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Red Internacional
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SALUD MENTAL Y POLÍTICA. Locos por la vida: La experiencia Basagliana en Salud Mental en Trieste

En Amor en los Tiempos del Cólera, Gabriel García Márquez escribió “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos”, la historia es un poco eso: parir constante y la historia de la psiquiatría y no escapa a este fenómeno ¿Qué podemos tomar de la historia de la salud mental, la psiquiatría y los alienados que hoy sirva para las y los trabajadores?

Lunes 20 de julio de 2020

Retomo los lapsus de la historia en la salud mental, en la psiquiatría y el campo de los “alienados”, puesto que a modo de hipótesis, podría ayudarnos a plantear una serie de lazos y formas complementarias a la teoría social y la práctica política actual que por sobre todo estimule la asociación y agregación de las y los trabajadores. Volviendo la mirada a las reformas y revoluciones teórico-práctica en materia de salud mental, es que podemos reflexionar y homologar - quizá - los procesos que dados en una, puede o podrían sucederse en la otra.

El caso Trieste, la prohibición de hospitales Psiquiátricos

El caso de Italia, en la localidad de Trieste ilumina ciertos aspectos de cuando se cruzan la política, la salud y el movimiento de los trabajdores. En 1978 es aprobada la “Ley Basaglia”, que implicaba el cierre paulatino y sostenido de hospitales psiquiátricos (prohibiendo su construcción) mientras que en paralelo, se estimulaba a construir Centros Comunitarios de Salud Mental y acondicionar camas para pacientes graves de salud mental, dentro de los hospitales de medicina clásica. Si bien hoy no nos parece extraño esta distribución, en aquellos años fue un marco casi “revolucionario” pues restituye una segregación y marginación histórica de los pacientes psiquiátricos.

“Bajo toda enfermedad psíquica hay un conflicto social”: Movimiento político y correlación de fuerzas.

Franco Basaglia, médico psiquiatra, fue quien instauró este movimiento, subrayó la palabra movimiento pues a diferencia de eventos previos de antipsiquiatras, las coordenadas de Basaglia apuntaban a un cambio institucional. No basta con atrincherarse en un consultorio u comunidad hospitalaria abstraída de la realidad, pues en lo sucesivo llevaría a una realidad paralela que tarde o temprano entraría en pugna con la realidad institucional. Con estos argumento - y prácticas- se hacía a un lado de la antipsiquiatría anarquista que veía en la comunidad terapéutica un pequeño nicho de prácticas libertarias pero creando realidades secundarias no oponibles. De resistencia.

El caso Basaglia tiene la trascendencia en cuanto, previo a 1978 inicia desde fuera de la institución formal, la construcción y la aplicación de hecho del centro de salud comunitaria (tipo COSAM) preparando alianza además con trabajadores de los sectores en donde estos nuevos dispositivos eran levantados.

Cambiando la mirada de relaciones intrahospitalarias a una red compleja social, Basaglia y su proceso incuban la necesidad crítica y social de que “proyectar autogestión manicomial sin buscar las contradicciones políticas y sociales del tiempo era estéril". No bastaba con sacar a los locos de los manicomios si estos, al salir, seguían siendo mirados de la misma manera. La autogestión hospitalaria propia de las comunidades terapéuticas en Italia, Francia e Inglaterra, inclusive en México tienen su límite ahí, en las mismas paredes que encierran a los locos. Basaglia por otro lado, aludiendo al término “Psiquiatría Democrática” impulsa no solo un cambio puntual, sino, un movimiento político que diera consistencia y fuerza a ese cambio.

El debate en el Partido Radical Italiano en 1978 solo fue, consumación de las prácticas, saberes e instituciones que 10 años antes habían comenzado a operar de facto en la sociedad y que habían sido promovidas por un movimiento de trabajadores de la salud, pacientes y alianza con sindicatos que hicieran hegemonía sobre el debate, en donde Psiquiatría Democrática se posiciona como bandera de lucha y demanda transitoria dentro de la política nacional.

El debate profundo de la situación

Lo que hace crisis en la posición de Basaglia y que previamente habían hecho tintinear a los antipsiquiatras era el confinamiento y estigmatización a la que eran sometidos los pacientes psiquiátricos. Si en el siglo XIX, Pinel - primer psiquiatra reconocido - libera a los locos de sus cadenas, los libera para ser confinados a los manicomios en donde seguirán reclusos pero esta vez, bajo la mirada de la psiquiatría científica en auge. Los locos que en principio eran, todos aquellos desterrados de la “normalidad” burguesa de a poco fueron separándose de aquellos “locos” de causas psíquicas, pero sometidos aún al cautiverio de los hospitales psiquiátricos.

El autoritarismo médico que en psicopatología es descrito como el tratamiento moral del enfermo mental, parecía abrir más la fuerza de orden de la burguesía joven de aquel entonces y no posicionar el interés real por la locura como fenómeno y sufrimiento existencial en el que los sujetos caen y retornan.

La Antipsiquiatría de los 60-70, si bien se mostró progresiva al democratizar los hospitales y comunidades manicomiales (apostando a la autogenstión de los trabajadores y pacientes), hallaba su límite en delimitar un espacio autónomo de defensa de la locura sin intención de antagonismo a la institución médica tradicional imponente. En algunos casos, Francia por ejemplo, estos territorios del autonomismo anti-psiquiátrico tomaban la “resistencia” como estrategia global pero sin un horizonte institucional del poder más allá de su abolición en un futuro lejano, hermenéuticos a los postulados de Foucault, precipitaba en las formas corpusculares del poder microfísico pero no atendían a la realidad compleja de los fenómenos sociales y subjetivos, olvidando la coacción estatal y paraestatal.

El caso Basaglia entonces atraviesa en este campo coordinando un campo vectorial previo de relaciones de fuerza e instituciones desde donde se puede exigir cambios sociales concretos, un tensionamiento externo sobre las bases de regímenes democráticos como el Italiano. Como decía Paulo Amarante en su “Trayectoria de la Reforma Psiquiátrica en Brasil”: El movimiento de psiquiatría democrática, muchas veces confundido con la propia tradición Franco Basaglia; es, en verdad, un movimiento político constituido a partir de 1973 con el objetivo de construir bases sociales cada vez más amplias para la visibilización de la reforma psiquiátrica en la tradición basagliana en todo el territorio italiano”.

Contradicciones, experiencias y rescates

Más allá de lo progresivo de la propuesta sobre todo en tema de relacionar y articular los diferentes sectores de trabajadores, la limitante de la propuesta basagliana de psiquiatría democrática caía nuevamente en la supeditación ante el aparato estatal, una que que si bien incorpora la necesidad de tomar en cuenta un tensionamiento institucional, no elabora desde ahí, la necesidad también política de “control” obrero de primero, los recintos de salud y dos, de las políticas de salud pública hecha por y para los y las trabajadores, pacientes y demás pueblo trabajador quedando como hecho auspicioso y trascendental la ley de abolición de hospitales psiquiátricos, pero no incorporando cambios estructurales a las relaciones socio-económicas en juego que producen y reproducen las “enfermedades mentales”.

En palabras de León Trotsky, el movimiento protagonizado por psiquiatría democrática caería dentro de lo que sería un grupo de demandas democrático radicales, puentes transicionales, pero organizadas en bastiones (centro de salud mental organizados en Italia desde 1973 en adelante) a una sociedad distinta a las lógicas capitalistas ¿qué otras lógicas? ¿Que otras sociedades?

Luces para el presente

Esta experiencia cae en períodos de pandemia, como ejemplo de autoorganización de las y los trabajadores para con los demás rubros nacionales de trabajadores: sindicatos, cooperativas, centros de salud y partidos políticos. Cae además en un momento en donde hospitales, centros de salud pública y COSAM se han visto disminuidos por las políticas precarias del ministerio de salud de la política capitalista actual y en donde vemos, surgir, movimiento políticos conglomerados a demandas democráticas igual que la de Trieste.

Gramsci con respecto a las crisis y las reformas postulaba, “la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer” y es justamente en crisis, que movimientos revolucionarios en ideas y prácticas ponen a los viejos sistemas que tambalean ante las nuevas prácticas e interpretaciones del mundo ¿Cómo hacer de esta nueva interpretación del mundo, de esta nuevo hecho social estrategia para vencer? Es la pregunta que deja abierta, quizá la experiencia fructífera pero limitada en el sistema de salud mental italiano.


Andrés Vargas

Médico General en APS Redactor La Izquierda Diario Chile