Difundimos la declaración de la Corriente de Trabajadores por el Socialismo (CTS) de cara a este próximo Primero de Mayo, día internacional de los trabajadores.
Miércoles 29 de abril de 2020
Una crisis sistémica
Este 1º de mayo no es un día más. El día de los trabajadores se conmemora en medio de una crisis económica y política de magnitudes históricas producto de la pandemia causada por la propagación del Covid-19 que ya ha causado más de 200 mil muertes. Una crisis que demuestra que este sistema económico y social es incompatible con la preservación de la vida humana y merece perecer.
El “apagón programado” de la economía mundial provocado por las medidas de aislamiento social está arrastrando a millones de personas hacia el desempleo, el hambre, la miseria, y la extrema pobreza. Millones de personas en todo el mundo son enviadas al confinamiento sin tener garantizadas sus condiciones de subsistencia mínimas.
El grado de desarrollo al que ha llegado la humanidad permitiría afrontar epidemias como las del coronavirus o desastres naturales sin que implicaran de por si una catástrofe social.
Es el sistema capitalista en el que unos pocos se apropian de la riqueza social el verdadero causante de las crisis sociales y sus secuelas de hambre y pobreza.
Así como el desarrollo de las fuerzas productivas al que ha llegado la civilización permitiría satisfacer las necesidades básicas de toda la población mundial; también se podrían afrontar situaciones “excepcionales” como la pandemia actual sin que se transformen en una tragedia para amplios sectores de la población mundial. Por eso más que nunca se hace necesario terminar con el capitalismo.
Los gobiernos de las principales potencias tuvieron políticas dispares. Al principio Donald Trump y Boris Johnson desestimaron los efectos de la propagación del virus, planteando la necesidad de no paralización de la economía. Rápidamente tuvieron que cambiar su línea y combinaron políticas de aislamiento con (en el caso de Estados Unidos) un megasalvataje de las grandes empresas y del capital financiero, mediante la recompra de acciones de empresas y la inyección de más de 2 billones de dólares a la economía (casi el 10% del PBI norteamericano). Ahora Europa, también acude al rescate de los grandes capitales habilitando la nacionalización masiva de distintas empresas. Una vez más, los capitalistas y sus políticos recurren a medidas keynesianas para que luego, mediante inflación y deuda pública, sean los trabajadores quienes paguen la fiesta. En Europa justamente, el colapso de los sistemas sanitarios de Italia y el Estado Español ha sido total, agravado aún más por los recortes presupuestarios y ajustes de la última década.
En la región, el fascistizante Jair Bolsonaro ha expuesto a millones de brasileños a un verdadero genocidio, que lamentablemente tendrá su desarrollo en las próximas semanas. Todo por las ansias de ganancias de las grandes patronales. Mientras tanto, en Argentina Alberto Fernández continúa con su política de sujeción al FMI y el pago de la deuda externa, mientras se multiplican los despedidos y las personas que caen en la pobreza absoluta. A su vez, aprovechó la crisis para reforzar el poder coercitivo del estado sobre la población y concentrar poder en la institución presidencial, funcionando con el Parlamento cerrado. En Chile el odiado Piñera también ha implementado toques de queda y ha reforzado el poder represivo del Estado, mientras se vuelve a evidenciar la bancarrota de un sistema de salud que es de acceso restrictivo al conjunto de la población.
Mientras tanto, en distintos países del mundo miles de trabajadores y trabajadoras de la salud (que acumulan miles de muertos e infectados) de la llamada “primera línea” realizan protestas por las condiciones laborales a las que son sometidos y sectores aún minoritarios pero importantes del movimiento obrero pelean por la reconversión de sus industrias para ponerlas al servicio de la fabricación de material hospitalario como máscaras, barbijos, respiradores, y equipamiento de CTI.
Lacalle Pou y la unidad nacional
En nuestro país, bastó una semana desde la declaración de la emergencia sanitaria el pasado 13 de marzo, para que quedaran expuestas las fragilidades del modelo de crecimiento económico y creación de empleo de los gobiernos “progresistas”. Un modelo que se basó en grandes ventajas para los capitalistas, bajos salarios y proliferación de empleo precario y de baja calidad. En la actualidad ya son casi 150 mil los trabajadores y trabajadoras en el seguro de paro y alrededor de 350 mil trabajadores informales que vieron sus ingresos desaparecer.
El debutante gobierno derechista encabezado por Luis Lacalle Pou tuvo que apartarse de su agenda de Urgente Consideración por un mes para hacerse cargo de la gestión de la crisis. A pesar de que el aislamiento social voluntario fue efectivo hasta el momento para evitar el contagio exponencial del virus, el gobierno uruguayo no ha fortalecido el sistema de salud. Las camas de CTI siguen siendo alrededor de 800 y en distintos sectores de la salud pública hay denuncias de faltantes de materiales.
Desde el comienzo con la medida de aislamiento voluntario buscó privilegiar que no se “apagara” la economía, aunque el alto acatamiento de la medida en los hechos terminó favoreciendo a una paralización de la misma. Ahora, el gobierno está embarcado en su “nueva normalidad”, una política que privilegia las ganancias empresarias por sobre la vida de miles de trabajadores que cotidianamente deben exponerse a aglomeraciones en el transporte público y otros lugares. Pero ¿de qué ‘normalidad’ estamos hablando? ¿La del trabajo precario y los bajos salarios? ¿La de miles de jóvenes con dificultades para poder alquilar? ¿La de cientos de personas en situación de calle? ¿La de cientos de migrantes hacinados en pensiones y trabajando sin ninguna cobertura social para empresas de delivery por aplicaciones? ¿O la normalidad de una agenda represiva?
Por su parte, el Frente Amplio desde el comienzo de la crisis sanitaria ha sido un fiel acompañante de la política de unidad nacional. Aunque algunas voces en algún tramo de la discusión plantearan tibiamente gravar a los grandes capitales, la postura del FA oficialmente ha sido la opuesta y en consonancia con la línea seguida por el equipo económico. Llegado al punto de que frente a las propuestas de las organizaciones sociales de renta básica universal y de utilización de reservas del Banco Central para paliar los efectos de la crisis, el FA las redujo a un subsidio equivalente a un salario mínimo a 90 mil personas por el lapso de tres meses. La política del FA ha sido plegarse a la unidad nacional porque como fuerza política también es parte de la configuración del Uruguay primario, agroexportador, burgués.
El Frente Amplio no realiza críticas a la falta de capacidad del sistema de salud para enfrentar eventuales desbordes, porque son la fuerza política que armó y pergenio el sistema.
Hoy Lacalle Pou, Manini Ríos y los colorados vienen a hacer uso de buena parte del andamiaje jurídico y represivo de los últimos 15 años y se proponen con la Ley de Urgente Consideración darle una vuelta de tuerca. Por eso nos oponemos a la LUC en su forma y en sus contenidos.
En la pandemia hemos visto diversos sectores de trabajadores que han continuado con sus tareas y también vimos las arbitrariedades y la desidia de las patronales a la hora de cuidar de su salud. Es el ejemplo de los trabajadores de reparto por aplicaciones, o de los trabajadores de McDonald’s, quienes denunciaron aquí la miseria a la que los somete la patronal del arco dorado. Este 1º de mayo desde la Corriente de Trabajadores por el Socialismo – La Izquierda Diario Uruguay, le queremos decir a todos esos trabajadores que: ¡estamos con ustedes!.
Quienes nos metieron en esta crisis son los empresarios y su sistema económico y social. La pandemia puso de manifiesto la forma agresiva y depredadora con la que los seres humanos nos relacionamos con la naturaleza. De la forma en que producimos los bienes y los distribuimos, terminando con cursos fluviales y bosques, lo que acrecienta el riesgo a las mutaciones de distintos virus que residen en animales salvajes. Para salir de esta crisis hay que plantear nuevamente el problema de quién toma las decisiones: Si las mayorías populares, o un puñado de empresarios y sus políticos. Es necesario que las empresas y los bancos pasen a manos de los trabajadores. Que el comercio exterior sea centralizado, monopolizado por el estado y bajo control de los trabajadores. Es necesaria una planificación racional de la economía para salir de esta crisis sin que la paguen los trabajadores. Esta crisis la tienen que pagar los capitalistas. Son los trabajadores y trabajadoras los que deben decidir qué actividad es esencial y que no.
Pero para que este programa se haga realidad, debemos romper con las polarizaciones artificiales que nos plantean apoyar a una de las dos variantes que apoyan el mismo sistema económico. En la actualidad ya hay números que marcan que la caída del PBI será superior al 3%, la inflación será mayor a 10% y el desempleo estará en 15%. La política de “unidad nacional” no sirve para evitar la caída en la pobreza de miles de personas mientras un puñado de ricos sigue ganando.
Hay que superar la experiencia histórica del Frente Amplio y para eso debemos abrir el debate en el conjunto de la izquierda sobre su programa y las perspectivas. Hay que proponer el debate a toda la izquierda extra-frenteamplista, para avanzar en acuerdos en base a un programa de independencia política de los trabajadores y una perspectiva de ruptura con el capitalismo y por el socialismo. En esa tarea estamos, y desde la CTS de invitamos a ser parte de esta experiencia