A diez años del asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la burocracia sindical de Pedraza, gran aliado del gobierno kirchnerista, recordamos la reunión que tuvo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con la familia de Mariano. ¿Qué se expresó aquella tarde?
Lunes 19 de octubre de 2020 23:35
Una reunión que develó el cinismo
El 5 de diciembre de 2010, un mes y una semana después del asesinato del militante Mariano Ferreyra, Cristina Fernández recibió a la familia de la víctima en la Casa Rosada. La reunión está plasmada en el libro ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? de Diego Rojas.
Fue una reunión que dejó ver de forma concreta el accionar característico del Gobierno: para afuera, el discurso progresista; hacia adentro, alianzas con las burocracias sindicales violentas, con los empresarios, con las fuerzas represivas.
Apenas empezó, Cristina Fernández comenzó planteando que estaban recurriendo a todos los medios necesarios para que se hiciera justicia. También sacó a relucir sus críticas a los partidos de izquierda. Se preguntaba, abiertamente, cómo era que la gente del Partido Obrero, partido donde militaba Mariano, no pueda identificar a un tirador, que eso era lo importante para el caso.
¿Cómo es posible que responsabilice a militantes jóvenes que vieron a su compañero ser asesinado enfrente suyo, mientras eran reprimidos por una patota sindical de 200 hombres?
Cuando Rocío, hermana de Mariano, le recordó que eran chicos de 18 años, la actual vicepresidenta respondió: “vos votás. Si podés votar, podés ir a declarar y, sino lo hacés, es que actúas con cobardía".
¿Quiénes son realmente los cobardes?
La presidenta tildaba de actuar con cobardía, entonces, a una juventud que estaba dando una pelea inmensa contra la precarización, que no se había resignado y luchaba en primera línea contra los grandes aparatos sindicales, del Estado, y las fuerzas represivas.
Un ejemplo de lucha, como tantas otras, en las que la juventud está presente, mostrando una valentía infinita con la que se enfrentan al sistema.
Cuesta pensar que los cobardes son los que luchan por sus vidas, y no los que actúan de la mano de un aparato represivo que solo ofrece balas y violencia, de la fuerza de las burocracias sindicales asesinas, de las empresas, y con la impunidad absoluta que le otorgan de los gobiernos.
Por último, Pablo, hermano de Mariano, planteó que éste asesinato había “manchado esa política de no represión que el Gobierno levanta”, a lo que Cristina le respondió que no estaba de acuerdo, que habían seguido sin reprimir la protesta social y no se podía inscribir el asesinato de Mariano como un acto represivo del Gobierno, despojándose así de todo tipo de responsabilidad política sobre el asesinato.
Las represiones olvidadas por el romanticismo popular
No es sorpresa ese diálogo frente a la familia de Mariano Feyrreyra, sabiendo que han llegado a plantear que la muerte del joven, se enmarcó en una “pelea de militantes”. Fue una política característica referirse a sus gobiernos como “década ganada”, sin mencionar ni una sola vez las muertes por represión que sucedieron durante su mandato.
En contraposición a ese discurso, están los datos: desde el 2003 al 2015 según Correpi se contabilizan aproximadamente 3.000 muertes por violencia estatal. Además de Mariano: Luciano Arruga, Fuentealba, Daniel Solano, Cristian Ferreyra, Jorge Julio López, integran una larga lista de nombres de víctimas de la represión en el gobierno kirchnerista.
Asimismo, fueron los encargados de desalojar y reprimir de forma violenta el Indoamericano con Sergio Berni a la cabeza, con un saldo de 3 muertos y decenas de heridos. También fueron los responsables de los cientos de ejemplos de represión a trabajadores que luchaban por mejores condiciones, como los emblemáticos ejemplo de Mafissa o Kraft.
La realidad de un Gobierno que nada tuvo de nacional, ni popular, pero que se apoyaba en un discurso progresista para evadir responsabilidades.
No hay posibilidad de reconciliación
Es ese mismo aparato represivo, que venimos describiendo, el que desapareció y asesinó a Facundo Astudillo Castro, a Santiago Maldonado, y tantos otros pibes más. El que, con el pasado del Indoamericano en la memoria, hoy busca hacer lo mismo en Guernica, comandado por Sergio Berni y Axel Kicillof.
Mientras que las fuerzas policiales actúan con total impunidad, a nosotros nos piden que pasemos de página, que nos reconciliemos, que olvidemos. Nos quieren imponer en la agenda la posibilidad de una reforma, de una sindicalización.
Sin embargo, sabemos que no es una opción. Su rol es claro y, al mismo tiempo, antagónico a nuestras demandas. Defienden a la clase dominante, y en ese porvenir, nos arrebatan la vida de las y los pibes, de los laburantes, responden con violencia y balas, respaldados por toda la casta política.
Cristina, en la reunión citada, tampoco planteó un rol activo en la búsqueda de justicia, sino que, por el contrario, dijo: “sólo intervendremos si vemos que esto toma otro carril”. Ya sabemos que su objetivo era buscar la mayor impunidad posible, desligarse de responsabilidades, buscar culpables anexos que no perjudiquen al Gobierno ni a los negocios que representan.
Hacer memoria, luchar por justicia
Es cínico escuchar a Cristina Fernandez de Kirchner frente a la familia de Mariano con tanta impunidad. Es difícil pensar que no existe una relación entre el Gobierno y el asesinato de Mariano Ferreyra.
La lucha de Mariano se dio en el marco de la lucha de los tercerizados ferroviarios por el pase a planta permanente, forma de precarización laboral y fraude que tomó forma en esos años por la asociación entre el Estado, que destinaba millones de pesos, los empresarios de la UGOFE y la Unión Ferroviaria, que insólitamente también era dueña de su propia empresa tercerizada.
Desde que asumieron, se apoyaron por completo en estas conducciones sindicales, festejando el “sindicalismo fuerte y responsable”, del que era modelo José Pedraza (como afirmó Cristina en un acto de la UF al que asistió en 2009).
Ese sindicalismo que, aliado con empresas, se confabulaba cada vez más lejos de los trabajadores y hacían negocios con sus empresas tercerizadas bajo el disfraz de “cooperativas”. Un modelo de sindicalismo que luego iba a ser el encargado de matar a Mariano Feyrreyra, con impunidad y apoyo del Frente Para la Victoria.
Las ausencias en todo lo dicho por Cristina Fernández en aquella reunión, las podemos encontrar en los hechos y en la complicidad con los medios de comunicación y en el arco político kirchnerista, desde 6,7,8, el programa oficialista del momento, hasta escuchas telefónicas de funcionarios políticos con los responsables del crimen.
Fueron varios los dichos, como los de Oscar Parrilli, que buscaba generar desinformación, diciendo que la gente trataba de “buscar culpabilidades” y que eso le dolía como argentino, como si no existieran culpables concretos del crimen. Otro ejemplo es el de José Natanson, que manifestó que “a este chico no lo mató la burocracia sindical, sino alguien con nombre y apellido”.
Al mismo tiempo vimos la complicidad en el caso de la Federal, manejada por Aníbal Fernández. Uno de los comisarios imputados lo resumió de forma muy clara: “La policía es el brazo armado del poder político, y el que dispone del poder político es el Poder Ejecutivo”.
Es necesario tener en claro quienes fueron los que en ese momento iban en el sentido contrario de quienes exigíamos justicia.
Fue la misma juventud de La Cámpora, por ejemplo, de la que son parte una gran porción de los funcionarios del gobierno actual, la que en ese momento llevaba a cabo talleres políticos con Pedraza, o Berni, actual Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, reprimiendo la toma del Parque Indoamericano el mismo año.
Nos tiene que servir como lección. Hoy, diez años después, son los mismos que quieren reprimir la toma de Guernica y los responsables de la desaparición y muerte de Facundo Astudillo Castro. Son los que hoy se siguen aliando con los dirigentes sindicales, que arreglan desde sus sillones que los trabajadores cobremos $21.600. Son parte de esa casta política que nada tiene para ofrecernos.
A pesar de que hoy la impunidad es moneda corriente, se logró, gracias a la constante lucha de organizaciones de izquierda y sociales, la encarcelación de otros responsables. Desde el día del asesinato de Mariano Ferreyra, millones salimos a las calles con reclamos claros: juicio y castigo a todos los responsables materiales e intelectuales del crimen, basta de burocracias sindicales, perpetua para Pedraza.
Y aún con sus límites, el juicio fue un hecho político trascendente.
Éste logro devela que la única salida es colectiva, a partir de la organización.Y al mismo tiempo, que debemos levantar las banderas de la lucha de Mariano Ferreyra, no solo la lucha por los tercerizados, sino por una vida que merezca ser vivida.
Porque estamos convencidos de que de la mano de los mismos que hoy quieren desalojar familias violentamente o son los responsables de la muerte de tantos pibes, no vamos a ningún lado. Porque con la lucha en las calles y la organización desde abajo es que fuimos logrando conquistas
Sabemos que una juventud plenamente revolucionaria es la que tiene la fuerza de cambiarlo todo, confluyendo con los trabajadores, las mujeres y los demás sectores oprimidos de la sociedad para redoblar las fuerzas, sin aliarse con los dueños del capital, ni sus defensores.
Debemos mantener viva la llama que alguna vez encendió a Mariano Ferreyra. A diez años de su asesinato, ¡presente, ahora y siempre!