La crisis del Gloriagate ocupa la centralidad mediática. En parte, porque es un escándalo mayúsculo y, en parte, porque es una orientación política de los medios hegemónicos: que no haya nada más allá ni más acá de las anotaciones del chofer Oscar Centeno sobre las coimas. Sin embargo, pese al bombardeo mediático y el minuto a minuto del cuadernazo, en la realidad cotidiana del país profundo castigado por el ajuste... “pasan cosas”. Pese a que el Gobierno quiere capitalizar la descomposición que sale a la luz pública con el festival de coimeros y coimeadores, hasta ahora no estarían logrando su cometido. Un trabajo del encuestador Gustavo Córdoba, cerrado y publicado el 13 de agosto y que abarca a todo el país, revela algunas percepciones significativas: 1) Los grandes empresarios tienen una imagen negativa del 75%, tres cuartos de la población opina mal o muy mal del empresariado. Digamos que no tienen mucho margen para andar haciéndose las víctimas a los que no les quedó otra que coimear para enriquecerse. Esa fue la excusa que dieron para defenderse.
2) La Justicia tiene una imagen negativa de casi el 83%. El juez Claudio Bonadío y el fiscal Carlos Stornelli son los peores referentes de un poder que no provoca, precisamente, una pasión de multitudes.
3) A los políticos tradicionales, en general, no les va mejor: 73% de imagen negativa, según este trabajo.
Y el mismo sentencia, entre otros puntos, que una mayoría cree que tanto María Eugenia Vidal como Cristina Fernández son responsables por los “aportantes truchos” a la campaña de Cambiemos y por las coimas de los cuadernos, respectivamente;
Pero este dato me interesa resaltar: un 60% opina que Macri está usando el caso de los sobornos para que no se hable del manejo económico de su gestión. Se entiende -desde este punto de vista- el intento fallido del Gobierno para ocultar esta realidad. Las medidas de gestión, el marco de una orientación general de ajuste, muestran una confusión fenomenal: anuncios que se hacen un día y a la semana se contradicen, o a veces a los pocos días al calor de la crisis. Algunos ejemplos: Distintos funcionarios juraron y perjuraron que no iban a afectar el cronograma de baja del régimen de retenciones, la última fue la vicepresidenta Gabriela Michetti -antes de festejar en el Senado por la continuidad de las muertes por abortos clandestinos-, el 28 de julio les dijo a los integrantes de la Sociedad Rural que las retenciones no se modificarían. El 15 de agosto, el Gobierno suspendió por seis meses ese impuesto para la harina y el aceite de soja. Guillermo Dietrich, el ministro de Transporte, envío un mensaje a los principales bancos el viernes 10, asegurándoles que ninguna obra se interrumpiría por la crisis de los cuadernos. El viernes 17 se enviaron comunicados estatales a varias empresas denunciadas, en las que se anunciaba la suspensión de obras hasta que se investiguen los ilícitos. El pasado lunes, el gobierno limitó de 100 a 50 millones de dólares la oferta diaria que el BCRA subasta en el mercado de cambios. Al otro día, y ante la continuidad de la corrida, ofreció 500 millones, diez veces más. A principio de año, el Gobierno firmó un pacto fiscal con los gobernadores, incluyendo el llamado Fondo Sojero que, básicamente redistribuía un porcentaje de las retenciones a la soja, entre las provincias y las intendencias. Esta semana, por decreto, liquidó el Fondo. Dante Sica, flamante ministro de Producción, aseguró a los representantes de la Unión Industrial Argentina que los reintegros a las exportaciones de bienes con valor agregado no se iban a tocar. Esta semana, Macri redujo en dos tercios esos reintegros y Sica se enteró por los diarios. Un día mandan al exhumorista Alfredo Casero a decir que los que reclaman sus derechos quieren el lujo del flan en una casa incendiada y al otro día Macri sale en redes sociales degustando un flan con la cara peculiar que lo caracteriza en estas ocasiones. En ese marco no es raro lo que escribe Ignacio Miri, el acreditado en Casa Rosada por parte de Clarín: Dice que aquel discurso que se resumía en “las cosas no están bien, pero estamos haciendo lo que hay que hacer para que puedan estar mejor”, se agotó allá lejos y hace tiempo.
Además, informa que un hombre del radicalismo que integra el Gobierno y que hace unos días mantuvo una charla con Macri reconoció que hay poco espacio para el optimismo económico. “Mauricio no le encuentra la vuelta. Es mortificante, pero es la verdad”, asegura que dijo este hombre.
Y remata Miri: “Hasta hace poco se decía que lo peor ya había pasado. Lo peor no pasó ni está pasando. Son muy pocos los que lo admiten. Lo peor está por venir.”
No lo dice El Círculo Rojo o La Izquierda Diario, lo dice el diario oficialista Clarín, obvio, un poco diluido en una montaña de arrepentidos, miles de notas sobre los cuadernos y algunos payasos útiles en la TV, hablando del… flan.