Hoy, 22 de diciembre se produce el Sorteo Extraordinario de Navidad del que participan millones de personas. ¿Qué probabilidades hay de ganarlo? ¿Cuándo surgió? ¿Qué función cumple?
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Martes 22 de diciembre de 2020
Foto: Red de Jóvenexs y Trabajadorxs Precarixs
Hoy miércoles se celebra de nuevo el sorteo de “el Gordo” navideño, todo un acontecimiento que tiene en vilo a millones de personas, aunque, como veremos, el gran beneficiado es el Estado. Cada año cada persona gasta de media en torno a 66 euros sólo en lotería navideña, con bastantes diferencias según los territorios, desde los más de 200 euros que se calculan en Soria, hasta otras regiones que no alcanzan los 40. Se calcula que algo más del 70% de la población compra números, lo cual nos da una idea de la dimensión del fenómeno.
Desde ANAPAL (Agrupación Nacional de Asociaciones Provinciales de Administradores de Lotería) aseguran que este año participará mucha más gente, ya que prevén que los loteros venderán más de 3100 millones de euros, un 15 % más que el año anterior. De esas cifras, sólo la lotería de navidad supone en torno al 30% del total.
No te va a tocar “el Gordo”, pero no dudes que “la Casa siempre gana”
Todos los años se comenta las escasas posibilidades de ganar la lotería, a pesar de que la lotería navideña tiene más que otros premios. No obstante, como en todos los juegos de azar, la casa de apuestas siempre gana, en este caso, el Estado.
Los premios se asignan en el sorteo a un número, de un total de 100.000 números, los cuáles cada uno tiene 172 series y cada serie consta de diez décimos, por lo tanto, hay 1.720 décimos asignados a cada número que hay en el bombo de Navidad. El premio “Gordo” son cuatro millones de euros, ahora bien, asignados a un billete, y cada billete de la serie se divide en décimos como hemos visto. Por lo tanto, un décimo aspira a ganar como máximo 400.000 euros, con una probabilidad de una entre 100.000 (el 0,001%).
Así, los premios principales tienen posibilidades que son ridículas si se piensan fríamente, aunque uno de cada seis números recibe, al menos, la devolución (cuando la última cifra del número coincide con el del premio “Gordo”) o premios menores. Uno de esos premios menores que suele tocar con más frecuencia es “La pedrea”, 1.749 premios de 1.000 euros (100 al décimo), que por probabilidad toca a un número de cada 55.
De esta manera, de las milmillonarias cifras de ventas que cada año obtienen las Loterías y Apuestas del Estado, una 70% se destina a los premios, que como vemos tienen probabilidades irrisorias. El restante 30% se destina a las comisiones a los puntos de venta y a gastos de administración, siendo un 22% lo que se ingresa el Estado. El 2020 esos ingresos para Hacienda supusieron 175 millones de euros, es decir, 13 millones menos que en 2019.
La Lotería, una forma de recaudar dinero
El origen de las Loterías y Apuestas del Estado se encuentra en el siglo XVIII, como una forma más para recaudar dinero. Fue un siglo de crecimiento de los “Estados modernos”, cada vez más grandes y con mayores gastos militares, lo que hacía que, sumado a que las privilegiadas elites sociales y eclesiásticas no pagaban impuestos, se vivía una crisis permanente en la Hacienda pública. Eran las clases populares las que debían contribuir en soledad a su sostenimiento.
Fue una época de constantes intentos “ilustrados” de reforma hacendística que continuaron durante el siglo XIX en el contexto de las revoluciones burguesas y de los procesos de construcción de los Estados nacionales. Así, el Estado comenzó a monopolizar y a poner impuestos en actividades “poco nobles”, pero que le podrían generar grandes ingresos: como el tabaco, el alcohol o las apuestas.
De esta manera, encontramos un precedente con la “Lotería Real” de Carlos III en 1763, y ya en Cádiz en 1811 como “Lotería Nacional” propiamente, en pleno auge del liberalismo burgués. En cuanto al primer sorteo en navidades, como parte de esa “Lotería Nacional”, fue en 1818, pero sólo de forma regular a partir de 1839. El nombre actual de “Sorteo extraordinario de Navidad” fue establecido en 1897. Durante todo este tiempo y especialmente a partir del siglo XX fueron apareciendo junto a la “Lotería Nacional” otros juegos como la Quiniela o la Bonoloto, hasta llegar en 2004 a una lotería europea: los “Euromillones”.
En síntesis, juegos y apuestas que son prácticamente una forma de “impuesto voluntario” que aplica el Estado a la ciudadanía, puesto que como en los casinos y salones de juego, el único objetivo es obtener ingresos. No sorprende que, en el año 2011, en plena crisis económica, la lotería de Navidad pasara de expedir 85.000 números a los 100.000 actuales, reduciendo las probabilidades de acierto.
Naturalmente, medidas que tienen el objetivo de seguir cargando la deuda pública y la crisis financiera del Estado en los sectores populares, como ocurre con los impuestos al consumo que afectan igual a todas las clases sociales, al tiempo que las grandes empresas logran evadir los impuestos sobre la renta o los beneficios. De nuevo, los capitalistas privilegiados por la legalidad burguesa logran mantener y reproducir sus grandes fortunas hasta niveles nunca vistos en la historia humana.
La “tradición”, el negocio y la hipocresía navideña
El Anuario del Juego en España 2020 apunta que el motivo mayoritario por el que se participa en el sorteo de Navidad es por costumbre (un 90%), es toda una “tradición” que ha venido a normalizar que el Estado venga haciendo las veces de un casino gigantesco. De hecho, es habitual que el sorteo sea aprovechado por muchas organizaciones y colectivos de distinta naturaleza para sacar sus propias loterías y así recaudar algo de dinero. Es un momento del año que ha adquirido su propia particularidad.
Al mismo tiempo, la esperanza de “ganar la lotería” y “salvarse”, aunque con cierta distancia sarcástica, también opera como una vía de escape de las frustraciones cotidianas, imaginando qué se haría con el dinero del premio. Una vía de enriquecimiento rápida y fácil que permita salir de la precariedad, la miseria y la frustración. Viéndolo fríamente nadie jugaría, porque es una probabilidad ínfima, pero que se apoya en que hay pocas posibilidades, pero que puede tocar un premio importante, como el gancho que utilizan las tragaperras y salones de juego. También el propio capitalismo se justifica con que puedes montar un negocio y enriquecerte desde cero, obviamente con probabilidades parecidas a las de ganar un premio en la lotería.
El consumismo y el negocio ya forman parte de una Navidad resignificada por el capitalismo, la propia lotería es el mejor ejemplo. Desde 1960, Loterías y Apuestas del Estado escoge imágenes relacionadas con la religión católica para ilustrar sus décimos con el fin de propagar la cultura religiosa, cuando justamente la religión se opuso a los juegos de azar. Con menores de edad del Colegio de San Ildefonso cantando los premios de lo que no deja de ser un juego de apuestas que además cuenta con anuncios navideños que lo publicitan. No obstante, nos encontramos ante un enorme negocio para el Estado.
En su conjunto, el sector del juego en 2020 ya representó el 0,8% del PIB, con 84.797 personas empleadas, de las que 47.047 corresponden al juego privado, 18.463 a Loterías y Apuestas del Estado, y 19.287 a la ONCE. Un sector que no sólo es del todo innecesario socialmente, sino que es parasitario de los sueldos de la clase obrera y los sectores populares, para beneficio del Estado, pero sobre todo para la patronal del juego. Un negocio que, a fin de cuentas, sólo agrava las penurias de la población mientras alimenta la ilusión en la salvación individual por un golpe de suerte.