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Red Internacional
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CRÍTICA LITERARIA. Las tretas de las mujeres de Shakespeare

En el conjunto del corpus literario del dramaturgo inglés William Shakespeare, el protagonismo y la presencia de las mujeres es una constante en el desarrollo de la totalidad de su producción dramática y poética.

Viernes 3 de junio de 2016

En el conjunto del corpus literario del dramaturgo inglés William Shakespeare, el protagonismo y la presencia de las mujeres es una constante en el desarrollo de la totalidad de su producción dramática y poética.

Desde la implacable y cruel lady Macbeth hasta la devota y sumisa Cordelia, pasando por la asesinada Desdemona, la loca Ofelia, la enamorada Julieta y hasta la violada Lucrecia; las mujeres de Shakespeare son todas figuras dramáticas femeninas que comparten la misma fundante característica (ya sean reinas, princesas, lavanderas o campesinas): son todas ellas virtuosas estrategas del discurso y la retórica; desprovistas de las armas, las tierras y los bienes de los hombres, en cambio esgrimen siempre la afilada espada de la habilidad discursiva.

En el ensayo Las tretas del débil, de la escritora argentina Josefina Ludmer (publicado por “La sartén por el mango”, Puerto Rico, 1985), la autora aborda el estudio de las diversas y complejas estrategias discursivas que los débiles, los explotados y los oprimidos han desarrollado a lo largo de la historia para defenderse de las garras del poder dominante; su objeto de estudio es la polémica entre Sor Juana Inés de la Cruz (monja y poeta mejicana) con sus inquisidores, acerca de un debate que la Iglesia de la contrarreforma ni siquiera pretendía considerar: el papel que la mujer podía jugar en el desarrollo del pensamiento teológico y filosófico de la época.

En este sentido, muchas de las mujeres en el drama de Shakespeare, se mueven en un mundo de machos y patriarcas, como sor juanas en un mundo de inquisidores, y para ello se tienen que vestir de humildes, sumisas, dóciles, devotas, compasivas, para evitar la confrontación directa y la censura inevitable, así mismo casi todas se deben denigrar humana e intelectualmente para poder hablar: “yo que soy de intelecto inferior”, “yo que soy inferior al hombre”, “yo que nací débil y mujer”, son algunas de las reiteradas fórmulas utilizadas por estas mujeres condenadas a la humillación y la indignidad. Incluso hasta la pérfida lady Macbeth implora a los espíritus asesinos: “!Cambiadme de sexo, y desde los pies a la cabeza llenadme, haced que me desborde de la más implacable crueldad!; como si la crueldad y el sadismo tuviesen pertenencia de género.

Para el teórico literario liberal norteamericano Harold Bloom, considerado por el establishment académico burgués, como uno de los más importantes críticos de la obra de Shakespeare ( Shakespare, the invention of human, “Shakespeare, la invención de lo humano”), cualquier enfoque hermenéutico basado en lecturas del marxismo, el estructuralismo o el feminismo, conforman lo que él denomina las teorías del resentimiento, interpretaciones que se apartan y desvirtúan la verdadera finalidad del estudio de la literatura, a saber el goce estético producido por el empleo del lenguaje.

Por suerte para la literatura en general, y para la obra de Shakespeare en particular, los empecinados resentidos de siempre, seguiremos rescatando, a pesar de Bloom y los teóricos idealistas del lenguaje, las silenciadas, sofocadas y estranguladas voces de las mujeres, en las páginas siempre vivas y dinámicas de los clásicos.