Ante un nuevo ataque al conjunto de la clase trabajadora por parte del gobierno de Milei y sus amigos de la Asociación Empresaria Argentina, queremos reponer la lucha de los trabajadores del Astillero Río Santiago ante la política privatista del gobierno de Menem. Este proceso de resistencia logró evitar el cierre y la privatización de la fábrica.
En momentos donde vuelven viejas (y nuevas) ideologías con un plan motosierra contra la clase trabajadora, queremos recuperar la memoria de resistencia de las y los trabajadores. Los poderosos tienen su memoria: conocen las recetas para ajustar sobre nosotros. Las actuales políticas de Javier Milei y Caputo en torno al ajuste fiscal, hiperinflación, privatización, reformas del Estado, no son para nada novedosas. Gran parte son recetas clásicas neoliberales, que en nuestro país buscaron implementarse duramente en los años 90 bajo el menemismo.
Pero nosotros también tenemos nuestra memoria. En esta nota queremos reflejar la resistencia a las privatizaciones por parte de las y los trabajadores del Astillero Río Santiago (ARS), reponiendo sus voces. Tomamos esta experiencia para tratar de ver las particularidades que permitieron que el ARS evite la privatización a diferencia de otros lugares que fueron derrotados. [1] La tradición combativa de la fábrica, la coordinación con la región y la organización de base que permitió la decisión y contundencia de las acciones para defender el lugar de trabajo, creemos que fueron factores determinantes para que la fábrica hoy se mantenga estatal.
“Los años de perro” y la resistencia de los trabajadores
En el año 1989 se aprobó la Ley 23.698 conocida como “Ley de Reformas del Estado”, la cual incluía un plan de privatización de las empresas y servicios públicos, y disponía una reducción de la cantidad de trabajadores estatales. Este recorte buscó implementarse mediante un plan de retiros voluntarios, privatizaciones de empresas públicas y descentralización de los servicios sociales.
La crisis en el Astillero Río Santiago comenzó unos años antes, en la década del ‘80, marcada por una recesión en la industria naval que produjo un vaciamiento productivo en la fábrica. Sobre esta crisis se montaron las consecuencias del ajuste menemista.
Los trabajadores que decidían quedarse en la fábrica debían buscar más de un trabajo para poder vivir. El “Negro” Montes, trabajador y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas en el Astillero durante estos años, caracteriza este período como “los años de perro”, ya que se combinaba la caída salarial con la falta de trabajo y las malas condiciones laborales:
Cuando entré había laburo a pleno, era un ciclo ascendente de la industria naval. Antes del golpe en el Astillero trabajaban 9 mil personas. A fines de los años ‘80 quedamos 2700 y luego como parte de los avances de los planes de privatización y liquidación del Astillero, se abrió un proceso de retiros voluntarios en el que se fueron 1600 compañeros. Quedamos 1.100 trabajadores.
El Astillero se encontraba bajo la amenaza de privatización desde 1990. Para el año 1992 el gobierno intentó avanzar con esta medida decidiendo ocupar la planta con el Grupo Albatros (fuerza de tareas especiales de la Prefectura Naval Argentina).
Contra estos ataques las y los trabajadores del Astillero protagonizaron una oleada de luchas que permitieron evitar el destino que pretendían imponer para la fábrica. La resistencia a la política menemista encontraba focos en distintos puntos del país: los trabajadores telefónicos, de YPF, ferroviarios, de Aerolíneas Argentinas, de SOMISA, trabajadores desocupados, entre muchos otros. Gran parte de estos procesos fueron traicionados por las conducciones sindicales, que durante este período profundizaron su integración al aparato estatal. La CGT fue de las primeras centrales en integrarse al gobierno, así como también lo fueron haciendo otros gremios opositores. Los trabajadores del Astillero se encuentran nucleados en el gremio ATE Ensenada, que a partir de 1992 formó parte de la CTA. La política de este sindicato ha sido diferente en otros lugares de trabajo, por ejemplo, en el Astillero Domecq García –uno de los tres Astilleros más importantes estatales en Argentina junto con el ARS y Tandanor– que fue privatizado en 1991. Otro ejemplo lo podemos encontrar en Fabricaciones Militares, donde a pesar de la resistencia de los trabajadores, con una toma de fábrica de 9 días, se definió su privatización en el año ´96 y el cierre en el caso de la planta en San Francisco.
En el caso del Astillero existieron elementos que permiten comprender por qué es de las pocas fábricas que logró resistir a la privatización: su tradición combativa, la existencia de una vanguardia que protagonizó una gran cantidad de acciones, de la organización sindical de base (asambleas por sector y generales, y un cuerpo de delegados por sector que permitió que se expresara el activismo), en la constitución de una comisión de familiares y en la coordinación con la región. Así, del año 1990 a 1992, protagonizaron una oleada de conflictividad con sus distintos picos exigiendo trabajo, la reactivación de la empresa y contra las privatizaciones.
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“El Astillero no se hizo combativo en los ‘90, había una larga historia de lucha por detrás”
Una de las bases para la resistencia de los años ‘90 fue la tradición combativa de los trabajadores de la fábrica. Desde los años ‘60 esta contaba con una tradición de organización y lucha; durante los años ‘70 con un cuerpo de delegados que discutió de forma colectiva un convenio colectivo de trabajo y participó de las luchas contra el Plan Rodrigo y de las coordinadoras interfabriles. Es la fábrica con la mayor cantidad de trabajadores desaparecidos ya que la dictadura buscó barrer esos altos niveles de organización (fueron 12 los trabajadores asesinados entre finales del ‘75 y principios del ‘76 bajo grupos de la AAA, y son 44 los desaparecidos en dictadura). Fueron años con la Marina imprimiendo terror también al interior de la fábrica.
Una vez que finalizó este período, los trabajadores comenzaron a recuperar sus canales de organización. Se recuperó la posibilidad de realizar elecciones sindicales, y desde la izquierda se dio una pelea para que vuelva a regir la posibilidad de tener delegados por sector para conformar un cuerpo de delegados.
“Nosotros peleamos para que sea un cuerpo de delegados por sección porque antes la burocracia ponía a su gente. Planteamos la necesidad de que se elijan tal como decía el estatuto antes que lo modificara la dictadura, uno cada 50 y no uno cada 100. Por esa pelea en el primer cuerpo de delegados éramos como 90”.
Esta forma de organización permitía que muchos militantes de izquierda pudieran incidir en la toma de decisiones, teniendo un peso relativo al ser elegidos por sus compañeros como delegados de sector, ya que de otra manera no tendrían ninguna representación. El cuerpo de delegados también propiciaba la formación de un sector de trabajadores que era parte de la deliberación y toma de decisiones en este organismo en el que participaban trabajadores con distintas orientaciones políticas. A su vez, es una forma de organización que permitió la expresión directa de la base de la fábrica, más allá de la orientación política del delegado del sector.
La empresa comenzó a incorporar nuevos trabajadores a la fábrica (muchos de los cuales eran militantes de partidos de izquierda). Los “viejos” militantes y activistas que se habían mantenido en la fábrica durante los años ‘70, buscaron transmitir la tradición combativa del astillero a esos jóvenes, que se mostraban sin miedo para enfrentar a la empresa.
Cuando entré tenía una oficial que mucha bola no me daba. En la medida que íbamos entrando en confianza me llevó a la covacha que era donde se juntaban de a grupos a tomar mates. Ahí me empezaron a contar todo lo que pasaron durante la dictadura: que la Marina te requisaba los armarios, que no se podía andar en grupos de más de dos. (Entrevista a Raul Corzo, trabajador del Astillero militante de la Lista Blanca).
Así, se fueron tejiendo lazos entre las distintas generaciones de trabajadores, que escapaban al control militar, para mantener hilos de continuidad con las formas de organización y luchas del pasado.
Desde mediados de los años ‘80 estos saberes comenzaron a ponerse en práctica, la crisis de la industria naval tenía sus consecuencias en el vaciamiento y la falta de trabajo. “Ante esto hicimos una marcha muy importante a mediados del ‘84, una marcha enorme a Buenos Aires a pedirle a Alfonsín: ‘por la fuente de trabajo le venimos a pedir, siga siga el baile al compás del tamborín, por la fuente de trabajo le venimos a pedir’. Fue una marcha enorme, la más grande desde que se retornaba a la democracia de una fábrica.”
Unos años más tarde, en 1987, los trabajadores decidieron ocupar la planta con el fin de recuperar el convenio colectivo de trabajo que la dictadura les había quitado. En esta ocupación se formó la comisión de familiares, donde principalmente las mujeres jugaron un rol buscando la solidaridad de la región para sostener la medida de lucha. Esta también fue una escuela para los nuevos trabajadores. Se realizó lo que los trabajadores recuerdan como “pasillo de la vergüenza” donde se humillaba a todos los carneros: “A partir de entonces ningún otro trabajador se atrevió a no respetar las medidas de fuerza”.
Analizando la respuesta a las políticas menemistas, Schneider y Pozzi (1994) plantean como principal impedimento en la conflictividad de estos años la falta de experiencia de los activistas y de formas de organización de los trabajadores. En el Astillero, en cambio, la recuperación de formas de organización y las primeras luchas bajo el gobierno de Alfonsín, fueron una escuela para nuevas camadas de obreros. Se conformó una nueva vanguardia combativa que protagonizó hitos de lucha en sinergia con aquellos trabajadores “históricos”. “En el Astillero hay una tradición combativa. No nos hicimos combativos en los ‘90 para enfrentar la privatización, había historia. Eso lo transmitían los viejos.” (Entrevista a Jose Montes).
El “Ensenadazo” y la coordinación regional
En 1990 se conoció una lista de empresas que el gobierno quería privatizar, entre las cuales se encontraba el Astillero Río Santiago. Ante esta amenaza, militantes de la izquierda en la fábrica como Miguel Lago y el “Negro” Montes tuvieron la política de buscar la coordinación regional. Retomando las tradiciones existentes en el movimiento obrero como fueron las coordinadoras interfabriles, llevaron a una asamblea la propuesta de recorrer distintos sectores de trabajo con el fin de realizar una acción unificada contra las privatizaciones.
Nosotros viendo la repercusión que teníamos por la lucha del Astillero éramos conscientes desde La Marrón, de la necesidad de retomar la tradición de las Coordinadoras de los ‘70. Planteamos hacer un Plenario Regional abierto, que se aprueba en asamblea. Formamos con las agrupaciones de izquierda una comisión con el cuerpo de delegados y activistas para recorrer facultades y lugares de trabajo con el fin de enfrentar las políticas de aquel momento. Por el respeto que tenía el Astillero se logró hacerlo a pesar de la burocracia.
Se realizaron dos plenarios regionales para organizar esta acción con presencia de Petroquímica Mosconi y Propulsora Siderúrgica, trabajadores de YPF (aunque no el sindicato como tal), SUPE-FOTA, Fabricaciones Militares, Municipales de Ensenada, ferroviarios, y portuarios del SUPA para preparar y organizar un acto conjunto contra las privatizaciones (Montes, 1999).
Así el 20 de septiembre de 1990 se produjo lo que se conoció como “Ensenadazo”. Fue un hito en la coordinación regional con 12.000 trabajadores, estudiantes y vecinos de la Zona de Ensenada, Berisso y La Plata. Contaban con la participación, además de quienes habían participado del Plenario Zonal, de vecinos de Ensenada y Berisso, trabajadores de los Ministerios, de IOMA, docentes y judiciales platenses, una delegación de SOMISA, y de la UOCRA. El acto se realizó con la consigna “No a la privatización, reactivación de las empresas de la zona, salarios dignos, no a los despidos y suspensiones”.
Este hecho de coordinación regional logró que tuvieran que dar una respuesta a demandas salariales inmediatas de los trabajadores y logró instalar la idea de que iba a haber resistencia a los planes menemistas (Rotelle, 2022, p.52).
Nos parece importante remarcar la importancia de la forma de organización de base de la fábrica, que permitió que si bien las agrupaciones de izquierda nunca hubieran dirigido el sindicato, pudieran influir con su línea política a través de espacios de decisión y deliberación como son las asambleas de sector o generales. “La Asamblea de fábrica, de sector y el cuerpo de delegados, es el combo que dirige el destino del Astillero. Y el Ensenadazo surgió de ahí, de la base, del cuerpo de delegados y los activistas, no del sindicato”.
Un nueva etapa de conflicto
Para 1991 el Astillero se encontraba más aislado: ya habían privatizado YPF así como otras empresas de la región. Pero los trabajadores del ARS habían visto las consecuencias de la privatización con la experiencia de YPF y de SOMISA (una ola masiva de despidos). Este fue un punto de partida para un nuevo momento de conflictividad que los llevaría a tomar otros métodos de lucha.
Como ya hacía tiempo había un vaciamiento productivo del Astillero, las medidas dentro de la fábrica como el retiro de tareas o los paros no tenían casi impacto. Por lo que las acciones de este periodo tuvieron como objetivo lograr la mayor visibilidad pública posible: hicieron cortes de calles en Capital Federal, movilizaciones e intervenciones en edificios de Gobierno: “El Astillero se hizo conocido y era una referencia para el movimiento obrero porque todas las semanas estábamos en Capital haciéndonos escuchar. Entrando a la Bolsa, a la Sociedad Rural, en las puertas de la oficina de Cavallo rompiendo los vidrios para llegar a la oficina en el Ministerio de Economía. Hicimos algunas cositas para que nos conozcan y nos tengan presentes. Ya en los ‘90 dejó de ser una lucha por recuperar lo perdido sino más bien mantener lo que teníamos y la necesidad de cobrar.”
La organización de la conflictividad
La organización de estas medidas de lucha, apoyadas en la organización de esa “vanguardia combativa” mantuvo una participación callejera constante, que buscando las formas de sortear la represión policial desarrolló formas creativas de irrumpir en el espacio público. Eran alrededor de 400 delegados y trabajadores más activos de diversas secciones (con un núcleo fuerte en Cobrería), que junto al cuerpo de delegados y los militantes aplicaban y sostenían disciplinadamente las medidas tomadas en las asambleas generales. En última instancia, no puede separarse el nivel de conflictividad con el que el Astillero enfrenta el intento de privatización de su base organizativa:
“El cuerpo de delegados tiene su importancia en la organización de base. El sindicato va por arriba. El cuerpo en el Astillero cumplió un rol clave en los ‘90, cuando hay que luchar y combatir fue fundamental. El laburante tiene una conciencia de organización que es su delegado de base el que lo va a defender frente al empresario o la Patronal.”
Esta forma de organización sindical con peso de organismos de base como la asamblea general o por sector, permitieron que en la propia fábrica se confronten diversas posiciones políticas, lo que ayudaba a la politización general del conflicto y a la contundencia de las acciones, ya que se hacía respetar por el conjunto de los trabajadores las medidas votadas en la asamblea.
La resistencia al grupo Albatros
Como mencionamos, el golpe del gobierno para privatizar el Astillero lo intentó dar el 18 de septiembre de 1992 cuando la fábrica fue ocupada por el Grupo Albatros. En los Archivos de la DIPPBA se encuentra un comunicado de AFNE con el objetivo del gobierno: un receso operativo por un período de 45 días; se dispensaba de funciones al personal; el cobro de los sueldos continuaría y se abriría en el portón de la fábrica una oficina para solicitar el retiro voluntario para su cierre o privatización.
La organización y resistencia contra esta política no tardó en producirse: se realizó una asamblea con más de 700 participantes que decidió hacer un acampe en los portones de la fábrica y pusieron en pie una comisión que salió a buscar apoyo de la comunidad para entrar a la fábrica el siguiente lunes a la madrugada.
Según los relatos de los trabajadores y las fuentes obtenidas en los Archivos de la DIPBA, a esta asamblea se acercó Víctor De Gennaro, secretario general de ATE Nación, para plantear una posible negociación con el gobierno provincial.
“Cuando fue lo de los Albatros, viene el Tano De Gennaro para decir que iba a abrir una negociación el lunes o martes con Duhalde. Nosotros le dijimos ‘de acá no te vas’. Ya se había montado un campamento en las puertas de la fábrica y empezó a venir gente de todos lados. Porque la decisión que tomamos entre el cuerpo de delegados y el activismo es que el lunes íbamos a entrar.”
Como ya mencionamos, las experiencias con las privatizaciones que ya se habían llevado adelante fueron un factor clave para que el Astillero rechazara la negociación. La izquierda se apoyó sobre esa determinación de los trabajadores a ingresar en la fábrica para evitar el intento de la conducción del sindicato de buscar una vía de negociación con el gobierno y la empresa.
“El lunes entramos o entramos porque si tiene que haber muertos, va a haber muertos de los dos lados. Eso era cierto porque ya se había definido entre el cuerpo de delegados y el activismo, que adelante iban a ir los delegados y el sindicato y si tienen que caer serán los primeros en que caigan”.
Para el lunes por la mañana, en la puerta de la fábrica se concentraron tres mil personas entre trabajadores, estudiantes y la comunidad. Los trabajadores encontraron apoyo en los vecinos de Ensenada, la población de Berisso, los estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata y la coordinación con otras fábricas de la zona. La Comisión de Familiares nuevamente se hizo presente. Las familias, vecinos y sectores de la comunidad se acercaron a los “portones” de la fábrica para acompañar a los trabajadores. Fue esa unidad entre la determinación de lucha de los trabajadores y el apoyo de otros sectores de la región la que obligó al gobierno a retroceder y que el mismo lunes durante la madrugada las fuerzas del grupo Albatros tuvieran que liberar la fábrica.
La salida que encontró el gobierno y la empresa frente a esta situación fue la provincialización de la fábrica, aprobada en agosto de 1993. La izquierda mostró su oposición a la provincialización ya que se planteaba como el paso previo a la privatización y redundaría en una menor financiación. Sin embargo, se realizó un acuerdo entre Duhalde y De Gennaro, dirigente de ATE, para su provincialización.
Memorias para el hoy
Los años ‘90 aparecen como un fantasma al que podemos volver si avanza el plan de guerra de Milei contra los trabajadores y el pueblo. Por eso, nos interesa rescatar las mejores lecciones de la batalla contra estos planes. El Astillero Río Santiago es un ejemplo de esto en un momento de mucha fortaleza del gobierno menemista. Los trabajadores han logrado resistir los embates del gobierno, pero también en años recientes han protagonizado nuevos conflictos contra el macrismo que intentó vaciar la fábrica: Donde nuevamente la memoria trazó hilos de continuidad.
Como decía Rodolfo Walsh
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo
.
En la posibilidad de que este hilo no se corte cumplieron un rol fundamental compañeros de nuestro partido, militantes históricos de la fábrica, como son el Negro Montes, Miguel Lago, Quique Ferreyra. Así como también trabajadores de otras corrientes políticas de la izquierda clasista como Carlos Raymundo y Sergio Escobar entre tantos otros.
Los trabajadores de la fábrica mostraron decisión y contundencia en las acciones para defender el trabajo y la fábrica contra las políticas menemistas. En este camino se forjó una vanguardia combativa que retomó la experiencia y tradición de lucha de la fábrica, y que se fogueó en la organización de base (como son el cuerpo de delegados y las asambleas por sector). Esta fue un motor para la politización y contundencia en las acciones.
La política hacia la comunidad fue el otro elemento fundamental para enfrentar la privatización. Esta fue la que evitó el aislamiento del conflicto, que fue uno de los limitantes en otras luchas contra las privatizaciones del período como plantean Schneider y Pozzi (1994). Esto permitió realizar el acto más grande contra las privatizaciones y rodeando la fábrica de solidaridad cuando hubo que resistir a la ocupación del Grupo Albatros.
Ambos aspectos fueron antídotos contra los intentos de la burocracia de desviar el conflicto hacia una negociación que probablemente hubiera terminado con la definitiva privatización del Astillero y miles de despidos. En esa respuesta unificada y buscando apoyo en la comunidad, está la base del triunfo del Astillero Río Santiago al intento de privatización del menemismo. ¡Estas lecciones son las que hoy queremos retomar!
Bibliografía
Rotelle, F. (2022) Hegemonía y lucha de clases. Una mirada desde el Astillero Río Santiago. Tesis de grado presentada en UNLP-FaHCE.
Schneider, A. y Pozzi, P. (1994) Combatiendo al capital: crisis y recomposición de la clase obrera argentina (1983-1993) Buenos Aires: El bloque ed.
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