Se acercan las elecciones intermedias en México y el debate continúa. El desacreditado Estado mexicano lanza comerciales rogando a la gente que vaya a votar.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Jueves 9 de abril de 2015
Foto: REUTERS
Los partidos se muestran optimistas a pesar de estar deslegitimados. Con candidaturas como la del exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, la actriz Carmen Salinas y el payaso “Lagrimita”, pretenden consolidarse. La frase “circo, maroma y teatro” jamás se vio tan literal.
Si bien es cierto que, por un lado, la candidatura de “Lagrimita” fue negada por el Instituto Nacional Electoral (INE) en parte por denunciar a los partidos de ser prácticamente iguales –con lo que se revela una vez más el carácter extremadamente restrictivo de esta democracia para ricos–, por el otro, es importante señalar que las otras candidaturas “estelares” solamente son una medida populista para obtener el porcentaje mínimo de votos para no perder el registro. Llama la atención, por cierto, que la candidatura de Carmen Salinas sea para plurinominal; seguramente estará apadrinada por alguno de los peces gordos del PRI.
Hace poco, Octavio Rodríguez Araujo publicó un artículo en el cual declaraba (como lo dice el título) que “la abstención electoral beneficiará al Partido Revolucionario Institucional (PRI)”, con el cual debatimos aquí.
Parece que una paranoia recorre la cabeza de la intelectualidad centroizquierdista mexicana, notablemente aquella que está ligada a López Obrador y a su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Habíamos dicho en este diario que no en todos los casos donde hubo elecciones concurridas resultaron victorias para la (centro)izquierda.
Sin embargo, esto no ha detenido a amplios sectores del Morena y el perredismo (antiguos o actuales), que entran en histeria temiendo que el PRI obtenga la mayoría en el Congreso debido al abstencionismo que “le hace el juego a la derecha” y escudándose con argumentos como que quienes abogan por la anulación del voto (o el boicot a las elecciones) no toman en cuenta el “costo político”.
Por otra parte, la reciente iniciativa de reforma a la Ley de Aguas, que pretendía privatizarla, es una muestra más de que el PRI y sus lacayos tienen puesta la mira en vender los recursos naturales del país al imperialismo.
Asimismo, las predicciones económicas para 2016 no auguran nada bueno a la economía global y en especial a la economía de México, que es vulnerable a factores como la caída de los precios del petróleo (una de las principales actividades económicas del país). Esto ya lo anunció Luis Videgaray, secretario de Hacienda, quien habló el pasado 18 de marzo sobre la volatilidad de la economía nacional el próximo año.
Con esto en cuenta, no podemos descartar que, aun si el PRI obtiene en estas elecciones de 2015 una “derrota” relativa (o más bien, una “victoria” relativa, según las últimas encuestas) y el Congreso resulta “balanceado”, no se den escenarios como el que sucedió en 2013, cuando los partidos del Congreso anunciaron el “Pacto por México”, es decir, una alianza de los partidos tras la figura y el programa de Peña Nieto para poder aprobar las reformas dictadas desde Washington, como la reforma educativa y la energética.
¿Boicot, voto nulo, crítico o útil?
Estas cuatro opciones son las que han aparecido ante la sociedad mexicana frente a un régimen desacreditado.
Algunos actores sociales, como los padres de familia de los normalistas de Ayotzinapa, junto a organizaciones sociales y populares (y que tienen fuerte presencia en los estados de Guerrero y Oaxaca) proponen hacer un boicot a las elecciones y no dejar que éstas ocurran en esos lugares; sin embargo, contra eso conspira el gobierno mexicano, como lo muestra la continua ola represiva que se ha lanzado desde arriba y que pretende garantizar un espacio que “blinde” las elecciones (como lo dijera Gustavo Madero, dirigente del PAN).
Por otra parte, surgen dos posturas que son dos caras de una misma moneda. De un lado están los que pretenden dar un voto “crítico” a formaciones como el Morena, y del otro quienes, aunque no ven en éste una alternativa, pretenden otorgarle su voto (o a cualquiera del sector de “izquierda” de los partidos del Congreso) como voto “útil” e “informado”. Es decir, pretenden “informarse” de cómo hacen política los partidos menores (o el Morena) para darles su voto y balancear el Congreso.
Sin embargo, ambas posturas se inscriben bajo la lógica del “mal menor”. Dijimos arriba que nada descarta un escenario parecido al de la conformación del Pacto por México, pero aun si no se cumpliera esta variable, los partidos encontrarían formas de golpear a las masas mexicanas.
Poco importa cómo argumenten el Movimiento Ciudadano, el MORENA, el Partido Humanista o el Partido Encuentro Social sus adhesiones o rechazos a las leyes en las cámaras; todos velan por los intereses de los empresarios y la casta política y ninguno cuestiona de fondo a esta democracia bárbara. Solamente difieren en los ritmos de cómo aprobar las reformas, pero tanto el PRI y sus aliados (Partido Nueva Alianza, Partido Verde Ecologista de México, etc.) como el ala “izquerda” (Partido de la Revolución Democrática, Morena, Partido del Trabajo, Movimiento Ciudadano) y los nuevos partidos (Encuentro Social y Humanista) no cuestionan que México siga sujeto económica y políticamente al imperialismo estadounidense.
Escudados en los altibajos de la economía mundial, es probable que el Congreso apruebe leyes en detrimento de los trabajadores y las masas mexicanas aun con un “balance” en su interior contra el “sector privatizador”.
Por eso, desde esta columna hemos insistido en impulsar el repudio a las elecciones que se está expresando en el arco opositor a los partidos tradicionales: al mismo tiempo que consideramos como válidas otras propuestas de oposición a la trampa electoral, proponemos la anulación del voto como forma de expresar el descontento que se mostró en las calles y por una campaña militante.
Ante la falta de alternativas independientes y que respondan a las necesidades reales de los trabajadores y las masas mexicanas en estas elecciones, el sector que ve con desconfianza todas las instituciones y partidos políticos debe forjar su propia herramienta al servicio de los trabajadores para el triunfo de sus luchas.
(*) El autor es miembro del Movimiento de los Trabajadores Socialistas de México
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana