La CUP hace público un acuerdo con otras 10 organizaciones de un programa y una hoja de ruta que no hablan de la entrada al Gobierno, la confianza en la comunidad internacional, ni la negociación con el Estado. Todo lo contrario que sus candidatos y candidatas hacen a diario. Una maniobra para cubrir por izquierda un rumbo moderado y gobernista.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Viernes 15 de enero de 2021
Este miércoles la CUP hacía público un documento bajo el título “acuerdo político para la confluencia” firmado por 11 organizaciones. En él se recogen una docena de ejes programáticos y cuatro compromisos que serían la base de la candidatura CUP-Un nou cicle per guanyar. Las organizaciones que lo suscriben son la misma CUP, junto a Arran, Constituents per la Ruptura, Crida Constituent, Endavant OSAN, Guanyem, La Forja, Lluita Internacionalista, Pirates, Poble Lliure y el SEPC.
?Fem públic l'acord polític per la confluència d'organitzacions a la candidatura CUP-UNCPG pic.twitter.com/RtQwfAJNRP
— CUP Països Catalans (@cupnacional) January 13, 2021
Para quienes hayan participado en el proceso de discusión de los últimos meses, o simplemente vengan siguiendo la campaña electoral de la CUP y en particular de su cabeza de lista, Dolors Sabater de Guanyem, puede surgir una duda razonable ¿cuál es el verdadero programa de la CUP para las elecciones del 14F?
No han sido pocas las críticas y cuestionamientos desde dentro y desde fuera de la CUP al giro moderado y gobernista operado en los últimos meses, que tuvo su punto culminante en el acuerdo con Guaynem y la elección de la exalcaldesa de Badalona como candidata a la presidencia de la Generalitat.
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Organizaciones como la CRT, pero también otras que hoy son firmantes del acuerdo como Endavant Osan o Lluita Internacionalista, hemos criticado la vocación de gestión del Estado capitalista, en este caso en su nivel autonómico, por medio de la participación en un hipotético gobierno de coalición junto a los viejos partidos procesistas que hoy son Govern -JxCat y ERC- y los Comunes.
También hemos coincidido en muchas críticas a la moderación del programa económico y social llevada a adelante y plasmada en los sucesivos documentos que han sido la base de la propuesta política de la CUP para su “nuevo ciclo”, reduciéndolo a una serie de reformas fiscales y legales respetuosas con el marco legal y competencial que blinda los derechos de propiedad de los grandes capitalistas.
Un acuerdo lleno de ambigüedades y negado desde el minuto cero por el “nou cicle” de la CUP
Los ejes programáticos presentados en el reciente acuerdo vuelven a hablar de “nacionalización y control público y democrático de los sectores estratégicos” o de “nacionalizar la banca”, entre otras medidas. Un programa económico y social más de izquierda que las propuestas que estamos escuchando a diario a sus candidatos y que las que se desarrollaban con más detalle en los documentos hechos públicos a mediados de diciembre como síntesis de su debate interno del proyecto “Nodes”.
Pero donde más puede generar esa sensación de “¿en qué quedamos?” es respecto a lo que dice, y a lo que calla la CUP sobre la “hoja de ruta” de este “nuevo ciclo”. Ésta ha venido exponiéndose en actos públicos, ruedas de prensa, declaraciones y entrevistas en las últimas semanas: forzar la negociación con el Estado, promover la intervención de la comunidad internacional y la mano extendida para ser parte de un gobierno de coalición que asuma compromisos claros en pos de un nuevo referéndum y en favor de un programa de reformas sociales.
Podría parecer que el acuerdo presentado vendría a enmendar esta “hoja de ruta”, pero lo cierto es que éste se firmó el 30 de diciembre, y tanto antes como después Sabater, Botrán y otros dirigentes de la CUP han seguido desarrollando y exponiendo con las mismas líneas maestras.
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El documento parte de la propuesta de 12 puntos que Lluita Internacionalista realizó en octubre a la CUP. Pero ésta ha sufrido algunos añadidos significativos que permiten mantener un ambiguo equilibrio para no decir ni desdecir ni una palabra de los que están siendo los verdaderos ejes de precampaña para las elecciones catalanas.
Sobre la apuesta por la negociación con el Estado se dice una cosa y la contraria. Se contenta a quienes la cuestionaban alegando que “la implementación efectiva de la república no vendrá de unas negociaciones imposibles con el estado para que reconozca el derecho de autodeterminación”, pero antes se aclara, para no contradecir con el mensaje opuesto que escuchamos a los principales portavoces cupaires en estas semanas, que será “sin renunciar a los valores democráticos y de diálogo que ha seguido el procés”.
Sobre la intervención de la comunidad internacional se limitan a señalar que se comprometen a “situar el conflicto dels Països Catalans en el terreno internacional porque será necesaria la intervención de los y las trabajadoras y pueblos a nivel internacional, a causa del carácter antidemocrático de los estados español y francés, de cara a generar un marco resolutivo del conflicto nacional”. Sobre las propuestas de buscar el apoyo de gobiernos y Estados favorables a facilitar una crisis de la UE, tal y como defiende la CUP en sus documentos y vienen defendiendo en diversas intervenciones, no se afirma ni se niega nada.
Lo mismo ocurre con la gran “patata caliente” ¿qué hará la CUP el día después de las elecciones? Mientras en televisiones, radios y diarios, sus candidatos no se cansan de repetir que están preparados para asumir responsabilidades, sin descartar acuerdos de legislatura o hasta la entrada en el gobierno de la Generalitat, en el pacto se opta por no escribir ni una coma al respecto.
Como hemos debatido en varios artículos, la derechización de la CUP no se puede enmendar con doce puntos que, aunque más de izquierda entre tantas ambigüedades, van en un sentido contrario a la hoja de ruta que está planteando toda la candidatura.
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Lo que la CUP realmente está diciendo y haciendo en su campaña para las elecciones
Que el curso de la CUP va en una dirección opuesta a la que se podría deducir de una lectura superficial de este acuerdo lo reconocen hasta parte de sus propios firmantes. Endavant Osan publicó el pasado 6 de enero, es decir una semana más tarde de suscribirlo, un comunicado en el que criticaban el acuerdo alcanzado con Guanyem, la posición de cabeza de lista otorgada a Sabater y las pulsiones gobernistas que ésta representaba.
Por su parte, Lluita Internacionalista reconoce en un artículo de balance de dicho acuerdo que habían decidido no participar en las listas electorales impulsadas por la CUP porque los documentos presagiaban un giro a la derecha, se presentaba públicamente el acuerdo con Guanyem que “eclipsaba al resto de organizaciones”, Dolors Sabater “hacía declaraciones públicas ofreciéndose entrar al gobierno”, “otros dirigentes de la CUP secundaban la oferta”... entre otras razones.
La cuestión es que todos esos indicadores, de mucho más peso que un documento de tres páginas que no ha trascendido más allá de algún tuit, no son solo previos al acuerdo sino que se siguen repitiendo desde su firma hasta la actualidad. Como muestra, la entrevista de Dolors Sabater a El Nacional del pasado fin de semana, en la que volvía a ofrecerse como socia de un posible futuro gobierno de coalición.
Los compañeros de Lluita Internacionalista presentan esta contradicción como una encrucijada, en la que la CUP debería escoger entre “ser la pata izquierda del bloque burgués catalán” -por otra parte, el mismo papel que jugaron con la política de “mano extendida” desde 2012 hasta el 2017- o construir “una alternativa de la clase obrera y los sectores populares”.
La segunda opción la representarían para ellos los 12 puntos firmados, aún cuando en ellos no se diga ni una palabra de cuestiones fundamentales, y en absoluto especulativas, como qué hará la CUP, ya no ante una hipotética oferta para entrar al gobierno, sino ante otra investidura en la que sus diputados vuelvan a ser decisivos. No sería ni el primer, ni el segundo president de la Generalitat, que con un programa y una agenda que ni ruptura democrática, ni social, sino más bien retorno al autonomismo y políticas neoliberales “progres” como las de Moncloa, recibe el vistobueno de la CUP.
Pero la discusión no es tanto si esos 12 puntos representan una doble ruptura -democrática y con el capitalismo-. El problema es que esa encrucijada la CUP la está resolviendo todos los días con la campaña electoral que están haciendo, donde se reafirma una y otra vez que el rumbo es a ser una izquierda cada vez más integrada y de gestión de lo posible. El mismo camino ya recorrido por el neorreformismo en el resto del Estado, y del que justamente Sabater es una excelente representante como mostró con su gestión al frente del Ayuntamiento del cambio de Badalona, nada diferente de la de Colau en Barcelona.
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Por tanto, presentar ahora doce puntos con una candidatura claramente consumada, es una declaración “propagandista” que quedará en papel mojado y que, además, juega el rol pernicioso de contener por izquierda a aquellos sectores críticos y muy descontentos con el giro a la derecha de la CUP. Más que una alternativa, le están haciendo un gran favor a los nuevos actores de la nueva candidatura CUP-Guanyem y su hoja de ruta, con un claro lavado de cara.
¿Cubrir por izquierda el “nuevo ciclo” de la CUP o construir una alternativa de independencia de clase?
La pregunta sería entonces ¿qué función tiene ser parte de un acuerdo que nace ya como papel mojado? Los compañeros de LI acusan a la CRT de ser sectarios y propagandistas por no sumarnos. Una crítica cuanto menos sorprendente, después de llevar meses intentando, como ellos mismos reconocen, impulsar junto a ellos y otras organizaciones y sectores que se oponían al curso tomado por la CUP, un frente político electoral con un claro programa anticapitalista y una hoja de ruta que partiera de un firme principio de la independencia de clase; cuestión que los doce puntos no asegura.
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Los y las militantes de la CRT hemos venido participando en todos los espacios de discusión abiertos por la CUP sobre la propuesta política para las elecciones . Allí hemos planteado abiertamente nuestras posiciones y críticas, muchas coincidentes con las hechas por LI. Cuando el acuerdo se evidenció imposible, la CRT optó por explorar la posibilidad de conformar otra alternativa político-electoral. Solo la negativa a hacerlo de LI y otros grupos como Corriente Roja, y sectores críticos de la CUP que se niegan a hacer una crítica de fondo y plantear otra alternativa de independencia de clase, ha impedido que para estas elecciones pudiera haber una alternativa concreta, y no propagandística, con este contenido.
Los compañeros de LI optaron más bien por una línea oportunista, de renunciar a la lucha política pública contra el “nuevo ciclo” y a proponer una alternativa política. Partieron de obviar en los hechos el resultado del debate interno, sin publicar una sola crítica pública a los documentos finales que recogían lo fundamental del rumbo moderado y gobernista que impregna hoy la precampaña electoral. A la vez, ofrecieron a la CUP un acuerdo de mínimos de 12 puntos, algo que en su momento criticamos y advertimos, como se confirma ahora, que de ser aceptados no pasaría de ser un documento diplomático para contentarles. El papel lo sostiene todo, pero lo acordado el 30 de diciembre no ha aguantado, ya no la prueba de la lucha de clases, sino el primer micrófono a disposición de la cabeza de lista y otras figuras de la CUP.
La política de LI es el último furgón de cola de la política que expresan los principales sectores "críticos" dentro de la CUP, como Endavant Osan, que se niegan a impulsar una alternativa a la línea que hoy encarna el acuerdo con Guanyem, disimulando con una declaración de izquierda un rumbo hacia la moderación y el gobernismo. Un movimiento tan profundo que la maniobra termina teniendo el mismo efecto que quien trata de tapar el sol con una mano.
Si hay una política propagandista, y oportunista, es justamente esta. La que pretende que construir una alternativa a la política de conciliación de clases e integración de la CUP se puede hacer por medio de debates internos, declaraciones o acuerdos diplomáticos donde se dejan sin tratar los asuntos espinosos o se encogen fórmulas ambiguas para contentar a unos y a otros.
No será posible sin una lucha política clara y abierta, que no caiga ni de pie a maniobras de trilero en donde se dice una cosa y la contraria, o se firma una cosa y se hace lo opuesto. Y sobre todo, para no quedarse en un propagandismo declamativo, esta pelea política es necesaria transformarla en iniciativas políticas concretas y audaces. No hacerlo lleva a las organizaciones revolucionarias al estancamiento y al conservadurismo propagandista, dedicando más esfuerzos en corregir los giros derechistas de organizaciones reformistas de izquierda como el caso de la CUP, que en construir organizaciones que puedan influir en la realidad con una estrategia revolucionaria. Solo así la izquierda revolucionaria podremos aportar a la clarificación y a llevar hasta el final la experiencia que muchos jóvenes y trabajadores y trabajadoras han hecho con el procesismo y puedan hacer en adelante con el “nuevo ciclo” de la CUP.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.