La joven abogada neuquina es querellante en los juicios de lesa humanidad que se llevan adelante en la provincia. Representa legalmente a trabajadoras y trabajadores de distintas fábricas que pelean contra las patronales, el Estado y los sindicatos. En esta entrevista habla, entre otras cosas, sobre la lucha por juicio y castigo a los genocidas.
Rosa D’Alesio @rosaquiara
Viernes 10 de diciembre de 2021 00:01
Cuando se habla de derechos humanos, juicios de lesa humanidad, trabajadores en lucha, no siempre se conoce a quienes los representan legalmente, sobre todo si estos abogados se enfrentan al poder de turno, y a todas las instituciones del Estado.
Mariana Derni, junto a Natalia Hormazábal, integran el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), y juntas intervienen en los estrados judiciales de la provincia de Neuquén. La estrategia jurídica es parte de la pelea que dan desde el partido que integran: PTS en el FIT. Además de continuar como querellante en los juicios de lesa humanidad, en este momento representan a Raúl Godoy, obrero de Zanon que en 2017 fue baleado por un policía cuando se manifestaba en defensa de los trabajadores de MAM.
Hablamos con Mariana Derni para que nos cuente su opinión sobre los juicios de lesa humanidad. También nos contó cómo comenzó su interés por la abogacía y la militancia en un partido trotskista.
-¿Cómo se dio el proceso de realización de los juicios por crímenes de lesa humanidad desde el 83 a esta parte?
Estos juicios son producto de una pelea enorme, sostenida desde hace años, que si hay que ponerle un inicio lo ubicaría antes del final de la dictadura, en la organización de las Madres y de las propias víctimas y sus familias. También en la resistencia de los trabajadores que en aquellos momentos, realizaban movilizaciones y acciones contra el gobierno de facto.
El gobierno de Raúl Alfonsín intentó frenar de alguna manera el reclamo por juicio y castigo a los culpables con el conocido Juicio a las Juntas. El objetivo era condenar a algunas “cabezas” y que todo quede ahí, mientras políticamente, desde el Estado y el gobierno, se intentaba imponer el relato de los “dos demonios” -dónde se juzgaba por igual a las organizaciones guerrilleras con lo actuado por las Fuerzas Armadas, dejando impune a la Triple A-. Más tarde sancionarían las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Un amplísimo sector no se conformó con ello, sabían que había mucho más por pelear por lxs 30.000 desaparecidos, por lxs más de 400 niños con su identidad apropiada. Y para que las y los responsables políticos, empresarios, civiles, la iglesia no continuaran impunes.
Esa lucha y organización fue mucho más allá, las nuevas generaciones iban tomando en sus manos estos reclamos. En los 90, con el peronismo en el gobierno, Carlos Menem no sólo sostiene las leyes de impunidad sino que a su vez dicta los indultos “perdones”.
En el 2003 se logró la anulación de estas leyes y después en 2006 se declaran inconstitucional los indultos del menemismo. Con estos logros de la lucha, comenzaron a abrirse los juicios. Con Néstor Kirchner primero tuvieron la política de cooptar al movimiento de DDHH, y en parte lo lograron. Se cambia el relato y aparece la reivindicación de la militancia de los 70, pero ocultando las reales y profundas responsabilidades políticas y del Estado.
Si los juicios pudieron comenzar y llevarse adelante hasta hoy, es por la pelea sostenida en las calles, no junto con los gobiernos y el Estado sino contra todos sus intentos de reconciliación con las Fuerzas Armadas, y de mantener y profundizar la impunidad y la negación. Estos juicios también son posibles por los testimonios que se dieron tanto durante la dictadura como después, y por las familias de las víctimas renovando esos testimonios, así como las víctimas poniendo el cuerpo y su vida para declarar una y otra vez lo que ocurrió.
-¿Cuándo y por qué decidiste ser abogada y dedicarte a cuestiones de lesa humanidad?
Personalmente me marcó en la decisión de estudiar derecho la crisis del 2001, viendo cómo respondieron los gobiernos, con mucha similitud a la actualidad, con la Policía invadiendo el barrio. Todos los días faltaba alguien, estábamos cada vez peor y la desigualdad que había era cada vez más grande y los partidos que aparecían, cómo el Movimiento Popular Neuquino (MPN), el peronismo en distintas variantes u otros, todos ofrecían como única opción apretar los dientes y aguantar, alguna que otra caja de comida o dos mangos para vivir. Se metían en las asambleas del barrio tratando de convencernos que era lo único que se podía hacer en esa situación. Mientras, veías en la televisión que se declaraba el estado de sitio, que pasaban cinco presidentes en una semana y que las policías mataban, torturaban y reprimían por todos lados.
Había mucha avidez política en ese momento, en las calles había movilizaciones casi todos los días, las y los obreros de Zanon estaban peleando por sus puestos de trabajo, la docencia estaba movilizada y los estudiantes también. Como estudiantes secundarios en aquel momento estábamos volviendo a intervenir políticamente, realmente estábamos queriendo un cambio, se organizaron centros de estudiantes en colegios en los que no había, nos juntábamos en grupo a leer historia, a pensar la realidad, discutíamos, hacíamos charlas.
En ese contexto empecé a conocer la historia de aquellas peleas, que no todo había empezado ahí. Conocí qué era lo que había pasado en los 70 y la lucha de las Madres e HIJOS que me impactó muchísimo.
Ahí pensé que ser abogada iba a darme una herramienta más para pelear contra eso, pero desde una visión reformista, en el sentido de creer que alcanza con cambiar algunas cosas, con hacer “justicia” de a puchitos y desde dónde cada quien podía y que así, de a poco, iba a cambiar la realidad.
Después me fui a La Plata, entré a la facultad y me di cuenta que no venía por ahí la cosa. Deje de estudiar un tiempo, tuve mil trabajos precarios, después volví y en esa vuelta empecé a conocer las ideas marxista y trotskistas y al partido; y eso me dio una perspectiva completamente diferente, y cobró sentido estudiar. Me di cuenta que no llegaba a nada con masticar bronca contra mis jefes o contra el Centro de Estudiantes -manejado por el radicalismo en aquel momento- que, entre otras cosas, no peleaba para que se establezcan franjas horarias para quienes trabajábamos y estudiábamos.
Como abogada podía aportar si, pero era necesario ir más allá, organizarme para una pelea mucho más profunda, para cambiar todo de verdad, por una sociedad realmente diferente.
Y desde esa militancia y en esa perspectiva fue que decidí volver a mi provincia y comencé a intervenir en Neuquén desde el 2016 en los juicios contra el genocidio, en equipo con Natalia Hormazábal que es abogada querellante desde el inicio de estos juicios en la provincia junto con otros compañeros y compañeras, desde el 2008. Esto sin dejar de ser parte en distintas luchas, acompañando la organización de trabajadores, como a los papeleros de Molarsa, los madereros de MAM, a los trabajadores de Expreso Argentino, y a así como a las Obreras Textiles que, después que los empresarios vaciaran la fábrica en 2017, siguiendo el ejemplo de Zanon, la ocuparon y levantaron una gestión obrera. Una fábrica de mujeres sin patrones de la cual, Natalia es abogada hace 10 años y fue parte central de la organización de las trabajadoras y yo me sumé al equipo en esta la última lucha, que seguimos sosteniendo.
-Estamos frente a un gobierno que se autoproclama defensor de los derechos humanos. Sin embargo hay muy poca difusión de los procesos judiciales contra genocidas. ¿Por qué crees que pasa?
Lo que han intentado esconder, todos los gobiernos, es que en los 70 se llevó adelante un genocidio de clase contra la clase trabajadora desde el Estado, con la participación del peronismo y el radicalismo, con la actuación y la complicidad de muchas direcciones sindicales, los empresarios y la Iglesia para imponer el plan económico neoliberal que pagamos hasta hoy.
Desde que se logró que comenzaran los juicios bajo el gobierno Néstor Kirchner, pretendió mostrar los juicios como una conquista propia de su gobierno, que hasta había que agradecerles. Tratando de esconder tanto lo que realmente había ocurrido en los 70 como la responsabilidad del mismo peronismo en ello y la responsabilidad de los empresarios y de la Iglesia.
Lo que se mostraba afuera sobre los juicios para el gobierno era una pantomima, pero adentro, lo que realmente se veía era que estaba todo dispuesto para continuar y la impunidad de los empresarios y sus aliados, que solo se juzgue a un puñado de militares. Por esto había y hay que reforzar la pelea y no descansar en las conquistas de juicio y castigo a todos los responsables del genocidio.
Creo que la muestra más fuerte de esto, desde el inicio de los juicios, fue la desaparición de Jorge Julio López durante el juicio a Etchecolatz con el gobierno negándolo como desaparición, y siendo cómplice del encubrimiento, junto con el Poder Judicial. Con Aníbal Fernández, actual Ministro de Seguridad nacional, llegó a decir que Julio “estaba en la casa de la tía tomando el té”.
Hoy, en el gobierno de Fernández-Kirchner pasa lo mismo, más agudo incluso, porque después de más de 10 años de la apertura de los juicios, y casi dos años de pandemia, el intento es el de imponer que “ya está”, que “ya se dio todo”, que las fuerzas están limpias, democratizadas y buenitas, que ahora están para cuidarnos.
Alberto Fernández y los nuevos gestos de reconciliación con las Fuerzas Armadas
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Y mientras tanto pasan los Facundo, Lucas, Elías y así podría nombrar a muchos y muchas que fueron asesinados por las fuerzas represivas del Estado. En lo que va de la pandemia, según datos públicos, el Estado asesinó a casi 100 personas, se procesó y hasta se condenó a compañerxs por luchar como Cesar Arakaki y Daniel Ruiz, y se reforzó la campaña de persecución y estigmatización al pueblo mapuche. No es cosa del pasado lo que se discute en estos juicios; hay una relación directa con el hoy y el aparato represivo que continúa impune.
-¿Qué te pasa cuando tenés enfrente genocidas, mientras escuchas testimonios de las víctimas?
En Neuquén hace ya varios juicios que los imputados tienen el privilegio de estar por videoconferencia, la mayoría además desde sus casas. En medio de las audiencias se escucha que insultan porque se les cae el mate o pasa el gato por delante de la pantalla, ves que está la trabajadora limpiando atrás, o pasa la esposa en pijamas a hacerles café. Esto es así, no lo estoy exagerando.
Eso es indignante, imagínate lo que es para las víctimas o sus familias que en plena pandemia van a todas las audiencias, horas y horas, algunos desde otros lugares vienen a la ciudad de Neuquén y muchas se someten una y otra vez a las preguntas de las defensas que las ningunean e intentan desacreditar constantemente.
Esas cosas pasan dentro de los juicios. Y esto lo que muestra es que la pelea sigue vigente, que no está cerrada y que es parte de reforzar las peleas de hoy, contra cada caso de gatillo fácil, de desaparición, por vivienda, salud, educación, contra la represión, contra los planes de miseria del FMI. No son peleas separadas.
-¿En qué están interviniendo ahora?
Como te decía, intervenimos con Natalia en el VII tramo de los juicios contra los genocidas en la región. Este 9 de diciembre se dio a conocer el veredicto contra 15 imputados por los casos de 20 compañeras y compañeros, 9 de ellas que hoy continúan desaparecidas.
Se logró que se declare la responsabilidad de 14 de los imputados, la mayoría con prisión perpetua y la condena de la Policía de Río Negro y del piloto que hacía los vuelos que llevaban a las víctimas de Neuquén a Bahía Blanca, Juan José Capella, que venía de ser absuelto en el Tramo anterior.
Además, este juicio estuvo atravesado por la pelea para que se reconozcan los crímenes sexuales del genocidio, se dio un paso en ello, logrando condenas a prisión perpetua por los casos de dos compañeras de Cutral Co.
El Estado sigue negando a través de su justicia que fue un genocidio, este veredicto muestra que la pelea contra la impunidad garantizada tiene que continuar con más fuerza, por todas las conquistas que nos faltan.
Y además llevamos adelante, junto con Mariano Pedrero, el juicio contra el policía que le disparó por la espalda y premeditadamente a Raúl Godoy en el 2017. Esto fue en medio de la represión contra la lucha de los trabajadores de MAM, que llevaban muchos meses peleando por sus puestos de trabajo.
Luego de 4 años de lucha en primer lugar, pero mucho trabajo jurídico político desde la querella, logramos que el tribunal declare culpable al policía Sergio Palominos del delito de lesiones graves calificadas, por el uso de arma de fuego y por cometerse por un funcionario policial en abuso funcional. Y esto último es realmente importante porque en juicios anteriores, con la Policía como imputada, se llegó a la condena pero negando esta última calificación, como si fuera lo mismo que el que dispara sea un policía. Lograr la condena a un policía, en una provincia que sabe de represión con los asesinatos de Teresa Rodríguez, Carlos Fuentealba y casos de gatillo fácil a pibes en los barrios, lo sentimos como un enorme paso adelante, sabiendo que es en defensa propia de nuestra clase.
Este 9 de diciembre se llevó adelante la audiencia de pena en este juicio y el lunes 13 el Tribunal dará a conocer el veredicto. Es un enorme precedente contra la impunidad de la policía y la represión y a favor de las luchas que están en curso y las que están por venir. Es un triunfo colectivo.
-¿Qué le dirías a los y las estudiantes de Derecho que llegan a la carrera con el ideario de justicia?
Que con esas ganas de justicia se pueden hacer mil cosas. Yo llegué con esa idea también a la facultad, pero no es por donde nos dijeron. Lo “justo” no va a venir de la justicia del Estado, ni de algún gobierno menos malo que el anterior, esa justicia es para unos pocos, para los ricos y poderosos, además de machista y patriarcal, es parte de los engranajes que hacen que todo siga igual.
Cuando llegas a la facultad te bombardean con discursos de “salvación individual”, y que son desmoralizantes, además te dicen que no se puede hacer más que cambiar un poquito por acá y otro poquito por allá, que te ocupes de sobrevivir como puedas en esto y te venden el título como el trampolín al bienestar individual. Pero esa supuesta salida no es tal. Te forman para que defiendas la propiedad privada como el más sagrado de los derechos y a los empresarios, hagan lo que hagan y quede quien quede en el camino.
La realidad es que hay muchxs abogadxs y estudiantes de derecho que nos plantamos del otro lado y damos la pelea cotidiana junto a trabajadores y trabajadores por una salida de fondo y de raíz a este sistema. Decidimos ser parte de la organización y pelea por un gobierno de los trabajadores. Ese es nuestro norte.
Rosa D’Alesio
Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.