Tras una jornada de mucha expectativa, Luiz Henrique Mandetta seguirá al frente de la cartera de Salud, lo que promete dar continuidad a las tensiones en el Gobierno.
Martes 7 de abril de 2020 13:24
El ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, durante una rueda de prensa el 30 de marzo en Brasilia (Brasil). EFE/Joédson Alves
Durante la tarde del lunes ganó peso la especulación de que Bolsonaro echaría al ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta. El nombre del diputado Osmar Terra, conocido reaccionario y exministro de este Gobierno, ya parecía nominado para la sucesión. Sin embargo, momentáneamente los militares palaciegos lograron apagar las llamas de la crisis y postergar el despido que parece inevitable.
Las crecientes desavenencias entre el ministro y Bolsonaro se vienen acumulando alrededor de cuál debe ser la política del Gobierno federal para combatir la propagación del coronavirus. Bolsonaro mantiene su línea negacionista y genocida por el fin de las medidas de cuarentena, defendiendo un inconsecuente aislamiento vertical, mientras Mandetta está más sintonizado con los gobernadores en el campo opuesto, defendiendo el aislamiento total, pero dejando de lado cuestiones esenciales como el testeo masivo de la población y la generación de camas de terapia intensiva suficientes para enfrentar la crisis.
Después del almuerzo de Bolsonaro y sus ministros militares palaciegos con Osmar Terra para discutir el uso de la hidroxicloroquina, una de las polémicas entre el presidente y el ministro, parecía confirmarse el cambio de mando en el ministerio. Sin embargo, la reunión ministerial al final de la tarde terminó sin novedades en relación al despido de Mandetta. En palabras del vicepresidente, el general Hamilton Mourão: “Mandetta siguen en combate, se queda. Hablamos de escenarios, como la flexibilización del aislamiento, en el futuro”.
Como viene analizando Esquerda Diário, sitio de la red internacional en Brasil, la polarización entre Bolsonaro y los gobernadores hizo crecer el papel de árbitro de los militares, lo que tiene su mayor expresión en la presencia del general Braga Neto al frente del comité de emergencia.
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Algunos periodistas han llegado a informar que el general estaría ocupando el cargo de “presidente operacional” durante la crisis. La pelea entre Bolsonaro y su ministro puede buscar mostrar que todavía manda, pero hay señales que no se venían viendo de contención del “intutelable” presidente por el ala militar.
De un lado se encuentra la política de los gobernadores y Mandetta, aplaudida por la población. Por otro, la de Bolsonaro -cuya aprobación viene en caída y lo ha obligado a repliegarse con su principal base social, el empresariado y parte de los evangélicos- que pone en el centro el discurso económico, la prevención del caos económico posterior a la pandemia. Entre la demagogia por la vida de Mandetta y los gobernadores, y la demagogia de Bolsonaro por la preservación de la economía, no se ven medidas consecuentes de ningún lado para salvar vidas y preservar el empleo e ingreso de los trabajadores.
Bolsonaro se dice muy preocupado con el sostén de las familias de los trabajadores informales y autónomos durante la cuarentena, todavía no anunció el pago de los 600 reales de emergencia que prometió para ese sector de la población, que ya pasa hambre. Por el otro lado, los gobernadores que se dicen tan orientados por la ciencia, se restringen a la cuarentena, ignorando medidas que la harían más racional y eficiente, como la realización de tests masivos que la orienten.