Mientras toda la evidencia apunta a que la receta neoliberal de priorizar la inversión privada cueste lo que cueste no ha funcionado para lograr el bienestar del grueso de la población, cierto sector dogmático insiste en aplicarlo aún con más fuerza.
Miércoles 12 de agosto de 2020
Foto: El Comercio
Hace algunos años fueron los pueblos awajún-wampis en el tristemente recordado Baguazo, hoy es el pueblo Kukama en el Lote 95 quien paga las consecuencias. ¿Mañana quién de los nuestros será?
Crecimiento sin desarrollo: La promesa incumplida
En los 90, fue la promesa de la estabilidad. En los 2000, la del empleo. Hacia el 2010, García edulcoraba su gobierno con el mito de crecimiento igual desarrollo. Celebrado casi como identidad nacional por la publicidad de Marca Perú. En nombre del crecimiento, se dio la orden de disparar a matar en la curva del diablo. A más de diez años, la historia parece ser la misma para los hermanos Kukama.
Las consecuencias de la aplicación del neoliberalismo en el Perú están vastamente reportados por la academia, pero no es necesario irse muy lejos para ver lo que podemos corroborar en el día común de cualquier peruano. Uno de los sistemas de salud más débiles de la región, que va dejando más de 20 mil muertos por covid-19, hospitales colapsados y cientos de familias rogando por una cama UCI. Un mercado de trabajo, donde la inestabilidad laboral y la ausencia de derechos no son la excepción sino la regla. Pueblos que tras bancarse décadas de minería y extractivismo hoy no disfrutan más que las migajas de todo lo que saquen las multinacionales en el país.
Loreto, una de las regiones que concentra más de concesiones extractivas entre minería, hidrocarburos y otros, es también una de las más olvidadas y ahora golpeadas por la pandemia. No solo no han recibido los beneficios del crecimiento, sino que además asumen los perjuicios: agua y aire contaminado, deforestación, incendios forestales que destruyen ecosistemas enteros. Eso sin contar todo el conjunto de economías ilegales relacionadas al desarrollo de actividades extractivas como la trata de personas para la explotación sexual y laboral, la minería ilegal, la tala, entre otras. Todo esto resulta en que, a la fecha, 39 de los 53 distritos de Loreto se encuentren en alta situación de pobreza (más del 50% de su población).
Hace no mucho vimos con gran pesar cómo los hospitales de Iquitos colapsaban, cómo tenían a los familiares rogando por atención a las afueras y cómo miles de familias se ingeniaban para encontrar atención para sus parientes contagiados. La situación es grave para todo Loreto y para la Amazonía en general, pero es mucho más grave para los pueblos indígenas. No es gratuito que Perú esté segundo en el nivel de contagiados indígenas en toda la región, solo superado por Brasil. El abandono del estado se la está cobrando en el peor momento.
¿Entonces todos perdimos?
No, hay quienes sí ganaron con la implementación de la receta neoliberal. De cada 10 soles que se producen en la economía, 6 se van para los bolsillos de los grandes empresarios (INEI, 2012). Eso les permite reinvertir en sus multimillonarias empresas y, por supuesto, vivir con tal nivel de lujos que no podrían gastárselo ni en tres vidas. Uno podría pensar que es la desigualdad de siempre, pero no. La brecha no solo es amplia, sino que se va ensanchando con los años. El neoliberalismo no solo no cumple su promesa, sino que levanta las fortunas de los millonarios a costa de que el resto se las ingenie para vivir. Si el PBI fuera una torta de diez tajadas, ellos se llevan seis y cada vez más, mientras todos los demás nos la arreglamos con tres y cada vez menos. Una mísera tajada va para el estado y con eso le tocaría proveer salud, educación, infraestructura, pero ni eso. La lógica del “Preocúpate por ti, bebé” versión macroeconómica.
Los defensores del modelo se pasaron los primeros meses de la pandemia diciendo que todos estábamos en el mismo barco, pero no es así. Ellos no la han sufrido como el grueso de la población. No viven al límite para nada y una pandemia por más dura que fuere está lejos de azotarlos como sí lo hace con todo el resto. La fortuna del hombre más rico en el Perú es de 4.1 mil millones de dólares (Forbes, 2020). Eso equivale a más de 14 millones de salarios mínimos. Dicha fortuna no se explica por su gran esfuerzo, salió de la corrupción, las exoneraciones tributarias, las deudas impagas, los salarios muy bajos a sus trabajadores, justamente todo eso que el neoliberalismo permite y promueve en nombre del mercado y el crecimiento.
Con mis ganancias no te metas
El modelo no solo no cumple lo que promete, sino que además no acepta un ápice de crítica o ajuste. Sus defensores no solo piden que la inversión privada se respete, sino casi que se venere. Hartos del abandono del estado en medio de una pandemia. Sin hospitales a donde llevar a sus familiares, ni medicinas para tratarlos, indígenas del pueblo kukama acudieron a manifestarse en marzo del año pasado al Lote 95 en Requema (Loreto). Exigían mejoras en el acceso a servicios públicos, como agua limpia, desagüe y electricidad (Ojo Público, 2020). ¿Mucho pedir? Pero en lugar, de atención, solo recibieron indiferencia. A más de un año y en medio de la pandemia, volvieron a salir para exigir una mesa de diálogo con la empresa y el gobierno para poder acceder a agua limpia y medicamentos, pues las postas médicas de la zona están desabastecidas. ¿Qué encontraron? Ya no solo indiferencia, sino también represión.
En la noche del sábado, la política abrió fuego contra los manifestantes, quienes no portaban armas de fuego, dejando tres fallecidos y más de diez heridos de bala. Irónicamente el 09 de agosto, día de los pueblos indígenas, nos encontró de luto por la violenta e injustificada muerte de nuestros compañeros. Recordemos que hace tan solo unos días, los enfrentamientos en Espinar también dejaron heridos a muchos campesinos.
Ha quedado claro que las actividades extractivas no significan progreso para todos. Pues mientras para un puñado de personas supone cuantiosas utilidades, para muchas otras resulta una tragedia que les contamina la vida. Sin embargo, el mensaje del gobierno es claro. La inversión privada no se toca, ni se mira. Aunque sus beneficios ni se sientan. La pandemia desnuda lo que ya sabíamos: el crecimiento es de las utilidades de las empresas. Para el pueblo trabajador, los campesinos y los indígenas solo quedan las balas, el abandono y el sálvese quien pueda.
Cuando se defiende el lucro privado, no se defiende ningún interés común. Se defiende el interés de unos pocos a riesgo de la vida de todos los demás. Persistir en la receta que justamente nos tiene así de golpeados no es de técnicos. Es de fanáticos. Porque hay que ser realmente fanático para seguir defendiendo lo que a todas luces es indefendible e insoportable.