Aumentan los contagios en las escuelas y las monitoras continuamos sin EPIs, ni PCR, bajo sobrecarga laboral y en condiciones precarias. La rabia estalló cuando las empresas nos obligan a usar sus mascarillas, tan precarias como las condiciones que nos imponen.
Alba F. Monitora de comedor - Barcelona
Jueves 21 de enero de 2021
Comienza el curso escolar en plena tercera ola de pandemia. Mientras los contagios en las escuelas aumentan y se siguen confinando cursos, las monitoras de tiempo libre y comedor, estamos expuestas a más de media hora en contacto con cientos de niños que deben quitarse sus mascarillas para comer.
Desde la pandemia hemos comenzado a estar organizadas, coordinándonos con monitoras de otros colegios y a muchas nos ha ocurrido lo mismo: en varias escuelas las empresas externalizadas que nos subcontratan, nos obligan a utilizar la mascarilla de la empresa alegando que “son parte del uniforme”, aunque nada asegura que estén homologadas y la mayoría son de pésima calidad. Bajo amenazas nos envían comunicados, vía grupos de whatssap, exigiendo que la utilicemos y rechazando la utilización de las quirúrgicas o FP2, entre otras. Es decir, como si fuera un mero capricho nuestro, que nos sale caro para nuestros magros salarios, tener comprar las mascarillas adecuadas que estas empresas no nos garantizan.
Además, en varias escuelas hemos tenido que explicar por qué las rechazamos: nos salen ampollas, se nos caen dejando al descubierto nariz y boca, el material se humedece rápidamente y no tenemos suficientes de recambio. Pero a las empresas privadas les da totalmente igual nuestra salud.
Así arrancó el nuevo curso y la rabia estalló. Volvemos a organizarnos y por supuesto todas nos las arreglamos para cuidarnos como corresponde y usar las mascarillas pertinentes, rechazando ampliamente las “mascarillas de la precariedad”. Porque el hecho en sí mismo explica muchas otras cuestiones más de fondo.
Bajo la mascarilla, nuestra precariedad
Mientras los jefes de estas empresas nos maltratan con estas ridículas exigencias, hemos comenzado el curso sin EPIs adecuados, sin que nos hubieran hecho el PCR obligatorio tal como se decretó desde Educación. Además, continúa la sobrecarga de trabajo frente a las nuevas normas en las que somos nosotras las que tenemos que desinfectar y limpiar las mesas, servir las bandejas de comida a cada uno de los niños y por supuesto, todo esto sin descargarnos de las tareas anteriores.
Por otro lado, una gran cantidad de monitoras no han sido reincorporadas al trabajo, a muchas de nuestras compañeras despedidas durante el comienzo de la pandemia en marzo de 2020 por estar bajo contratos de obra y servicio. Como si no se necesitara el doble de personal en la situación desastrosa que estamos viviendo en las escuelas.
Por todo ello, la rabia de las mascarillas de la precariedad, simboliza toda la precariedad habitual que vivimos las monitoras de tiempo libre y comedor.
Como venimos denunciando, estamos externalizadas y empresas como Aramark o Endemar, Paideia, Diverjoc, Cocina justa o la Pere Tarrès, entre otras, son las que ofrecen servicios de educación extraescolar pero también de catering y cocina. Obtienen altas ganancias de los centros públicos no sólo a costa de nuestros bajos salarios y condiciones de precariedad, sino también de la muy mala calidad del servicio de alimentación.
Tras la pandemia todo ha empeorado, y si nos toca un niño o niña en confinamiento de nuestro llamado ‘grupo burbuja’, no tenemos siquiera una mascarilla en condiciones, ni bajas médicas, ni PCR.
Hemos sido uno de los colectivos más perjudicados, siendo que, sólo en Catalunya, somos más de 20.000 personas a las que en marzo se han despedido o suspendido su contrato con ERTEs y pasamos a cobrar entre 200 y 300 euros, otras ni siquiera han cobrado desde marzo y otras miles bajo contrato de obra y servicio ni siquiera tuvieron derecho a una prestación.
Nuestras reivindicaciones son muy claras: la internalización a la educación pública. Denunciamos los intereses millonarios de las grandes empresas privadas que hacen su negocio a expensas de la precariedad de las trabajadoras. Como medidas urgentes exigimos: incremento del material higiénico y de seguridad para trabajar. Condiciones igualitarias para las pruebas PCR y aislamiento en caso de que el grupo sea confinado. Refuerzo del personal de limpieza. Contrato fijo discontinuo para todas las trabajadoras. Ser consideradas como parte de la comunidad educativa, porque ¡sin nosotras, no funcionan las escuelas!
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