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Red Internacional
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PREMIOS GOYA. Los últimos Goya y el compromiso a medias: cine en horas bajas

Aunque el compromiso sociopolítico de las películas seleccionadas ha resultado ser, en ocasiones, más aparente que real, asistimos a una curiosa ceremonia marcada por cierto nerviosismo y actitudes algo excéntricas por parte de los y las ganadoras.

Eduardo Nabal

Eduardo Nabal @eduardonabal

Domingo 7 de marzo de 2021

Había cierto talante feminista en las películas seleccionadas que solo logró cristalizar en la extraña belleza de “Akelarre” y en ese alegato contra la uniformidad que esconde “Las niñas”, el sorprendente debut de Pilar Palomero, y la película que, contra todo pronóstico, se alzó finalmente con el Goya. El filme, intimista, cuenta más por lo que no vemos que por lo que se nos muestra, aunque, por las referencias culturales, nos encontramos en un colegio a la antigua usanza en plenos años ochenta del siglo XX, cuando un grupo de niñas muy diferentes entre sí que descubren la sexualidad, las diferencias sociales y el mundo de los adultos.

Un hermoso homenaje a Berlanga atravesó una ceremonia virtual, un premio de honor a la, para mí, sobrevalorada Ángela Molina añadió cierto toque insípido, aunque, sin duda, el mayor despropósito de la velada fue sin duda el premio al mejor actor para Mario Casas en otra de sus múltiples películas de jóvenes policías de estética televisiva y acción trepidante.

Se supo valorar la cuidada puesta en imágenes de “Akelarre”, la intensidad de la interpretación de Patricia López Arnaiz protagonista de “Anne”, donde se aborda de refilón la tensión soterrada entre varias generaciones envueltas en el conflicto vasco y un Goya para Alberto San Juan en la simpática “Sentimental” del catalán, vitriólico y escénico Cesc Gay. “Adú” se llevó el premio al mejor director y se erige en una valiente, aunque algo deslavazada, denuncia del racismo institucionalizado, de las fronteras y la complicidad policial con la muerte de los inmigrantes en las vallas de, por ejemplo, Melilla.

Como el cine realizado, la ceremonia se vio diezmada por los efectos de la pandemia y la falta de medidas eficaces contra la misma, en el campo de la cultura y las luchas sociales. Con todo se sigue haciendo buen cine y, en ocasiones, también celuloide valiente. Como esas jóvenes brujas enfrentadas a la Inquisición, esos migrantes frente a la represión policial y el tráfico de seres humanos o esas niñas sojuzgadas en un colegio de monjas que se resiste a cambiar, en el fondo y en la forma. Entre las películas europeas se destacó el éxito de público y crítica de “The father” con un inmenso Anthony Hopkins y entre las de habla latina hubo que conformarse con la colombiana “El olvido que seremos”, dirigida por un Fernando Trueba más comprometido de lo habitual.


Eduardo Nabal

Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.

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