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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Los silencios de Kicillof

El ministro de Economía visitó la Universidad de La Plata para disertar sobre la formación de economistas para “el crecimiento con inclusión”. El docente e investigador Mariano Féliz comparte su opinión sobre la exposición del funcionario.

Jueves 14 de mayo de 2015

Hace unos días hablamos del debate planteado por la mera posibilidad de que el ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, se presentara en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. Luego de algo de incertidumbre al respecto, finalmente el miércoles 6 de mayo se realizó la Conferencia “La formación en Economía en el contexto del crecimiento con inclusión” con la participación central del ministro Kicillof.

Y llegó Axel… pero algunos quedaron afuera

La conferencia se realizó en el aula Magna, en el 2do piso de la Facultad. La charla se había propuesto por sus organizadores como una actividad inscripta en un prolongado y conflictivo debate en torno a la reforma de los planes de estudio, en especial del plan de estudios de la llamada Licenciatura en Economía que se encuentra vigente desde 1992. En ese marco, se presentaba como un aporte al debate sobre la necesidad del pluralismo en la formación de los economistas.

¿Sos keynesiano? Pasá. ¿Sos marxista? Mhhh…

Lamentablemente el discurso del pluralismo se reducía a puras palabras, y quedó en la puerta del aula Magna. Allí los organizadores instalaron un dispositivo tipo cerrojo donde algunas personas tuvieron la tarea de “filtrar” el público participante.

Parecía existir una “lista negra” (o podríamos decir “lista roja o rojinegra”) que marcaba a aquellos potenciales participantes díscolos, o activistas no oficialistas. Quienes eran identificados in situ como posibles generadores de planteos o preguntas incómodas para el ministro, fueron frenados en el ingreso, en una actitud discriminatoria, antidemocrática y, evidentemente, poco plural. Ser marxista, anarquista, o en cualquier caso, militante no adherente a la agrupación del ministro, alcanzaba para ser identificado y dejado de lado. Sólo había lugar para militantes oficialistas, funcionarios, y miembros de la gestión en la Universidad (de los cuales había muchos, entre ellos el decano de la Facultad). Flaco favor le hicieron al debate.

En ese contexto, el ministro abordó el debate sobre la necesidad de la renovación del plan de estudios en economía. Desde el estrado, vapuleó al círculo de economistas neoclásicos (a los que acusó de “no entender nada” y “no explicar nada”), señalando el anacronismo del discurso neoliberal en economía, su incapacidad de comprender y describir los procesos socioeconómicos de la última década en Argentina y la región, y por ello, cuestionando como poco útiles como base para la formación de los economistas para este tiempo. En tal sentido, realizó una crítica que sintetiza en muchos puntos los debates compartidos por quienes venimos militando por una reforma de planes de estudio (no sólo de economía) que sea plural, crítica y democrática.

Además, dio un relato estilizado del proceso de reforma de los planes de estudio en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA en los años noventa, y su rol como militante en aquellos tiempos. Para concluir, hizo una defensa del proyecto neodesarrollista poniendo el énfasis en el papel que tendría la redistribución del ingreso en éste como motor del crecimiento económico. En ese punto marcó el contraste con el ofertismo neoclásico que sostendría que el crecimiento se basa en la libertad económica y que la redistribución operaría como “derrame”.

Su exposición concluyó sin preguntas, sin debate ni intervenciones del público. Los potenciales comentaristas críticos tuvieron que conformarse con verlo por las pantallas instaladas en algunas aulas o en la transmisión online, sin posibilidad de intervenir.

Los silencios…

El silencio del público en relación a la crítica o la posibilidad de intervenir, nos permite reflexionar a posteriori sobre los silencios de la intervención del ministro. Lo no dicho es tanto o más importante que lo que efectivamente fue expresado, en especial si lo que interesa es abrir un debate crítico, fructífero y plural sobre los planes de estudio.

Debatir lo dicho y lo negado también sirve para discutir sobre el proyecto hegemónico de desarrollo capitalista en la Argentina defendido por el ministro. Además, permite analizar el lugar que le cabe a los economistas, en tanto economistas políticos, como partícipes potenciales de un proyecto de cambio social que pueda superar los límites del capitalismo dependiente y periférico que la década neodesarrollista sólo ha contribuido a consolidar.

Las crisis y la teoría económica, o cómo se construye la nueva ortodoxia

Kicillof planteó con razón que la teoría económica avanza a saltos en los momentos de crisis del sistema. Mencionó a Keynes en sus reflexiones en la crisis de la década del 30, haciendo referencia a su insatisfacción con el liberalismo dominante que no proveía elementos para comprender lo que ocurría y tampoco para salir de esa situación.

El paralelismo con la era actual es claro. La crisis neoliberal en la periferia a fines de los años noventa, efectivamente despertó incertidumbre y debates en los sectores dominantes en torno a cómo superarla y recuperar la acumulación exitosa de capital. Precisamente, en este sentido el ministro dejó de lado un elemento clave del debate planteado por Keynes y su vínculo con la discusión actual.

Lord Keynes estaba preocupado esencialmente por la posibilidad de que la situación política creada por la crisis se tornara insostenible y el capitalismo fuera cuestionado en su raíz como sistema social dominante. El keynesianismo y el New Deal aparecieron primero como apuesta heterodoxa (disruptiva) pero progresivamente se consolidaron como respuestas a la crisis capitalista. El ministro olvidó señalar que de esa manera esas políticas y enfoques se convirtieron en una nueva ortodoxia que por muchos años desplazó a las corrientes neoclásicas como orientación de las políticas estatales.

Lo que Kicillof no mencionó en su exposición es que esa nueva ortodoxia (ahora, keynesiana) fue parte de la respuesta de las clases capitalistas dominantes para enfrentar y frenar las demandas obreras y populares que amenazaban con poner en jaque la lógica sistémica. En efecto, algo similar ocurrió en el mundo, pero sobre todo en la región suramericana, en la crisis del proyecto neoliberal.

Esa crisis puso en cuestión en muchas partes la hegemonía social del capital. En particular, en nuestro país, la recomposición política del pueblo trabajador hacia fines de los noventa se articuló con las contradicciones económicas para provocar una crisis orgánica, integral del sistema social.

Fue en ese marco que el neodesarrollismo y el neoestructuralismo se convirtieron en instrumentos para construir un novedoso proyecto hegemónico conducido por las nuevas fracciones dominantes del gran capital (el gran capital transnacional). A través de ese proceso, el kirchnerismo se convirtió en la fuerza política que pudo articular esa nueva construcción hegemónica con el fin de relanzar el desarrollo capitalista en un país periférico como Argentina. El capitalismo en serio se apoyó en esa nueva estrategia, que fue consolidándose como la nueva ortodoxia en el país.

En el fondo, lo que el ministro cuestionó es la falta de adecuación de los planes de estudio a esta nueva ortodoxia (una versión nacional y popular del keynesianismo), dejando en silencio el debate sobre las alternativas teóricas que pudieran servir para el cambio social radical, superador de los límites históricos del capitalismo vernáculo. Así, en la conferencia se habló mucho de Keynes, pero nada de Michal Kalecki, Carlos Marx, Rosa Luxemburgo, David Harvey, Silvia Federici o Ruy Mauro Marini.

El modelo, Keynes y el Banco Mundial

El ministro Kicillof dio cuenta con claridad de su comprensión de las características del proyecto neodesarrollista impulsado por el kirchnerismo en Argentina y marcó varias veces su raigambre en la tradición teórica y política del keynesianismo. Explicó que el fundamento central del “modelo de crecimiento con inclusión social” sería la relación teórica pero sobre todo real, empírica, entre la redistribución de los ingresos a favor de las clases populares y el proceso de crecimiento económico.

Sin embargo, detrás de esa afirmación, la aparente fortaleza del proyecto neodesarrollista que se basaría en la distribución progresiva de los ingresos no parece dar cuenta de lo ocurrido en el último lustro. En efecto, en la última etapa de la experiencia kirchnerista el crecimiento ha sido más bien errático y con tendencia al estancamiento, mientras que la distribución de los ingresos se ha deteriorado claramente: el crecimiento del PBI en los últimos años ha sido casi cero, el consumo de masas se ha reducido en el último año según denuncian las propias estadísticas oficiales y el empleo se ha estancado o caído. A pesar de un discurso oficial que atribuye al proyecto la inclusión social y el crecimiento, como causa y efecto, la realidad muestra que el neodesarrollismo choca contra sus límites y esa relación teórica de base keynesiana no es más que aparente, siendo apenas manifestación históricamente determinada de una particular correlación de fuerzas sociales y condiciones macroeconómicas locales e internacionales singulares.

Objetivamente, el ministro enfrenta la misma crítica que él realiza a la corriente neoclásica: la negación de las contradicciones del sistema capitalista y su tendencia inmanente a la crisis. En efecto, esa condición estructurante del capitalismo, exacerbada en sus versiones periféricas y dependientes, es uno de los aportes analíticos centrales del marxismo, abordaje que Kicillof conoce bien pero prefirió ignorar en su defensa del proyecto neodesarrollista.

Por otra parte, el “crecimiento con inclusión social” destacado en el título de la conferencia se apoya de manera clara en los preceptos que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sostienen en la actualidad. Más allá de un discurso que reniega de ellos, estos organismos son promotores ideológicos y financieros, del conjunto de las políticas sociales de universalismo básico.

Ellas son la base de sustentación de una política llamada de “inclusión social” pero que mantiene a un amplio universo de personas en la Argentina apenas por encima de los límites del hambre, viviendo en condiciones extendidas de precariedad en sus vidas y trabajos. Esta es la base de la negación del ministro de poner en debate la medición de la pobreza, cuya pervivencia extendida luego de una década de crecimiento cercano a 6% real acumulativo (aunque mucho menor en el último lustro) sigue siendo la principal expresión de los límites del modelo.

La política social del neodesarrollismo se adapta llamativamente bien al núcleo del trabajo que desarrollan hoy en el Departamento de Economía de la universidad platense (en especial, en su centro de investigaciones estrella CENDAS), que cuenta con el apoyo clave de los organismos internacionales mencionados.

Tal vez por esa simetría de apoyos y perspectivas, la Facultad de Ciencias Económicas (cuyos planes de estudio fueron furibundamente denostados por el ministro Kicillof) haya aportado tantos recursos organizativos -incluyendo la transmisión en vivo- de la Conferencia desde la página web de la Facultad. Recursos que por otra parte son sistemáticamente negados a las agrupaciones de estudiantes y graduados de la Facultad nucleadas dentro de la Sociedad de Economía Crítica y que históricamente han planteado la necesidad de transformaciones de fondo en los planes de estudio, más allá del desarrollismo oficial en el Estado, del neoliberalismo en el departamento de Economía y del capitalismo como propuesta societal.

El pluralismo, el cambio social y los economistas políticos

La presencia del ministro de economía en el núcleo del neoliberalismo más rancio entre las universidades nacionales ha sido un aporte pues pone nuevamente en un debate de alta exposición la necesidad de reformar los planes de estudios de las carreras de economía. De esa manera, se suma a la ola de debates que hace tiempo vienen siendo planteados por muchos y que tuvieron su punto alto en las recientes VII Jornadas de Economía Crítica realizadas el año pasado en la misma Facultad y organizadas con esfuerzo militante por los integrantes de la Sociedad de Economía Crítica.

Sin embargo, los dichos del ministro pero sobre todo sus silencios, permiten poner en el centro de esa discusión la necesidad de superar la dicotomía heterodoxia - ortodoxia, poniendo como ejes de la lucha por las urgentes reformas la necesidad de incorporar el pluralismo, la mirada crítica y lo imperioso de formar economistas políticos (y no simples economistas) con capacidad de comprender cabalmente los límites del capitalismo y la exigencia social, política y ética de su superación.

Esto implica ir más allá de una visión de la teoría económica que pretende reducir la discusión al debate sobre las formas de regular el capitalismo. Supone plantear y comprender la imposible integración de los intereses de clases sociales antagónicas, y la necesidad de superar la idea de que el capitalismo es lo único posible.

Más debate es necesario, más pluralidad y democracia en la discusión, pero también más crítica de lo existente, de las viejas y nuevas ortodoxias, para construir planes de estudio que puedan formar profesionales con pensamiento crítico, capaces de ser parte de los procesos de cambio social impulsados por los movimientos populares, con el protagonismo del pueblo.