Si no hay una planificación sobre el uso de la tierra, por más obras hidráulicas que se realicen siempre habrá inundados, y las obras que se hagan servirán solo para la foto de la inauguración.
Miércoles 4 de mayo de 2016
Corrientemente se escucha sobre los fenómenos de la naturaleza, en general se nombran los efectos; en nuestro caso y últimamente, pasa con las inundaciones. Se sacan fotos de zonas anegadas y nuestro actual presidente Macri entonces expresa, en su rápida recorrida por los lugares inundados: “esperemos que pare de llover”. Si bien no podemos atribuirle al presidente actual la responsabilidad sobre el fenómeno climático del Niño, ni tampoco sobre las obras que no se hicieron (que corresponde a los gobiernos anteriores, tanto nacional como provinciales) sí podemos atribuirle no haber creado un plan de contingencia ante un fenómeno que no es nuevo, que no es imprevisible y que no es un castigo de ningún Dios. Pero expliquemos qué es el fenómeno de El Niño.
El Niño
Es un fenómeno climático relacionado con el calentamiento del Océano Pacífico oriental ecuatorial, el cual se manifiesta en ciclos de entre tres y ocho años y consiste en la fase cálida del patrón climático denominado El Niño-Oscilación del Sur, donde la fase de enfriamiento recibe el nombre de La Niña, es decir que ambos se suceden.
Como consecuencia de este fenómeno hay múltiples consecuencias, y las que más nos interesan son las que impactan sobre el sur de Brasil y norte de Argentina, donde se experimenta un clima más húmedo que en condiciones normales, sobre todo durante el verano. En Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil se presentan intensas lluvias que provocan inundaciones que afectan a las personas, a los cultivos, y hasta aparecen algunas enfermedades denominadas fúngicas (sobre árboles, plantas e inclusive animales).
Algunos investigadores afirman que los eventos de El Niño existen desde hace por lo menos 40.000 años. Por lo tanto nadie puede decir “esto es nuevo para mí”. En todo caso se podría decir “yo no tenía conocimiento”. En nuestro país ha habido inundaciones varias en estos últimos años: Santa Fe en el 2003- después de la cual el ex gobernador Carlos Reutemann fue acusado por las obras inconclusas- sobre la cuenca del Río Salado -la última en el 2015- cuya red para medir niveles y caudales dejó de funcionar en 1989; el año 2013 en La Plata con 89 muertos reconocidos por el gobierno (aunque se cree que fueron muchos más), cuando el entonces gobernador Daniel Scioli se excusó con que fue “un diluvio sin precedentes en la historia” declarando el asueto administrativo y educativo; y ahora en el Litoral, por no mencionar nuevas inundaciones en Santa Fe y varias en Córdoba también.
Cuando un nuevo gobierno asume se supone que lo hizo haciendo un relevamiento previo de las necesidades, es decir que “Cambiemos” debería haber hecho al menos un proyecto de lo más prioritario por hacer. No sabemos si el rabino Bergman sabe algo realmente sobre medio ambiente, pero es el ministro de esa cartera. Y tampoco se sabe cuál es el rol del INA (Instituto Nacional del Agua) pero sí se sabe que dentro de este instituto hay una Dirección de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico, dependiendo todo de la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación.
Improvisaciones
La semana pasada la gobernadora Vidal lanzó un nuevo plan hidráulico con intención de traer alivio a las reiteradas inundaciones en determinadas zonas de la provincia de Buenos Airesque, por lo que explican las notas publicadas, demandará más de tres años y una inversión de al menos 15.000 millones de pesos; se estima que beneficiará a ocho millones de personas.
Como ingeniero conozco planes hidráulicos maestros para la provincia desde el 2001, es decir que el tema se estudió y se volvió a estudiar, pero las inundaciones siguen afectando a las personas.
Sí hay que tener en cuenta que el hombre a través del uso/abuso de la tierra ha ido cambiando en estos últimos años la geografía de los terrenos, donde muchos campos fueron deforestados y reemplazados por campos para soja y/o otros cultivos “más rentables” o inclusive para emprendimientos inmobiliarios de lujo. Esto conlleva a un cuestionamiento sobre el uso social de la tierra. Si se dan permisos para hacer múltiples countries talando árboles y ocupando zonas de humedales ó inclusive se da vía libre para cultivar campos con soja, esto lleva con el tiempo a afectar a las propiedades vecinas (teniendo en cuenta además la realización de canales ilegales que desvían el agua). Con el tiempo también afecta a los que viven aguas abajo de estos sitios, al modificar el poder de absorción de las lluvias por parte de la tierra y de los bosques. Es decir, si no hay un criterio/ley/normativa sobre el uso de la tierra, ni un control efectivo de su cumplimiento, por más obras que hagan siempre habrá inundados y las obras que se realicen (si se terminan, porque parece que nunca se terminan) sólo serán un paliativo momentáneo para la foto de la inauguración. Por lo tanto, el tema es más amplio de lo que se pretende o habla o comenta.
Finalmente hay algo que el Ministerio de Energía no se puso a estudiar (o al menos no se dio por enterado) y es que al correr más agua en los ríos (convengamos hasta el desborde) también hay más agua para turbinar y generar energía, es decir que las centrales hidroeléctricas del litoral no sólo están trabajando a full en esta época del año, sino que convendría ampliarlas. Hay previstas dos ampliaciones en Yacyretá desde hace varios años que están esperando que alguien que sepa las encare.
Mientras tanto el ministro de Energía declara la “emergencia energética” y al mismo tiempo paraliza las obras del plan energético nuclear e ignora estas obras hidroeléctricas. Esto es imprevisión.