ningún nuevo desarrollo productivo ni industrial que mostrar, todo lo contrario. De “revolución” y “socialismo” solo el palabrerío.
Pero las conclusiones que saca el líder las ex FARC no son sobre cómo hacer entonces sí una revolución, cómo sí romper con la dependencia y construir el socialismo, sino sobre cómo… gestionar más responsablemente el capitalismo dependiente y cómo “desarrollar la industria” sin revolución social.
Algo llamado imperialismo…
Desde las primeras décadas del siglo XX vivimos en las condiciones de la dominación mundial del capitalismo imperialista, esa la primera definición que debe tenerse para comprender la realidad de los países, comprender las relaciones entre los mismos, su papel la división internacional del trabajo. Tener esta noción de totalidad es elemental, pues es imposible comprender la historia contemporánea y la realidad de los países por fuera de esas relaciones.
En los marcos del capitalismo imperialista Venezuela (al igual que Colombia) adquiere una condición semicolonial, es una nación sometida a la transferencia sistemática de valores hacia los países centrales del capitalismo en relación desigual, producto de su inserción dependiente y subordinada en la economía mundial. La expoliación imperialista es un componente determinante en la historia de nuestras naciones. En nuestro país el capital transnacional operó a partir de las primeras décadas del siglo XX un gran saqueo de su principal recurso energético (petróleo) y el conjunto de la economía nacional se configuró cada vez más en función de las necesidades del capital imperialista.
Chávez intentó mejorar los términos de intercambio de esta relación desigual, chocó con el capital trasnacional y los gobiernos imperialistas pulseando por mejorar las condiciones de esa inserción dependiente y avanzó en importantes grados de autonomía política. Parado sobre un gran apoyo de masas regateó parte de la renta petrolera, logrando captar para el país –en la persona del Estado– una mayor porción que antes, captación que resultó mucho más generosa al coincidir con una larga coyuntura de altos precios petroleros. Esto le permitió renacionalizar algunas empresas o bancos que en la ofensiva neoliberal habían ido a parar a manos del capital imperialista, así como desarrollar los planes sociales ante las necesidades más urgentes de los sectores más pobres de la población y, de conjunto, la expansión del consumo.
Sin embargo, Chávez reconoció y continuó pagando religiosamente la deuda externa, un mecanismo clásico mediante el cual el capital financiero internacional desangra nuestros países, incluso aumentándola vertiginosamente a partir de 2007 (a mitad de sus 14 años de gobierno), siendo hoy un peso enorme y sangría sobre la economía nacional. En el petróleo, el gas y otros sectores importantes (infraestructura, banca, telecomunicaciones) siguieron actuando y sustrayendo riquezas del país empresas de capital imperialista, no hubo ruptura de esa relación, en todo caso lo que operó fue una diversificación de la dependencia trayendo como “socios” los capitales de otras potencias capitalistas como China o Rusia, que se sumaron al club de acreedores del país y de quienes controlan porciones de la industria petrolera y minera.
La atrofia de la agricultura y, sobre todo, de la industria nacional, hacen que el país destine gran parte de sus recursos a la importación de bienes de capital, intermedios y hasta de consumo final, provenientes en buena medida de países imperialistas, eso no se aminoró sino que aumentó. Empeorando esta relación, Venezuela mantiene “tratados contra la doble tributación” con varias decenas de países (en buena medida potencias capitalistas) que implican la exoneración de impuestos a gran parte del capital financiero y de las empresas de origen imperialista que exportan al país, en “reciprocidad” a que el casi inexistente número de venezolanos que tienen bonos de la deuda de esos países o las empresas de aquí que exportan hacia estos no paguen impuestos; según algunos cálculos semejante burla de “reciprocidad” le cuesta al país casi 18 mil millones US$ al año, estos tratados existían antes de Chávez, este los reconoció y ratificó algunos, incluyendo el establecido con los EE.UU.
La histórica dominación del capitalismo imperialista sobre el cuerpo económico de la nación no se rompió. No se pueden comprender los problemas históricos –y actuales– de la economía venezolana por fuera de esta realidad. Lo que hay que cuestionar es que a pesar de las pugnas y regateos, de los importantes niveles de autonomía política logrados, el “antiimperialismo” de Chávez fuera más retórico que real, que arengas de masas altisonantes como “¡Váyanse al carajo yanquis de mierda!”, no implicaran una verdadera expulsión y ruptura con la dominación imperialista.
Sin embargo, para el ex comandante Timochenko, dirigente de una corriente que durante décadas sostuvo la necesidad de una “segunda independencia” y de la “liberación nacional” en América Latina, una verdadera ruptura con el imperialismo no parece ser una lección a sacar, sino una gestión más responsable del gasto fiscal del Estado (burgués) de una nación sometida a las determinaciones del sistema mundial capitalista. Su problema no es con el capital imperialista sino con los subsidios a los pobres.
“Hay que desarrollar la industria”… ¿con quién?
Nos falta aún el papel de la clase económicamente dominante al interior del país, al igual que en Colombia, la burguesía nacional. Londoño dice que no había que limitarse a vivir de la renta sino que había que industrializar el país… ¡qué novedad! No hay que ser de izquierda para sacar esa conclusión, es la conclusión más elemental de la propia intelectualidad burguesa de nuestro país, y es precisamente la promesa de Chávez: “De la Venezuela rentista a la Venezuela productiva”, rezaba el lema. El problema es que, además de no cuestionar la relación que hay entre las condiciones para el desarrollo industrial y la presencia imperialista en la economía nacional, no dice tampoco qué clase social se supone que ha de conducir en Venezuela el tránsito del rentismo al desarrollo productivo. Estamos entre gente de izquierda, ¿no?, hablamos de clases sociales y de revolución. Para el candidato de la FARC parece natural que sea la burguesía nacional la que lo haga.
Durante la última década y media operó en el país un festín enorme de fuga de dólares, aun existiendo un régimen de control de cambio, por vías legales tanto como ilegales, tanto “honestas” y corruptas, empresarios, banqueros y burócratas del Estado se dieron banquete sustrayendo del país –según cifras del propio gobierno– unos 500 mil millones de dólares provenientes de la renta petrolera pública (varias veces el PIB anual). Un saqueo en uno de los momentos históricos de mayores ingresos nacionales. Banqueros y empresarios tradicionales, nuevos burgueses surgidos al amparo de su relación privilegiada con el gobierno y altos funcionarios devenidos en capitalistas, se dieron fiesta con la renta pública. ¿Tendrá esto algo que ver con el estado actual de la producción nacional?
Este comportamiento parasitario y antinacional de la burguesía criolla no es nuevo, es su característica histórica: subordinada al capital imperialista y parásita de la renta nacional. El país lleva cuatro décadas sin que la burguesía nacional haya realizado importantes inversiones en la producción nacional, una desinversión que se profundizó bajo el chavismo. Los académicos serios del país comprenden que la crisis actual no se explica solo por la actual coyuntura sino que es expresión de una crisis más estructural que viene arrastrando el capitalismo nacional hace décadas… En un siglo de vida petrolera del país nuestros capitalistas no han dejado de parasitar la renta sin desarrollar cualitativamente las capacidades del país, acomodados en su lugar subordinado al capital imperialista, teniendo la comercialización/importación y la fuga de dólares como mecanismos predilectos de “acumulación originaria”… y permanente.
El “rentismo” petrolero, la atrofia del desarrollo de las capacidades productivas del país, no pueden explicarse tampoco sin este papel que juega la clase capitalista nacional.
“Responsabilidad fiscal” (o cómo exculpar al capital y disparar contra los pobres)
Por todo esto no dejan der ser escandalosas las declaraciones de Londoño, porque ni siquiera corresponden con una lógica de izquierda reformista, sino que coinciden plenamente con los argumentos de la derecha y sus economistas: la conclusión que saca la derecha es simple, “se le regaló mucha plata de la renta petrolera a los pobres en lugar de invertirlo productivamente” (además de haber una gran corrupción –cosa cierta–), por eso ahora hay tanto déficit fiscal y el país está quebrado. ¿Aparece por algún lado la relación desigual con el capital imperialista como factor que incida en la realidad del país? No. ¿Aparece el papel nefasto y parasitario de la burguesía nacional como elemento que explique tal realidad? No.
En su lógica está naturalizada la condición semicolonial y capitalista de Venezuela, no es algo a cuestionar, por tanto no platea atacar los intereses del capital imperialista y local, sino que asume una lógica de “responsabilidad fiscal” burguesa, por tanto, dispara contra los pobres: menos subsidios, cero casas regaladas a los más pobres.
Del reformismo armado a una gestión responsable del capitalismo dependiente
Los subsidios a los sectores más pobres del país y de la clase trabajadora nunca tuvieron como base tocar el bolsillo de los capitalistas, se sostuvieron con base a una renta pública extraordinaria. Cuando cambió la coyuntura, la solución que daría el líder de las FARC era parar los subsidios a los explotados y empobrecidos por el capitalismo, no parar la sangría nacional operada por la burguesía local y el capital financiero internacional. Chávez no paró los subsidios a los pobres, pero tampoco atacó al capital imperialista ni criollo, sino que redobló el endeudamiento interno y, sobre todo, externo. Los revolucionarios le criticamos que así dejó intactos los intereses capitalistas mientras profundizaba un mecanismo clave de dependencia y sujeción; Londoño le cuestiona la “irresponsabilidad” para con la salud de la economía burguesa.
Chávez no contó con el apoyo de la burguesía nacional, salvo sectores medianos y algún que otro gran empresario o banquero, al punto en que ésta, servil al imperialismo, intentó derrocarlo en más de una ocasión. Sin embargo, su proyecto no deja de tener ese carácter de clase, su intento era “forzar” la acumulación de capital nacional desde la fuerza económica y política del Estado, convenciendo a la burguesía, o por lo menos a sectores importantes de estas, de abandonar su histórico parasitismo y volverse “productiva y nacionalista”. El Estado –dada su particular fuerza económica– sería el articulador predilecto transfiriendo renta pública a una hipotética burguesía “nacionalista y productiva”, asociando a este “desarrollo” a capitales trasnacionales “amigos”. Así sería la “siembra del petróleo”.
Sin embargo la burguesía no atendió ese llamado, se profundizó la desinversión y se operó la gran fuga de capitales. Pero el líder de las FARC insiste en “desarrollar la industria” con la burguesía criolla, cuando la conclusión que toca sacar es que ésta no está tanto interesada en el desarrollo del país como sí en el de sus cuentas, que pesa más su interés de clase que algún supuesto interés nacional.
Las conclusiones que saca Rodrigo Londoño están acordes con una evolución a derecha del programa de las FARC. Estando en la insurgencia, las FARC expresaban un reformismo armado, una corriente que luchaba con métodos radicales (lucha armada) por un programa de reformas del capitalismo colombiano. Cualquiera que revisara el programa de las FARC podía comprobar que no era un programa para acabar con el capitalismo semicolonial en Colombia, sino para reformarlo. Hoy, integrándose al régimen burgués colombiano, dan consejos de responsabilidad fiscal burguesa, sin plantear ninguna perspectiva de revolución antiimperialista y socialista, ni para Venezuela ni para Colombia, lo que se expresa a lo largo de la entrevista. Cuando le preguntan si nacionalizarían empresas o sectores de la economía responde así: “Ese es un tema espinoso para ponerse a especular. Pero lo que sí queremos dejar claro es que respetamos la propiedad privada, pero creemos que debe estar articulada con prácticas de responsabilidad social”.
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El marxismo latinoamericano, la revolución permanente, el trotskismo
Las y los revolucionarios de Venezuela (y América Latina) debemos sacar profundas lecciones del fracaso del chavismo, para hacer la revolución que este prometió pero nunca hizo. No para aprender a gestionar más responsablemente estas sociedades miserables en que nos convierten la dominación imperialista y de las clases propietarias locales. Para dar los consejos que da el líder de la FARC no hay que ser de izquierda, basta con ser un político burgués: el fracaso del chavismo ha implicado la profundización de los males históricos del capitalismo dependiente y rentístico, ¿es posible un capitalismo dependiente menos desastroso que el actual en nuestro país?, por supuesto, pero eso no tiene nada que ver con una perspectiva de emancipación social.
El “rentismo petrolero” en Venezuela no es un problema cultural, falta de conciencia nacional –como hemos discutido recientemente (ver aquí y aquí)–, o de mala gestión, la cuestión central es que no habrá plena independencia, desarrollo y superación de los problemas de nuestros pueblos sin revolución antiimperialista y anticapitalista. Es una conclusión temprana del marxismo, “olvidada” por la izquierda reformista. Las primeras resoluciones que la Internacional Comunista dirigida por Lenin y Trotsky emitió sobre América Latina expresaban esta perspectiva. Pioneros del marxismo latinoamericano como José Carlos Mariátegui y Julio Antonio Mella cruzaron lanzas contra el naciente populismo burgués –representado en Haya de la Torre–, discutiendo, a la luz de la experiencia histórica de que se disponía al momento, cómo las burguesías nacionales eran incapaces de llevar a cabo ninguna lucha antiimperialista hasta el final. Ernesto “Che” Guevara llegó a la misma conclusión, las burguesías latinoamericanas habían perdido toda capacidad de oposición al imperialismo, si es que alguna vez la habían tenido, por lo que en América Latina solo quedaban dos caminos, “revolución socialista o caricatura de revolución”.
La perspectiva que sostenemos desde el trotskismo, como continuidad del marxismo revolucionario, es precisamente esta, sistematizada por el propio Trotsky en los años 30’s en sus tesis sobre la revolución permanente, cuando aún no habían pasado por la arena de la historia latinoamericana tantas “caricaturas de revolución”. Hoy, cuando está en pleno desarrollo el fracaso de la nueva apuesta nacionalista burguesa que significó el chavismo, debe quedar más claro aun que las tareas históricas de plena independencia y desarrollo nacionales –así como la unidad latinoamericana– no las llevarán adelante las burguesías nacionales ni sus políticos (civiles o militares), sino que queda en manos de la clase trabajadora de Nuestra América, conquistando el poder y avanzando no solo en las tareas antiimperialistas y democrático-radicales (como las reformas agraria y urbana) sino también en las directamente socialistas.
Sin una revolución obrera y popular que lleve al poder a los trabajadores y sectores populares, que sobre las ruinas del Estado burgués edifique su propio poder político, rompa con la deuda externa y expulse al imperialismo, expropie a las oligarquías y burguesías locales, tomando en sus manos la socialización de las riquezas nacionales, no habrá ruptura de la dependencia ni superación de las trabas estructurales al desarrollo de nuestros pueblos. Una superación que solo podrá cristalizar, por supuesto, con el triunfo de la revolución a escala latinoamericana y mundial.
Ángel Arias
Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.