Raúl Campañaro, distribuidor del libro sobre los crímenes impunes de la Concentración Nacional Universitaria, denuncia ataques y una causa policial armada en su contra. Aunque los veteranos de esa patota de la derecha peronista se camuflaron e incluso algunos hoy trabajan con el kirchnerismo, la vieja CNU no pierde las mañas.
Daniel Satur @saturnetroc
Sábado 11 de abril de 2015
Foto: José Ignacio Rucci -izquierda- en un acto de la CNU
La Concentración Nacional Universitaria (CNU) fue una patota parapolicial de la derecha peronista que, en los años previos a la dictadura, asesinó a decenas de militantes obreros y populares especialmente en La Plata y Mar del Plata. Muchos de sus miembros, después del 24 de marzo del 76, se integraron a los grupos de tareas genocidas. Terminada la dictadura muchos siguieron trabajando para el Estado, bajo todos los gobiernos, y otros se transformaron en prestigiosos profesionales.
El número de torturadores y asesinos que integraron la CNU supera ampliamente el centenar. Pero a más de cuarenta años de sus crímenes sólo hay trece procesados que serán juzgados próximamente. Salvo unos pocos muertos, el resto siguen vivos y coleando con impunidad.
Los periodistas Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal militaron durante los 70 en el PRT, una de las organizaciones blanco de la CNU. Llevan años investigando y ya lograron reconstruir muchos de los crímenes de la banda e identificaron a varios de sus miembros. Tras publicar decenas de crónicas en el semanario Miradas al Sur, a fines de 2013 las compilaron y publicaron el libro “La CNU, el terrorismo de Estado antes del golpe”, que hoy forma parte del expediente.
La editorial y librería platense De La Campana distribuye ese libro en todo el país. Por eso su dueño, Raúl Campañaro, su librería y sus amigos de “Como la Cigarra” de Mar del Plata sufrieron ataques y aprietes constantes. La Izquierda Diario habló con Campañaro sobre los atentados a las librerías, sobre una bizarra causa policial armada en su contra y sobre otras provocaciones de la derecha recibidas en estos años.
En De La Campana fue un ataque un tanto elaborado, ya que fue en la madrugada del 7 al 8 de febrero y se las ingeniaron para meter un brazo de costado por un intersticio entre la persiana y la puerta vidriada, y con una baldosa romper el vidrio.
Cuando hicimos la denuncia tuvo mucha repercusión en los medios. Hasta el Diario El Día publicó la noticia, siendo que está denunciado en el libro. Y bueno, la CNU era un grupo antisemita que se proponía matar a todos los judíos posibles, así que aunque sea por eso Kkaiselburd (dueño del diario) lo sacó. Es que a esta altura nadie quiere quedar pegado a CNU. Ni siquiera quienes tejieron alianzas con ellos.
Y recibimos mucha solidaridad, tanto institucional como de clientes y de compañeros de militancia.
Foto: Vidrieras rotas de De La Campana y Como la Cigarra
A eso de las 22, mientras cocinaba, aparecieron cuatro patrulleros frente a mi casa y me golpearon la puerta al grito de “¡salga!”. Salí, desorientado, y un tipo enseguida me encandiló con una linterna (después vi que además me apuntaba con el arma). Preguntaron si había alguien más en la casa, les dije que vivo solo y me repiten si estaba seguro de que no había nadie más. Entonces les dije que si querían pasar pasaran, aunque no fuera la manera. Mientras esperaban que apareciera alguien de testigo, por radio el jefe de calle que estaba ahí recibió la información de que habían encontrado a la chica perdida, que “está bien, que no la subieron a ningún auto, se había perdido y no le pasó nada”, según él mismo repitió en voz alta. Me pidieron millones de disculpas y se fueron.
A los quince minutos cayó otro patrullero con la orden de llevarme a la comisaría, “para no tener problemas”. Les dije que el jefe de calle un rato antes había dicho que estaba todo aclarado. Al insistir en que los acompañe porque había una orden, busqué mis documentos y, por la hora, sólo se me ocurrió llamar a un amigo abogado para que me acompañe. Cuando llegamos dijeron que las cosas habían sido de otra manera, que había una denuncia donde se menciona a una persona con mis características físicas y a una camioneta igual a la mía y con mi patente. Que a la chica la quisieron secuestrar en esa camioneta y que uno de sus ocupantes le dijo que quería llevarla a vivir con él.
Además de lo frágil la historia, quisieron que firme un acta sin darme copia, a lo que obviamente me negué. Nos tuvieron cuatro horas y media en la comisaría. Evidentemente quisieron usar a la piba para redirigir la acusación contra mí.
Para Campañaro esa causa armada no tiene futuro, pero al mismo tiempo sabe que no puede descuidarse. “Esta chapucería se va a caer -afirma-, pero debe quedar claro que la comisaría Décima es capaz de armar causas. Acá intentaron tergiversar algo que existió, pero mañana pueden armarla bien (son expertos) y me plantan drogas o armas, o directamente me mandan a asaltar.”
Y no lo dice hipotéticamente. Hace diez años, junto a varios vecinos hicieron desplazar al anterior comisario, Carlos Gómez, al comprobar que trabajaba en connivencia con una familia del barrio que le robó prácticamente a todo El Rincón.
Foto: Raúl Campañaro
Los otros “setentistas”
Los ladrones, torturadores y asesinos de la CNU, en su gran mayoría, siguen caminando por la calle y haciendo sus compras cotidianas. Algunos trabajan en el Estado y otros son profesionales de renombre. Casi todos tienen uno y mil lazos con el Partido Justicialista. Seguramente son dignos padres de familia y van a misa cada domingo a decirle a Dios que ellos se merecen el cielo y mucho más.
El caso de Juan José Pomares es paradigmático. El “Pipi” (ése es su alias) fue uno de los más pesados de la patota. En su investigación, Cecchini y Elizalde Leal lo ubican en prácticamente todos los secuestros y crímenes comprobados. Sin embargo, hasta no hace mucho Pomares era un empleado privilegiado de la Legislatura bonaerense al servicio del Frente Para la Victoria.
Varios años después de perpetrar crímenes atroces en sociedad con la Triple A y las fuerzas represivas estatales, a principios de los 90 el “Pipi” Pomares fue convocado para trabajar en el área de Desarrollo Social de la Municipalidad de La Plata. El dirigente Alberto “El Cabezón” Delgado, a pedido del intendente recién asumido, buscaba dotarse de gente “pesada” para lidiar con los punteros de la región. El intendente no era otro que el actual ministro de Justicia y Derechos Humanos kirchnerista, Julio César Alak, quien gobernó La Plata entre 1991 y 2007.
Tras más de una década de integrar la guardia pretoriana del municipio platense, el “Pipi” se mudó a la Legislatura provincial y las pocas cuadras que separan un edificio del otro las recorrió de la mano del Frente Para la Victoria. En su nuevo refugio se convirtió en “asesor” del bloque se senadores kirchneristas, cargo que conservó hasta un año después de ser detenido y alojado en el penal de Marcos Paz.
Hoy, junto a su secuaz Carlos “El Indio” Castillo, son los únicos dos detenidos y procesados por los delitos perpetrados por la CNU en La Plata.
Pomares cayó en desgracia en julio de 2011, luego de que Cecchini y Elizalde Leal lo mencionaran reiteradamente en Miradas al Sur como partícipe directo en varios operativos. Sin embargo Gabriel Mariotto, presidente del Senado y vicegobernador de Daniel Scioli, se tomó un año para decidir si dar de baja o no. Finalmente en julio de 2012 Pomares dejó de “asesorar” (al menos formalmente) a la bancada kirchnerista.
Raúl Campañaro lleva años editando documentos e investigaciones sobre las luchas populares de los años 60 y 70 y sobre las respuestas contrarrevolucionarias de las clases dominantes. De La Campana hoy es una referencia en la materia y por eso no es de extrañar que los “otros” setentistas, nostálgicos de la picana y los vuelos de la muerte, elijan a esta editorial como blanco de ataques.
Unos años antes había entrado un tipo de unos setenta y pico de años. Me contó que solía jugar al ajedrez con Rodolfo Walsh en el Bar Rivadavia de La Plata. Y agregó como al pasar que en sus tiempos de personal de seguridad en Petroquímica Sudamericana jugaba con gente de Inteligencia de la Bonaerense y con el ingeniero Jasalik. Éste último era gerente de esa empresa y fue ejecutado por las Fuerzas Armadas Peronistas. Yo milité en el Peronismo de Base, que tuvo afinidad política con las FAP, así que esa visita fue como para decir “estamos acá”.
En 2006 Reato todavía trabajaba en Télam y nos mandó el original de una biografía de Lula, con críticas por izquierda. Parecía más bien escrito por alguien del PSOL. Le preguntamos a quien nos había contactado con él y nos dijo que estaba bastante ligado a la Iglesia Católica. Y enseguida descubrimos que había sido vocero nada menos que de Esteban Caselli, el embajador de Menem en el Vaticano. Al final le devolvimos el original y lo publicó por su lado.
Tres años después nos mandó Operación Traviata, que es sobre el asesinato de José Ignacio Rucci. Yo ni me imaginaba que era una maniobra funcional a la campaña del “Momo” Venegas y Claudia Rucci (hija de José Ignacio, NdR). Hábilmente el tipo nos mandó sólo dos capítulos, sobre la operación en sí y sin sus fundamentos políticos para restaurar la teoría de los Dos Demonios, que es lo que finalmente plantea en el libro que le publicó Sudamericana con una tirada de 50 mil ejemplares.
Googleando consigo relacionar a esta mujer con otro San Emeterio, Eduardo Sinforiano, hijo del coronel Eduardo Romeo San Emeterio, quien fuera entrenado por los franceses en su Escuela Superior de Guerra y después hiciera el curso de contrainsurgencia en la Escuela de las Américas. Y a su vez Sinforiano, según denuncian organismos de derechos humanos, trabajó en la SIDE en la dictadura y después se recibió de abogado en la Universidad Católica. Hoy defiende a generales del Ejército procesados.
Todo esto sucedía mientras estábamos terminando la traducción de “Escuadrones de la muerte, la escuela francesa”, de Marie-Monique Robin… Uno trata de no pensar conspirativamente y ser siempre realista. Pero el tipo de maniobras que realizaron contra nosotros son obvias.
En el Estado hay varios, además de Pomares. Uno trabaja en el Archivo General de la Nación. Hasta hay uno que, como estuvo acusado por los mismos militares por robo, tuvo la caradurez de tramitar una indemnización como si hubiera sido víctima de la dictadura.
A mediados del 76 los militares obligan a la CNU a dejar de actuar por su cuenta e integrarse a los grupos de tareas. Ahí algunos miembros, más de clase media profesional, se fueron alejando y se integraron a la sociedad platense.
Tan integrados están en La Plata (donde funcionaba el núcleo más numeroso de la CNU con unos 80 miembros operativos y una sólida periferia intelectual) que tras largos años y pese a toda evidencia investigativa, sólo hay dos detenidos: Castillo y Pomares.
En Mar del Plata los presos son once, diez civiles y un exmilitar. Y tal vez por la cantidad de imputados y porque allí el juicio debe realizarse este año, se aceleraron los esfuerzos para dilatar los trámites. Lo último fue la recusación del fiscal federal Daniel Adler por parte del imputado Gustavo Demarchi. Recusación que hace pocos días rechazó el Tribunal Oral Federal.
Desde la fiscalía de Adler le avisaron a Raúl Campañaro que lo citarán para dar testimonio sobre los ataques recibidos por “De La Campana” y “Como la Cigarra”, a esta altura sin dudas relacionados con los resabios de esas viejas patotas de la derecha peronista.
Tapa de La CNU, el terrorismo de Estado después del golpe
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc