A cuatro meses de mi despido en Felfort, continuando mi lucha por la reinstalación, este mensaje es para mis compañeras de trabajo, mis amigas.
Martes 16 de diciembre de 2014
Están ahí, lo sé, es la misma frenada del colectivo, la luz encendida en la puerta,
El rumor de los pasos y los molinetes.
Están ahí, el sabor amargo, fuerte, del mate cocido, el membrillo de las galletitas,
Las máquinas encendiéndose.
La primera claridad de la mañana, recortada en los ventanales.
Todo lo acontecido después, la vorágine de los días,
Las banderas, el sol en lo alto, mi nombre en mil bocas que no me conocen.
Mi risa extrañando las suyas.
Nadie sabe de mí tanto como ustedes.
La explotación del hombre por el hombre se escapa por la ventana
Cuando nosotras nos reímos.
No importa mucho el paso lento de las horas, las máquinas que funcionan mal.
Llevo a todos lados nuestros nombres, no necesito un prendedor para eso,
Las llevo a los ministerios, a las rutas, en el pañuelo lila que pongo en mi cuello.
Si me preguntan por un momento, es ese: el amanecer, el mate cocido, sus voces.
Más allá de la bandera que levanto, de la lucha que persigo y me mantiene viva,
Mis borcegos negros, los pasillos, el día a día con ustedes,
Mi cofia blanca, mi delantal…
La lucha recién empieza, la reincorporación de María y Toro en Elemento, de Javier en Honda, de Fernando y Analía en Shell, son alicientes para pensar que no es imposible, que podemos doblarle el brazo a Felfort, tanto con la cautelar, como la reincorporación de mis compañeras contratadas. La lucha de Felfort no está vencida, sólo que los extraño cada vez más, y eso arranca mis lágrimas, porque las luchadoras también lloramos.