“Fueron días de mucha consternación, ahora estamos un poco más tranquilos pero mi hija sigue muy dolorida por la golpiza que recibió”, dice Luciana Giménez en conversación con La Izquierda Diario.
El lunes a la noche, con su hija de veinte años (de quien este medio reserva la identidad) recuperándose en la cama, Giménez subió a Facebook un video de diez minutos cargado de dolor, indignación y bronca contra la Policía Bonaerense, especialmente la que actúa en Mayor Buratovich. En cuestión de horas, el video alcanzó las 60.000 reproducciones y superó los mil likes.
Mayor Buratovich, por si hace falta recordarlo, es el pueblo de nueve mil habitantes del partido de Villarino donde la mañana del 30 de abril Facundo Astudillo Castro tuvo su primer y fatal encuentro con la fuerza represiva que conducen Sergio Berni y Axel Kicillof. En el caso de Luciana y su hija, los victimarios no fueron Mario Sosa y Jana Curuhuinca, sino el oficial Salvador Paso y una oficial a la que aún se trata de identificar.
Por sugerencias de la madre de Cristina Castro y su abogado Luciano Peretto, Giménez está por presentar una denuncia, con toda la documentación que la avala, ante la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), que depende del Ministerio Público Fiscal y cuyo titular es Andrés Heim (uno de los fiscales de la causa por la desaparición forzada de Facundo Castro).
Mientras sigue denunciando por Facebook lo que viene sufriendo la familia y algunos (pocos) medios regionales de Villarino y Bahía Blanca difunden su caso, Luciana aceptó contar a este medio detalles de lo que le pasó a su hija y analizar el caso en el contexto de la desaparición seguida de muerte de Facundo. Como dice ella, “Buratovich es un pueblo es muy chico y todo se sabe”, pero la Bonaerense está más que empoderada por el Gobierno provincial y aunque todo se sepa no deja de cometer sus crímenes.
¿Cuándo y cómo la detuvieron a tu hija?
Fue el domingo, entre las once y once y media de la noche. Ella había ido al bar Carrusel con amigos y en un momento decidió volver para casa, donde la esperábamos con su pareja y su hija. Al rato, uno de los chicos que también se iba la encontró tirada en la vereda, como si estuviera inconsciente, la levantó y la ayudó a seguir camino. No sabemos si en ese momento apareció la Policía o qué, pero aparentemente ella se asustó mucho y casi llegando a casa, en la otra cuadra, se paró en la casa de unos vecinos, golpeó tres veces y, al no recibir respuesta, pateó la puerta. Los vecinos lógicamente se asustaron y terminó apareciendo la Policía. ¿La detuvieron por eso?
Sí, la acusaron de querer entrar violentamente a la casa para robar. Algo que no se sostiene por ningún lado. También detuvieron al amigo que estaba acompañándola a casa. ¿Cómo se enteraron ustedes que estaba detenida?
Yo siempre estoy alerta por si ella me llama, sea a la hora que sea. La Policía jamás me avisó que mi hija estaba detenida. Al hacerse ya bastante tarde y no responderme los mensajes y llamadas empecé a preguntar entre conocidos. En eso una pariente cercana me preguntó si mi hija estaba en casa, le dije que no y me contó que su hermana había visto que se la había llevado la Policía. ¿Ahí fueron a la comisaría?
Ya eran como las doce y media de la noche. Primero llamé. Me atendió el mismo Salvador Paso, el que la estaba golpeando en ese momento. Estaba como agitado y con voz de enojado. Me dijo “por acá no puedo darle información, si quiere venga”. Y salimos para allá con la pareja de mi hijo. No la habían llevado a la Comisaría de la Mujer, que está al lado, sino al destacamento común. ¿Y en la comisaría qué pasó?
No nos dejaron verla y no me explicaban por qué. Empecé a preguntar en voz alta “¿hija, estás ahí?” y ella me respondió “sí, ma, estoy acá, no sé por qué me trajeron, ahora quiero ir al baño y no me dejan, me tienen esposada”. Le pregunté varias veces por qué la habían detenido y siempre respondía “no sé, no sé”. Tenía un tono que me preocupó mucho. Estaba ebria, no estaba bien. ¿La Policía qué te decía de cómo y por qué la habían detenido?
Ni en ese momento ni nunca me dijeron cómo la habían encontrado a mi hija, en qué estado. Solo me dijeron que con su amigo habían querido robar, como si ella hubiera estado totalmente normal. ¿Qué hiciste en ese momento?
Me quedé plantada ahí. Con el teléfono en la mano, les decía a los policías que si no me daban información llamaba a Luciano Peretto, el abogado de Cristina Castro. En ese momento se miraron entre todos ellos, alarmados, había varios dando vueltas por los pasillos. Ahí me llevaron a la oficina del jefe, Gonzalo Choque, que estaba con la familia vecina. Yo me presenté ante ellos, les dije que soy trabajadora del INTA y les pedí disculpas por lo que pudiera haber hecho mi hija. No me dieron muchas explicaciones de lo que había pasado. Enseguida Choque me sacó de la oficina y me quedé afuera, esperando que me dieran más explicaciones. Siendo ya de madrugada, Luciana y la pareja de su hija decidieron volver a la casa y regresar al amanecer. Durante la esa primera estadía en la comisaría, Salvador Paso no estuvo presente, pese a que rato antes la había atendido por teléfono. Pero apenas salieron del destacamento vieron que él llegaba junto a una oficial, a la que luego identificarían como la misma que participó de la detención de la joven, aunque aún no saben el nombre.
¿Qué pasó cuando volvieron a la comisaría el lunes a la mañana?
Esa noche dormí muy mal, todo el tiempo intranquila. Me levanté a las seis y le preparé un bolso con ropa (los amigos me dijeron que estaba en estado de ebriedad y no sabía si se habría orinado o vomitado). Metí un paquete de galletitas en el bolso y con mi pareja salimos para la comisaría. Justo llegaba un patrullero (otra provocación). Querían hacer una constatación de domicilio. Les dije que estaba saliendo para la comisaría y nos fuimos. ¿El trato cambió de la noche a la mañana?
No mucho. No estaban los policías de la noche y el oficial que me atendió me dijo que me quedara tranquila, que él estaba para ayudarme. Pero al mismo tiempo me dijo “usted váyase nomás a su casa”. Algo me decía que tenía que quedarme. Salí y empecé a dar vueltas por ahí. A eso de las nueve y media veo que sacan a mi hija a la calle y la suben a un móvil. Obviamente los seguí. La llevaron al hospital zonal de Mayor Buratovich. Al rato volvieron a la comisaría y pensé que la iban a largar. Pero no. Ya era el mediodía. Volví a casa un rato a atender a mi nieta. ¿Y cuándo la liberaron?
Mi hija apareció en casa a las dos y pico de la tarde. Apenas llegó se fue a acostar, muy cansada. Cuando se levantó vimos todo lo que le habían hecho. “Mirá mamá lo que me hicieron, me duele todo”, decía mientras nos mostraba las heridas y los moretones. La amasaron a palos. Me desesperé. Quería que me contara todo lo que le habían hecho, quiénes fueron y por qué. No me la pueden devolver de esa forma. Ella en otra oportunidad ya había sido detenida, pero no la habían ni tocado. ¿Qué tipo de golpes le dieron?
El amigo, al que también detuvieron, nos contó después que la arrastraron para subirla al patrullero, que también la arrastraron para llevarla al baño de la comisaría, que una de las policías le metió un puñetazo (con un anillo puesto) y le rasguñó el cuello. Ella recuerda, pese al estado en que se encontraba, que la patearon mucho, que sentía los puntinazos en el cuerpo. Casi como un flash, puede recordar cómo Salvador Paso la levantó en el aire, de los pelos. ¿Qué hicieron entonces?
Algo tenía que hacer, no podía dejar esto pasar. La primera reacción que tuve fue grabar ese video y subirlo a Facebook, para que al menos esto no quede en la nada. Mi hija hoy siente mucho dolor, siente calor dentro de las piernas, siente como si se les desgarraran las carnes por dentro. ¿Saben qué fue lo que pasó en la casa de los vecinos?
Para nosotros ella confundió su domicilio y creyó que era la puerta de casa. De hecho nuestra puerta trasera, que es por donde ella entra cuando viene tarde o fuera de horario, es igual a la puerta de esos vecinos. Creemos que se confundió. De hecho golpeó tres veces antes de ingresar. El amigo en ese momento pensó que mi hija estaba frente a la casa de alguna amiga. Ella incluso frecuenta esa misma cuadra, enfrente a esos vecinos vive su prima y su mejor amigo. Su prima es la que el domingo a la noche nos avisó que se la había llevado la Policía. Vos en el video acusás a la Bonaerense casi de querer hacer con tu hija lo mismo que hicieron con Facundo
Es que acá todo se tapa, se encubren entre ellos, son una mafia muy grande. Hacen cosas aberrantes. Yo pude recuperar a mi hija. ¿Si no hacía lo que hice dónde estaría mi hija ahora? Es la misma comisaría de los policías que detuvieron a Facundo Castro, ¿cómo no tener eso todo el tiempo en la cabeza? Hoy el amigo de mi hija, al que detuvieron con ella, está muy asustado y casi no quiere salir de la casa. ¿Ya habían tenido problemas con la Policía?
Días antes, la semana pasada, habían venido a casa intentando llevar a mi hija a la comisaría para un “ficheo”, por todo lo que tiene que ver con su situación de adicciones. Pero venían sin ninguna orden judicial. Me planté y les dije que mi hija no salía de casa si no traían algo por escrito. Al rato llegó Salvador Paso con una comunicación de una jueza. Estaba enojado como un toro, se le notaba en la cara enrojecida. Ahí les dije que con todo lo que está pasando con lo de Facundo, yo les tengo terror y no quiero que mi hija pise esa comisaría. O sea que estos mismos policías ya tenían a tu hija en el foco
Sí, mi hija está en la mira de la Policía. En todo momento nosotros estamos siguiendo de cerca el caso de Facundo, apoyamos a mil a Cristina. Fuimos a las marchas, estuvimos marchando con la familia. Pero ellos están intimidando a todo el pueblo. Hay un miedo terrible en la gente, nadie quiere hacer nada. Acá la Policía coimea a la gente del campo cuando trae carne, tienen que darle coima para que los dejen pasar. Además tienen gente que roba para ellos. El martes al mediodía Luciana y su hija tenían una cita médica programada desde hacía rato. Al tratamiento que viene haciendo ahora se le sumó el trauma de todo lo vivido desde el domingo. Y por si fuera poco, mientras estaban en el hospital zonal un grupo de hombres (“cinco o seis gorilas”, dice la mujer) se presentó en la casa en representación de la Auditoría de Asuntos Internos de la Policía Bonaerense.
Pura careta. Yo lo veo como una nueva intimidación. Porque si vos querés hablar con alguien le das un aviso previo. Pero no, ellos se aparecieron en mi casa. Y lo peor es que de ahí fueron al hospital a buscarnos. Lo sentí directamente como un ataque, un apriete. En medio del hospital público de Mayor Buratovich venir a increparme, queriendo saber todos los detalles, que yo hiciera denuncias más certeras. Además aparecieron bastante “rápido”, ¿no?
Sí. Dijeron que como en el video yo dije que ellos son una mafia, querían saber qué información tengo. Y después nos llamó una tal María Martínez, también de Asuntos Internos, y nos pidió que declaremos con mi hija por escrito, adjuntemos todo lo que tengamos y se lo enviemos por mail. La hija de Luciana carga con una situación de consumo problemático de drogas. Ambas lo reconocen e hicieron muchísimos intentos para encontrar una solución. Y si algo les queda claro hoy es que la única presencia real, concreta y determinada del Estado para con la chica es a través de la Policía.
¿Cómo buscaron solucionar ese problema?
Hicimos de todo. Psicólogos, psiquiatras, vivió en Santa Rosa (La Pampa) con el padre, cambiamos de colegio para alejarla de determinada gente. Pero sabemos que la droga la manejan ellos mismos y gente que trabaja con ellos. Hasta nos mudamos al campo para que ella fuera a una escuela agraria. Siempre tratando de preservar su integridad y de que no entre en conflicto con nadie. Y no tenemos muchos recursos económicos para hacer muchas cosas que harían falta. ¿Nadie del Estado, provincial o municipal, hizo algo por ella?
En el Municipio de Villarino hay un gabinete de asistencia social, que se supone que ayuda en estos casos. Pero nunca hicieron nada por mi hija. Hace años vengo pidiendo que me ayuden. La última vez fue hace poco, apenas arrancó la cuarentena, fui y les pedí por favor que hagan algo, que me ayudaran. Me respondieron “solo atendemos urgencias”. ¿Y esto no es urgente? ¿Qué piensan, que yo reclamo porque se me da la gana o invento cosas para mi hija? Jamás vinieron a golpear la puerta y preguntar cómo estamos y si necesitamos algo. A eso se suma el permanente verdugueo y criminalización de la Policía a los jóvenes, ¿no? Como a Facundo o a tu hija
Acá la Policía corretea a los pibes todo el tiempo. Y cuando para ellos los pibes se ponen “en difícil”, viene el apriete y la extorsión, “o hacés esto para mí o ya sabés lo que te puede pasar”. Y muchos pibes por miedo empiezan a interactuar con la Policía, a trabajar para ellos. Y si no están conformes, terminan armándoles causas. ¿Tienen miedo?
Un poco sí, claro. Sabemos que al denunciar todo esto nos estamos enfrentando a algo muy pesado. A ellos no les gusta que uno diga lo que pasa, lo que hacen y cómo se manejan. Pero acá ya hubo muchas muertes que nunca se explican y quedan impunes. Este miércoles, mientras Luciana conversaba con La Izquierda Diario, su hija recibía un mensaje de uno de los amigos con los que se había encontrado en el bar Carrusel la noche del domingo. “Recién me llamaron de la comisaría para que fuera a firmar una notificación, les pregunté sobre qué y me dijeron que no podían decirme, que fuera para allá. No era ninguna notificación. Me recagaron. Me dijeron que, como yo había estado con vos, les cuente en qué estado te había visto. Si me hubiesen dicho que era para declarar sobre vos, no iba. Me mintieron”, dice el amigo con voz entrecortada. Nada nuevo bajo el sol.
Frente a estos hechos que se suceden en Villarino, con aprietes al por mayor a la familia de Facundo, a sus abogados, a testigos y ahora también con casos como el de la hija de Luciana Giménez, este medio consultó a la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires si estaban al tanto de la gravedad del caso. “No tenemos ninguna indicación sobre este tema”, respondieron desde ese área ante la pregunta de qué están haciendo por esas víctimas de la Bonaerense.
Ante la pregunta de si están al tanto de los aprietes y amenazas que está sufriendo esa gente, respondieron “sí, salió en los medios”. Y ante la consulta de si hay algún tipo de comunicación desde la Subsecretaría con la familia de Facundo, no hubo respuesta.
Mientras tanto Sergio Berni y sus secuaces siguen paseándose por los grandes medios para contarte cómo te “cuidan” del Covid-19. El Estado es responsable. Hoy y siempre.