Según el Gobierno, la herencia macrista y la pandemia son los problemas que hundieron a la economía en la crisis. Pero las restricciones son autoimpuestas, por hacer equilibrio en los marcos dados para no afectar a los poderosos.
Lucía Ortega @OrtegaLu_
Martes 28 de julio de 2020 09:03
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El Gobierno anunció que presentaría 60 medidas económicas para impulsar a la economía en la post pandemia, más específicamente, para el año 2021.
El número intentó, quizás, generar algún impacto, pero no lo hizo. Podría haber dicho 3 medidas, como podría haber dicho 100. En este caso, la cantidad no hace a la cualidad.
Porque el Gobierno ya adelanta que la agenda post pandemia no es otra cosa que la continuidad, bajo otras formas, de lo que ya se viene observando en la agenda durante la pandemia, pero también antes, de los tres meses anteriores.
¿Y qué es lo que se viene haciendo? Hay al menos tres premisas incuestionables en las que se apoya la política actual.
1- La premisa de las “restricciones”: ¿lo que se hizo es todo lo que se podía hacer?
En una entrevista con Alejandro Bercovich hace unas semanas, ante la pregunta de por qué no se podía haber dado una IFE mayor, el ministro de Economía Martín Guzmán responde que el país cuenta con fuertes restricciones financieras.
Sin embargo, el proyecto de ampliación presupuestaria que acaba de presentar el mismo Guzmán y Santiago Cafiero al Congreso, muestra que en el primer semestre del año estas fueron las prioridades:
A eso hay que sumarle que a las empresas les subsidió con 132.500 millones de pesos el pago de salarios con el programa ATP.
Hay que sumarle también que hay un número que no aparece en ese balance, y son los ingresos no percibidos, los millones que deja de percibir la ANSES por eximir y postergar a las empresas del pago del 95 % de las contribuciones patronales así como con el pago de “sumas no remunerativas” en lugar de salarios.
Y, desde ya, que nunca quisieron realmente aplicar un impuesto a las grandes fortunas.
Pero la carrera de velocidades frente al covid, la ganó la deuda. El refuerzo al sistema de salud, incluyendo un par de hospitales modulares, fue menos del 6% del gasto en Covid y 7 veces menos que los pagos de deuda. No es casual que empiecen a faltar personal y camas en los hospitales.
O sea, las restricciones no son inamovibles. Se construyen y se aceptan. Son una decisión política.
2- La premisa de que todas las deudas se pagan, no importa si es la estafa macrista
Pero hay restricciones, y “restricciones”. A los acreedores privados también Guzmán les decía que no hay plata, y sin embargo en la primera oferta de canje les convalidó una rentabilidad no obtenida en ningún lugar del mundo.
Y después siguió diciendo que no había plata y en la segunda oferta les incrementó en 15 mil millones de DOLARES los pagos futuros.
Cristina Fernández está en silencio, pero también es parte de este rumbo. Hace poco, reivindicaba con un tuit el manejo de Guzmán sobre la deuda:
Eso que dice Guzmán es uno de los fundamentos de las deudas odiosas en el derecho internacional: se presta con tasas altísimas a un país que no es solvente con plena conciencia de ello, tanto de un lado como del otro. ¿Por qué validar esa deuda?
Más que enfrentar la herencia de Macri, se la asume, nuevamente, como una premisa incuestionable.
Cómo termine la cuestión de la deuda es un punto nodal en lo que pase de aquí en adelante.
Que es necesario un acuerdo de reestructuración lo plantea desde el arco empresario hasta la CGT, e incluso analistas como Alfredo Zaiat.
A diferencia de ellos, lo que advertimos acá es que renegociar, y en estas condiciones, es volver a pagar. Lejos de resolver el problema, se patea para adelante algunos meses, se sigue condenando a la clase trabajadora a pagar esa estafa, y se acentúa el riesgo de caer en un verdadero default. Mientras tanto, el diablo del FMI mete cada vez más la cola.
3- La premisa de oro: no afectar las ganancias
¿Qué es sostener el aparato productivo? Suena bien, suena a una sincronía entre producción y trabajo.
Al anunciar sus 60 medidas, Alberto Fernández dijo que "hicimos el esfuerzo de sostener a las empresas para que en el día después estemos en condiciones de levantar una perilla y poner todo en marcha”.
Cada vez que Fernández habla del “esfuerzo” de sostener a las empresas, o del esfuerzo de la deuda, surge una pregunta ¿el esfuerzo de quién?
El esfuerzo no es otro que el de los trabajadores, los esenciales, que sostuvieron producciones no esenciales como chocolates, chupetines o automóviles a riesgo de contagiarse de covd-19. De quienes vieron sus sueldos reducidos un 25 % con el aval del Ministerio de Trabajo. De los jubilados a los que les redujeron los aumentos previsionales. De las millones de familias pobres y trabajadoras precarizadas que apenas recibieron, con suerte, 2 pagos de 10 mil pesos en 4 meses.
Sostener el aparato productivo es un eufemismo para hablar de preservar las ganancias privadas. Cuando se trata de gestiones obreras, como la de Cerámica Neuquén a la cual están llevando a remate, no parece haber mucha preocupación en sostener el aparato productivo.
Por un verdadero giro de 180 grados
La agenda de la post pandemia, que ya cuenta con el lobby de los empresarios de la AEA en alianza con las burocracias sindicales, lejos está de plantear un giro de 180 grados en el modelo económico.
Ahora Felipe Solá, el mismo que habilitó la entrada de soja transgénica en 1996 con Menem, propone convertirnos en una granja de cerdos a escala industrial para alimentar a China.
Puede sonar más repugnante, es cierto, pero en su esencia no se aleja del modelo agroexportador sojero de los últimos 25 años. Excepto por su mayor peligrosidad de generar nuevas pandemias a nivel local.
Porque de lo que se trata no es sólo de qué se produce, sino de cómo se produce, para quién se produce, quién se apropia de los beneficios y sobre quién recaen los costos.
Lo que sí es cierto es que la agenda post pandemia empieza desde hoy y no depende del momento en la curva de contagios. Está en juego evitar nuevos pasos en la dirección que se viene dando, donde buscan hacer equilibrio con las premisas de lo establecido, nos siga llevando al colapso.
Por ello, para evitar que esta crisis siga recayendo en los trabajadores, hay que pensar en llevar adelante medidas que empiecen a terminar con el atraso productivo y la dependencia del país y en favor de las mayorías sociales: declarar el desconocimiento soberano de la deuda ilegítima, rechazar la injerencia del FMI, reorientar el aparato productivo para producir todo aquello que hace falta ante la crisis sanitaria, imponer un impuesto a las grandes fortunas para sostener los ingresos populares afectados por las políticas de aislamiento, centralizar el sistema de salud, controlar el comercio exterior y sacar de la órbita privada la manejo del ahorro nacional y los servicios públicos.
Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.