Grandes empresas del sector de la automoción y el acero adelantan recortes de producción, con afectación sobre miles de trabajadores y trabajadoras, de cara al último trimestre del año. La patronal inicia su hoja de ruta para hacer pagar la crisis sobre la clase trabajadora y los sectores populares.
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 31 de agosto de 2022
Foto: EFE/ Mercedes-benz
Las postales de verano parecían dejar en un plano lejano la tormenta que estaba por llegar en el cuarto trimestre del año, pero ya a las puertas de septiembre nadie puede mirar hacia otro lado. Con el fin de las fechas veraniegas y ya en la primera semana activa post vacacional la patronal ha empezado a poner en marcha su receta para que las curvas que, cada vez de forma más segura se esperan para el último trimestre del año, no repercutan sobre sus márgenes de beneficio y sean las trabajadoras y los trabajadores los que paguemos la crisis.
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Con la inflación batiendo récords, la caída de la demanda ha hecho que muchas empresas revisen sus planes de producción, especialmente en el sector de la automoción y en el sector del acero.
Grandes empresas como Michelin ya han anunciado cambios en los planes de producción para los próximos meses en sus plantas de Euskadi que afectan a más de 1.300 trabajadores y trabajadoras. En concreto se debe a la caída en la producción del neumático de turismo y al descenso en ingeniería civil producto de la inflación.
Las primeras medidas pasan por la reducción de varios turnos, pero nadie descarta que tras estas primeras medidas que alcanzan hasta inicio de octubre, dejen paso a un ERTE.
"Cuando tocan la rueda gigante ya hay que preocuparse", apunta Iñigo López, de UGT, y recordando que ya en 2008 hubo un movimiento similar como preludio a la fuerte crisis que vendría después. "Hay que esperar a octubre o noviembre. Será ahí cuando veamos más cláro cómo va a ser el cierre de año y 2023", apunta.
No es la única, Mercedes espera definir sus planes en las próximas semanas, y es que en el caso de la multinacional alemana, la producción en sus plantas está golpeada por la crisis de suministros. De hecho la multinacional alemana tiene un amplio stock de furgonetas en las instalaciones alavesas pendiente únicamente de la colocación del chip para poder darle salida.
Pero no solo la automoción empieza a replantear la producción de lo que queda de este 2022, también las acerías, como Arcelor Mittal y su planta de Sestao, que ha parado la producción por tiempo indefinido.
Nervacero es otra de las empresas que mirará atentamente los datos de estas primeras semanas de producción del periodo vacacional para tomar decisiones. Su fábrica de Portugalete viene aplicando ERTEs de forma puntual, pero desde la Dirección de la empresa ya han anunciado a los representantes de los trabajadores que de cara al cuarto trimestre del año no se esperan muchas alegrías, especialmente esperando que el aumento del coste en la luz y el gas siga aumentando.
A la crisis en la cadena de suministros se le han sumado ahora la inflación, en parte por esa falta de oferta provocada por desabastecimiento en sectores clave, y la crisis energética, producto de la reaccionaria intervención de Putin en Ucrania y la escalada imperialista de los países de la OTAN, de la cual el Estado español es punta de lanza y que también tiene su impacto en el aumento del coste de la vida.
Ante este escenario, el Gobierno y la patronal ya han puesto sobre la mesa su hoja de ruta. Por un lado, el Gobierno con leves medidas sobre los bolsillos de la clase trabajadora y sectores populares y por el otro, suculentas partidas multimillonarias para ser repartidas entre las empresas del Ibex35. La patronal a su vez, reajusta sus previsiones de producción, que pasa esencialmente por dejar sin trabajar a miles de trabajadores como mecanismo para mantener sus márgenes de beneficio intactos.
Entonces, ¿para la clase trabajadora y los sectores populares, que nos queda? Según el Gobierno y patronal, pagar la crisis.
Pero existen otras medidas encaminadas a que sean los capitalistas, los causantes de esta crisis los que paguen precisamente sus consecuencias; la subida inmediata y reajuste automático de salarios y pensiones en base al IPC, reparto de horas de trabajo sin reducción salarial, control de precios, nacionalización de bancos, eléctricas y empresas de servicios públicos, y por supuesto detener la maquinaria de guerra que tiene en marcha el gobierno “progresista” como parte de la OTAN. Una maquinaria de guerra que se traduce en doblar la inversión militar hasta alcanzar el 2% del PIB.