Redskins, la banda que se opuso al neoliberalismo de Inglaterra y Estados Unidos, así como también a la burocracia estalinista en Rusia.
Domingo 21 de agosto de 2016
De izquierda a derecha: Chris Dean (guitarra y voces), Martin Hewes (bajo y voces) y Paul Hookman (batería)
Ciudad de York, 1982. Mientras el movimiento skinhead se polarizaba, tres jóvenes británicos se oponían a la política neoliberal de Inglaterra y Estados Unidos pero, al mismo tiempo, no se tragaban el discurso de la burocracia estalinista en Rusia.
En plena emergencia del neoliberalismo, dentro de una de las fortalezas más fuertes del imperialismo, nacía una banda que combinaba un sonido innovador y refrescante con influencias del soul, el rockabilly, el punk rock y un compromiso fuerte por el socialismo revolucionario. Aunque con el tiempo tendrían algunos cambios de formación, incluyendo luego a Paul Hookman en batería y a otros artistas como Kevin Robinson, Ray Carless y Trevor Edwards que participarían tanto en sus canciones de estudio como en shows en vivo con los vientos; Chris Dean, Martin Hewes y Nick King, conocidos primero como los “No-Swastikas” y luego finalmente como “Redskins”, subían al escenario a dejar de lado las canciones románticas de la cultura de masas y a denunciar lo que pasaba en las calles de Inglaterra y el mundo.
En la década de 1980, la crisis económica producto de la crisis del petróleo en los años 70 golpeaba duro, aumentaban los precios del combustible, los índices inflacionarios, se empezaban a implementar políticas de austeridad y recortes del gasto público, a su vez, subía la desocupación y la pobreza y se agudizaba la violencia policial contra la población negra y el racismo. Sin embargo, tras el triunfo de la guerra de Malvinas (avanzada colonialista que contaba con el apoyo de los Estados Unidos y la dictadura de Pinochet contra la dictadura militar Argentina) logra un apoyo para avanzar con las privatizaciones de las empresas estatales, la desregularización financiera y atacar directamente a las conquistas obreras.
Es en este contexto que el National Front, partido de derecha conservadora, intenta aprovechar el descontento social dándole una salida ultranacionalista, para lo cual halla auditorio en franjas de la juventud trabajadora, en parte desempleada, quienes resultaron en buena parte ser skinheads.
Es así, que para principios de los años 80 el hooliganismo era un actor imposible de ignorar para la sociedad inglesa (como primera expresión emergente en Inglaterra en el Mundial de 1966) y resulta ser uno de los sectores más fructíferos para formar parte de las fuerzas de choque de la derecha organizada ya que gran parte de la juventud trabajadora se encontraba en las canchas de equipos como Liverpool, el Arsenal o el Chelsea. Si bien no todos los hooligans eran skins, aparecían acá muchos de estos últimos, dada su afición al fútbol (afición compartida por gran número de la población inglesa, vale decirlo).
Otra forma de captación era el reclutamiento a partir de fomentar económicamente bandas como los “Brutal attack” o “Skredriver” donde su cantante Ian Stuart comenzaba a dar discursos a favor del National Front en sus recitales y así influenciar, al igual que con las letras de sus canciones, el racismo y las ideas fascistas.
Sin embargo, para Redskins la salida no eran ni Thatcher, ni Reagan ni Gorbachov. Mucho menos la svastika o la bandera roja y blanca. No por nada uno de los más importantes álbumes de estos muchachos se llamó “Ni Washington ni Moscú”, e incluso le dedicaron un tema a Lev Bronstein (sí, aquel conocido como León Trotsky, desde Leningrado a Coyoacán).
“Solidarity forever”: del underground a las minas
Redskins no sólo lograba salir del sonido en el que se había visto estancada la música en los últimos años (punk crudo con reminiscencias de heavy en detrimento de sus raíces de reggae, soul y ska), sino que lejos de ser una pose, dieron muestra de lo que podía volverse el movimiento skinhead: a mediados de la década del 80 estuvieron en primera línea junto a otros músicos y artistas (y quizá hasta fueron los más comprometidos) apoyando la lucha de los mineros contra el Estado. “Solidarity forever, because the union makes us strong” (“Solidaridad por siempre, porque la unión nos hace fuertes”) dice la clásica canción de lucha, y bajo esta máxima la banda no se cansó de tocar destinando lo recaudado a que la huelga minera no se quiebre por hambre o falta recursos. Según George Marshall nadie hizo más recitales a beneficio por las luchas obreras, particularmente durante la huelga de los mineros.
Ante una cadena de cierres de minas que ascendió a veinte, los trabajadores mineros de todo el país entraron en huelga indefinida durante meses, haciendo temblar a Thatcher y a empresarios por igual, al punto de que la primera ministra no le alcanzó con la policía para su política de represión hacia los mineros y la reforzó con destacamentos militares. Esta histórica huelga sería derrotada por el papel que jugó la burocracia sindical y, en consecuencia, le permitió al gobierno reforzar sus políticas neoliberales, con privatizaciones por un lado y una reaccionaria reforma laboral por otro, que coartaba los derechos laborales como las huelgas en solidaridad (de ahí en adelante se votaría por correo, anulando las asambleas), medidas que posteriores gobiernos “laboristas” mantuvieron.
La banda se esmeró en esto tanto como otros artistas e incluso otros sectores, que sin ser trabajadores mineros, o sin pertenecer a la clase trabajadora estrictamente, mostraron un ferviente apoyo por esta lucha histórica, que significaba plantarse frente a un gobierno que quería pasar por arriba a los sectores menos privilegiados. Así también fue el caso de los estudiantes, o de la comunidad LGTTBI, como retrata la célebre película “Pride”, que cuenta la historia verídica de un grupo de activistas gay-lésbico que logró ver el enemigo común que compartían con los trabajadores en lucha, la avanzada neoliberal de Thatcher.
Nada de lentos románticos: “Go Get Organized!”
Los “tres de York” no eran indiferentes a estas cuestiones. En una entrevista realizada por Eva Kowalski en el ´86, afirman ser guiados por la situación política, sintiendo una responsabilidad no sólo para con su arte sino también con lo que pasaba alrededor suyo.
“Nosotros tratamos y cantamos acerca de cualquier cosa que estuviese en la actualidad política, el debate y en el momento en el que existía la confrontación entre el gobierno y la clase obrera. Nosotros no somos una banda pequeña que vive en nuestro pequeño mundo” afirma en la entrevista Chris Dean.
Si bien eran militantes del Socialist Workers Party (SWP) no se trataba para ellos de hacer propaganda partidaria, así, a secas y en el aire. Sí se puede decir, que como activistas, militantes y artistas comprometidos, ellos hallaban en su música un medio para las ideas y para problematizar la sociedad. Su público no era exclusivamente skin, sino que también asistían punks, o amantes del soul y el ska, juventud en general. Es así como en sus conciertos solían abundar no sólo puestos con sus producciones, también podían encontrarse publicaciones del SWP, de grupos de apoyo a los mineros como “Women Against Pit Closures” (agrupación feminista que también apoyó la lucha minera), incluso del “Labour Party”, al tiempo que entre canciones solían ceder el espacio a oradores para que hablaran sobre procesos de lucha.
“…Hay mucho glamour en el rock´n´roll. La gente lo que hace es mirarte, entonces teníamos muchos mineros que hablaban desde el escenario porque era mucho más importante lo que ellos podían decir que todas nuestras canciones. Es mucho más importante escuchar a alguien de una mina que a mí diciendo ´mañana todos ustedes deberían estar ahí, en la línea del piquete, deben organizarse así´. La gente diría ’quién mierda te crees que sos’, porque esto es un sermón, mientras que si esto viene de un minero, de un trabajador de la mina que está en huelga, alguien que tiene que estar abajo, que tiene que estar en la línea del piquete al día siguiente, es algo más…” cuenta Chris.
La convergencia de activistas en sus conciertos, así como sus posturas políticas, les valieron también enfrentamientos con el ala neonazi del movimiento skin, muchas veces a modo de boicot sistemático, dado que a pesar de no poder levantar sus conciertos, a la larga esto les ocasionaba problemas con los promotores, que al no considerarlos como una banda “rentable”, dejaban de darles fechas por ser “problemáticos”.
George Marshall relata que en Junio de 1984 en un festival organizado por el Greater London Council llamado “Jobs For a Change” los Redskins compartían escenario con Billy Bragg, Aswad y The Smiths, pero no llegaron a terminar su presentación. A mitad de Lean on me, una botella fue arrojada hacia la banda y alrededor de 50 skins del National Front y del Chelsea Headhunters coparon el escenario. En el caos un bajo terminó ensartado en un redoblante y se partieron unas cuantas cabezas y botellas, todo bajo el sonido del feedback y el griterío de los nazis. Los skins Anti-Nazi y los fans de los Redskins se plantaron para enfrentar al grupo de choque de derecha. Luego de este ataque siempre hubo una ligera atmósfera en sus recitales, especialmente en Londres, donde los skinheads Anti-Nazi a menudo se paraban en la puerta para identificar a cualquier skin de derecha que quisiera entrar.
“Nos enfrentamos con ellos, sino lo haría la gente” dijo Chris refiriéndose al incidente, y también a los neonazis en general “El concepto erróneo ha sido siempre que todos los skins eran fachos, lo cual no es así. Si te fijas en la audiencia de los Specials, de los grupos 2-Tone, de los Madness, había muchos skinheads, muchos skins antiracistas, rojos y socialistas. (...) La mayoría de la juventud de la clase obrera no tiene ideas racistas arraigadas, más bien tienen fuertes ideas de derecha. Lo que quiero decir es que si consigues alimentar ideas fachas todo el tiempo, obviamente esto se refleja en la mentalidad de los jóvenes”.
Flyer del festival “Jobs for a change”, que sería asaltado por neo-Nazis
El rojo sonido de la resistencia
Con canciones como “The power is yours” (El poder es tuyo) y “Go get organized” (“Andá a organizarte”) entre muchas otras, Redskins quería dejar en claro algo: les encantaba sonar y sonar bien, pero también agitar, y agitar fuerte teniendo la certeza que no iban a poder cambiar el mundo ellos solos:
“Mucha gente tiene grandes ideas sobre el punk. La gente tiene la romántica idea de que la música puede cambiar el mundo, y toda clase de ideas irrisorias y ridículas, como que la música en sí misma es poderosa, pero ésto no es así. Esto sólo ocurre cuando está ligada a la lucha política, como durante la huelga de los mineros, entonces es realmente cuando la música empieza a significar algo. (…) Porque al finalizar esa época tan punk, se vendieron discos y se hizo dinero, pero todo esto se quedó como en el aire, sin estar ligado a nada. Mira en Gran Bretaña este período, excepto entre los años 1976 y 1978, y como se puede ver, el nivel de lucha política era mínimo, el nivel de lucha con las empresas era mínimo. Tenías música que funcionaba en el más completo vacío”.
Sin embargo, estos tres muchachos sabían que podía hacerse algo (“It can be done” llamaron al cuarto track de su LP “Neither Washington nor Moscow”), y aunque la banda se haya disuelto en 1987, dejaron en claro que el arte no está necesariamente alejado de la política, mucho menos de lo ideológico, y tomaron un camino ya transitado por otros como Woody Guthrie, Bob Dylan, Joan Baez o Country Joe McDonald y que años después se vería reflejado en bandas como Rage Against The Machine.
Los Skinheads rojos, con su sonido apoyando las causas de trabajadores, en la primera línea del piquete, escribieron una partecita de la historia de Inglaterra donde su arte y sus cuerpos estuvieron al servicio de la clase proletaria enfrentándose a la Dama de Hierro y a grupos fascistas organizados.
LP Neither Washington Nor Moscow. 1986
Bibliografía: