El nuevo Concepto Estratégico aprobado en la Cumbre de la OTAN de Madrid fija como enemigos a Rusia y China, aprueban planes de rearme y despliegues de tropas sin precedentes y militarizan la lucha contra la inmigración.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 30 de junio de 2022 18:02
Las potencias imperialistas que se presentan ante el mundo como los defensores de la paz y la democracia cierran este jueves una Cumbre que encamina al mundo a nuevas y peores guerras. El País, que lleva toda esta semana cebando el clima belicista, resumía el encuentro con un titular contundente: “La OTAN se pertrecha para una época de confrontación entre potencias”.
El nuevo Concepto Estratégico aprobado en la reunión de Madrid recoge la definición de Rusia como la principal amenaza y, por primera vez, incluye también a China como un desafío por su “ascenso” en la arena internacional y su especial relación con Rusia. El país asiático es acusado de intentar subvertir el orden mundial y erosionar a las democracias.
Sin negar ni un ápice el carácter reaccionario de los regímenes de Pekín y Moscú, y de la invasión de Putin a Ucrania, la demagogia del imperialismo norteamericano y europea cae por su propio peso. Entre las alianzas militares y económicas para esta supuesta guerra contra los regímenes autoritarios, EEUU y la UE esperan contar como socios al Estado genocida de Israel, las dictaduras del golfo o el régimen de Mohamed VI en Marruecos, entre otros.
Pero es que, además, los crímenes perpetrados por esta Alianza y los Estados que la conforman dejan un historial de cientos de miles de muertos en sus intervenciones imperialistas en la antigua Yugoslavia, Libia o Afganistán, por mencionar solo algunos.
La decisión de conformar un bloque contra Rusia y China confirma la tendencia a la división del mundo en bloques cada vez más irreconciliables. Las pulsiones a una mayor guerra comercial, choques regionales e incluso conflagraciones de imprevisibles consecuencias, vuelven a estar inscritas en la situación mundial. Las peores postales del capitalismo del siglo XX aparecen en el horizonte, no para defender las “democracias”, sino las cuentas de resultados de las respectivas multinacionales de cada Estado.
Esta definición de enemigos implica ya algunas decisiones inmediatas que solo pueden leerse como verdaderos tambores de guerra. EEUU anunció el aumento de su presencia militar en Europa, donde ya dispone de 100 mil soldados. Concretamente, sumará dos nuevos destructores a los cuatro ya fondeados en la base naval de Rota, un nuevo cuartel general en Polonia, junto a un nuevo batallón de soporte en ese mismo país, otra brigada de 3000 soldados en Rumanía, dos escuadrones adicionales de F-35 en Reino Unido y el refuerzo de los contingentes establecidos en los países bálticos, Alemania e Italia. Alemania también enviará una brigada más a su misión en Lituania.
Este incremento de contingentes se acompañará de un refuerzo a la ayuda militar directa al gobierno de Zelenski en Ucrania. Las peticiones de esa “izquierda” que lleva meses pidiendo “armas para Ucrania” a los gobiernos de la OTAN siguen siendo atendidas. Hasta ahora, han ido entregando material en su mayoría de procedencia de la antigua URSS, pero este está acabándose. La intención es pasar a facilitar armamento pesado, como las avanzadas defensas antiaéreas prometidas por Biden.
Esta intervención indirecta en la actual guerra nada tiene que ver con la defensa de la soberanía ucraniana. La OTAN pretende infligir una derrota o un alto coste al rival ruso, y consolidar Ucrania como un Estado subordinado a la UE y la OTAN en todos los terrenos.
El refuerzo del cerco sobre el frente oriental contará además con la ampliación escandinava. Una vez aceptadas las exigencias de Turquía para que Finlandia y Suecia dejen de dar cualquier tipo de apoyo a los activistas kurdos, ambos se integran en la Alianza agregándose otros 1.300 kilómetros de frontera con Rusia. Una de las razones de fondo de la actual guerra en Ucrania, tal y como lo han reconocido hasta personajes tan poco sospechosos de antiimperialistas o prorrusos como Henry Kissinger, se profundiza: el cerco militar de la OTAN a Rusia.
Por otro lado, también el cerco a China avanza. En la Cumbre estuvieron presentes Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda, socios en el Pacífico fundamentales para la hoja de ruta de EEUU y la UE respecto a la contención y disuasión del “gigante asiático”. Las tensiones en el Mar del Sur de China o en torno a Taiwán solo pueden ir a más en este marco cada vez más tenso.
De conjunto, todos los países miembros se han comprometido a elevar de 40 mil a 300 mil - casi 8 veces más - el número de efectivos disponibles de respuesta rápida. Un megaejército que podría desplegarse en cualquier lugar del mundo para 2024. Además, se confirma el compromiso de elevar el gasto militar de los países miembros al 2% del PIB. Alemania, a la cabeza de esta nueva carrera armamentística, ya lo ha puesto en marcha. Otros gobiernos, como el español, han anunciado su intención de avanzar, ya desde los siguientes Presupuestos, hacia un horizonte que, en su caso, supondría doblar el gasto militar actual.
La otra novedad que incluye el nuevo Concepto Estratégico es la que ha sido una de las principales peticiones del imperialismo español. Oriente Medio, el Norte de África y el Sahel se incorporan como regiones con “potencial desestabilizador” y, por lo tanto, áreas de seguimiento en donde la Alianza podría autorizar eventuales intervenciones alegando a su artículo 5 de defensa mutua.
Entre las “amenazas” del flanco Sur está la mayor presencia económica y militar de Rusia y China en la región, el terrorismo yihadista y “amenazas híbridas” como las corrientes migratorias, denominadas así a petición del gobierno español para demonizar a las personas migrantes. Copiando el argumentario de la extrema derecha, el gobierno “progresista” del Estado español, ha situado la lucha contra la inmigración ilegal como una de las nuevas prioridades de la OTAN.
Estas políticas imperialistas y racistas de frontera incluyen nuevos acuerdos con regímenes cipayos, como el marroquí, y la advertencia a todos los Estados de la zona de que una posición relajada en la contención de los flujos migratorios puede ser leída como una agresión y responderse militarmente como tal. El reciente crimen de la valla de Melilla, que dejó un saldo de más de 40 inmigrantes asesinados, promete repetirse y amplificarse en los próximos años.
Como parte de este refuerzo del flanco sur, el gobierno español ha visto atendida también su petición de que la defensa de la integridad territorial de los Estados miembros de la Alianza incluya sus actuales fronteras, lo que incluiría los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, fundamentales para la labor de Gendarme de la frontera meridional de la UE del Estado español.
Esta es la hoja de ruta y el mundo que nos ofrece la Cumbre de la mayor alianza imperialista del planeta. Los distintos Estados, como defensores directos de los intereses de sus respectivas clases capitalistas, se enzarzan de nuevo en una competencia feroz por los mercados, los recursos y las áreas de influencia. Para el siglo XXI, ni los regímenes autoritarios, ni tampoco los que revisten sus políticas de expolio y dominio bajo ropajes “democráticos”, tienen nada que ofrecer a la humanidad más que nuevas y peores crisis y nuevas y peores guerras.
Un horizonte de barbarie que no es un futuro incierto. Lo vemos en la guerra de Ucrania, lo vemos en las hambrunas anunciadas para los próximos meses en África, en la mayor caída de los salarios reales en Europa en los últimos 40 años o en las masacres imperialistas en las fronteras de EEUU y la UE.
Como tampoco es un futuro incierto que estos padecimientos generarán nuevos y más profundos procesos de lucha de clases. Lo vemos en la rebelión de Sri Lanka o en la oleada de huelgas de Gran Bretaña.
Las características de época del capitalismo se reactualizan día a día. Las guerras y las crisis nadie puede negarlo. Pero también la posibilidad de nuevas revoluciones que depongan a los Estados y gobiernos de los capitalistas, se expropien a los expropiadores y abran el camino a gobiernos de las y los trabajadores y los pueblos, a conquistar una sociedad socialista. Una sociedad, en la que los recursos dejen de estar en manos de una minoría y su lucro sea el motor de todo, incluido definir hojas de rutas que nos llevan a la barbarie como la aprobada estos días en Madrid, y pasen a estar a disposición de resolver las necesidades sociales y sentar las bases de relaciones entre los pueblos basadas en la cooperación y no la competencia destructiva que amenaza a la propia humanidad.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.