Con la lupa puesta en el trabajo de un sector de enfermería del hospital Castro Rendón esta primera entrega de crónicas de hospital muestra cómo son los trabajadores y trabajadoras de salud los que garantizan el derecho a la salud de la población. En hospitales y centros de salud en crisis por la falta de recurso humano, insumos, condiciones laborales y salariales precarias para la atención.
Lunes 15 de mayo de 2023 10:04
No es grande, apenas tres por tres. No tiene ventanas. Las paredes son blancas y los techos altos. Un escritorio, dos sillas y una computadora. Una luz brillante y una lupa sobre una camilla. Un lavamanos, una mesada, insumos e instrumentos quirúrgicos. Perdido en un pasillo del Hospital Castro Rendón, nadie llega por casualidad al único consultorio de enfermería especializado en la atención de pie diabético en la provincia de Neuquén.
Son las 12 horas de un miércoles de abril. El personal de salud circula con la mirada fija hacia adelante por los pasillos oscuros y fríos del hospital de mayor complejidad de la Patagonia. Hay carteles que indican la especialidad detrás de cada puerta. Frente al consultorio 9, de heridas complejas, la marcha parece detenerse. Hay sillas de ruedas, bastones, pies vendados. Familiares que esperan, mientras sus seres queridos son despellejados por bisturíes que atraviesan la infección para salvarlos de la amputación.
Esteban Cabrera es un enfermero jóven. Nació en una familia trabajadora de Neuquén. Hizo la secundaria en la Escuela de Enfermería y se recibió de auxiliar. Quería seguir los pasos de su tía, una licenciada en enfermería de la terapia intensiva pediátrica, pero sobre todo buscaba una salida laboral rápida. Con el tiempo -cuenta- se fue “apasionando” con su profesión. Siguió estudiando, se especializó en el tratamiento de lesiones graves y logró jerarquizar, con su trabajo, la práctica profesional de enfermería, históricamente reducida a un rol auxiliar del profesional médico.
"Tenía 21 años cuando entré a trabajar al hospital. Empecé en adicciones, después en la internación de clínica médica y hace cinco años estoy en este consultorio”, recuerda Esteban mientras se lava, una y otra vez, sus largas manos, sus finos y pulcros dedos. “En los consultorios externos, al principio, cumplíamos múltiples tareas. Desde fijarnos que no falten toallas de papel hasta conseguir un foquito. Cosas que no tenían que ver con nuestra disciplina pero así estaba instituido”, dice mientras agarra una servilleta de papel, se seca las manos y sonríe.
“Hacíamos curaciones generales. Odiamos esa palabra, o mejor dicho, ese concepto de curación”, cuenta Esteban.
Respira profundo, se afirma en la camilla y continúa orgulloso: “Hoy la historia es diferente. Ya es cien por ciento un consultorio de tratamiento de heridas complejas. Cambiamos el concepto de curaciones y de la propia disciplina. Lo hicimos con mucho esfuerzo y voluntad. Con nuestro trabajo y formación”.
A nuestros pacientes les va bien por el tratamiento y el seguimiento que les hacemos
El consultorio de enfermería está conformado por Esteban Cabrera y Mirian Fonseca. Son parte de un equipo interdisciplinario especializado en pie diabético, pero trabajan con autonomía. Por el nivel de complejidad de la atención, llegan pacientes de toda la provincia, no solo de hospitales y centros de salud públicos, sino de clínicas privadas. “Acá se hacen prácticas seguras en forma ambulatoria. Si de algo nos podemos jactar es que a nuestros pacientes les va bien por el tratamiento y el seguimiento que les hacemos”.
El hospital público lo salvó de una amputación
Ese es el caso de Guillermo Blanco. Llegó hace un año al hospital en busca de ayuda, con una lesión que se había profundizado hasta afectar el hueso, cansado de esperar que su obra social autorice el tratamiento. Así recuerda ese día: “No aguantaba más el dolor. Tenía referencias de Esteban Cabrera y fui a verlo para que me revise el pie y me de algo para el dolor. Me atendió inmediatamente. Me hizo pasar y me retó por haberme dejado estar tanto tiempo. Tuvieron que abrir todo el dedo, extraer el hueso, y empezar un tratamiento urgente”.
Fue el hospital público el que, después de meses de riesgosa espera, lo salvó de una amputación. “No conseguían derivación a ninguna clínica de mi obra social”, recuerda angustiado Guillermo y continúa: “Me atendieron en forma ambulatoria, en el consultorio. Me vendaron el dedo y seguí yendo a que me pasen la medicación cada 6 horas hasta que el dedo empezó a recuperarse. No pasó a mayores y se pudo frenar la infección. Quedé con el dedo sin el hueso pero re contento porque podría haber sido mucho peor”.
Desde que empezamos a trabajar logramos disminuir las amputaciones a un cincuenta por ciento
La diabetes se convirtió en una epidemia que afecta a millones de personas en todo el mundo. En Argentina es un problema sanitario y socioeconómico de gran importancia. El Ministerio de Salud de Nación estima que 1 de cada 10 personas de 18 años o más tiene diabetes. En 2017, causó 8,893 muertes en el país, y el 72,4% de las muertes se produjo entre los 55 y los 84 años. Las personas con diabetes tienen un riesgo dos a tres veces mayor de padecer infarto agudo de miocardio y accidentes cerebrovasculares, lo que aumenta aún más la mortalidad.
El pie diabético es una de las consecuencias que aparece con frecuencia. El médico clínico y especialistas, Gustavo Jayat, explicó, en el marco de las actividades por el Día latinoamericano de concientización y prevención del pie diabético, que esta enfermedad afecta, con preferencia, a las arterias desde las rodillas para abajo, produciendo que se tapen esas arterias, aún no se sabe bien cuál es la razón de esto”. Jayat destacó el trabajo interdisciplinario y la labor del personal de enfermería del hospital: “Desde que empezamos a trabajar logramos disminuir las amputaciones a un cincuenta por ciento”.
Guillermo agradece la intervención oportuna e inmediata del personal de salud en la urgencia y el acompañamiento humano en la recuperación. “Estoy muy agradecido por la atención. Si yo seguía un día más sin atención iba a perder mi pie y mi vida iba a cambiar completamente. Todo el grupo de pie diabético se hizo cargo enseguida sin preguntar nada, sin esperar, sin autorización. Intervinieron y me salvaron el pie. Diferente a lo que hizo mi obra social. Si seguía esperando iba a la amputación directo”.
Son las 12 horas de un miércoles de abril. Afuera, el viento empieza a soplar fuerte sobre la ciudad. Adentro, el personal de salud sigue en la primera línea de atención a la población. Esteban abre la puerta y con una sonrisa cálida recibe al próximo paciente. Acodado sobre su escritorio le pregunta por su familia, su trabajo, por los controles médicos de rutina. Se levanta, acerca la lupa y la luz para observar con detenimiento el estado de las heridas que ya cicatrizaron.
Son quienes defienden la salud pública
La Salud pública está en crisis. Los hospitales y centros de salud están vaciados, sin el recurso humano necesario para atender una demanda que crece. Sin los insumos ni la aparatología necesaria. El Gobierno no destina el presupuesto necesario para garantizar condiciones salariales y laborales acordes a la inmensa labor que desempeña la primera línea.
Son los trabajadores y trabajadoras, como muestra este pequeño ejemplo de un sector de enfermería del hospital Castro Rendón, quienes le ponen el cuerpo a la defensa de la salud pública. Son quienes con su lucha junto a la comunidad protagonizaron la gesta histórica de las y los elefantes y pueden cambiar la historia.