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Red Internacional
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#50 Años. Los usos políticos del Cordobazo hoy: “todos unidos triunfaremos” contra las barricadas 

El Cordobazo cumplió medio siglo, y como todo aniversario suscita múltiples interpretaciones que tienen un ojo puesto en el pasado y otro en el presente.

Miércoles 29 de mayo de 2019 00:00

Foto: movilización por Avenida Colón (gentileza Biblioteca Luz y Fuerza)

Ninguna lectura histórica está exenta de motivaciones políticas, sepamoslo. Pero algunas motivaciones se obligan a forzar la historia para encajarla en sus estrechos fines. Entre otras cosas, es por eso que Broué dijo que no se trata de hacer "historia revolucionaria", sino "dar un combate revolucionario por la historia". O sea, la verdad histórica es revolucionaria, tanto como lo es la experiencia consciente de los explotados. 

En una entrevista recientemente publicada en La Voz del Interior, la reconocida historiadora Mónica Gordillo destaca que el Cordobazo "buscó la unidad": "Este aniversario nos encuentra en un momento del país que está suscitando una serie de celebraciones en torno a pensar el tema de la unidad, que fue lo que efectivamente se dio en esas jornadas de mayo. En ese entonces fue la unidad obrero-estudiantil.

El paro activo que se planteó de manera conjunta con los principales gremios de Córdoba y el movimiento estudiantil había sido perfectamente organizado, pero luego se sumaron otros sectores y por eso se convirtió en una rebelión popular con un alto grado de violencia, ya que se veían todos afectados por la política que venía llevando el gobierno de Onganía. Lo que tuvo de importante fue esa unidad en la acción de diversos actores ante un panorama en el que se veían cercenados derechos de todo tipo".

Se propone así leer el Cordobazo desde las coordenadas de la "celebración de la unidad" que hoy promueve el kirchnerismo, empeñado en articular un gran centro político capaz de obrar la unidad a la manera del "significante vacío" laclauseano. Cada parte aportaría su propio sentido y relato a un "todo antimacrista", siempre y cuando se esté dispuesto a aceptar la hegemonía pura y dura del FMI y la moderación política como condición de posibilidad y extensión de la unidad. 

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Por el contrario, si algo mostró el Cordobazo fue una potente unidad de acción callejera entre obreros y estudiantes que no entendió de moderaciones: ahí están los enfrentamientos con la policía provincial, derrotada luego de horas de combates callejeros con múltiples barricadas en los principales puntos de la ciudad, como botón de muestra de acciones que tendieron a la ruptura abierta de la legalidad burguesa. Leer aquella unidad de acción desde el prisma de la actual unidad electoral que promueve el kirchnerismo lleva a no explicar ni la historia ni los agudos problemas del presente. 

Como señala Eduardo Castilla, en el Cordobazo fue sobrepasado el plan de acción inicial trazado por las conducciones sindicales convocantes al paro (la más dialoguista CGT- Azopardo y la más combativa CGT de los Argentinos). De lo contrario las jornadas habrían sido un paro de 36 hs. y no un alzamiento obrero y popular. 

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Si bien, como destaca Carlos Mignon, la represión policial a la asamblea del SMATA en el Córdoba Sport el 14 de mayo había sido decisiva para que los sindicatos Luz y Fuerza y SMATA definieran preparar la autodefensa para la jornada del 29 con instrucción previa en armado y manejo de cóctels molotovs, esto se explica más por las características que adquiría la lucha de clases y la preparación de cualquier acción obrera de importancia en la etapa, que por la planificación por parte de las conducciones de grandes combates extendidos tendientes a derrotar las fuerzas del orden y, así, las bases mismas del poder provincial.

Entre las mismas conducciones, además, existían importantes diferencias que, de no ponerse en valor, se corre el riesgo de embellecer a quienes se vieron envueltos en el Cordobazo, menos por voluntad de radicalizar la lucha de clases que preocupados por la máxima que dicta "con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes".

Tal fue el caso, por ejemplo, de Elpidio Torres del SMATA, dirigente peronista del sector de los llamados "legalistas", alineado nacionalmente con la burocracia sindical vandorista de la CGT Azopardo, que sostenía una postura más dialoguista con la dictadura.

El propio periódico de la CGT de los Argentinos dirigida por Raymundo Ongaro, se refería en estos términos a Torres: "(...) Los sindicalistas que todavía pretenden hacerse escuchar insistiendo en que ’son buenos’, sólo reciben el desprecio de los poderosos y, a no dudarlo, también el de sus bases obreras." Señala Mignon que Torres se vio envuelto en una contradicción: para su objetivo de "seguir siendo el garante de una gestión responsable del conflicto entre capital y trabajo" debió "mostrar cierta combatividad frente a una empresa que se había vuelto intransigente, lo que traerá muchos problemas con un gobierno provincial cuya faz represiva ya no aceptaba la declaración de conflictos huelguísticos". 

Más profundamente, lo que perfiló el Cordobazo fue la alianza social capaz de poner en jaque no sólo la dictadura de Onganía, (la insistencia en el "régimen político" de Gordillo), sino el dominio imperialista y el ordenamiento burgués más de conjunto.

Que la bronca acumulada contra el plan económico y la política represiva de la dictadura fue un catalizador de la acción de un amplio conjunto social es innegable, como lo constata la generalización de la consigna "Abajo la dictadura!" que se volvió central en las luchas de la etapa. 

Pero igual de innegable resulta la radicalización político-ideológica de franjas de la juventud y el movimiento obrero, expresada simbólicamente en el ataque a empresas multinacionales como la Xerox y la Citroën en las jornadas del Cordobazo, y que tuvo su expresión política en el crecimiento de las tendencias antiimperialistas y la radicalización en los objetivos y métodos de lucha: huelga política de masas, barricadas, acciones de sabotaje, surgimiento de organismos de autodeterminación y elementos de autodefensa armada.

Es por esto que el Cordobazo marcó un momento de quiebre histórico que, como señalan Ruth Werner y Facundo Aguirre, inició un ciclo de ascenso revolucionario donde las acciones de masas tendieron a rebasar la legalidad y los poderes constituidos. Fue por esto que la preocupación estratégica fundamental de las clases dominantes y de sus representantes políticos giró alrededor de cómo domesticar, desviar o aplastar la amenazante presencia del poder constituyente de esta nueva alianza obrera y popular. 

El retorno del peronismo buscó cerrar el camino abierto por el Cordobazo

Así las cosas, la lectura que proponen Santiago Senén González y Fabián Bosoer de un Cordobazo que "le abrió el camino de regreso al peronismo"-como titulan su artículo en el diario Perfil- resulta como mínimo forzada frente a la dinámica de la confrontación social de aquellos años.

El razonamiento que proponen es más o menos el siguiente: si bien el Cordobazo inauguró una cultura política caracterizada por la “democracia en las calles”, mediante la acción directa, no electoral sino de tipo insurreccional, expresada en la consigna “Ni golpe ni elección, revolución”; "esa metodología encontró sus límites y las movilizaciones obreras terminaron tributando a la estrategia que les daría a los líderes gremiales más resultados: golpear y negociar".

Pero por "límites a la metodología de la acción directa" no se refieren, por poner un caso, al accionar criminal de la Triple A que más adelante surgiría del seno de la derecha peronista para eliminar activistas, sino a la ley sobre obras sociales sancionada por Onganía como respuesta ante el Cordobazo, que aumentó el financiamiento de los sindicatos y con esto el poder material de las conducciones dialoguistas. 

Este hecho, sumado al posterior ascenso de Atilio López de la UTA al cargo de vicegobernador por el FREJULI en el gobierno encabezado por Obregón Cano, es tomado como suficiente por los autores para afirmar que el Cordobazo "abrió el camino al retorno del peronismo".

Una mirada tranquilizadora para los que hoy se empeñan en volver a hacer brillar el sol del peronismo, pero que no se condice con la dinámica histórica y el carácter de sus fuerzas sociales en pugna. En un sentido, es cierto que la gesta mediterránea forzó el regreso del peronismo, pero no como su afirmación sino como su negación social y política: Perón retornó al país con el objetivo estratégico de cerrar el ascenso revolucionario abierto por el Cordobazo. 

Que muchos de los jóvenes y trabajadores que protagonizaron el ascenso de la lucha de clases abierto a partir de mayo del 69 tenían una consciencia políticamente peronista es innegable. Como señala Alicia Rojo, la proscripción del peronismo a partir del golpe gorila del 55 había abierto una crisis de representación política de amplios sectores de masas que, en ausencia de una variante política con la que identificarse y frente a los embates de los distintos gobiernos, fueron radicalizando sus métodos de lucha. 

La radicalización de la etapa, Revolución Cubana mediante, se expresó en un intento de sectores de las capas medias de desarrollar la estrategia de la lucha armada dentro del peronismo. Pero entre las expectativas de esa militancia que entendió al peronismo como un movimiento antiimperialista y vio en el retorno de Perón la posibilidad de avanzar hacia la liberación nacional y la realización de "la patria socialista", de un lado, y el carácter de su propia dirección, del otro, medió un abismo trágico.

El ascenso de la lucha de clases abierto con el Cordobazo había ocasionado gran preocupación entre las clases dominantes. "El indeseado retorno de Perón a la Argentina empezó a figurar en la agenda de la burguesía alarmada por la intensidad de la protesta obrera, y por el potencial desarrollo político (hegemónico) de ésta. (...) La paz social era lo que ninguno de los gobiernos del régimen había podido garantizar y, a partir de 1969, se hallaba más lejos que nunca", señalan Werner y Aguirre en su Insurgencia Obrera en Argentina.

En estas condiciones, el fin de la proscripción del peronismo y el retorno de Perón a la Argentina fueron las cartas jugadas por la burguesía para desviar el ascenso de masas. El propio Rucci, que al poco tiempo sería asesinado en una acción de Montoneros, lo expresó así "Perón se fue del país para evitar un baño de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para evitarle un baño de sangre."

No por casualidad apenas asumido Cámpora impulsó el Pacto Social de la mano del ministro de Economía José Ber Gelbard con el objetivo de desactivar la lucha obrera, política que Perón sostuvo hasta su muerte en julio de 1974 y que hoy, frente a las contradicciones estructurales de un país saqueado por el FMI, Cristina propone reeditar como "gran política".  

El Pacto Social (que incluyó congelamiento salarial y de precios y el compromiso de la CGT de evitar medidas de lucha) y una política represiva cada vez más abierta (que incluyó el endurecimiento por parte de Perón del Código Penal, el impulso a golpes como el Navarrazo en Córdoba que desplazó al gobierno de Obregón Cano y el accionar ascendente de la Triple A) fueron las herramientas privilegiadas por el tercer peronismo para contener la dinámica contenciosa abierta por el Cordobazo.

Una vez que el Pacto Social se rebeló impotente para frenar la lucha social frente a una clase obrera que volvió a rebelar su fuerza poniendo en pie coordinadoras interfabriles en el corazón industrial del país y protagonizando las jornadas de junio y julio de 1975 donde derrocó al Ministro de Economía Celestino Rodrigo y López Rega, Isabelita dio vía libre al accionar de las Fuerzas Armadas con los decretos de "exterminio de la subversión". Sería el preludio del despliegue del terrorismo de Estado a gran escala que aplicó la última dictadura militar. 

¿2019 mata 1969? 

Los obreros y estudiantes que protagonizaron el Cordobazo fueron parte de una generación inconformista que no habló el lenguaje de la moderación política, por lo que difícilmente quienes lo hablen hoy puedan reclamarse con algo de justicia como sus legítimos herederos.

Mónica Gordillo señala que si en 1969 hubo una dictadura represiva, en el 2001 hubo una democracia con "muy poca capacidad de resolver los problemas". Y agrega: "Hoy en día no es así: la situación es grave, pero lo que se vive es que hay cierta esperanza: que la salida electoral cambie la situación. Eso marca una diferencia fundamental con esos dos acontecimientos."

Pero digamos lo que Mónica Gordillo evita decir: la salida electoral fue minuciosamente militada como única alternativa posible. 

Si pese a los niveles de ajuste actuales y venideros no estamos ante un ascenso de la lucha de clases, y para las amplias masas se impuso la salida electoral como expectativa de salida frente al ajuste, es en gran medida por responsabilidad de las conducciones sindicales y políticas peronistas y kirchneristas que instalaron la idea "hay 2019". O sea, "no luche, vote": 2019 mata 1969. 

Pero el Cordobazo no es una pieza de arte renacentista de museo. Es una fuente de lecciones para la práctica política, con sus alcances y limitaciones. El país se aproxima a vivir nuevos momentos de quiebre histórico. La magnitud de la crisis está determinada por la magnitud del saqueo del FMI, de proporciones inéditas, que condicionan a cualquier gobierno que asuma a la administración de grandes ataques para sostener el pago a los especuladores.

La ilusión kirchnerista de que "si nos moderamos ganamos todos" (una suerte de teoría del derrame versión pacto social) es eso, una ilusión. Contrario a lo que sostiene Gordillo, la actual "celebración de la unidad" conservadora con el hasta ayer demonizado Grupo Clarín, la burocracia sindical, los gobernadores feudales, las Iglesias antiderechos y el largo etcétera que propone el kirchnerismo, es la negación de la unidad trazada por el Cordobazo. 

En 1969 los estudiantes universitarios eran en total unos 60 mil en Córdoba, de los cuales unos 5 mil trabajaban en las empresas más importantes de la ciudad: ferrocarriles, sector metalmecánico, electricidad y fabricaciones militares. Esta estrecha conexión entre el medio fabril y el medio universitario fue clave a la hora de forjar los lazos sociales y políticos que se activaron en el Cordobazo.

Aquel tipo social de estudiante-obrero sufrió profundas modificaciones (por los embates capitalistas contra la clase obrera, la reconfiguración de las relaciones laborales, las políticas de ajuste sobre la universidad, etc), pero muchos estudiantes son hoy a su vez jóvenes trabajadores precarios: en call centers, comercio, aplicaciones, delivery. Otros cientos de miles trabajan en talleres metalúrgicos, textiles, la construcción, los servicios, sin estabilidad, sin posibilidad alguna de estudiar.

Una nueva generación de jóvenes está creciendo sin derechos y sin deberle nada a este sistema. Es necesario buscar las vías para recrear una poderosa alianza social de estos sectores junto a la clase obrera y las mujeres que venimos protagonizando un ascenso de la lucha por nuestros derechos. Ahí se juega la unidad que verá nacer los cordobazos del futuro.