En el partido de Carmen de Patagones son alrededor de 70 mucamas, cocineras y lavanderas. Le ponen el cuerpo enfrentando la pandemia con jornadas extenuantes. Pero su sueldo es de miseria. Se organizaron, reclamaron y fueron maltratadas por el intendente. Pero no se callan.
Lunes 7 de junio de 2021 07:41
La realidad en Patagones, así como en Viedma, es la de un sostenido avance del covid-19, con los hospitales saturados y un personal que aun estando en la primera línea, nunca dejó de reclamar por mejoras salariales. Las mucamas, cocineras y lavanderas del hospital de Carmen de Patagones, junto a sus compañeras de Stroeder y Villalonga, decidieron organizarse y reclamaron mediante un petitorio al propio intendente, Zara (PRO) una urgente mejora salarial.
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La respuesta de la intendencia fue el maltrato. Como si fuese un patrón de estancia, y muy autoritario frente a mujeres trabajadoras, Zara les dijo “¿No les sirve? Si no les gusta lo que cobran ya saben lo que tienen que hacer”. La realidad es que el personal cobra un básico de 11 mil pesos por mes, y las horas extras que acumulan solo se pagan como “horas especiales”, en negro. El sueldo de hambre que perciben las obliga a meter horas especiales, trabajando 12 horas al día, que con suerte les permite superar los 20 mil pesos por mes. Su sueldo ni siquiera llega al Sueldo Mínimo Vital y Móvil.
El personal de salud del hospital Pedro Ecay en la cabecera del distrito, así como del Urizar en Stroeder, desde al año pasado vienen manifestándose por aumento salarial y mejoras en las condiciones de trabajo. En Carmen de Patagones hubo renuncias de personal de enfermería, por el stress y los bajos salarios. Esta es una realidad que atraviesa todos los hospitales provinciales y municipales. Entre las manifestaciones, el personal de mucamas se organizó. Hoy mantienen su lucha autoconvocadas, dado que los principales sindicatos municipales y ATE ningunean sus reclamos.
Son empleadas municipales, no son de una empresa tercerizada. Pero están precarizadas, durante años son contratadas cada 3, 6 o 9 meses, y les van renovando. Pueden estar trabajando hace 5 años o más, pero no tienen la estabilidad de un trabajador de planta municipal, como los del corralón. Muchas son jefas de hogar, tienen hijos, pagan alquiler, tienen deudas; y lo que es peor en esta situación, tienen como muchas familias trabajadoras del partido, familiares internados por coronavirus. Pero le ponen el cuerpo, haciendo un trabajo esencial.
Daniela, una de las compañeras que presentó el petitorio y recibió el maltrato de intendencia, nos cuenta: “nuestro trabajo no es reconocido, estamos trabajando sin refuerzos en pandemia. Hay cambios de camas a cada momento, imagínate todo el trabajo que tenemos a diario. Y no es solo cocinar, lavar sábanas, servir desayuno, almuerzo o cena, con el virus al lado nuestro. Hay pacientes que ni pueden tener compañía familiar. Muchos que requieren oxígeno no pueden levantarse de la cama. Entonces nosotras hacemos ese trabajo invisible de servirle un vaso de agua, abrir una persiana, alcanzarle una chata.”
Algunas de ellas tienen hasta 20 años de antigüedad, con muy pocos años para jubilarse. Pero las ponen entre la espada y la pared. Porque tienen que meter muchas horas para sacar algo de plata, con el virus amenazando siempre. Y si deciden irse, por la miseria, saben que a su edad y por cómo está la crisis, sería dificilísimo conseguir otro trabajo. Daniela nos comenta: “también a todas nuestras familias nos toca la pandemia. Hay compañeras que están trabajando 12 horas, mientras en terapia intensiva tienen un familiar directo peleando por su vida”.
Las mucamas están en la primera línea, pero son tratadas como personal de segunda. Se hartaron, y a pesar del maltrato patronal del intendente, no se callan. Ante los picos de contagios, le ponen el cuerpo en la lucha contra el virus y por mejores condiciones de vida y salariales. Merecen el apoyo de toda la comunidad.