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TRABAJADORAS DE CASAS PARTICULARES. "Me contagié de covid-19 limpiando una casa ajena"

"Me contagié de COVID-19 limpiando una casa ajena", cuenta la joven trabajadora e inmigrante paraguaya Evelyn Cano, de la Red de Trabajadorxs Precarizadxs, desde su cuenta de Twitter. Su mensaje, que se volvió viral, habla de la realidad a la que están expuestas en Argentina más de 1.200.000 mujeres, y millones de jóvenes.

Sol Bajar

Sol Bajar @Sol_Bajar

Viernes 28 de agosto de 2020 17:56

A diferencia de crisis anteriores, el trabajo que realizan las mujeres hoy está en el centro de los despidos, de la precarización laboral y de la exposición al contagio del covid-19.

Y pese al discurso oficial, el trabajo en casas particulares, donde la mayoría de las trabajadoras son mujeres, es un ejemplo claro. Este viernes volvió a salir a la luz: mientras los medios especulan con "los permisos" que tendría una nueva etapa de cuarentena, la "nueva normalidad" que hace tiempo que degrada la calidad de vida de millones de mujeres y jóvenes precarios, volvió a golpear sobre las trabajaoras que limipia casas ajenas, con permisos truchos, para poder sobrevivir.

"Me contagié de COVID-19 limpiando una casa ajena", contó desde sus redes Evelyn, que hace años llegó junto a su familia proveniente de Paraguay. "Fui a trabajar a una casa con un permiso trucho, porque asi nos las arreglamos los informales para ganarnos el mango. Cuando ya estaba ahi limpiando me avisaron que habían tenido covid, tuve que limpiar 4 baños", contó. El mensaje de Evelyn, que integra la Red de Trabajadorxs Precarizados, rápidamente comenzó a hacerse viral.

Otra realidad

Aunque desde el gobierno nacional afirman que en la pandemia, la política hacia las trabajadoras de casas particulares ocupa un rol destacado, el mensaje de Evelyn habla de otra realidad.

No sólo porque las mujeres son el 98% en la rama, o porque muchas (como Evelyn) son inmigrantes latinoamericanas, sino porque además, representan a uno de los sectores más golpeados por la crisis económica y sanitaria que acompaña a la pandemia.

Limpian casas, cocinan, se encargan del cuidado de niñas, niños, adultos mayores y personas con discapacidad, y garantizan muchas veces que el núcleo familiar, el hogar donde trabajan, "reinicie" su funcionamiento habitual todos los días, incluso en medio de esta cuarentena.

De fondo, se escucha a Alberto Fernández decir desde Santa Fe que "esta trágica experiencia" del virus tienen que servir para la unidad, para la producción, y obvio..."para la salud de los argentinos". De nuevo, otra realidad.

Según datos oficiales, del propio INDEC, esa unidad, esa igualdad de la que habla Fernández, tiene diferencias. En el caso de las trabajadoras de casas particulares ellas representan a un 5 por ciento del empleo nacional y al 17 por ciento del trabajo femenino. Son aproximadamente 1.730.000 mujeres, de las que apenas 1 de cada 4 se encuentra registrada: unas 500.000 mujeres de ese total. La mayoría, aproximadamente 1.200.000, en cambio, no lo está, y las consecuencias de esto son alarmantes. ¿Cuál es la unidad que se promueve? ¿Porqué jamás llega convertida para ellas en llegar a fin de mes, en no tener que exponerse al contagio por algunos escasos pesos?

Ante tanto maltrato, ante la humillación y el desprecio, las trabajadoras de casas particulares se empiezan a organizar. Evelyn, que hoy escribe desde su casa, es una de ellas. Una de las que se alza contra el desprecio que sufren a diario por parte de los patrones. Una de las que busca a veces silenciosamente, a veces o no, tejer la solidaridad, la red que permita dar vuelta este sistema, capitalista y patriarcal, que las condena por ser laburantes, jóvenes, inmigrantes y pobres.

Con ella y con Sandra de Guernica estuvimos hablando hace algunas semanas en #SeTeníaQueDecir y nos contaron de su lucha.

Aquí algunas conclusiones, hoy más vigentes que nunca:

  • "No da para más"

"Queremos unirnos a las docentes, a las trabajadoras de Latam, que luchan por sus derechos, y también juntarnos nosotras, para debatir qué hacer ante la precariedad laboral y ante la precariedad de la vida, que nos golpea fuertemente", contaba en aquella oportunidad Evelin, en la que terminó convirtiéndose en una hermosa charla.

Sandra agregaba entonces que, como ahora, trabaja por hora, que conoce en carne propia el desprecio de mujeres pudientes como Catherine Fulop o Nicole Neuman, pero sobre todo que desde que conoció a las trabajadoras de Nordelta, que se plantaron contra la discriminación y el maltrato de los patrones y de la empresa MaryGo, no dudó un segundo en sumarse al grupo de whatsup que tienen todas, como tampoco en sumar a todas sus amigas y compañeras de trabajo.

"Esto no da para más, por eso hay que cambiarlo. Nuestros hijos se merecen tener el futuro que hoy no tienen", decía Sandra, y remarcaba una y otra vez que es necesario, muy necesario, poder organizarse. Hoy, ante los mensajes de Evelyn, sus palabras resuenan con más fuerza.

  • Ante la vista de todes

Pero el maltrato y discriminación también viene del Estado, no sólo de los patrones. Y eso es algo que ambas tienen presente. Es que, como denuncian, la precarización y la informalidad está a la vista de todas las instituciones, desde el Ministerio de Trabajo hasta el de Mujeres, Género y Diversidad. Sin embargo, pese a las campañas que aparecen en la tele y a los anuncios que se realizan en conferencias oficiales, nadie, en concreto, hace nada.

Aunque en 2013, bajo el gobierno de Crisitna Fernández de Kirchner, se creó el Régimen Especial de Contrato del Trabajo para el Personal de Casas particulares, el 70% de las trabajadoras sigue trabajando "en negro", sin obra social, aportes jubilatorios, aguinaldo u otros derechos.

Y mientras eso sucede en medio de la pandemia, 20 mil trabajadoras perdieron el empleo en lo que va de la cuarentena. Las que lo conservan, con un promedio salarial de 22 mil pesos (en caso de estar registradas) tienen que hacer malabares para sobrevivir.

  • Cuentas que no cierran

Entre negociación y negociación, el gobierno le ofreció a los bonistas un extra de 17 mil millones de dólares, que equivaldría a 14 meses de pago del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para 9 millones de personas.

Pero además, con un impuesto a las grandes fortunas, como el que plantea el Frente de Izquierda, se podría pagar un IFE de 30 mil pesos para todos y, además, los ingresos necesarios para la creación de 100 mil viviendas, lo que a su vez generaría 465.000 puestos de trabajo.

Esas son algunas de las cuentas que no cierran, y que despiertan ya no sólo el hartazgo y la bronca, sino también la voluntad y la necesidad de organización, para que esta crisis no la paguen las jóvenes trabajadoras y sus familias, que son consideradas esenciales cuando hay que limpiar casas ajenas, y descartables cuando ya "no sirven" más.

Las vidas de las trabajadoras y de sus familias valen. No hay nada más importante que pueda ocultar esa realidad. La salida debe ser ahora.

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