Es indudable que la Universidad de Chile vive momentos tensos. Desde abajo y transversalmente entre los estamentos, ebullen diferentes demandas que reúnen desde problemas locales, hasta el eco del enorme movimiento internacional estudiantil pro palestino. El vector de unidad de todos los cuestionamientos y motivo de efervescencia pareciera ser el autoritarismo universitario expresado en este caso en Rosa Devés y sus declaraciones. También, la pugna intestina de un movimiento estudiantil que batalla por su recomposición.
Viernes 24 de mayo de 2024
Juego sucio y macartismo
Las declaraciones de las autoridades son confusas y contienen “jugadas sucias”. En un primer momento el asesor comunicacional de rectoría, Simón Boric, apostó por criminalizar la movilización. Para él, los estudiantes habrían entrado violentamente a las inmediaciones de la Casa Central agrediendo a funcionarios, según las declaraciones oficiales que emitió la propia Rectora en diferentes medios de comunicación como EMOL o La Tercera.
Inmediatamente los estudiantes organizados respondieron rodeando su movilización de solidaridad con más de 1500 firmas que incluían a diputados y académicos. Los académicos y funcionarios organizados en la ACAUCH, FENAFUCH y SINTRAUCH se pronunciaron apoyando y desmintiendo el relato del equipo de rectoría. Académicas de renombre como Faride Zerán respondieron a Rosa Devés denunciando persecución a los académicos que apoyaron la movilización: “en ciertos salones de la universidad hay quienes vociferan pidiendo nombres y represalias contra aquellos que apoyan a los estudiantes, en una suerte de macartismo añejo que pretende amedrentar a quienes pensamos que la universidad somos todos.”
Los primero triunfos de la movilización estudiantil
El impacto de la acción estudiantil, la transversalidad interna de la demanda y su alcance nacional e internacional llevó a que la rectora y sus asesores ajustaran el diálogo sin ceder a la demanda estudiantil por la ruptura de los tres convenios que la Universidad de Chile mantiene con Israel. En un comunicado emitido el 20 de mayo, comenzó a hablar de Palestina, se declaró abierta al diálogo y a la reflexión acerca de las demandas presentadas en el petitorio elaborado por la asamblea de acampe y ratificado por la FECh. Incluso, escribieron: “respaldamos la voluntad de movilización de nuestros estudiantes en apoyo a la causa palestina”. A la par que reclamaban que cualquier respuesta debía pasar por el diálogo triestamental.
Esta declaración poco conocida y difundida pasó sin pena ni gloria, horas después las autoridades de la Facultad de Filosofía y Humanidades anunciaron la ruptura de uno de los convenios que mantenían con la Universidad Hebrea de Jerusalén, acción que sólo pudo llevarse a cabo tras la movilización estudiantil. La acampada y las demandas volvieron a encontrar legitimidad.
Ni las mentiras y tergiversaciones, así como tampoco las ambigüedades y eufemismos llevaron a que las autoridades pudieran encauzar la movilización y aplacarla, por el contrario: se encontraron con estudiantes que en todo momento han mantenido el diálogo político hacia la sociedad relevando el trasfondo de sus demanda y el alcance de la causa palestina. Los estudiantes de la Universidad de Chile obligaron a la Doctora en Bioquímica Rosa Devés y al Periodista Simón Boric a elevar el nivel del debate, a dejar de lado el juego sucio y a hablar de Palestina. Que Rosa Devés tenga que hablar de Palestina, junto con la acción decidida de romper uno de los convenios de Filosofía y Humanidades, son los primeros triunfos de la movilización.
El tercer momento de la movilización: el debate de ideas
El día de ayer, 23 de mayo, las autoridades dieron inicio a una nueva estrategia: empezar a hablar de Palestina, a la par que dejaban en claro que no estarían dispuestos a cortar lazos con las Universidades de Israel. De esta forma, la Rectora asistió al acto de la Comunidad Palestina por la conmemoración de la Nakba. Horas después, los medios de comunicación reflejaron su postura contraria al quiebre de relaciones con las universidades israelíes.
La entrevista comienza dejando entrever este cambio de discurso. El periodista Ramón Ulloa pregunta si la presencia de las autoridades es para impedir que se tome la Casa Central (como habían afirmado ya en diferentes medios) o es más bien por una cuestión simbólica. Ahora, Rosa Devés ya no habla de violencia, sino de que su rol es ser responsable también de los estudiantes que están en el acampe: “más que el riesgo de la toma, es la presencia (...) es un símbolo”.
Lo que en un inicio fue argumento para victimizarse ante los medios y criminalizar la movilización, hoy es argumento para legitimar el diálogo con los estudiantes y sus propias posiciones políticas acerca de la cuestión Palestina, específicamente, sobre los convenios y la ruptura con las universidades israelíes.
Las universidades son para Rosa Devés “las últimas instancias de diálogo racional posible. Las voces disidentes o críticas normalmente están en las universidades ya sean de los estudiantes o los académicos (...) Romper relaciones con universidades de Israel es acallar las voces disidentes o las voces críticas”. Aldo Villalobos, vocero del acampe, respondía a estas declaraciones que “decir que es antidemocrático romper lazos con el Estado genocida de Israel es relativizar la democracia y la libertad de expresión hacia un absurdo”.
La Rectora realiza un análisis abstracto que no atiende a la situación concreta de las universidades que cuestionan los estudiantes. A diferencia de la dictadura militar en Chile, parangón que utiliza Devés para justificar su posición, las universidades israelíes y sus comunidades no se están defendiendo de una dictadura creada para aplacar un profundo proceso revolucionario de trabajadores y sectores populares.
La Universidad de Chile expresó en los 70’ las contradicciones de una sociedad polarizada y la ambición por la transformación revolucionaria de la sociedad. Por ese motivo fue castigada luego por una dictadura militar que cercenó la Universidad, arrebatándole sus sedes, imponiendo el modelo de autofinanciamiento por facultades o campus, modelo que se mantiene, por lo demás, hasta el día de hoy.
El parangón no sólo es errado desde el punto de vista histórico, sino que también desde un punto de vista político y moral. En el libro The Palestine Laboratory, el periodista de investigación Antony Loewenstein comentaba que “Israel no solo entrenó personal chileno para ayudar la represión contra su propio pueblo. Después del embargo de armas contra Chile aprobado por el Congreso estadounidense en 1976, un cable desde la embajada estadounidense en Chile muestra que Israel era el mayor distribuidor de armas a Pinochet.” Esta es la propia base de uno de los convenios más importantes que los estudiantes movilizados en el acampe quieren echar abajo, el convenio marco creado en plena dictadura (1982) con la Universidad de Telaviv.
Las universidades en Israel son, quizás, más parecido a lo que Althusser llamó los “aparatos ideológicos del Estado”, a través de las cuales se ejerce un apoyo directo al genocidio y a los objetivos colonizadores de Israel.
Más allá de la ingeniosa (y desafortunada) relación entre Chile de los 70’ y el rol que juega hoy Israel, el argumento de la rectora no es para nada novedoso, es sólo un copy paste de las respuestas institucionales que recorren Estados Unidos y Europa para frenar al auge de las movilizaciones estudiantiles y acampes. A este argumento kantiano que mide a todas las universidades por la misma vara situando la libertad de expresión como máxima, habría que oponer las características y el rol material que hasta ahora han jugado algunas de las universidades israelíes que denuncian los estudiantes.
Siguiendo con la Universidad de Tel Aviv, los estudiantes denuncian que “es la piedra angular del diseño israelí de armas y herramientas de inteligencia, con 55 proyectos tecnológicos realizados conjuntamente con el ejército en 2008, además de la participación de sus estudiantes en los esfuerzos militares durante cada ofensiva contra el pueblo palestino.” Ver: Los convenios de las universidades con Israel, el nuevo objetivo estratégico de los estudiantes pro-palestinos
En todo el mundo los estudiantes comienzan a reorganizarse, funcionarios y académicos se pliegan a las movilizaciones. La potencia de la autoorganización estudiantil y la alianza de todos los estamentos atemoriza a las autoridades universitarias, porque cuestiona su poder y desenmascara la verdadera realidad de la democracia universitaria. La respuesta de las autoridades ha sido represión, criminalización, o un paternalismo que busca explicar el verdadero valor de las universidades a estudiantes que atesoran su lugar de estudio al punto de buscar liberar las instituciones a las que pertenecen de cualquier complicidad con el genocidio. Ellos sitúan la libertad de expresión como una pregunta abierta: ¿Para quién está dada la libertad de expresión y la democracia? Ni la libertad de expresión ni la democracia existe ya en las universidades palestinas destruidas por Israel, tampoco existe para los miles de estudiantes y académicos asesinados. ¿Quién defiende la libertad de expresión y la democracia para las universidades palestinas destruidas por los bombardeos sionistas? Los estudiantes en todo el mundo nuevamente señalan el camino.