Las lecturas del triunfo macrista en Diputados. Poco que festejar. La larga espera del shock de confianza. El kirchnerismo, resistencia sin aguante.
Fernando Rosso @RossoFer
Viernes 18 de marzo de 2016
Periodistas y analistas de ambas orillas de la “grieta” destacaron que Mauricio Macri obtuvo un triunfo político descomunal. Algunos aseguraron que recién ahora empezó el gobierno de Cambiemos. Otros, como el cronista Andrés Fidanza en la revista Anfibia, afirmaron que “no inventó la pólvora, pero la sabe usar”, y elogiaron las supuestas habilidades de Emilio Monzó para tejer el acuerdo que terminó aprobándose en Diputados.
Según estas lecturas, el macrismo llevó al centro de la escena al nuevo “chirolita” del peronismo, Diego Bossio, y dio cátedra sobre cómo se quiebran frágiles voluntades en tiempos de ajuste: con austeros sanguchitos y tres mates fríos.
Ponderan que hizo desfilar la “responsabilidad constructiva” del Frente Renovador que siente la obligación de aprobar la agenda del presidente en el recinto y dejar planteada la suya para la demagogia mediática, como hacen todos los renovadores del mundo en todos “los países serios”.
Recalcan que consiguió que el país presenciara la transformación del “príncipe” (Axel Kicillof) convertido en un mendigo, que rogaba que se negocien un poco mejor las condiciones del pago a los buitres.
Y que logró que se escuche la voz de la conciencia de La Cámpora (Máximo Kirchner), amanecido y con el caballo cansado, también implorando que se podía llegar a un acuerdo un poquito menos indigno.
Adornó todo el circo de la nueva república consensual con el apoyo, siempre “crítico” por supuesto, del progresismo blanco (Margarita Stolbizer).
De esta manera, el macrismo expuso en cadena nacional la impotencia del kirchnerismo, el reducido tamaño de su esperanza.
Entonces, con toda la resaca encima se miden las verdaderas dimensiones del supuesto “triunfazo” de Macri y se entiende la desmoralización que reinó en los bloques mayoritarios durante toda la aburrida sesión.
Estas crónicas certifican el triunfo con la abrumadora cifra final: 165 a 87. Además, quedó demostrado que la materia prima con la que se construyó el kirchnerismo estaba hecha de los Bossio, como antes Massa, Cobos y siguen las firmas. Todos los que le permitieron conquistar esta aplastante mayoría a favor de los buitres pasaron por la escuela superior de comercio político del kirchnerismo en ascenso.
Macri habría obtenido un éxito porque se sacó de encima una parte sustancial de la “pesada herencia” y si el trámite del Senado se confirma, queda con las manos libres para llevar adelante su plan financiero de salvación nacional.
¿Y ahora?
Y ahora Macri es el hombre que está solo y espera. Espera el shock de confianza, la lluvia de dólares, la maratón de inversiones. Los goles del “proyecto” que ya van a venir.
Pero resulta que Standard & Poor’s indica que la calificación de la Argentina va a cambiar cualitativamente cuando demuestren la voluntad de ordenar la economía.
Y el economista hipermacrista, Martin Tetaz, explica el triunfo y expresa que “la Argentina paga a los buitres una deuda cuyos intereses corrían al 12 %, con otra nueva deuda cuyos intereses estarán entre 7 y 8 %”. Deslumbrante, pero no es todo: revela que “la deuda no crece, sino al contrario, porque se cancela una deuda con otra deuda, pero la nueva deuda tiene menos intereses”. Impresionante, pero hay más: asegura que “la salida del default permite a Argentina calificar como ‘emergente’ (hoy es ‘fronterizo’)”. Indiscutible avance: de la frontera a la emergencia. Luego pasa a todo a valores: dice que “la tasa de los nuevos créditos (públicos y privados) puede bajar del 9,5 % actual al 7,5 %, pero no mucho más”. Porque “la tasa del financiamiento no va a llegar al 3 o 4 % que pagan Chile o México hasta que arreglemos el INDEC y bajemos el déficit”.
Es decir, traduce a Standard & Poor’s: el shock de confianza debe esperar hasta después del ajuste. Confianza sí, toda la que quieras, pero primero un poco más de ajuste.
El marco económico general muestra que el precio del petróleo se vino abajo y Vaca Muerta hace honor a su nombre; Brasil, el socio estratégico, se derrumba y desacelera los motores de uno de los pilares de la industria argentina: la metalmecánica; China, el reino del medio del consumo mundial de los últimos años se enfría sin prisa, pero sin pausa. La situación es tan adversa, sin nichos de inversión a la vista, que comienzan a escucharse rezos desesperados al Dios del "oro blanco": el litio.
Entonces, con toda la resaca encima se miden las verdaderas dimensiones del supuesto “triunfazo” de Macri y se entiende la desmoralización que reinó en los bloques mayoritarios durante toda la aburrida sesión.
La desmoralización del “kirchnerismo duro” que dejó en evidencia que durante doce años produjo más relato del que es capaz de bancar, una falencia relativamente disimulable cuando se está en el Estado, pero demasiado evidente en el desierto del llano.
Pero también la falta de moral de los “triunfadores” que se debe a la imposibilidad de traducir el triunfo en anuncios más o menos inmediatos que materialicen este éxito después de tres meses de malas noticias. El paraíso prometido es, con suerte, dos puntos menos de tasa.
Finalmente, se entiende la tapa de Clarín el día después del “día D”. El gran diario argentino que viene bancando este proyecto, no pudo titular “Triunfo de Macri”, sino que informó que hubo “Derrota de los K”.
Empezó el gobierno de Cambiemos con una victoria donde los derrotados mordieron el polvo de su propio fracaso y los triunfadores no encontraron razones para festejar e inmediatamente comenzaron la espinosa tarea de volver a explicar.
Y la Argentina sigue empecinada en ser ese maldito país en el cuál “el que explica, pierde”.
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.