El punto de inflexión que resultó la catastrófica aventura en Malvinas para la última dictadura, lo fue tanto en términos políticos como culturales. El comienzo de la retirada con llamado a elecciones incluido también significó una mayor permisividad hacia determinadas manifestaciones artísticas que hasta el momento venían siendo perseguidas con violento celo. Para muchos artistas, la democracia comenzó en la inmediata posguerra. El caso del rock representó un paradójico ejemplo.
Sábado 2 de abril de 2016
Yo vivía en el bosque muy contento
Conformado como movimiento juvenil, y (auto) denominado nacional, el rock argentino sufrió censura y represión desde sus comienzos. Tal vez sea esto lo que derivó en una necesidad de legitimación social que a la postre resultó (sigue resultando) cuando menos polémica y contradictoria. Y qué mejor forma de legitimarse ante el sistema que erigirse como nacional. Lo que implica un desplazamiento institucionalista, patriota y chauvinista.
Es que el rock como movimiento creó la ilusión de comunidad cuando salir a la calle no era fácil para los jóvenes. Todavía hoy cuenta con una potencia interpeladora muy importante entre los jóvenes. Es por esto que está intrínseca y necesariamente vinculado con formas que expresan y canalizan la libertad o la celebración tanto hedonista como existencial de la vida.
¿Qué se puede hacer salvo ver películas?
Con la última dictadura militar el movimiento rockero pasó de ser considerado un elemento subversivo potencial o agente del comunismo internacional, a ser un posible vehículo de comunicación entre un importante sector de la juventud argentina y los fines políticos y propagandistas del gobierno durante la guerra de Malvinas. Es en este momento que el apelativo nacional recupera para el rock toda su dimensión institucional para erigirse como proclama patriótica.
Dicha institucionalización acabó allanando el camino para la explotación comercial de la música por parte de una industria que por esos años estaba bastante poco desarrollada, y en manos de un grupo minúsculo de empresarios que se servían de una política “proteccionista” o “sustitutiva de importaciones” del Estado que prohibía la difusión de música en inglés.
El gobierno de Galtieri supo ser práctico e intuitivo y explotó la adhesión afectiva que generaba la guerra entre los jóvenes que se identificaban con la causa de la recuperación de las islas y sufrían a la distancia la tragedia de conocidos y amigos, o aguardaban angustiosamente la posibilidad de ser obligados a combatir.
¿Cuál fue la postura que adoptó el rock? Aceptar la sugerencia de realizar algún tipo de evento cultural alusivo: algunos productores (como Pity Iñurrigarro, Daniel Grinbank y Alberto Ohanian) fueron convocados por el gobierno para organizar un festival gratuito de rock que pretendía además agradecer a las naciones latinoamericanas el apoyo ofrecido a la Argentina.
Pero, ¿qué tipo de respuesta se podía suponer para dicha convocatoria? El rock siempre había pretendido enfrentar sistemáticamente a las instituciones del Estado represor y de la sociedad conservadora desde la contracultura, pero ahora la juventud estaba movilizada emocionalmente y sensibilizada por una guerra que la sacrificaba en el campo de batalla. Julio Moura, guitarrista de Virus, recordaba que la idea del festival de rock "fue una propuesta (...) que nosotros sentimos como muy desagradable. Se trató de hacernos creer que era para ayudar a la recuperación de las Malvinas, pero terminó siendo un fraude". Se podría pensar que la negativa a prestar apoyo a una iniciativa de dudosa procedencia era lo esperable. Pero a su vez, a los músicos les significaba la posibilidad de tocar en vivo, lo que por esos días era bastante poco frecuente.
Jóvenes terneros para una cena especial
Finalmente se realizó el Festival de la Solidaridad Latinomericana donde tocaron para setenta mil personas Charly García, Spinetta, Pappo, Nito Mestre, Pedro y Pablo, Raúl Porchetto, algo así como la elite del rock nacional. Sólo Virus y Los Violadores, dos bandas demasiado nuevas como para ser consideradas parte de la escena del rock nacional, se negaron a tocar.
Con algo de distancia y perspectiva, León Gieco supo reconocer que "lo del Festival de la Solidaridad fue un invento de los managers del rock para hacer algo con el tema. Todo el mundo estaba participando pero el rock no quería formar parte del circo que fue lo de la guerra. Hasta que en un momento se decidió que había que aportar, pero no desde el triunfalismo sino desde la paz. Al menos esa era mi posición. Me llamaron para cantar Sólo le pido a Dios, un tema que los colimbas cantaban en las Malvinas, y solamente por eso fui. Pero me sentí muy mal, es el único recuerdo que tengo".
Una de las vías de resolución de este dilema abierto con la guerra la ofrecieron las bandas más nuevas, como los citados casos de Virus o Los Violadores. Precisamente los punks fueron quienes comenzaron a desafiar ese status rockero, reclamándoselo para sí y excluyendo a las viejas generaciones. Horacio “Gamexane” Villafañe, posterior fundador de Todos Tus Muertos e integrante del movimiento punk desde su génesis misma, señalaba que en "ese momento, lo único que podíamos hacer era rebelarnos. Y éramos pocos. Todos tenían miedo, mucho miedo. Y veo a todos los demás, así a ovejas que están escuchando músicas blandas, que le dicen rock, y no es rock. Hicieron un festival de las Malvinas, una aberración en nombre del rock nacional. Eso no es rock. El rock va en contra de un sistema". El punk arroja la piedra que quiere derribar a Goliath, a riesgo de dársela contra la propia cabeza.
Raros peinados nuevos
Charly García daba por cerrada una etapa y abría otra, ya en el ocaso de la dictadura, ensayando una justificación en forma de balance al reconocer que "me di cuenta que la juventud es utilizada. Gente que yo conocía desapareció, eran tipos con mucha polenta y por un ideal fueron torturados y muertos. No quiero que me utilicen desde un escenario para vender al peronismo o al radicalismo ni a ningún ‘ismo’. Lo que pasa es que, tanto aquellos tiempos como éstos, son el fin de una época".
Así quedaban inaugurados los años ochenta, tiempos de dicha en movimiento, cinismo e ironía, donde el pop moderno se consolidó como el lenguaje dominante de una nueva etapa democrática. Esa cosa heterogénea conocida hasta entonces como rock nacional conformada como movimiento, explota y se fragmenta en una variedad de estilos, quedando segmentado según lógicas mercantiles que supieron ser bien aprovechadas. Pero esa es historia para otro capítulo.