Para Enrique Peña Nieto, los días de fiesta y portadas de revista a lo “Saving México” se acabaron. Hoy las portadas internacionales hablan de un México que los apologistas de las reformas estructurales hubieran preferido no mencionar.
Martes 18 de noviembre de 2014
Basta con echar un ojo a los medios internacionales más influyentes, como The Economist, para darse cuenta que aquella imagen de [Peña Nieto en la portada de la revista Time- http://content.time.com/time/covers/pacific/0,16641,20140224,00.html] es sólo un buen recuerdo, para él y su gobierno.
The Economist destaca en el artículo Reforma y democracia, pero no estado de derecho dos cosas: por un lado, los “elogios” que hasta hace unos meses Peña Nieto recibiera, en éste y otros medios, por la reforma que abre el sector energético a la inversión privada; y por el otro, una dura crítica al sistema judicial en su conjunto y señala que “Los políticos corruptos están protegidos en lugar de ser castigados”, y que por su parte, “El crimen organizado y la corrupción siguen siendo parte de la vida cotidiana”.
En el mismo sentido, The Economist señala que “hay reformas, hay democracia” pero “no hay justicia”. Según este semanario, “apenas en el año 2000 luego de siete décadas de gobiernos priístas el país entró de lleno a la democracia” pero “desafortunamente, la democracia no trajo el Estado de Derecho” tras de sí.
Crea fama…
La realidad no puede maquillarse por siempre. El México de la guerra contra el narco con su cortejo de miles y miles de muertos y desaparecidos; el de los innumerables feminicidios; el México de la antidemocracia, es ya un tema internacional. Para la clase en el poder y los empresarios, los cinco minutos de fama no han terminado.
Quizás por ello, The Economist cierra diciendo que para terminar con la corrupción y la impunidad “Peña debe hacer un esfuerzo para limpiar las fuerzas policiales estatales y los tribunales locales” o de lo contrario sus reformas “nunca lograrán alcanzar su considerable potencial”.
Algo es evidente: la negra noche de Iguala sigue echando luz por todos lados. Aunque el gobierno se esfuerce por sostener que el único culpable es Abarca, ahora tras las rejas, luego de su teatral captura. El descontento popular no para, asciende. Amenaza y cuestiona todo: a Peña Nieto; al régimen y sus instituciones; y por supuesto, a las reformas estructurales.