Dejar la vida en la fábrica. Silobolsas y la pelea por el control obrero. La experiencia acumulada y la importancia de transmitirla. Trabajadores de distintos sectores invitaron a Raúl Godoy para compartir una jornada de amistad obrera en la casa socialista del PTS-FITu en Morón.
Lunes 1ro de agosto de 2022 22:15
“Llega con la camiseta transpirada”. Así reciben a Pucho, foguista de una fábrica ceramista importante de la Zona Oeste. Acaba de finalizar su jornada. Tiene los botines en la mochila porque sabe que hoy se juega al fútbol y se comparte asado entre trabajadores del plástico, ceramistas, de energía, metalúrgicos, choferes de la UTA, gráficos, changarines, laburantes precarizados de aplicaciones y desocupados. Es un día soleado, afuera de la fábrica se respira aire fresco. Van llegando al club obrero del Partido de las y los Trabajadores Socialistas en Morón, un espacio lejos de los ojos y las manos del patrón. “Un día socialista”, dice mientras guiña el ojo Raúl Godoy, dirigente ceramista y del PTS, quién acaba de llegar con un regalo para los presentes.
El asado está a cargo del Esqui, quien hace un año y medio pelea por su reincorporación en IPESA, fábrica de Silobolsas. Sí, las mismas que usan los empresarios del campo para retener los granos, especulando con el hambre del pueblo. “Si ustedes paran la fábrica, para la producción, el campo tiene que vender ahora mismo los granos. Miren el poder de fuego que tienen”, les había dicho una trabajadora del hospital Posadas en una asamblea. A Esqui lo echaron sin causa en plena pandemia cuando los trataban de esenciales y laburaban 12 horas por día. Mientras separa las brasas y ubica los choris en la parrilla, dice que los empresarios siempre buscan sacar ventaja.
Raúl recorre las paredes que sostienen imágenes como pedazos de historia. Señala con el dedo alguna que otra para recordar anécdotas. El Rollinga, otro de los ceramistas del Oeste, cuenta que entre los laburantes de la fábrica se colgaban durantes horas, comentado y mirando los documentales del “Hilo Rojo”, la historia de cómo un grupo de ceramistas en Neuquén recuperaron la fábrica y la pusieron a producir bajo control obrero. Ante el abandono de la patronal, en medio de la crisis del 2001, esos combativos obreros la pusieron bajo su control hermanándose y coordinando con el movimiento desocupado, los pueblos originarios, y tomando sus banderas como lucha también. “La cooperativa es un lugar de resistencia pero la solución sería un gobierno de trabajadores que planifique la economía, el laburante no es carne de explotación no más”, agrega Juan, también obrero de Zanón que junto a Raúl vienen charlando con laburantes de distintos puntos del conurbano.
Un viejo revolucionario decía que la lucha sindical tiene un límite porque uno permanece en el mundo patronal, contó Raúl retomando a Trotsky. Pero en la lucha revolucionaria te pensas desde otro lugar: pensas otra sociedad y transmitis esos valores. Cada uno de quienes participaron de este espacio (y de tantos otros en todo el país) vale oro, porque tienen experiencia acumulada y pueden aportar cuando la gente no se equivoque cuando salga a pelear, porque ya aprendieron lo que aún muchas personas no saben.
—“¿Sabían que a ellos los llamaron de fábricas en Europa para contar su experiencia?” — les pregunta el Pelado, chofer de una línea de colectivos de la zona al resto de los trabajadores.
En Francia y en Grecia los recibieron cuando cumplieron 10 años de gestión obrera. Una escuela de resistencia y un ejemplo que repercutió más allá de toda frontera. En Grecia habían visto un documental sobre Zanón, y tenían en la entrada de la fábrica una cerámica mapuche. Es que una activista alemana que había estado en la fábrica les contó la experiencia y ellos, inspirados, tomaron la fábrica en plena crisis y la pusieron a producir. “No compartimos el idioma pero sí el mismo odio, miedo, angustia o ganas de pelear. Nos preguntaban de todo: cómo habíamos derrotado a la patronal y a la policía, la unidad con la comunidad”, cuenta Raúl.
Birras en lata, vasos de vino, picadas de pan y queso, rayos del sol que hacen pestañear a algún distraído; algunos que llegan, otros que van y vienen. Una remera de Olimpo de Bahía Blanca. Botines en los pies y cordones atándose. El fuego haciendo lo suyo. Anécdotas de vida, de triunfos y derrotas, de penas y alegrías. Recuerdo a los compañeros fallecidos. En la fábrica de Silobolsas, un trabajador, grupo de riesgo, fue obligado por la patronal a trabajar igual. Se llamaba Oscar Miranda, y murió de COVID el año pasado después de estar un mes en terapia intensiva. Maxi, otro trabajador de la fábrica, tuvo un accidente y quedaron tres hijos sin su padre. ¿Qué hizo la empresa?: le dejó de pagar en medio de la terapia intensiva. En la fábrica de cerámica, también falleció un compañero por COVID y solo les permitieron salir unos minutos a la puerta de la fábrica para despedirlo.
El odio a la patronal y a la burocracia es un idioma que hablan todos. Se ve en los ojos, en los rostros, y se siente en el aire. Mientras se repartían los cubiertos para el almuerzo, contaban cómo en sus fábricas han visto llegar al secretario general y al dueño de la fábrica juntos. Ninguna novedad, los privilegios del burócrata son a costa de traicionar a sus compañeros de clase. “Hay muchos obreros apolíticos que opinan que los sindicalistas son todos lo mismo, que son todos como Moyano”, cuenta el Negro, obrero gráfico. Juan, era de los que puteaba al sindicalismo porque “hacen guita y se van” o “son todos vagos”, pero hace 20 años se convenció, con la experiencia de Zanón, que podía ser de otra forma: “Una de las primeras medidas que tomó el sindicato recuperado fue que el delegado cobre lo mismo que el resto que sus compañeros”. La misma sorpresa y sensación de optimismo que tuvo Juan en aquel momento, la tuvo el “Rollinga cuando le contaron que Raúl, después de rotar su banca como diputado, volvió a trabajar en la fábrica.
La remera de Olimpia de Bahía Blanca apagó el pucho y entró a jugar, dejó su latita de cerveza al lado del arco. El fútbol, ese juego en equipo, esa amistad obrera, ese abrazo de quienes no se conocen pero comparten la misma vida de laburante, pero también las ganas y el deseo de transformar la realidad.
—“Yo estuve 20 días peleando la reincorporación” —, cuenta el Rollinga, cuando le mencionan la situación del Esqui . La patronal había amenazado con cerrar la fábrica y echarlos a todos pero, con asambleas y paros, lograron reincorporarlo y pagarle las horas que les debían a toda la fábrica. Cuando regresó, lo recibieron con una fila de compañeros aplaudiéndolo mientras el delegado de la burocracia se revolcaba en su rabia. Los “foguistas”, como le dicen en la fábrica por su rol de mantener prendido el fuego del horno para hacer las cerámicas, cumplen un rol estratégico. De eso se trata, de pensar lugares estratégicos, no solo en la fábrica sino en el país, donde se muestra el poder de la clase trabajadora.
— “El día que lo necesiten como herramienta va a resurgir. Lo importante es mantener viva la memoria agrupada. ¿Y cómo se agrupa? con compañeros como ustedes que la pueden trasmitir, que la puedan organizar, que la puedan contar a los nuevos. Porque en última instancia de eso se trata, de ir construyendo espacios pero manteniéndote agrupado. De a uno nos cazan como conejos pero ¿todos juntos? no pueden con nosotros” — reflexiona Raúl, quien no deja de notar que ese triunfo le falta repercutir en más oídos.
—“Fue una experiencia que me pasó a mí, nada más” — interrumpe el Rollinga, con humildad pero poca valoración.
—“Bueno, pero esa experiencia es importante para otros laburantes donde no pasa” — le responde Godoy.
—“Igual siempre lo comentamos” — ajusticia Toto, otro de “los foguistas”, “porque siempre estamos tratando de recuperar esa democracia en la asamblea, poder levantar la mano y tomar decisiones”.
Los platos y los cubiertos van pasando de mano en mano. No hay música en el ambiente, acaso ¿nadie lo notó? O ¿Será que las ganas de hablar no dejan lugar a silencios? La mesa tiene una forma de U y el Esquí reparte la carne por el lateral izquierdo. Interrumpe el clásico “aplausos al asador”. Pero también ocurre otra interrupción, “¿che, que onda ahora con Massa?, pregunta uno de los presentes. Es que el arribo de Sergio Massa como un superministro que concentra los ministerios que dirigen la economía del país retumbó en estos días en la escena política. Se ve que las medidas de la fugaz Batakis de mayor ajuste no saciaron el hambre del voraz capital financiero y del fondo monetario internacional. “Para mí es un panqueque, lo de carlitos se queda corto”, comenta otro laburante. Risas que contagian entre sí hacen vibrar las maderas. “Estuvo con todos” o “ la misma mierda” son algunos comentarios que se escuchan en las fabrican y se comparten en la mesa.
“Esta bueno esto de juntarnos porque las patronales se juntan todo el tiempo. Nosotros necesitamos los ámbitos donde poder juntarnos”, comienza diciendo Raúl, mientras saca de su bolsillo un folleto impreso en estos días. “Nosotros sacamos estas medidas de emergencia, incluso hay una más, ante esta situación. Porque a Massa ¿quién lo votó? Nadie, y ahora prácticamente es el presidente. Por eso estamos planteando la asamblea constituyente libre y soberana, para que se deje de discutir a espaldas de la gente y se voten representantes para discutirlo todo; que se hace con el país, con la deuda, de cara a la gente. Y en última instancia lo de Massa es por presión de los empresarios, del campo, de los bancos, pero los únicos que no estamos presionando somos los laburantes, porque tenemos una CGT y CTA traidores. Falta la voz de los laburantes y esa es nuestra pelea. Necesitamos un encuentro nacional de trabajadores ocupados y desocupados de todo el país, para discutir nuestras demandas y juntar la fuerza dispersa en las calles”.
Cae el sol en el corazón del Oeste del Conurbano bonaerense. Hay alegría en el ambiente y sobre todo esa sensación de confianza, de estar en estos espacios asamblearios que viene impulsando el Partido de las y los Trabajadores Socialistas en todo el país. Un espacio de esa gente que se planta por otra salida, que es parte de ese millón y medio de votos al FIT. Acá se charla abiertamente que aún no alcanza, que falta fuerza porque no alcanza solo con votar, ni tampoco con nuestros diputados aunque se planten contra cualquiera y digan en todos lados lo que los dueños de este país no quieren escuchar. Es necesario, de primera orden, ayudar a transmitir las conclusiones de quienes pelearon y sacaron lecciones. Para transformar esta realidad y pelear por una vida que merezca ser vivida; pelear para terminar con un puñado de empresarios que se enriquece a costa de las vidas de las y los laburantes, es necesaria la organización de las y los trabajadores, de esos que mueven al mundo. Para esto es necesario también un partido que pelee en esa perspectiva, por acabar con todo tipo de explotación y opresión, que condense esas experiencias y ayude a socializar y pelear contra los enemigos de nuestra clase.Cuáles son las medidas que hay que tomar, qué programa levantar, como contaba Raúl, es parte de lo que su partido, el PTS, se propone colaborar desde su humilde pero irremplazable lugar en la historia.
—“Eso pasó en mi experiencia, más de uno se unió y recordaban al dueño que decía que yo no volvía más… y mirá, volví”— dijo el Rollinga.
— Ese pequeño ejemplo si lo multiplicás, en escala más grande, te das cuenta que los que manejamos en el país somos los laburantes — respondió Raúl, quien era el único militante de izquierda en los 90’ en su fábrica y supo esperar el momento, trayendo las conclusiones de 200 años de historia. “Después en algún momento cambia la situación y nosotros no podemos dejar que se pierda esa memoria, por eso hay que estar agrupados, en un partido, en una agrupación o en lugares comunes como estos, pero no disolverse, si no se pierde la memoria histórica, por eso le pusimos el libro rojo a zanon”, concluyó.
Abrazos, aplausos, fotos e intercambios de celulares. Nuevos integrantes al grupo de intercambio de la asamblea permanente de Morón, así fue cerrando una jornada de amistad obrera. Folletos sobre “las seis medidas de emergencia” se guardaron en las mochilas para llevar al barrio y a la fábrica. Los platos vacíos, las panzas llenas y la moral recargada. Una perspectiva anticapitalista y la pelea por terminar con el régimen que quieren instalar cada día en las líneas de producción, rompiendo a cada laburante, es parte de lo que vibra en el aire. Finalmente Raúl y Juan abren el regalo que habían traído: unos cerámicos para la casa cultural socialista que esperan con ansias un próximo encuentro.
<<Ante la puerta de la fábrica, el obrero se detiene de repente, el buen tiempo ha tironeado de su chaqueta y no bien se vuelve y mira el sol, muy rojo muy redondo sonriente en su cielo de plomo le hace guiños familiarmente. Di camarada sol: ¿no te parece una reverenda burrada regalarle un día como éste al patrón?>> Jacques Prévert