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Red Internacional
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Opinión. Los BRICS frente a Palestina: entre divisiones e impotencia política

En la cumbre extraordinaria realizada la semana pasada, la mayoría denunció la masacre en Gaza, pero las divisiones siguen siendo fuertes al interior del grupo.

Miércoles 29 de noviembre de 2023 23:10

El pasado martes se celebró por videoconferencia una cumbre extraordinaria de los BRICS con presencia de representantes de China, Brasil, Sudáfrica, India y Rusia, así como de los futuros miembros de los BRICS, Arabia Saudita, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Presidida por el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, el objetivo de la cumbre era aunar los esfuerzos de los distintos países "para poner fin a esta injusticia histórica", en referencia al genocidio en curso en Gaza.

A pesar de estos esfuerzos, los líderes fueron incapaces de ponerse de acuerdo sobre una declaración conjunta, contentándose con pedir una "tregua humanitaria inmediata" que debería conducir a un alto el fuego y a "la protección de los civiles y el suministro de ayuda humanitaria". Cyril Ramaphosa achacó esta incapacidad para acordar una línea coherente a la "falta de tiempo", pero en realidad revela disensiones en el seno de los BRICS, algunos de cuyos miembros querrían utilizar la causa palestina para consolidar un contrabloque a la hegemonía estadounidense.

La cuestión palestina divide a los BRICS

Los BRICS son una coalición de países con profundas diferencias en muchos temas. Su existencia se basa principalmente en consideraciones oportunistas vinculadas a aspectos económicos y comerciales. La idea de un "anti-G7" y de una coalición para contrarrestar la hegemonía de Estados Unidos y otros países imperialistas es, por lo tanto, sólo una parte de su razón de ser, aunque Rusia y China intentan, y cada vez lo consiguen más, otorgarle este papel. Así pues, como ocurre con otros conflictos que afectan actualmente al mundo, entre sus miembros se han expresado opiniones muy divergentes.

La presencia de Vladimir Putin, sobre quien pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional (CPI), obligó a organizar la cumbre por videoconferencia. Sudáfrica, signataria del Estatuto de Roma, se habría visto obligada a detener a Putin si hubiera pisado suelo sudafricano. Sobre la cuestión palestina, Rusia pide un alto el fuego inmediato y que la comunidad internacional "aúne sus esfuerzos para desactivar la situación", considera que los BRICS podrían "desempeñar un papel clave en esta labor", defiende la creación de un Estado palestino y acusa a Estados Unidos de ser responsable de la guerra en Palestina.

Por parte de China, Xi Jinping también pidió un alto el fuego inmediato, abogó por una solución de dos Estados e instó a "actuar urgentemente" para detener la "catástrofe humanitaria". También pidió una "conferencia internacional de paz" para encontrar "una solución justa a la cuestión de Palestina". China intenta imponerse en Oriente Próximo y, por ejemplo, ha respaldado el restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudita. El lunes organizó una reunión con la Autoridad Palestina, Indonesia, Egipto, Arabia Saudita y Jordania, y el presidente chino también habló por teléfono con Emmanuel Macron sobre la situación en Palestina.

Irán, enemigo acérrimo de Israel, se unirá a los BRICS el 1 de enero de 2024 y pide que se rompan todas las relaciones económicas y diplomáticas con Tel Aviv. Pero Arabia Saudita, que está inmersa en un proceso de normalización de sus relaciones con Israel, no comparte esta opinión y solo pide la suspensión de la venta de armas a Israel. Aunque Arabia Saudita ha insinuado que está dejando en suspenso el proceso de firma de los "Acuerdos de Abraham", no desea poner en peligro su adhesión en un momento más oportuno.

India, por su parte, ha expresado claramente su apoyo a Israel y ha reprimido manifestaciones de apoyo a Palestina. También fue el único país BRICS que se abstuvo en la votación de una resolución de la Asamblea General de la ONU que pedía una pausa humanitaria el 27 de octubre. Narendra Modi lleva varios años reforzando las relaciones del país con Israel, en parte para satisfacer las expectativas de su base hindutva, pero algunos sectores de su propio gobierno han adoptado una postura más templada respecto a la guerra entre Israel y Gaza. Lula, que es un aliado central de Estados Unidos en la región, ha diferido de la postura occidental sobre Ucrania (considerando a Zelensky y Putin igualmente responsables de la guerra actual) y recientemente sobre la guerra Israel-Gaza, al equiparar al Ejército israelí y a Hamas.

Profundas divisiones y el callejón sin salida de una coalición de Estados burgueses

Las posiciones de los BRICS sobre la guerra revelan, por tanto, profundas divisiones en el seno del grupo, cuyos intereses pueden divergir drásticamente, como en el caso de China e India, que suelen estar en lados opuestos del tablero en cuestiones internacionales. La inclusión de seis nuevos Estados el próximo año (o cinco si Argentina confirma su retirada) ampliará los BRICS, pero también podría reforzar la desunión en su seno, con la aparición de dos polos, uno que desea apoyarse en esta unión para garantizarse un lugar más importante en la escena internacional, al tiempo que sigue siendo muy dependiente de Estados Unidos (India, Brasil, Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y, en menor medida, Etiopía), y el otro que se alinea con una confrontación más directa y el deseo de consolidar un bloque basado en la crisis de la hegemonía estadounidense bajo la bandera de la construcción de un mundo "multipolar" (China, Rusia, Irán).

Los BRICS tienen en común el reconocimiento del declive de la hegemonía estadounidense y de la crisis del sistema de Estados heredado del final de la Segunda Guerra Mundial. Aunque plantean perspectivas aún lejanas, como la reducción de su dependencia del dólar, los intereses de los Estados miembros siguen siendo profundamente divergentes en lo que respecta a su relación con el imperialismo estadounidense y el bloque occidental. El hecho de que el poder estadounidense esté resurgiendo (a su pesar) en Oriente Medio ha servido para recordar estos intereses divergentes en momentos cruciales. Aparte de Rusia, los BRICS han mostrado en las últimas semanas los profundos límites de su influencia en Oriente Medio.

El analista político libanés Khaldoun Al-Sharif declaró a Le Monde: "Gracias a esta guerra, Estados Unidos ha hecho un gran regreso a la región, no sólo por su apoyo a Israel, sino también demostrando que ningún actor de la región, ya sea Turquía o [los países del] Golfo en particular, puede prescindir del paraguas de seguridad estadounidense, lo que obstaculiza los esfuerzos de estos países por diversificar sus asociaciones, en particular las de seguridad, con otras grandes potencias como China y Rusia". Las declaraciones de los países BRICS contrastan fuertemente con el apoyo incondicional al Estado de Israel mostrado por las potencias imperialistas, pero sus limitaciones sólo sirven para recordarnos el carácter burgués de los Estados que componen esta coalición, que no puede por tanto, en esencia, expresar una perspectiva progresista o emancipadora para las naciones oprimidas.

En este juego de poder, China es obviamente un actor central. El principal objetivo del encuentro entre Joe Biden y Xi Jinping, el 15 de noviembre, era reducir el nivel de tensión entre ambos países en un contexto internacional especialmente tenso, marcado por la guerra de Ucrania y el conflicto de Palestina, y se saldó con un acuerdo para restablecer la comunicación entre los ejércitos de ambos países, la promesa de China de luchar contra las exportaciones de fentanilo, el aumento de la frecuencia de los enlaces aéreos y la puesta en marcha de debates conjuntos sobre inteligencia artificial. Sin embargo, estos elementos no cuestionan en absoluto la oposición estratégica que existe entre ambos países, tanto en términos económicos como geopolíticos.

Si China apoya abiertamente a Palestina, se debe principalmente a que sus intereses se han desplazado recientemente hacia los países árabes tras años de acercamiento a Israel. Pekín ha extendido recientemente su influencia en el Golfo, tratando de consolidar su presencia frente a la decreciente influencia de Estados Unidos. Esta estrategia se ha manifestado a varios niveles. En primer lugar, en el frente diplomático, China ha facilitado un acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. En el plano comercial, ha lanzado el tramo marítimo de su Nueva Ruta de la Seda, invirtiendo en proyectos cuyo principal objetivo es reducir su dependencia energética.

Para lograr este objetivo, China ha reforzado su presencia militar en el Golfo estableciendo una base en Yibuti, frente al estrecho de Bab-el-Mandeb, y estudia crear una base en Gwadar (Pakistán), cerca del estrecho de Ormuz. La mayor parte del petróleo y el gas de los Estados del Golfo transita por estos dos estrechos.

Al igual que China, el objetivo de los países que desean desafiar el dominio incontestable de Estados Unidos y actuar como contrapeso del bloque occidental cristalizado en la OTAN y revitalizado por la guerra de Ucrania, es defender sus propios intereses, fluctuantes pero orientados a extender su dominio económico mediante la explotación y la opresión de los trabajadores y los pueblos. En este contexto, no es de extrañar que las perspectivas propuestas por los Estados miembros se limiten, en el mejor de los casos, a promover la vieja "solución" diplomática de los dos Estados que, además de prestar un gran servicio a Israel al permitirle reconfigurar su ocupación colonial de Palestina mediante los Acuerdos de Oslo, ha permitido encauzar el movimiento nacional palestino en un callejón sin salida que ahora se expresa brutalmente.

Los BRICS no sólo son incapaces de proponer otra cosa que la falsa "solución" de los dos Estados, resucitada a su vez por Estados Unidos, que ha llegado a un callejón sin salida en Oriente Medio, sino que sus profundas diferencias ni siquiera les permiten expresar una unidad capaz de contrarrestar la decadente hegemonía de Estados Unidos.

En lugar de confiar la lucha del pueblo palestino a las burguesías nacionales (algunas de las cuales han acelerado la constitución de regímenes autoritarios y reaccionarios), la lucha contra la política de las potencias imperialistas y del Estado de Israel debe basarse en una expresión de solidaridad internacionalista y obrera. El ejemplo de las burguesías árabes lo ilustra perfectamente: los mismos gobernantes egipcios, emiratíes y saudíes que en los últimos años han participado en una política de normalización con Israel y han reprimido las movilizaciones propalestinas se han convertido ahora en defensores de la causa palestina. Por el contrario, sólo la movilización de las clases trabajadoras árabes y de los pueblos de la región, y de las clases trabajadoras de todo el mundo, puede frenar la política de Israel y de las potencias imperialistas.