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Red Internacional
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Debates. "Las mujeres estamos para mucho más": segundo taller por un feminismo socialista en Sociales UBA

Fue el viernes pasado con la participación al debate de la dirigente de Pan y Rosas y el PTS Catalina "Katy" Balaguer, ex trabajadora de Pepsico.

Miércoles 18 de julio de 2018

En la Facultad de Ciencias Sociales, se llevó a cabo el segundo encuentro del taller por un feminismo socialista organizado por Pan y Rosas y En Clave Roja en la Juventud del PTS. Estuvo invitada la dirigente de Pan y Rosas y el PTS, trabajadora despedida de Pepsico, Katy Balaguer, que a un año del brutal desalojo de la fábrica fue a compartir su experiencia de lucha y organización, y charlar sobre el movimiento de mujeres, que viene demostrando una enorme fuerza en las calles y tiene por delante un desafío de cara al 8A en el Senado, por la conquista del derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

En este sentido, las perspectivas y estrategias de lucha que se abren en el heterogéneo universo de la marea verde, son muchas y variadas. Por eso el taller en la universidad se inició ante la necesidad de recuperar las demandas y conquistas del movimiento de mujeres en la historia que está atravesada por la lucha de clases.

Actualmente vemos cómo el movimiento de mujeres tiene un rol protagónico en un escenario político signado por mayores ajustes, despidos y un pacto con el FMI que auspicia peores condiciones para el conjunto del pueblo trabajador. Por eso vemos la necesidad de debatir cómo redoblar nuestras fuerzas hoy transformando ese tsunami del 13J en algo mucho más grande y permanente, en perspectiva de desentrañar quiénes son nuestros aliados y enemigos, pero también en el marco de una estrategia que es el feminismo socialista que tenemos desde Pan y Rosas.

El origen de la opresión patriarcal

En el primer encuentro, con presencia de estudiantes de las distintas carreras de la facultad, durante alrededor de tres horas se debatió sobre el origen de la opresión de la mujer, previo al sistema capitalista, su relación con las distintas sociedades de clases -esclavitud, feudalismo, capitalismo- y de por qué la lucha contra el patriarcado tiene que ir de la mano con la lucha contra la explotación de este sistema, que hunde en la miseria y la pobreza a millones, siendo las mujeres las que nos llevamos la peor parte.

Sin embargo, vimos que esto no fue siempre así: en las sociedades primitivas, las mujeres ocupaban un rol central en tanto reproductoras de vida y productoras de los bienes, mientras que los hombres se dedicaban a la caza y a proteger a la comunidad. Existía una división sexual del trabajo que no se traducía en relaciones de explotación u opresión, puesto que como apenas se obtenía lo necesario para sobrevivir, todos debían trabajar para que la comunidad siguiera viviendo; nadie podía vivir a costa del trabajo de otros.

Esto cambió con el desarrollo de la técnica y de nuevos conocimientos que habilitaron la existencia de un excedente, permitiendo que un sector minoritario se apropie de lo que producían el resto de las comunidad e incluso de otras comunidades -otros hombres y mujeres- con quienes se disputaban la supervivencia.

Paralelo a la apropiación de los hombres de ese excedente y de los medios de producción producto del rol que jugaron en el desarrollo de cuestiones como la agricultura extensiva, resultó necesario la conformación de la familia patriarcal como forma de degradar a la mujer a su rol de reproductora, aislarla, romper con la paternidad y maternidad socializadas y lograr transmitir, por vía paterna, la herencia de esa propiedad hacia sus futuros hijos.

Así es como se asentó una desigualdad social basada en el dominio de muchos que trabajan mientras que unos pocos administran y gobiernan, viviendo a expensas de ese trabajo apropiado. En este sentido, en palabras de Evelyn Reed en su escrito “La mujer: casta, clase o sexo oprimido?, también vimos que “el aparato estatal fue creado para reforzar y legalizar la institución de la propiedad privada, el dominio masculino y la familia patriarcal”.

Los avances que trajo consigo el capitalismo en términos del desarrollo tecnológico, de la ciencia, de la industria, entre otros, no se traducen en mejoras para las grandes mayorías. Por el contrario, el trabajo cada vez más socializado, tiene su contraparte en ser fuente de precarización cuyos frutos quedan en menor cantidad de manos, es decir, de apropiadores de ese excedente, entre los que hay tanto hombres como mujeres.

La feminización de la pobreza -siendo el 70% entre los sectores de menor ingreso en nuestro país- la brecha salarial y el trabajo doméstico no remunerado e invisibilizado como parte de las ganancias que se llevan los empresarios, son algunas de las cuestiones que nos atraviesan como mujeres pero también como trabajadoras.

Por esto es que Katy, ya en el segundo encuentro cuestionaba lo siguiente: “El patriarcado tiene alrededor diez mil años, el capitalismo existe desde apenas 500. ¿Por qué no logró barrer con la opresión de género, teniendo en cuenta su lógica de barrer con todo y empujar permanentemente hacia el mayor desarrollo?”.

Si el sistema actual ha engendrado nuevas formas clases sociales junto con nuevas formas de opresión, entonces, planteamos la siguiente pregunta: ¿hay forma de terminar con el patriarcado en los marcos del régimen capitalista?

La primera ola, sufragismo, internacionalismo y guerra mundial.

¿Qué demandas tenían las mujeres durante la Primera Guerra Mundial y cuáles se mantienen en la actualidad? ¿Qué diferencias surgieron dentro de ese movimiento? ¿Por qué seguimos reclamando por algunos mismos derechos más de cien años después? Con estas preguntas se abrió el segundo encuentro, luego de realizar un repaso por lo charlado la semana anterior. Con este puntapié los y las estudiantes comenzaron a debatir sobre los inicios del reclamo por el derecho a votar.

Tomando como referencia a las mujeres de la familia Pankhurst, referentes dentro del movimiento sufragista, surgió la diferencia entre quienes luchaban por un sufragio igualitario, y quienes reclamaban mejores condiciones de vida.

Una de las presentes expresó que “las mujeres trabajadoras querían mejor salario y trabajar menos horas; las mujeres más burguesas tenían demandas civiles, por ejemplo el sufragio”. Esto sirvió para debatir respecto a la diferenciación dentro de un movimiento que en ese momento tenía demandas en común y luego se diversificó.

Durante la Primera Guerra Mundial, Emmeline Pankhurst se acercó al movimiento nacionalista, poniéndose al servicio del gobierno británico. De esta manera, dejó de lado las demandas de las mujeres. Sylvia, su hija, tomó otro camino: se acercó al socialismo obrero, entendiendo la lucha de la opresión como inseparable de la explotación. Resultó interesante poder vincular parte de la bibliografía con debates más actuales: ¿es el movimiento de mujeres homogéneo o podemos detectar diferencias?

Katy abrió su intervención planteando la importancia de organizar dentro del movimiento de mujeres a un sector que tome demandas que sobrepasen el derecho al aborto: “El movimiento de mujeres viene de demostrar el 13J que está para mucho más, que podría ponerse a la cabeza de enfrentar los despidos y el ajuste que el gobierno de Macri nos quiere imponer”.

Este fue un eje que atravesó toda la reunión: de qué manera las mujeres podemos ligar nuestros reclamos con los de toda la clase trabajadora, analizando el rol histórico en conflictos puntuales, de cara a pensar cómo conquistar el aborto en senadores como forma de obtener mejores condiciones para pelear por acabar con toda forma opresión y explotación.

A medida que se discutía sobre cómo fue cambiando el rol de la mujer mientras más avanzó el capitalismo, surgieron debates en torno a los estereotipos de lo femenino:

“A veces, los productos dirigidos a mujeres sólo por tener algo rosa, cuestan más caros. También nos venden una imagen de que somos nosotras las compradoras compulsivas. Nunca me lo puse a pensar, ¿por qué pasa esto?” preguntaba una compañera a los y las presentes.

Capitalismo, patriarcado, publicidad y medios de comunicación son sólo algunas de las respuestas que se intercambiaron en el taller, pero dirigidas a cuestiones estratégicas. ¿Cómo avanzamos en una sociedad más justa, para mujeres pero también para el conjunto de los explotados?

Katy apuntaba: “Nosotras tenemos un programa y una estrategia para pelear por la conquista de todos nuestros derechos, para vencer. Porque los que dicen que la batalla cultural ya está ganada, son los mismos que ponen el eje de la media sanción en la sororidad de un feminismo transversal entre los diputados y diputadas del Congreso. Cuando sabemos que ningún gobierno nos regaló nada, que para vencer e ir por todo sólo podemos confiar en nuestras fuerzas y eso significa necesariamente luchar por terminar con la explotación de clase, para acabar con la opresión patriarcal.”

A partir de los intercambios y las propuestas abiertas en ambos encuentros, llegamos a la conclusión de que como estudiantes no podemos quedarnos afuera de esta pelea. Para que haya una fuerza del movimiento estudiantil a la altura de los reclamos, es necesaria la organización desde cada ámbito de estudio y trabajo, al calor de todas estas batallas.

Así como los secundarios dieron el ejemplo en la lucha por la media sanción de diputados, tenemos que sumar nuestras fuerzas como estudiantes universitarios y trabajadores precarizados preparando actividades de cara al 8A.

El tercer y último encuentro se realizará el viernes 27, para buscar la manera de unir la lucha por el aborto con la construcción de una perspectiva socialista dentro del movimiento de mujeres, que se ponga a la vanguardia de la lucha contra el ajuste y la opresión.

A la par del taller, estamos realizando el curso “Feminismo y Socialismo” a través del campus virtual del Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx que cuenta con videos, bibliografía, y foros para debatir. El cupo está liberado y es gratuito. ¡Los y las esperamos para discutir cómo transformar la marea verde en un tsunami!