El historiador Pablo Pozzi analiza el Cordobazo desde la propia mirada de sus protagonistas.
Viernes 29 de mayo de 2015
¿Qué fue el Cordobazo? La mente me dice que fue “el eslabón más débil” del capitalismo argentino, donde el rápido crecimiento de las nuevas industrias hizo que la burocracia sindical no estuviera tan consolidada, y que la fusión de experiencias de muchos lugares distintos produjo a un nuevo tipo de militante obrero como Agustín Tosco, Jorge Canelles, Gregorio Flores, el Petiso Páez, Carlos Germán (El Negro Mauro), Eduardo Castello, Carlos Massera y tantos otros. También me dice que fue la primera vez que la clase obrera argentina se puso al frente de las luchas sociales en pos de sus propios intereses. Por eso, al igual que los otros “azos” como el Rosariazo, fue un hecho profundamente revolucionario. El Cordobazo definió comportamientos y vidas. A todos nos marcó y tuvimos que optar por encarar la senda revolucionaria… o no.
La mente dice lo anterior, y muchas más cosas. Pero el corazón lo ve desde otro lado. Por eso cuando me hablan del Cordobazo me acuerdo de Poroto. Yo lo había buscado para que me contara de su vida, porque me habían hablado mucho de él, como militante, pero más aun como persona. A mí me interesaba cómo se había hecho revolucionario, pero él me brindó mucho más. Lo que me contó forma parte de las reflexiones profundas, de vida, que puede hacer un trabajador cuando ha vivido. Al mismo tiempo, se aleja bastante de las visiones acostumbradas sobre el Cordobazo: quizás porque se basa en su experiencia, en el recuerdo, y en el corazón.
Poroto provenía de familia santiagueña, peronista, de obrajeros. Sus padres se sacrificaron para que los hijos aprendieran a leer y escribir. Y todos trabajaron para que el menor fuera a estudiar a Córdoba. Un día la especulación los expulsó de la tierra, y Poroto tuvo que irse a trabajar en Formosa. Pero me contó que su hermano le escribía que se mudara a Córdoba, que había trabajo. Finalmente, lo hizo y entró en una fábrica de envases de papel. Y ahí su vida dio un vuelco de aquellos que definen todo, para alejarse del peronismo y acercarse a la revolución. Recordó:
“Yo era muy soñador, mira los sueños que tenía, decía ‘como me gustaría un día poder traer a toda la gente de mi pueblito para acá’. Justo me tocó el Cordobazo. O sea que me tocaron todas. [Risas] Primero me tocó la desaparición del obraje, después la desaparición de las vacas... Me acuerdo del Cordobazo. Ese día, todos sabíamos que a las once se paraba todo. Nosotros nos enteramos en los baños, era como un rumor tan fuerte que a las once te tenías que ir. Ese día a las diez y pico de la mañana todos se empezaron a ir, y bueno, tomamos el colectivo. El colectivo que tomé llegó un momento que se paró y empezamos a caminar. Y me acuerdo que cuando llegamos al centro, era una humareda. Viste el centro es como una olla, que vos de arriba ves. Y nosotros teníamos la intriga, yo ni me imaginaba ante lo que yo me iba a encontrar en el centro. Cuando llegamos ahí bueno, había corridas por acá, corridas por allá, gases, quemaban neumáticos, rompían vidrieras.
“Yo me acuerdo que seguí caminando por la avenida Paseo Colón y llegué a un lugar donde había una agencia de Citroën. Y yo muchas veces pasaba por ahí y miraba los autos, porque yo en esa época era hincha de uno de ellos, de Chrysler. Cuando pasé vi todo como estaba, roto, las vidrieras hechas bolsa, los Citroën los sacaban a la calle, los tiraban para arriba, los quemaban. En la esquina de la plaza Colón me acuerdo que había una confitería súper lujosa, que después yo me enteré que era de unos militares. De esa confitería no quedó nada. Yo cuando pasé por ahí, me acuerdo que ligué un poco de torta y masas finas que repartían. Me acuerdo que me llamaba la atención el cajero repartiendo la plata, haciendo cola, repartían la plata y la factura y las masas.
“Yo en ese momento sabia que del otro lado estaban las balas. Y me acuerdo cuando yo llegué a la zona donde vivía, me llamaba tanto la atención de ver a tanta gente, sin diferencias, qué se yo, lo veía al ingeniero, al doctor de la esquina, al comerciante tirando muebles a la calle, desde la terraza, de la azotea, tirando muebles viejos, algunos muebles más o menos, y les prendían fuego, todo el mundo tirando... ya cuando llegué a casa y vi a toda la gente, es como que bueno, lo menos que yo puedo hacer es hacer algo, que se yo, tirar, prender el fuego, algo, no sabía qué hacer, la verdad. Pero era masivo. Eso a mí me marcó mucho.
“Era una cosa que a mí me impactaba, me sorprendía la conducta, la actitud de la gente, pero me preocupaba, me decía qué va a pasar, en que va a terminar esto, acá nadie da la cara, está bien, yo tenía miedo de las balas, tiraban balas. Y me acuerdo que llegó la noche y mi hermano viene con sus amigos, y yo lo veía tan contento, él está contento.”
Y después contó muchas cosas más: cómo el Cordobazo los confirmó en la senda de la militancia casi sin darse cuenta; como marcó la vida de su familia toda; los años de militancia y de cárcel para él; la muerte de su hermano; el día que su padre, hombre de trabajo y digno al fin, puso una corona de flores en la tumba de su hijo con la consigna “hasta la victoria, siempre”, en medio de la dictadura de Videla, que le costó años de cárcel y la salud.
“Uno es producto de las circunstancias que te toca vivir. Por eso te digo que si a mí me tocara vivir las circunstancias que yo viví, que se yo, trataría de ser mejor. Trataría de haber tenido más participación. Bueno, no sabía, no tenía los elementos, no tenía la capacidad, no tenía la experiencia, no tenía un montón de cosas. Bueno, ¿qué voy a hacer? Tampoco voy a vivir reprochándome que no haya hecho tal cosa, hice las que veía, las que no veía no las hice. Yo pienso que si volviera a vivir trataría de hacer mejor lo que hice, viste, pero no dejar de hacer lo que hice. No fue todo al pedo. Parece que fuera, que te agarra la desazón y decís ‘pucha, perdimos tantos compañeros, tantos sacrificios’. Por ahí mucha gente que te dice: ‘mirá qué lástima, todo lo que se perdió...’ Pero, lo que pasa es que los resultados son... las cosas llevan tiempo, llevan mucho tiempo, por ahí parece que está todo quieto, que está todo calmo, viste, pero la procesión va por dentro. Entonces yo pienso, desde mi punto de vista, que la experiencia nuestra, que nosotros nos tocó vivir, participando, dejando todo, prácticamente, se tiene que evaluar, digamos, reencarnar en algo nuevo.”
Poroto contó su historia, en forma pausada y con mucha capacidad de reírse de sí mismo. Pero también con un gran esfuerzo para transmitir las lecciones de su experiencia: que hay que ser paciente, que es un proceso, y sobre todo que es difícil. Mientras lo hacía le brillaban los ojos. Eran ojos notables, entre serenos y risueños. Y mientras iba contando se le iban encendiendo, revelando destellos de orgullo. Quizás con dolor por su hermano muerto o por las esperanzas postergadas. Pero creo que también lo era con la alegría de haber sido protagonista de la historia. Esa alegría que te la da cuando la clase se moviliza y entra de lleno a forjar su propio destino. Estoy convencido que el Cordobazo, así como el Rosariazo, fue la irrupción de la clase obrera como alternativa sociopolítica para la Argentina. Pero también creo que fue ese brillo en los ojos de Poroto, de algo que nunca muere: el saberse protagonista de la historia. Y eso es algo que debe asustar profundamente a la burguesía, porque es como ciertos dulces: una vez que lo probas querés probarlo de nuevo.