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Red Internacional
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SISMO EN MÉXICO. Los desastres no son naturales

Es la desigualdad social que impera y la vulnerabilidad de la población más precarizada, la principal causante de miles de pérdidas, tanto humanas, como económicas y estructurales.

Axomalli Villanueva

Axomalli Villanueva @1quiahuitl

Miércoles 18 de octubre de 2017

Tras el último mes de fenómenos naturales, el saldo ha sido más que devastador para México. Ante la llamada de las autoridades a “volver a la normalidad”, una etapa aún más compleja se abre, en la cual se tendrá que ver por aquellos que prácticamente perdieron todo en los dos sismos y tras la temporada de huracanes.

Y es que una vez más los daños ante este tipo de fenómenos naturales cobran cada vez más víctimas y problemas sociales a diferentes escalas.

Una primera lectura puede ser la poca preparación de la sociedad en su conjunto para hacerles frente. No obstante, esto no es más que la muestra de que en un sistema en el cual la desigualdad social impera y la vulnerabilidad de la población más precarizada es la causante de las miles de pérdidas, tanto humanas, como económicas y estructurales.

En términos simples, la vulnerabilidad puede ser entendida como la propensión de una sociedad a sufrir daños asociados a una amenaza, en este caso un fenómeno natural intenso, y su capacidad de hacerle frente y de recuperación en el menor tiempo posible.

Ante ello, la forma que se construyen nuestras ciudades pone en evidencia la poca importancia que se le da al tema del riesgo de desastre ante diferentes amenazas, ya que se sigue construyendo sobre lugares no aptos para el desarrollo urbano.

Tampoco se considera la vocación natural del territorio al momento de decidir el tipo de actividades productivas se van a desarrollar, ni se respetan los planes y programas de ordenamiento urbano o del territorio.

La situación que vive actualmente México es funesta, pues al tener 11,122 km de costa y al estar ubicado entre dos grandes océanos, además de poseer una de las zonas sísmicas más importantes en el continente, donde se encuentran varias placas tectónicas.

Pareciera que después que sucede una catástrofe el gobierno vuelve a la supuesta normalidad y se cae nuevamente en presentar a la tragedia como un “desastre natural”, ante el cual, ni las autoridades ni la sociedad en general pudiera hacer algo para prevenirlo.

Sin embargo el desastre es social, lo único natural aquí es el fenómeno que desencadena una serie de situaciones negativas para la sociedad.

El desastre muestra contextos y situaciones específicas. En México la temporada de huracanes del 2017 ha sido –por mencionar algo–, de las más intensas desde el 2005. Los científicos atmosféricos miraban atónitos las imágenes de satélite que mostraban no sólo a un huracán súper potente como Harvey devastando la zona de Houston y dejando atrás a cientos de damnificados, sino que, vieron a tres sistemas de tormenta potencialmente devastadores al mismo tiempo dirigirse a las costas del Caribe, como Katia, Irma y José.

Fuente: National Hurricane Center, NOAA

Al menos cada 15 años ocurren fenómenos parecidos en todo el mundo. Fue un golpe doble para las poblaciones ya afectadas, dejando daños aún más devastadores.

Todo esto generó debates dentro de la comunidad científica que argumenta que es una evidencia de que el cambio climático esta apenas empezando a sentirse, confrontando a las posturas “negacionistas” que predominan en el discurso, no sólo del presidente Donald Trump, sino de muchos más políticos dentro de Estados Unidos y el mundo.

Por otro lado, el pasado 7 de septiembre un fuerte sismo sacudió la parte sur y centro del territorio mexicano. Este sismo que superó en intensidad al sismo de 1985, dejó 41 municipios de Chiapas y Oaxaca con severas afectaciones, entre ellos Juchitán, Unión Hidalgo, Asunción Ixtaltepec y Santiago Astata, Salina Cruz, Santo Domingo Tehuantepec, San Mateo del Mar, Santa María Huamelula, Santiago Niltepec, Santa María Xadani, Ciudad Ixtepec, Ixtaltepec, Santiago Lachiguiri y Guevea de Humboldt.

En los días posteriores se registraron hasta 1,226 réplicas, la de mayor magnitud fue de 6.1 grados lo cual en conjunto con las lluvias intensas de esta temporada han provocado al menos 98 los muertos y 800,000 personas resultaron damnificadas. Respecto a los años materiales, según el recuento preliminar, hay al menos 74 tramos carreteros con daños, 40,000 casas dañadas, 324 escuelas afectadas.

A poco más de una semana y en el mismo día que el desastre de 1985, alrededor de las 13:00 hrs se registró otro sismo de magnitud de 7.1 grados, volviendo a afectar los estados de Chiapas y Oaxaca, pero sobre todo dejando a su paso una gran devastación en la zona del Valle de México y Morelos, zonas en donde decenas de estructuras colapsaron dejando cientos de desaparecidos y muertos en todo el país.

Como explica acá, casi inmediatamente cientos de miles de personas salimos a ofrecer nuestra solidaridad y a participar en las labores de búsqueda y rescate, mientras que el Ejército mexicano entorpecía y frenaba las brigadas solidarias. Además que las mismas autoridades se encargaron de desviar miles de millones en recursos y acopio que fue ofrecido solidariamente.

Desafortunadamente las tragedias vuelven a ocurrir; debemos aprender a convivir con los fenómenos naturales, y especialmente con aquellos que ya sabemos provocan graves daños y que son cada vez más frecuentes. No debemos olvidar que la naturaleza nos cobrará factura de lo que dejamos de hacer en el presente en materia de prevención.

En el caso de los huracanes son los principales abastecedores de agua hacia el continente, además de que fungen como factores determinantes para la regulación de la temperatura del planeta. Sin ellos, los ecosistemas probablemente no serían lo mismo, ni la vida misma, el debate es si realmente su potencial destructivo es la causa del cambio climático, aunque estas apenas son hipótesis dentro de la comunidad científica.

Los sismos son consecuencia de la actividad tectónica del planeta. Gracias a ésta es que la Tierra se renueva constantemente de nutrientes provenientes del corazón de nuestro planeta.

Es decir los sismos, lejos de ser un "desastre natural", al igual que los huracanes, son de hecho uno de los factores por los cuales la vida en el planeta es como la conocemos. Sin embargo, no podemos predecirlos ni tampoco podemos evitarlos.

Si se reflexiona un poco sobre esta situación, podemos comprender que los fenómenos naturales siempre han sucedido y siempre sucederán; se puede considerar un desastre natural cuando existen pérdidas económicas y humanas.

Como se dice acá “para prevenir estas catástrofes es necesaria infraestructura y vivienda digna y segura para la clase trabajadora y los sectores populares, es indispensable enfrentar a este régimen político al servicio de las trasnacionales, los empresarios y el imperialismo estadounidense, en el camino de construir, con la lucha y la organización independiente de los partidos patronales, un futuro donde ninguna persona sea explotada ni oprimida.”

En este sistema solo existe una lógica de producción anárquica, con enfoque únicamente en las ganancias económicas a corto plazo, no busca comprender los ecosistemas (a todas las escalas; desde lo local hasta lo planetario) que nos dan sustento.

Se debe construir un mundo nuevo desde la base, donde se termine la explotación por parte de una minoría que es la que busca producir en función de sus ganancias. Un mundo donde la producción se destine a satisfacer las necesidades de la mayoría, además de conservar la naturaleza. Ello no significa que los "desastres" dejarán de existir, pero sin duda serían mucho menores pues habría toda una estrategia de prevención y la reconstrucción sería mucho más sencillo y atendería las necesidades del grueso de la población.