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Red Internacional
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Brasil. “Lulistas” y “Dilmistas” frente al giro a la derecha del gobierno

Causó cierto alboroto en los distintos medios y blogs la entrevista a Marta Suplicy realizada por el diario Estadão, en la que afirmaba que “el PT cambia o se termina”. Debemos partir señalando que estas afirmaciones de Marta Suplicy son parte de un juego político y lo vamos a analizar por separado en el contexto político general.

Iuri Tonelo

Iuri Tonelo Campinas

Jueves 22 de enero de 2015

Causó cierto alboroto en los distintos medios y blogs la entrevista a Marta Suplicy realizada por el diario Estadão, en la que afirmaba que “el PT cambia o termina”. En la entrevista, la senadora del PT señalaba tres elementos importantes a propósito del gobierno: a) Existe una división al interior de la cúpula máxima del PT, entre Lula y Dilma; b) Aloizio Mercadante, actual ministro de la Casa Civil - brazo derecho de Dilma - sería un “enemigo” de Lula y c) el presidente del PT, Rui Falcão, habría “traicionado al partido”.

Debemos partir señalando que estas afirmaciones son parte de un juego político y lo vamos a analizar por separado, en el contexto político general.
Comencemos por la división entre Lula y Dilma. Muchos analistas, en mayor o menor medida inclinados a ver diferencias entre la presidenta y el ex-presidente, parten de una premisa “lógica” para minimizar esa división: Dilma no tiene fuerza política suficiente para mantener la estabilidad del gobierno, con tal grado de división al interior del PT y la oposición de Lula.
¿Significa, entonces, que no puede haber fisuras? Aparentemente, lo que existe es, por un lado, un sector con una visión desarrollista - los oriundos de la escuela de la Unicamp - entre ellos la misma Dilma y Mercadante ubicados en un bloque de “centro” al interior del PT. Por otro, el sector alineado con Lula que, en los bastidores (marca también de su gobierno), siempre defendió una alianza mayor con el sector financiero y los bancos y es sin duda uno de los más entusiastas del actual equipo económico, con Levy en el Ministerio de Hacienda y Nelson Barbosa en Planeamiento. En algunos momentos pueden darse fricciones entre estos sectores sobre cómo encauzar la economía pero nos parece que aún está lejos de una división en los términos planteados por Marta Suplicy.

La confusión que se generó entre los periodistas políticos fue que, al reconocer estas dos tendencias, se intentó encuadrar a Lula y a Dilma a la “izquierda” y a la “derecha” al interior del PT. Es que las maniobras “getulistas” del ex-presidente generan confusión, pues Lula es una presión por derecha en la discusión sobre la alianza con el sistema bancario, en la imposición del equipo económico y en las consecuencias de los ajustes.
Sin embargo, lo que no se puede olvidar es que ninguno de estos debates se hacen públicos, son debates de la política económica y decisiones más "internas" del gobierno del PT. En ese sentido, con los datos que tenemos, es preciso notar que, para las masas, la ecuación aparece invertida, o sea, "Lula como un dirigente de los movimientos sociales" y, a su derecha, Dilma y Mercadante como patrocinadores de la política económica de ajuste.

Este no deja de ser un mecanismo por el cual los petistas intentan mantener la esperanza de que existan alas resistentes al giro a la derecha del PT. En ese sentido, se trata de una división de tareas entre Lula y Dilma, una “cortina de humo” para dar la impresión de que este gobierno todavía puede ser disputado por izquierda. Claro que a Mercadante le gustaría ser candidato del PT en 2018 pero por ahora sigue siendo un “plan B”, mientras Lula “por fuera” va construyendo su candidatura.

En relación con el tercer punto señalado por Marta Suplicy de considerar a Rui Falcão como un traidor, Rodrigo Lima de la revista Carta Capital plantea una observación correcta, cuando escribe que: “La senadora busca una forma de salir del PT sin perder el mandato en el Congreso y candidatearse como principal exponente de la oposición en las elecciones municipales del próximo año. Un discurso anti-PT, pronunciado principalmente por una política claramente identificada con el Partido, basta para abrir las puertas en ciertos círculos del poder en San Pablo, en especial en los medios de comunicación. Y si fuera expulsada o se comprueba que el partido traicionó los ideales que la llevaron a afiliarse, el mandato en el Senado sigue garantizado” (Carta Capital – edición 833).

A primera vista parece extraño que Marta Suplicy llame a Rui Falcão “traidor” ya que ella es la mayor defensora de los ajustes y del equipo económico actual. Sin embargo, la retórica de la senadora da indicios de querer “preparar” su expulsión, acordada con Lula y otros líderes partidarios, que le permita mantener su mandato en otro partido.

Aunque no podemos plantear una división esencial entre Lula y Dilma al analizar el gobierno, podemos de cierto modo, referirnos a “dilmistas” y “lulistas”. Los dilmistas, como centro del gobierno, tienen el objetivo de aplicar los ajustes pero “diluyendo” al máximo posible esos ataques y no ser percibido por las masas, en poco tiempo, como un gobierno antiobrero. Este escenario podría darse si no se desarrollaran a partir de las denuncias en la operación Lava-Jato (Petrobras) grandes consecuencias en el régimen político y si se mantuviera más o menos administrada la caída del crecimiento económico.

Sin embargo, en el último informe del Banco Internacional para Reconstrucción y el Desarrollo se plantea la hipótesis de una caída del crecimiento de la economía china, con gran impacto en América Latina y un crecimiento entre 0% y 1% de la economía brasilera, que puede tornarse menor ya que las proyecciones de estas instituciones internacionales en general son siempre más “optimistas”.

Si el impacto en la economía brasilera fuese mayor a lo imaginado, la oposición (con el PSDB al frente) se fortalecerá denunciando la situación económica, podría aumentar la inflación (afectando especialmente a la población) y los ajustes serían más concentrados, desenmascarando la faceta “pro-capital” del gobierno (a nivel de masas). En este escenario, un espectro de “lulistas” que englobe a sectores petistas, movimientos sociales y hasta incluso parte de la izquierda puede desarrollarse “contra” el gobierno, aunque esos “lulistas” extrapolen los deseos de conciliación del propio Lula. Es decir, una tendencia “lulista” que se ilusione en la esperanza de “reformar por “izquierda” al gobierno, contra las políticas “dilmistas” sería el resultado de una “maniobra posible” frente a la decadencia cada vez más notable del PT en el movimiento obrero.