Los enfrentamientos entre Hezbolá y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en la frontera israelo-libanesa se intensifican. Mientras el partido chiita moviliza sus fuerzas con la esperanza de disuadir al Estado de Israel de invadir el país, el gabinete de guerra israelí, dividido sobre Gaza, multiplica las declaraciones belicosas.
Domingo 9 de junio de 2024 04:54
Artículo publicado originalmente en francés este 7 de junio en el medio Révolution Permanente
Después de haber apuntado a infraestructuras del Domo de Hierro el viernes pasado, Hezbolá ha lanzado, desde principios de la semana, decenas de misiles y varios drones que han provocado incendios masivos en Galilea, suscitando la ira del gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu. Desde el martes, se suceden las visitas de los miembros del gabinete de guerra a la frontera. Aunque el gabinete de guerra está dividido sobre el futuro de Gaza, la situación en Líbano parece reconciliar a Benjamin Netanyahu y sus opositores en un belicismo unánime. Mientras el gobierno israelí amenaza con invadir Líbano, el ejército ha anunciado que llama de inmediato a 50,000 reservistas. Si bien Netanyahu parece considerar las propuestas militares de su Estado Mayor, que se muestra prudente y trata de desalentar al gobierno de llevarlas a cabo, las últimas encuestas israelíes muestran la radicalización de la opinión pública israelí, que se declara favorable en un 55% a una operación militar de envergadura contra Hezbolá.
Si Israel no ha dejado de amenazar a Líbano desde el 8 de octubre, Hezbolá ha aumentado significativamente el nivel de intensidad de sus operaciones de respuesta a las agresiones diarias del Estado de Israel en estas dos últimas semanas, obedeciendo a las nuevas directivas de Teherán que ha pedido a sus diferentes proxies adoptar una estrategia de confrontación. Después de la muerte del presidente de la República Islámica de Irán el 20 de mayo, el poder iraní teme que las elecciones presidenciales anticipadas provoquen disturbios mientras que el acercamiento entre Estados Unidos y Arabia Saudita le hace temer quedar rodeado.
Irán vuelve a la carga: ¿hacia una tercera fase de escalada?
Desde el 8 de octubre, la política exterior iraní ha marcado el nivel de intensidad de los enfrentamientos entre los distintos componentes del llamado Eje de Resistencia y el Estado de Israel. Tras una primera fase de escalada que condujo a la muerte de tres soldados estadounidenses en la base T-22 en la frontera jordano-siria el 28 de enero, Irán desmilitarizó a las milicias iraquíes responsables del ataque y exigió a Hezbolá que limitara, tanto como fuera posible, la magnitud de sus acciones de represalia contra las agresiones diarias del Estado colonial israelí. Durante todo el mes de marzo, las tensiones se agudizaron nuevamente a medida que Israel reanudaba sus operaciones vengativas contra el alto mando de Hezbolá en el Líbano y contra importantes jefes de la Guardia Revolucionaria iraní. Estas operaciones culminaron con el asesinato del general de brigada Mohamed Reza Zahedi durante un ataque contra el anexo del consulado iraní en la capital de Siria, Damasco, al cual Irán no podía dejar sin respuesta. Obligada a responder, la República Islámica no quería, sin embargo, entrar en una guerra que la enfrentara, en última instancia, a los Estados Unidos: lanzando cerca de 300 drones y misiles contra Israel la noche del 13 de abril, la teocracia reaccionaria se aseguró de advertir a sus aliados iraquíes y saudíes e informar, a través de ellos, a los Estados Unidos de sus planes. Lanzando directamente desde su territorio, Irán respondía directamente al ataque a su edificio diplomático y rompía con su doctrina de respuesta indirecta [1] al mismo tiempo que daba más tiempo del necesario a Israel y sus aliados imperialistas, apoyados por algunos Estados árabes, para interceptar los disparos, procediendo a una escalada controlada. Después de que Estados Unidos obtuviera el acuerdo de Netanyahu para que Israel respondiera con moderación al ataque, a cambio de un cheque en blanco para la toma de Rafah, Irán optó por la desescalada, al tiempo que congelaba el conflicto que habia llegado a un nivel de intensidad sin precedentes.
Desde hace varias semanas, los emisarios de Teherán han retomado la política de escalada y animan a sus diferentes aliados en la región a enfrentar de manera más frontal a Estados Unidos e Israel. En una reunión secreta que reunió a los representantes de las diferentes componentes del Eje de la Resistencia, Irán decidió reengancharse en el conflicto regional, como informaba el 24 de mayo L’Orient le Jour: "En segundo lugar, Teherán ha explicado que la posición política del ’eje de la resistencia’ debe alinearse con su posición militar. Por lo tanto, y con el fin de demostrar que la República Islámica mantiene una posición sólida tanto internamente como en el extranjero, se ha decidido una escalada militar. Al final de esta reunión, Irán llamó a los ’protagonistas del eje de la resistencia a intensificar sus ataques hasta la victoria’. Un lema que implica a Hamas, los hutíes, las facciones iraquíes, pero sobre todo a Hezbolá". Optando por una estrategia de confrontación, la República Islámica de Irán pone en práctica las amenazas que profirió durante un encuentro en Beirut el pasado 26 de febrero, durante el cual el general Qaani autorizó formalmente a Hezbolá a endurecer el nivel de los compromisos en el supuesto de que Israel procediera a la invasión de Rafah, como informaba entonces L’Orient-le-Jour: "Según las filtraciones en algunos medios, Esmaïl Qaani habría dado, durante esta visita, luz verde a Hassan Nasrallah para intensificar los ataques contra Israel en caso de que este último lanzara una invasión terrestre en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza".
Ordenando a Hamas reanudar sus operaciones militares y no ceder, bajo ningún pretexto, a las propuestas de los negociadores israelíes, la República Islámica ha observado la rápida ejecución de sus directrices. El movimiento palestino, de hecho, desde el domingo 19 de mayo, ha atacado los alrededores de Tel Aviv y ha multiplicado los disparos hacia las posiciones israelíes, rechazando cualquier acuerdo que no conduzca a una retirada completa de las fuerzas coloniales fuera del enclave y a una tregua permanente, una reivindicación política fundamental del movimiento desde 2006 [2]: "Se acordó que el movimiento palestino debería ser firme en sus negociaciones con los israelíes. Para ellos, no hay ninguna posibilidad de hacer más concesiones a Tel Aviv, incluyendo la aceptación de una tregua humanitaria. Hamas considera, de hecho, que no tiene otra opción que el enfrentamiento total o el fin de la guerra, argumentando que si acepta una tregua y libera a los rehenes, las operaciones militares israelíes terminarán, tarde o temprano, por reiniciarse, pero habrá perdido su última y principal carta, explican estas fuentes".
En el Líbano, Hezbolá ha comenzado a responder con mucha más firmeza a las agresiones israelíes y ha aceptado plenamente la estrategia de escalada fijada por Teherán, con Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, prometiendo a Netanyahu "nuevas sorpresas" durante el discurso que pronunció con motivo de la muerte del presidente iraní en un accidente de helicóptero, el 20 de mayo. Movilizando sus fuerzas para restaurar sus posiciones, Irán intenta, una vez más, instrumentalizar la nefasta guerra que libran las IDF en Gaza para paliar las contradicciones internas y externas que socavan al régimen, enfrentado a una grave crisis orgánica y sometido a una bonapartización dura y brutal desde hace varios años.
La expresión regional de las contradicciones nacionales de la República Islámica de Irán
Mientras que la muerte del presidente Ebrahim Raissi en un accidente de helicóptero el 20 de mayo tendrá escasas repercusiones en la vida política del país, las elecciones presidenciales anticipadas que se celebrarán el 29 de junio desestabilizan la vida política del país y amenazan con aportar una prueba más de la escasa legitimidad del poder iraní. Mientras que solo el 48% de la población acudió a las urnas en las últimas elecciones presidenciales en 2021 y la tasa de participación oficial en las elecciones legislativas a principios de este año fue del 40% en el país y apenas del 12% en la capital, a pocas horas del cierre de las votaciones, estas nuevas elecciones podrían debilitar el poder teocrático enfrentado a una crisis orgánica sin precedentes.
A medida que la base social del régimen se contrae año tras año y las instituciones de la constitución de 1979 son ampliamente deslegitimadas, el poder no ha dejado de replegarse sobre sí mismo mientras que la Guardia Revolucionaria ejerce un control creciente sobre todas las administraciones y la vida económica del país [3]. Como señala Ali Vaez, "en los últimos años, el círculo se ha estrechado hasta el punto de que el sistema ahora busca solo seleccionar aliados leales y ni siquiera elegir críticos leales. En las elecciones presidenciales de 2021, incluso insiders, como Ali Larijani, quien fue presidente del Parlamento durante dos mandatos, también fueron descalificados. Hoy, de cara a las elecciones a la Asamblea de Expertos, alguien como Hassan Rohani, quien fue Presidente de la República durante dos mandatos (2013-2021), miembro del Parlamento durante cinco mandatos y asesor de seguridad nacional durante casi dieciséis años, ha sido descalificado. Esto demuestra que incluso desde el punto de vista del sistema, las elecciones ya no son un medio para permitir la agregación de las demandas de la población, ni un medio para gestionar la competencia entre las élites" [4] . Mientras el poder intenta capitalizar la amenaza de una guerra con Israel para restaurar sus herramientas represivas y aprovecha la situación para aprobar leyes cada vez más reaccionarias sobre el velo y las costumbres, las elecciones anticipadas podrían profundizar las contradicciones internas del bonapartismo iraní y socavar aún más los fundamentos del régimen.
Por un lado, la probable aproximación de Arabia Saudita a los Estados Unidos en el marco de un acuerdo que muy probablemente incluirá el descongelamiento de las relaciones diplomáticas con Israel preocupa a Irán, que agita el espectro de los ataques de los hutíes en el Mar Rojo frente a la monarquía saudita para disuadirla de sellar una alianza que le perjudicaría. Si Arabia Saudita se había negado a participar en la coalición internacional contra el movimiento chiita yemení durante los primeros meses de la guerra de Gaza, la firma de un acuerdo la obligaría a tomar partido, arriesgándose a tener que volver a involucrarse en Yemen y poner en peligro el vasto proyecto de conversión de su economía, que hasta ahora se basa principalmente en el petróleo. Mientras las operaciones de intercepción de misiles iraníes, llevadas a cabo el 13 de abril bajo la égida estadounidense, involucraron a muchos estados árabes como Jordania, que incluso puso su aviación al servicio de la defensa de Israel, Irán intenta obstaculizar el proceso de normalización diplomática y teme que la alineación de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita con los Estados Unidos los lleve a su cerco. Por último, la invasión de Rafah y la extensión de las operaciones genocidas del Estado de Israel en la Franja de Gaza desde el 6 de mayo brindan a la República Islámica de Irán un pretexto favorable para aumentar el nivel de exigencia de sus compromisos regionales, permitiéndole satisfacer sus objetivos estratégicos al tiempo que hace de la lucha contra el Estado de Israel y por la supervivencia del pueblo palestino su consigna.
Hezbollah listo para la guerra que Israel quiere imponerle
Durante el discurso pronunciado con motivo de la muerte de Ebrahim Raïssi, el líder de Hezbollah precisó la agenda estratégica del partido libanés y aclaró cómo pretende aplicar las directivas de Teherán: "Netanyahu se dirige hacia un callejón sin salida y conduce al frente adversario hacia una victoria histórica y significativa. Le decimos al enemigo: la resistencia los sorprendió en el Líbano el 8 de octubre (...). Deben esperar más sorpresas. Ni sus engaños ni las presiones de sus amos los ayudarán, y esta resistencia continuará. Siempre hemos sido transparentes en cuanto a que cuando vamos a la batalla, tenemos objetivos claros, y hemos dicho que nuestro primer objetivo es apoyar a Gaza y que el segundo es evitar cualquier agresión contra el Líbano". Entre estas sorpresas, Hezbolá parece contar con nuevos equipos provenientes de Rusia, modificados en las fábricas de armamento iraníes. Mientras que los combates en la frontera ya habían experimentado un salto cualitativo gracias al uso de misiles tierra-aire que fueron capaces de destruir el buque insignia de la flota de drones israelíes, el Hermes 900, a principios de marzo, Hezbolá se estaría preparando para probar equipos que podrían destruir aviones de combate israelíes, según informaron fuentes cercanas a Hezbolá contactadas por el medio L’Orient-le-jour: "Según esta fuente, habrá sorpresas a dos niveles. El primero concierne al tipo de armas utilizadas. Según nuestras informaciones, la milicia chiita se prepara para utilizar armas de largo alcance y alta precisión, así como misiles tierra-aire que serían capaces de derribar los temibles aviones de combate israelíes. El partido planea probar este tipo de misiles, que son de fabricación rusa pero que han sido modificados por los iraníes. Si logran impactar o derribar un avión, sería una gran sorpresa para los israelíes, cuya estrategia militar se basa en la dominación aérea, pero también para la comunidad internacional, ya impactada por la capacidad de Hezbolá para derribar drones israelíes del tipo Hermes 900".
Según esta misma fuente, el partido también planea intensificar sus operaciones terrestres. "Habrá sorpresas operativas, que pueden tomar la forma de emboscadas contra patrullas israelíes, que quedarían rodeadas de fuego, o incluso, si es necesario, operaciones de infiltración en sitios israelíes, e incluso la captura de soldados. La implementación de estos planes depende de las necesidades del terreno. Hezbolá no tiene prisa". De hecho, Hezbolá ha multiplicado las operaciones en la frontera, no dudando en minar parte de ella y tender emboscadas a las patrullas motorizadas a lo largo de la frontera. Siguiendo su estrategia de disuasión mediante la escalada, Hezbolá, confiado en el estado de sus reservas estratégicas, intenta mostrar al gobierno israelí que no podría arriesgarse a entrar en guerra sin sufrir pérdidas muy graves, como explicaba Riad Kahwagi, analista de seguridad y defensa, en enero: "La escalada de Hezbolá sugiere que el partido percibe una amenaza real de Israel de una importante campaña militar contra el Líbano. Las advertencias y señales recibidas subrayan la seriedad de Israel con respecto al posible lanzamiento de tal operación. Por lo tanto, Hezbolá ha procedido a una escalada con fines de disuasión, presentando nuevas armas y capacidades de alta tecnología para disuadir al Estado hebreo".
De hecho, el movimiento representa un adversario formidable, muy superior a Hamas tanto en términos de nivel de formación de sus tropas, entrenadas en Siria junto al ejército pro-Assad sirio a partir de 2013, como en términos de su equipamiento militar, como señala Christophe Ayad, especialista en Hezbolá: "Con su arsenal de 150,000 cohetes y misiles de diferentes alcances apuntando a todo Israel, Hezbollah es el arma de disuasión más masiva a disposición de Irán en su confrontación con Israel. Hezbolá tiene la capacidad de saturar la defensa antiaérea disparando varios miles de dispositivos al día. Durante la guerra del verano de 2006, logró disparar cien cohetes al día, aumentando esta cifra a 250 durante la última semana de este enfrentamiento de treinta y tres días que resultó en una no victoria de Israel, e incluso en una derrota a medias en comparación con los objetivos declarados" [5].
Siguiendo esta misma línea estratégica, Hezbolá no desea la guerra. Simplemente se aprovecha del clima beligerante, utilizando los enfrentamientos tanto para entrenar a sus nuevos reclutas, que no han experimentado la guerra de 2006, como para sacar provecho de la agresividad aumentada de Israel desde el 8 de octubre, para consolidar su base electoral y partidaria. Si el movimiento reclutó desde su formación durante la guerra civil libanesa en las clases populares chiitas del sur y libró una guerra intensa contra los comunistas del sur del Líbano, su integración en el juego político a principios de los años 2000 y el surgimiento de una burguesía chiita han puesto en conflicto su política económica neoliberal con su base popular [6]: los episodios de guerra con Israel le permiten así calmar estos antagonismos frente al "enemigo principal" israelí y mantener su influencia sobre las clases empobrecidas por la crisis estructural, política y económica que afecta a la sociedad libanesa desde hace veinte años.
La tentación israelí: según una encuesta, el 55% de los israelíes está a favor de la invasión del Líbano
A pesar de que el alto mando israelí es consciente de los riesgos de una invasión del Líbano, le resulta difícil disuadir al gobierno y a una parte creciente de la opinión pública israelí de abandonar el proyecto de invadir el país para eliminar a Hezbolá, un objetivo aún más inalcanzable que el que se planteaba la estrategia israelí al penetrar en la franja de Gaza. Mientras que los servicios de inteligencia y los expertos en geopolítica han publicado varias proyecciones sobre las pérdidas que sufriría el Estado colonial de Israel en caso de un ataque, la clase política israelí ha multiplicado esta semana las visitas a la frontera y las declaraciones polémicas. El miércoles 5 de junio, Netanyahu, en una visita a Galilea, declaró que las fuerzas israelíes estaban "listas para una operación muy intensa en el norte. De una forma u otra, restauraremos la seguridad allí". Yoav Gallant, ministro de Defensa, también había advertido a Hezbolá, el día anterior, después de que Benny Gantz declarara que era necesario "poner fin a los enfrentamientos en la frontera mediante la escalada militar o un acuerdo diplomático". Por parte de la oposición, Yair Lapid respondió al primer ministro ayer, acusándolo de haber "abandonado el norte", refiriéndose a los violentos incendios provocados por los ataques del Hezbolá: "Lo que está ardiendo no es solo el norte. Lo que se está consumiendo es la disuasión de Israel, el respeto a Israel y la garantía de que alguien está gobernando este país". Sin sorpresas, la facción más radical de la extrema derecha sionista llama a "quemar el Líbano" y multiplica los llamados a la invasión, liderados por Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich. Sin embargo, una encuesta reciente confirma la popularidad de la propuesta: el 55% de los israelíes estaría "a favor de una guerra contra Hezbollah después del final del conflicto en Gaza". Una encuesta de este tipo refleja la radicalización de la opinión pública israelí y la supremacía ahora difícil de cuestionar del sionismo más radical.
Como señala Mounir Rabih, "esta situación exacerba las divisiones internas en Israel y presenta una realidad diametralmente opuesta entre Gaza y el Líbano. Así, en lo que respecta a la franja palestina, la población israelí pide el fin de la guerra y la conclusión de un acuerdo que permita recuperar a los rehenes aún con vida, pero el gobierno es acusado de actuar con lentitud. Por el contrario, en lo que respecta al Líbano, los habitantes del norte piden una acción militar para cambiar la ecuación, mientras que el gobierno vacila, algunos de sus miembros, especialmente de la extrema derecha, señalan una renuencia del ejército. Sin embargo, el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, afirmó recientemente que la tropa había aprobado planes militares para tratar con Hezbolá en Líbano, y solo está esperando una decisión política".
Si bien la opinión israelí se vuelve cada vez más hostil hacia Benjamin Netanyahu y algunos miembros de su gabinete, como lo demuestran los enfrentamientos que estallaron al margen del Día del Recuerdo israelí, el 13 de mayo, se oponen a la política del gobierno con consignas principalmente de seguridad: lejos de criticar la política colonial del gobierno o cuestionar las operaciones genocidas de las FDI en Gaza, las movilizaciones para la liberación de los rehenes exigen que el país sea "mejor dirigido". Si algunas facciones del sionismo liberal, como Standing Together, han podido defender consignas que abordan la situación de los gazatíes y que llaman al fin de la invasión, son, por un lado, ampliamente minoritarias y tienden a despolitizar la situación colonial al considerarla únicamente desde un punto de vista humanitario. Si la opinión pública espera el regreso de los rehenes y teme que las operaciones de las FDI comprometan su regreso al socavar la posibilidad de un alto el fuego, también critica al gobierno por su "inacción" en la frontera libanesa-israelí, donde los ataques del Hezbolá han obligado a varias decenas de miles de personas a abandonar la región.
Mientras el gabinete de guerra se divide sobre el futuro de Gaza, Gantz y Gallant prefieren confiar la gobernanza técnica de la franja a una entidad palestina subordinada a Israel, mientras que la extrema derecha exige la recolonización completa de la franja y el establecimiento de una dictadura militar, toda la clase política israelí, excepto la extrema izquierda, marginal e inaudible, parece compartir un mismo consenso sobre el Líbano. Mientras Benjamin Netanyahu enfrenta la presión, desde abajo, del movimiento para la liberación de los rehenes y de los miembros moderados del gabinete de guerra que intentan capitalizar la ira popular, al mismo tiempo que enfrenta la presión, desde su derecha, de los miembros de la extrema derecha mesiánica que rechazan cualquier acuerdo y amenazan con derrocar al gobierno, la invasión del Líbano podría insuflarle vida a un gobierno de unidad nacional al tiempo que podría debilitar nuevamente a la sociedad civil israelí.
Sin embargo, una operación de este tipo se enfrentaría a contradicciones significativas. Por un lado, no está claro si Estados Unidos, que ha hecho todo lo posible para evitar que Israel entre en guerra con Irán, aceptaría sacrificar la frágil estabilidad de la región en aras de la supervivencia política de Benjamin Netanyahu, especialmente porque no está garantizado que Irán se mantenga al margen de un posible conflicto, como ocurrió en 2006. Además, la comunidad internacional está ejerciendo una presión creciente sobre el gobierno israelí, al que se acusa de genocidio, y algunos de cuyos miembros están siendo procesados por la Corte Penal Internacional, mientras que muchos países intentan sofocar las movilizaciones pro-palestinas que han experimentado un aumento significativo desde el inicio de la invasión de Rafah, como España, que ha llamado a reconocer al Estado palestino. Por otro lado, tampoco está garantizado que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dispongan de los recursos necesarios para desplegar tropas terrestres en un segundo frente en el Líbano, dado que seis de sus brigadas operan en la Franja de Gaza y la difícil situación económica del país dificulta la movilización de las fuerzas de reserva del ejército. Aunque el gobierno ha anunciado que está llamando a 50,000 reservistas y espera movilizar a otros 300,000 soldados para fines de agosto, Israel no puede permitirse mantener movilizadas estas fuerzas durante mucho tiempo sin agudizar la recesión que ya afecta a algunos sectores de las industrias tecnológicas.
Mientras Irán retoma su estrategia de confrontación y demanda de sus proxies que intensifiquen los enfrentamientos contra Israel, para abordar las nuevas contradicciones que socavan la política del régimen antes de las elecciones presidenciales anticipadas y para desactivar el acercamiento entre Estados Unidos y la monarquía saudí, Hezbolá intenta disuadir, mediante la escalada militar, a Israel de llevar a cabo una nueva invasión del país mientras Rafah está rodeado de tanques y el destino del pueblo palestino es más incierto que nunca. Si bien el régimen de Benjamin Netanyahu continúa con su curso fanático, cada vez está más amenazado, tanto por las movilizaciones internas, que exigen que el país tome otro rumbo político, como en el escenario internacional. Si la opinión pública israelí quiere que el primer ministro se vaya y exige la firma de un alto el fuego para permitir el regreso de los rehenes, y si el gabinete de guerra está dividido sobre el futuro de Gaza, la sociedad israelí es mucho más consensuada cuando se trata del caso de Hezbolá, que toda la clase política israelí, desde Yair Lapid hasta Ben Gvir, considera como una amenaza que debe ser destruida lo más rápidamente posible a pesar de las graves contradicciones que una situación de este tipo podría desencadenar. Si bien es imposible determinar en este momento la dirección futura de los eventos, la situación en el Líbano es innegablemente preocupante y debe ser monitoreada de cerca, especialmente mientras Rafah está bajo fuego y las orugas de los tanques, y el gobierno israelí parece dispuesto a hacer cualquier cosa para recolonizar toda Palestina.
Traducción: Nicolás Rebolledo
[1] Pierre Ramond, « Pourquoi l’Iran a attaqué Israël ? Comprendre la doctrine de la “nouvelle équation”, Le Grand Continent, lee aquí.
[2] Nicolas Dot-Pouillard, La mosaïque éclatée : une histoire du mouvement national palestinien, 1993-2016, Paris, Actes sud, 2016, pp. 78-81.
[3] Stéphane A. Dudoignon, Les Gardiens de la révolution islamique d’Iran : sociologie politique d’une milice d’État, Paris, CNRS éditions, 2022, pp. 22-25.
[4] Pierre Ramond, « Le futur d’une ambition : géopolitique de l’Iran dans l’ère post-Khamenei, une conversation avec Ali Vaez », Le Grand Continent, 26 febrero 2024, lee aquíen francés.
[5] Christophe Ayad, « Hezbollah : géopolitique de l’arme ultime de l’Iran contre Israël », Le Grand Continent, 15 abril 2024, lee aquí en francés.
[6] Joseph Daher, Le Hezbollah : un fondamentalisme religieux à l’épreuve du néolibéralisme, Paris, 2019, pp. 49-77.