Como parte del adelanto de la próxima edición del Dossier “Ideas de la Universidad”, entrevistamos a María Maneiro. Ella es socióloga, investigadora del CONICET y docente en la carrera de Sociología de la UBA. Además, forma parte del equipo de investigación sobre Conflicto Social del Instituto Gino Germani. Sus trabajos se centran en la situación habitacional y la toma de tierras en la zona sur del conurbano bonaerense.
Martes 29 de septiembre de 2020 23:32
Vos investigaste sobre las tomas que se dieron en la zona sur del Gran Buenos Aires a fines de la última dictadura militar. También analizaste las que se dieron entre el ´99 y el 2003 tras la crisis de convertibilidad. Trazás, en tus trabajos, líneas de similitudes y diferencias que no solo tienen un carácter histórico general sino también familiar y social con el concepto de "antecedente". ¿Nos podrías comentar un poco de qué se trata este concepto?¿Qué continuidades y rupturas identificás comparando esos trabajos con el actual proceso de tomas en la crisis que estamos atravesando?
En algún sentido, en mis trabajos yo hablo de que los primeros procesos de ocupaciones se conformaron en antecedentes de los otros en múltiples dimensiones. Una de ellas es porque iniciaron un proceso de aprendizaje acerca de una modalidad distinta de urbanización a partir de las tomas y en un proceso largo de posterior formalización. También porque suponen determinadas relaciones intergeneracionales de aprendizaje e inclusive de modificación y ruptura de ciertos patrones.
Algunos espacios sociales como San Francisco Solano, por ejemplo, las cercanías a los arroyos San Francisco y Las Piedras contienen sobre sí mismos diversas capas de urbanización realizadas en su mayoría a partir de ocupaciones de tierras. Estos barrios que son colindantes tienen muchos tránsitos entre sí. Las personas que viven y vivieron en El Tala pasaban muchas veces el arroyo e iban a jugar a espacios inhóspitos que eran lo que actualmente es el barrio La Matera o inclusive tenían contacto con los espacios aledaños de muchas de las industrias que estaban por ahí. Por ejemplo, Sayonara y demás. Entonces existe una relación de mutua implicación espacial entre estos barrios y espacios.
En este sentido, el vínculo intergeneracional es interesantísimo porque los habitantes de La Matera se consideran hijos de El Tala y muchos otros, por el contrario, consideran que son una experiencia absolutamente novedosa.
Este estudio lo que nos ha mostrado es que hay una relación sumamente interesante entre aquello que se retoma de las experiencias previas y aquello que se crea y recrea a partir de la experiencia propia de esta generación. Sin embargo también es interesante ver que estos procesos en los ´80 y el 2000 o desde fines de los 90, se dan en contextos sociales, económicos y de intervención estatal muy diferentes y esto tiene enormes consecuencias para los procesos de urbanización posteriores a los procesos de ocupaciones.
Cuando en tus trabajos hablás de “conflictos acerca de las cualidades del espacio” ¿A qué te referís específicamente?
La ocupación de un espacio a partir de los asentamientos que surgen en la década del ´80, supone una transformación en el mundo urbano de la periferia de Buenos Aires respecto a la modalidad de ocupación. Mientras hubo múltiples ocupaciones previas, éstas no tendían hacia una planificación cartográfica del espacio que logre que se transformen a posteriori en barrios formales. Es decir, lo diferente de los asentamientos de los ´80 que luego se va transformando en un repertorio, en un “saber hacer” que se reproduce de diversas maneras en las ocupaciones posteriores, es un intento de construcción a partir de una modalidad de acción directa, de un proceso de urbanización popular que genera a posteriori modalidades de barrios que tengan la característica en términos de su organización de las manzanas, las calles y los espacios dedicados a cada uno de los terrenos. Tal como habían tenido los loteos populares que los habían precedido. Es decir, supone una puerta de entrada hacia la formalización y el ingreso a la ciudad. Ahora, el ingreso a la ciudad o más bien el derecho a la ciudad, no supone solamente la tenencia de un terreno, sino que también supone otras instituciones y otros espacios que también deberían tener los barrios populares, como espacios para el ocio, espacios verdes, instituciones, escuelas, centros de salud, etc.
Todos estos lugares, en las primeras ocupaciones, no pudieron ser garantizados porque la puja entre la vivienda para uso doméstico y la escasa posibilidad de ampliación del espacio ocupado, hizo que los primeros barrios quedaran sin estos lugares comunes.
Esto ha sido modificado en las últimas ocupaciones, o en algunas de ellas en las cuales se ha pretendido defender la cualidad del espacio público (en muchos casos fuertemente estatalizado). Es la intervención del Estado, con una infraestructura rápida y sólida en la producción de escuelas, centros de salud y plazas, lo que posibilita que este espacio no sea utilizado para viviendas de uso doméstico.
Sin embargo, como las iniciativas estatales suelen ser procesos de “stop and go”, se detienen, entonces quedan determinados espacios residuales en los cuales no se logran consolidar espacios verdes o públicos y tampoco resultan ser usados para viviendas. Esos lugares, en estos ámbitos (recordemos que las ocupaciones de tierras se producen en espacios degradados, muchas veces sumidos en tierras inundables, etc.) suelen tener enormes dificultades. Se convierten en basurales a cielo abierto, ámbitos de gran encharcamiento, etc.
Lo que yo hago es estudiar los conflictos que se producen en relación al uso de esos espacios, las demandas hacia el Estado para que se consoliden como espacios públicos, o espacios de instituciones estatales y/o de uso doméstico. Siempre vuelve a reaparecer esta discusión acerca de la noción de hábitat que no supone solamente el espacio de lo familiar, lo doméstico y lo privado, sino que también hace a una idea de espacialidad que se conforma en múltiples instituciones que exceden la vida doméstica.
Lo que a simple vista tienen en común los dos procesos de toma de tierras y consolidación de barrios en el conurbano Sur que estudiaste, con el proceso actual en Guernica, es que se dan en momentos de alta crisis económica y social. Hoy en día las familias están siendo amenazadas constantemente por las fuerzas de seguridad y la respuesta de todos los interlocutores estatales hasta ahora es la reafirmación de un inminente desalojo (estimativo entre el 1 y el 5 de octubre).
Por tu experiencia en el estudio de procesos anteriores ¿Qué similitudes encontrás en la relación: necesidad de vivienda de las familias - accionar de los distintos gobiernos que administran el Estado?
La característica de este momento pos década del ´90 es la puesta en crisis de los derechos adquiridos de los trabajadores. No tener un trabajo con determinados derechos que fortalezcan sus seguridades sociales ha puesto también en crisis la posibilidad de generar un proyecto de largo plazo en otras esferas de la vida: en la producción de la salud y la protección a partir de obras sociales, en relación a poder prever un desarrollo educativo de las siguientes generaciones, y por supuesto, de tener una vivienda propia, tal como lo habían hecho las generaciones anteriores.
Si bien no tenemos datos adecuados y precisos sobre las ocupaciones de tierras que se han producido en estos últimos años, un informe del Ministerio de Seguridad de la Nación habla de 900 intentos de ocupación. La gran mayoría de ellos fue desalojado, sin embargo, algunos están en curso. Este dato hay que tomarlo con pinzas, por supuesto, por sus fuentes, pero también porque incluye dentro de estas iniciativas de ocupación procesos que tienen más larga data. Y que incluso en algunos casos, remiten a procesos de ocupación que ya habían tenido unas primeras iniciativas hace aproximadamente dos años.
Sin embargo, sin dudas estamos ante un fenómeno que emerge no solamente como discusión pública sino también en los medios de comunicación y que pone sobre el tapete un problema de enorme magnitud que es la cuestión habitacional de casi 4 millones de personas. Este problema no empieza con la pandemia de ninguna manera, sino que es un proceso de larga data que no ha sido resuelto en los diversos gobiernos y que tiene sus orígenes en la crisis del loteo popular en la década del ´70. Se ha resuelto muy parcialmente en los años subsiguientes, inclusive durante los años de mayor crecimiento económico del kirchnerismo, las políticas de vivienda, si bien han sido más importantes que en otros momentos, no han logrado resolver al menos el problema de las viviendas populares.
¿Qué vínculos encontrás entre el problema de la falta de vivienda con otros conflictos que se están dando como los despidos, la pandemia, la crisis educativa, etc.?
Esto confluye con cuestiones generacionales, como mencioné anteriormente y también se sobreimprime al problema de la pandemia, así como a la crisis de los últimos años del macrismo, que trajeron enormes dificultades para los trabajadores en su conjunto: la disminución de ingresos de los trabajadores más precarios y marginalizados. Finalmente, en estos últimos meses, las dificultades dinerarias que supuso la pandemia, dificultaron enormemente el acceso a recursos de todos aquellos que no tienen trabajos estables, que como sabemos, son un porcentaje importantísimo de la población económicamente activa (llegando al 40% aproximadamente).
En este sentido, es importante saber que dentro de un censo que realizó la provincia de Buenos Aires, en Guernica la enorme mayoría de los habitantes de estos barrios que han ocupado, están en situación de desempleo.
Es tremendo escuchar a sus habitantes diciendo “teníamos que elegir entre darle de comer a nuestros hijos o pagar el alquiler”. Si bien nosotros sabemos que existe una prohibición de desalojos a los inquilinos, en los contratos informales que se producen en la periferia, esta inhibición a los desalojos no fue cumplida. Se sobrepone entonces esta dificultad coyuntural dineraria de enorme peso para llevar adelante este proceso de ocupación.
Y por supuesto esta situación se da también en el marco de una crisis política de enorme complejidad, puesto que una fracción relevante de los sectores populares confiaron en la posibilidad de una transformación en las políticas estatales. Sin embargo, el gobierno del Estado actualmente se encuentra en una disputa sustantiva acerca de qué modalidad de respuesta va a tener a este tipo de demandas.
Mientras existe una línea que fue muy importante, sobre todo hasta el motín de la polícia semanas atrás, en el que se enarbolaba a partir de la figura del Secretario de Seguridad Sergio Berni, una forma de pensar a las ocupaciones desde una perspectiva punitiva y de estigmatización negativa de los ocupantes, también existen algunas fracciones más progresistas dentro del gobierno del Estado, que intentan promover salidas habitacionales integrales y progresistas. En esta disputa es donde nos encontramos actualmente con una enorme preocupación sobre la impronta punitivista y cruel que puede llevarse a cabo a partir de la posibilidad de desalojo; y sobre la cual estamos intentando intervenir solicitando una demanda democrática y de respuesta no solamente a la ocupación de Guernica, sino en general a los habitantes de la periferia, que tienen enormes carencias habitacionales. Porque recordemos que hace pocos meses atrás, cuando surgieron los focos pandémicos en el barrio Mujica en Capital y en el barrio Azul entre Quilmes y Avellaneda, se puso en evidencia que el problema habitacional no es solo un problema de las nuevas ocupaciones, sino que es un problema de larguísima data. Que es menester no solamente como problema ético solucionarlo, sino como un problema también de salud y de respuesta social ante la enfermedad.
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Entonces en este contexto la demanda sería pensar soluciones amplias, soluciones en la cual los propios habitantes sean partícipes de su destino y que contraigan terrenos con infraestructura y servicios. Que amplíen las posibilidades no solamente de tener una vivienda digna, sino también por supuesto de derecho a la movilidad y al tránsito para que no sean lugares absolutamente inhóspitos, desolados y lejanos.