PepsiCo es una corporación multinacional cuya Directora Corporativa es una mujer galardonada por el multiculturalismo en su compañía. Las mujeres de una fábrica de PepsiCo en Argentina se enfrentan a la corporación dando prueba de que el empoderamiento corporativo individual no significa nada para las explotadas.
Jueves 24 de agosto de 2017
Indra Krishnamurthy Nooyi, estadounidense de origen hindú, es la Directora Corporativa de PepsiCo, la segunda compañía más grande del mundo en el negocio de alimentos y bebidas. La empresa es dueña de marcas tales como Pepsi, Lay’s, Quaker, Dorito, Starbuck’s Ready-to-Drink, 7UP, Cheetos, Aquafina, Mountain Dew, Gatorade y Tropicana.
En el 2016, realizó ventas por un total de 62.8 mil millones de dólares (MMD), alcanzó un valor de mercado de 159 MMD y contaba con unos 264,000 trabajadores. Así que no sorprende que, como Directora Corporativa de tan importante corporación mundial, Nooyi haya sido incluida entre las mujeres más poderosas del mundo en más de una ocasión.
Y es que, como individuo, Nooyi no sólo ha sido capaz de alcanzar los máximos niveles de éxito en los negocios dentro de la organización, sino que le ha abierto las puertas a personas de color y a las mujeres al interior de la organización. Actualmente, un 27% de los ejecutivos senior de PepsiCo son mujeres; 36% son gente de color –sin duda una diversidad mayor que cualquier corporación promedio.
En el Reino Unido, PepsiCo ha sido clasificada en más de seis ocasiones dentro de las mejores cincuenta compañías en las que una mujer puede trabajar. The Times y Opportunity Now dicen que PepsiCo “marca la pauta en cuanto a igualdad de género en el trabajo”, en parte debido a su programa “Estrategias para el éxito” que apoya a las mujeres en puestos de mandos medios para que logren colocarse en puestos administrativos superiores.
Trabajadoras de Pepsico / Imagen de La Izquierda Diario
Para algunas personas, Nooyi es un paradigma de empoderamiento de la mujer, una evidencia de que las mujeres, aún las de color, pueden derribar las barreras del racismo y del sexismo para lograr cualquier meta que se propongan. Algunos podrían llevan el argumento más lejos, considerando que ese empoderamiento no es un logro meramente individual, puesto que le abre las puertas a otras mujeres: se trata, entonces, de una feminista modelo.
Algunos podrían argumentar que la vida de Nooyi es prueba de que las barreras que en el pasado impidieron que nuestras abuelas alcanzaran los puestos más altos han desaparecido desde hace tiempo y de que hemos entrado en una nueva era de igualdad. Sobre la base de esta lógica, aún hay dificultades que las mujeres deban enfrentar, pero mujeres como Nooyi son ejemplos sobresalientes de que las mujeres pueden vencer esas dificultades.
Esta clase de feminismo no es más que un absurdo callejón sin salida, pues mientras Nooyi sobresale como un faro de progreso, hay mujeres en todo el planeta que siguen sumidas en el analfabetismo, la violencia, los bajos salarios y terribles condiciones laborales. Por cada Nooyi, hay miles de mujeres cuyos cuerpos y almas quedan destrozados por el peso, literal y simbólico de la pesada maquinaria empleada para elaborar los productos que han hecho de Nooyi una millonaria.
En ninguna parte se hace esto más evidente que en el caso de PepsiCo Argentina, una fábrica cuyos trabajadores, mujeres en su mayoría, están en el proceso de organizarse para dar batalla contra los despidos. Esta lucha subraya los defectos de un feminismo demacrado y ejemplifica una clase diferente de feminismo –uno que apunta hacia una vía real de avance para las mujeres de todo el planeta.
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Las mujeres de PepsiCo
Durante años, PepsiCo ha sobreexplotado a los trabajadores en su fábrica a partir de conformar una base trabajadora mayoritariamente femenina y subcontratada que laboraba doce horas al día. Catalina Balaguer, una veterana en la fábrica con diez años de servicio y militante del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), nos dice:
“Muchas de nosotras no decíamos que teníamos niños porque temíamos que nos corrieran. Con el tiempo, nos fuimos dando cuenta de que tener niños y ser madre soltera representaba en muchos casos una garantía de sufrir una explotación aún mayor: sabían que necesitábamos el dinero”.
Y nos describe las terribles condiciones de trabajo: jornadas de doce horas, trabajar los fines de semana, descansos muy cortos, bajos salarios y condiciones de trabajo peligrosas.
“Aún embarazada tenías que trabajar igual que las demás para asegurarte de conservar el empleo. Pasamos años realizando los mismos movimientos monótonos, años con nuestros cuerpos en las mismas posiciones. Nos volvimos una extensión de las máquinas: unas máquinas que nos escupen bolsas de papas fritas, que nosotras hemos de acomodar en sus cajas una vez tras otra, hasta que muramos. Todos los días la misma monotonía de trabajo que nos destruye el cuerpo.”
Trabajadoras de Pepsico / Imagen de Minuto 1
En el año 2001 despidieron a Katy junto con otras trabajadoras que se estaban organizando en la fábrica. Durante un año y medio, Katy tuvo que luchar por su empleo, con ayuda de una compañera militante que es abogada. Ellas se llevaron la lucha afuera de los tribunales, buscando solidaridad entre universitarios y entre los trabajadores de otros sectores. Dice Katy:
“Hicimos una investigación en la universidad con psicólogos y sociólogos, con quienes hablamos de lo que era ser una mujer trabajadora y logramos reunir buen material acerca de la complejidad de ser mujer trabajadora: cuánto ganas y cuánto gastas, cuánto tiempo pasas en la fábrica trabajando, cuanto tiempo trabajas en casa… y fue una buena manera de hablar con otras trabajadoras: hizo que otras mujeres trabajadoras se inconformaran contra las condiciones de trabajo que teníamos.”
Katy logró no nada más su reinstalación, sino que forzó a PepsiCo a tomar medidas que le permitieran salvar la cara. Dejaron de sobreexplotar a trabajadores subcontratados y comenzaron a hacer donaciones especiales a organizaciones de caridad y a contratar gente con discapacidades, entre otras. Y sin embargo las victorias más importantes radicaron en la comprensión de los trabajadores de PepsiCo, “La lucha nos costó suspensiones, ceses y amenazas, pero la repetiríamos un millón de veces, si con ello hemos de lograr cambiar las conciencias de montones de mujeres que no están dispuestas a resignarse con las miserias que ofrece este sistema,” dijo Katy.
“Los abusos, el coraje y el dolor nos enseñaron a luchar y a organizarnos”, dice Katy. Ella, en conjunto con otros trabajadores, algunos de los cuales son miembros del Partido Trotskista PTS, se organizaron y lograron el liderazgo en el comité de la planta. Y como líderes de la planta, ganaron varias concesiones: incapacidad por maternidad para las compañeras de trabajo, mejores condiciones de trabajo y más seguras… y lograron acabar con la subcontratación. El comité de planta organiza asambleas con regularidad para votar y tomar decisiones sobre acciones, para promover la democracia interna y la participación en la fábrica.
Los trabajadores de PepsiCo en favor de los derechos de las mujeres
PepsiCo luchó particularmente por los derechos de las mujeres trabajadoras tanto en la propia fábrica como en otras. En el 2010, por ejemplo, junto con la comisión de mujeres de Kraft Foods, organizaron un bloqueo carretero en el que se mostraba una pancarta que rezaba “La subcontratación y la precarización laboral son formas de violencia”. Las trabajadoras también organizaron un paro laboral para el 8 de marzo, en apoyo a la Huelga Internacional de Mujeres, así como el de cada 3 de junio para la marcha Ni Una Menos. Durante la marcha masiva del martes en favor de los trabajadores de PepsiCo, Katy llevó puesto un suéter que decía Ni Una Menos Sin Trabajo.
Y declara: “Nosotras las trabajadoras sabemos que la violencia no se da únicamente en el ámbito familiar; también se da en el lugar de trabajo y a manos de la gente que se supone debe representarnos en el gobierno. Los gobernantes sólo defienden sus propios intereses y someten a familias enteras a las peores humillaciones y a las peores condiciones de vida.”
En el centro de trabajo, hombres y mujeres se organizan para defender juntos los derechos de las mujeres y los de los trabajadores por igual. “Hemos logrado avances en la unidad entre trabajadores y trabajadoras porque entendemos que el enemigo es el patrón que con un letrero sobre la puerta ha demostrado que no cuenta el género cuando de cesarnos se trata. Tomamos decisiones, nos organizamos, votamos (en asambleas) y peleamos al lado de nuestros compañeros varones: ni delante ni detrás de ellos. Justo a su lado, defendiendo nuestros derechos.” Los trabajadores varones, que frecuentemente son testigos de la discriminación, humillación y violencia que sufren las mujeres, luchan codo a codo con sus compañeras contra jefes y patrones.
La batalla en PepsiCo
En medio de una crisis económica, medidas gubernamentales de austeridad y un constante aumento en los despidos. PepsiCo decidió cerrar su fábrica de Buenos Aires. Los 600 trabajadores llegaron a trabajar para encontrarse con un letrero que los despedía del empleo en el que habían trabajado y en el que se habían organizado por años, la fábrica a la que muchos le habían entregado su cuerpo, dejándolos con dolores, padecimientos y lesiones que no han de desaparecer nunca. Y los trabajadores decidieron hacer lo que siempre habían hecho en la fábrica: dar pelea.
A pesar de la falta de apoyo de parte de la burocracia sindical, los empleados de PepsiCo votaron ocupar la fábrica, desafiando a la multinacional norteamericana, dirigida por Nooyi. Lograron granjearse el apoyo de la comunidad, enfrascándose en piquetes, bloqueos carreteros, entrevistas, conciertos de solidaridad y entre otras cosas, y la expresión solidaria de cientos de trabajadores, académicos y estudiantes de toda Argentina y de muchos otros países. Organizaron una campaña de boicot de alto perfil y un movimiento de solidaridad internacional (incluida una petición que puedes firmar aquí). El ganador de Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, personalidades de las Madres de la Plaza de Mayo, el movimiento masivo Ni Una Menos, junto con cientos de activistas, organizaciones de derechos humanos, estudiantiles y de trabajadores salieron a dar su apoyo a los trabajadores de PepsiCo.
A mediados de julio, los trabajadores de PepsiCo fueron violentamente desalojados de las instalaciones. Armados con gases lacrimógenos, balas de goma y garrotes, los policías atacaron a trabajadores y simpatizantes por igual; ataques que fueron transmitidos en vivo por las televisoras. Una empresa consultora privada estima que las transmisiones del desalojo de PepsiCo fuero seguidas en vivo, tuiteadas y leídas por algo más de veinte millones de personas –casi la mitad de la población total de Argentina.
Desalojo de los trabajadores de Pepsico / Imagen de La Nacion
Dos horas después del desalojo y con la atención de los medios y la presión pública en aumento, una Corte Laboral de Apelaciones falló a favor de los trabajadores y ordenó a la compañía su reinstalación. Sin embargo, PepsiCo aún no ha cumplido esta orden de la corte.
Los trabajadores continúan con su lucha, aun cuando fueron desalojados de las instalaciones. El 18 de julio, 30,000 personas marcharon hacia el Congreso Nacional llevando la representación de sindicatos locales combativos, organizaciones estudiantiles, activistas de derechos humanos y el mundialmente famoso colectivo femenino #Ni Una Menos. El hashtag #TodosConPepsicoEnLucha fue un tema en las tendencias durante seis horas. Los trabajadores instalaron una tienda de campaña para coordinar la lucha contra PepsiCo, así como contra la austeridad y los despidos.
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Las mujeres de la clase trabajadora en la primera línea
Las mujeres de PepsiCo demuestran que las mujeres en las altas posiciones sociales, ya sea en el gobierno o en las corporaciones, no apoyan realmente la liberación de las mujeres trabajadoras; aunque Nooyi sea una mujer de color en PepsiCo, eso de ningún modo ha producido condiciones de menor explotación en la empresa. Cambiar el género de los que detentan el poder es un gesto meramente simbólico, sin consecuencias materiales para la vasta mayoría de las mujeres.
El puesto de Nooyi como Director Corporativo de PepsiCo, con un súper salario anual de $25,168,597 y los súper salarios de todas las mujeres y personas de color que ella busca promover en altos puestos ejecutivos, están sustentados en las maltratadas espaldas de Katy y otros trabajadores como ella por todo el mundo.
Nooyi es rica porque Katy trabaja de más por un salario más bajo de lo que le corresponde; Nooyi conserva su puesto como Director Corporativo al garantizarle ganancias a los accionistas, ganancias que se obtienen a través del trabajo de Katy y los demás trabajadores. Entre más tiempo trabaja Katy, tanto más bajo se hace su salario, tanto más precario se vuelve su empleo, tanto mayores son las ganancias de PepsiCo y tanto “mejor” Director Corporativo se considera a Nooyi.
Cuando Forbes incluyó a PepsiCo como una de las mejores empresas para que una mujer se emplee, ¿se tomó en consideración a los cientos de miles de mujeres en todo el mundo que se quiebran el espinazo y malgastan sus vidas como extensiones humanas de las máquinas?
Justo el año pasado, Hillary Clinton trataba de convencer a las mujeres norteamericanas de que ella era un símbolo del empoderamiento femenino y que elegirla como presidente significaba una victoria para todas las mujeres. Pero es el mismo empoderamiento representado por la Directora Corporativa de PepsiCo y la alcaldesa de Buenos Aires. Un empoderamiento que no le trae nada a las mujeres trabajadoras de PepsiCo, a las cónyuges de los trabajadores varones ni a las mujeres del mundo oprimidas y explotadas por “mujeres empoderadas”.
Además, la lucha de PepsiCo subraya una clase diferente de feminismo: un feminismo enraizado en la clase trabajadora, en la combatividad y en el rechazo a la aceptación de gestos simbólicos de igualdad. Es un feminismo que entiende que los enemigos de las mujeres trabajadoras son los patrones, sean varones o mujeres, y que sus aliados son los compañeros que trabajan bajo las mismas condiciones laborales que las mujeres trabajadoras de PepsiCo. Hoy día, hay en el mercado laboral más mujeres que nunca en la historia. Y esto puede dar como resultado una tremenda fuerza: la de las mujeres de la clase trabajadora que se organizan contra los abusos y el sexismo.
Los trabajadores de PepsiCo muestran una clase diferente de feminismo: un feminismo enraizado en la solidaridad de la clase trabajadora; un feminismo que defiende a la clase trabajadora y a las mujeres contra toda violencia ejercida por varones, por los capitalistas y por el gobierno. Un feminismo que no busca el empoderamiento de individuos, sino el de la clase trabajadora como una clase que defiende sus derechos y los de toda persona oprimida por la sociedad.
Una clase de feminismo que comprende que al lastimar a una, lastiman a todas, que mientras existan una de nosotras en condiciones de opresión y explotación, todas estamos encadenadas. Es la clase de feminismo que se organiza en los comités de planta entre trabajadores varones que luchan por los derechos de las trabajadoras embarazadas y por condiciones más seguras de trabajo para todo el mundo.
Y mientras que hay quienes declaran que este tipo de feminismo es marginal, idealista e imposible de realizar, yo sostengo que es este el único tipo de feminismo que puede conquistar de manera realista los derechos de las mujeres –de todas las mujeres. Es este el tipo de feminismo que pide victorias reales, no simbólicas; un feminismo que busca conquistar el mundo para la clase trabajadora y oprimida, y no simplemente migajas para unas cuantas afortunadas.
Leer: Todos unidos por la lucha de las y los trabajadores de Pepsico en Argentina
Traducido por el profesor Martín Quiroga
Tatiana Cozzarelli
Docente, actualmente estudia Educación Urbana en la CUNY.