La política económica del gobierno de Macri estuvo signada por dos orientaciones preponderantes: un drástico ajuste y un ciclo de endeudamiento acelerado.
Sábado 23 de julio de 2016
La política económica del gobierno de Macri al cabo del primer semestre de gestión estuvo signada por dos orientaciones preponderantes.
Por un lado, un drástico ajuste de la economía , que se expresa en un profundo deterioro del salario real (superior al 15%) y, en ese marco, una fenomenal transferencia de ingresos a distintas fracciones del poder económico, como los grandes exportadores, el sector financiero, las prestatarias de servicios públicos y el oligopolio petrolero. Una estimación de mínima de los recursos internalizados por estas fracciones dominantes la ubica en el orden de los 25 mil millones de dólares.
Por otro lado, un ciclo de endeudamiento sumamente acelerado sobre el que valen varias reflexiones: a) resulta plenamente funcional al poder económico en tanto, entre otras cosas, posibilita la remisión de utilidades y dividendos por parte de las empresas extranjeras radicadas en el país, así como la fuga de capitales locales al exterior; b) genera recursos para afrontar el pago de importaciones que, en numerosos rubros industriales, desplazan producción nacional; c) viabiliza el despliegue de estrategias de acumulación en torno de la especulación financiera; d) sirve para financiar gastos corrientes del Estado en un cuadro de déficit de las cuentas públicas asociado, en buena medida, al “sacrificio fiscal” implícito en muchas de las transferencias de ingresos motorizadas hacia el poder económico; y e) supone el “regreso triunfal” de los acreedores externos y el capital financiero internacional al núcleo del bloque de poder en la Argentina.
Es en ese marco que hay que encuadrar las perspectivas para el segundo semestre. Al respecto, caben dos comentarios.
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En primer lugar, en la medida en que el gobierno no logre o le resulte difícil, como hasta ahora, contener el proceso inflacionario y encauzar la economía en un sendero de crecimiento más o menos sostenido, es de esperar que se empiecen a manifestar disputas cada vez más abiertas al interior de los sectores dominantes en cuanto al rumbo a privilegiar. Sobre todo, aunque no sólo, en lo que se refiere al nivel del tipo de cambio y de la tasa de interés, así como también al uso a darle a las divisas procedentes del endeudamiento externo.
En segundo lugar, hay dos factores que atentan de modo considerable contra la capacidad de que crezca la actividad económica. Por una parte, el referido deterioro salarial “plancha” la demanda interna y, por esa vía, sella la suerte de las distintas fracciones del capital cuya acumulación se estructura fundamentalmente alrededor del mercado interno (como la mayoría de las pymes, aunque también es el caso de muchas grandes firmas). Por otra parte, en el frente externo se verifica un escenario complejo, tanto en lo que se vincula con el tema precios (deterioro en los términos de intercambio), como en materia de cantidades (por caso, a raíz de la crisis brasilera o la desaceleración en el crecimiento de otros importantes socios comercial del país, como China). De modo que la capacidad de crecer vía exportaciones encuentra límites muy precisos.
Frente a estos factores internos y externos, todo parece indicar que una de las principales apuestas del gobierno de Macri pasa por utilizar el endeudamiento externo para apalancar obra pública. De todos modos, en lo inmediato es de esperar la profundización o la no reversión del escenario recesivo.
De allí que, como suele ocurrir en este tipo de coyunturas, es de esperar una profundización de la concentración económica y la centralización del capital, el afianzamiento de la reprimarización del tejido productivo y el desmantelamiento de una multiplicidad de ramas industriales y, como resultado de ello, un deterioro manifiesto del mercado de trabajo, con todo lo que ello acarrea sobre la dinámica salarial y distributiva. La única opción reactivante pasaría por usar deuda para financiar obra pública.
En consecuencia, en nuestra mirada se avizora un horizonte a corto plazo de más recesión económica, disputas al interior de los sectores dominantes y una creciente conflictividad social.
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