Enorme revuelo ha generado la llegada de la ex Presidenta de la República Michelle Bachelet al país y su reciente encuentro reservado con el candidato presidencial Gabriel Boric. Aquí una breve exposición de su recorrido político.

Juan Andres Vega Estudiante de Derecho de la Universidad de Chile. Militante de Vencer
Martes 14 de diciembre de 2021
Durante el fin de semana pasado la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet hizo su tradicional llegada al país para las fiestas de fin de año. Sin embargo, en esta vuelta el país se encuentra atravesado por la coyuntura electoral que enfrenta a Gabriel Boric y a José Antonio Kast. Esto, sumado a la declaración de apoyo al magallánico candidato de Apruebo Dignidad que hizo la fundación creada por la ex Presidenta, ha generado toda una ola de expectación en la prensa y la casta política por la posible declaración pública de apoyo por parte de Bachelet.
Ahora bien, esta expectativa ha disminuido con la confirmación de una reunión reservada entre Boric y Bachelet que se realizó la noche del domingo.
Esta reunión, que se suma a la que sostuvo el dirigente frenteamplista con Ricardo Lagos, padre del CAE y a la serie de apoyos que ha recibido desde la ex Concertación (apoyo incondicional DC, el apoyo “familiar” de Tohá, etc), hace surgir la pregunta ¿la Concerta’ revivió para salvar la candidatura de Boric o Boric revivió “sin querer queriendo” a la coalición de los 30 años al salvar al régimen con el acuerdo del 15N?
Con el objetivo de aportar a responder esta pregunta, a la vez que dar elementos para pensar qué efectos puede producir este proceso ante la posibilidad de un gobierno de Apruebo Dignidad y (sobretodo) para contrarrestar toda la propaganda de la prensa probachelet, que vuelven a hacer surgir la idea de “la madre de Chile”.
De la Unidad Popular a ministra de Lagos
Michelle Bachelet Jeria, hija de un alto funcionario militar que cumplió un rol de contención popular durante el gobierno de la UP, pasó de las prisiones de la dictadura a estudiar medicina en la Alemania Oriental y de vuelta a Chile como militante socialista de izquierda (del sector del PS que planteaba el boicot del plebiscito del ‘88) contra el dictador.
Con el fin de la dictadura y el inicio de los gobiernos concertacionistas el perfil “duro” de Bachelet fue reemplazado por su participación técnica en cargos dentro del ministerio de Salud, además del ascenso de su carrera política llegando a ser parte del Comité Central (máximo órgano de dirección entre Congresos) del Partido Socialista.
Tras el triunfo en segunda vuelta de Ricardo Lagos, padre del odiado Crédito con Aval del Estado e impulsor del subcontrato y quien “concesionó” todo el país que no pudo la dictadura, Bachelet pasa a la primera línea del gobierno como ministra de Salud. Este gobierno estará marcado en términos políticos como el “fin oficial” de la transición con las modificaciones a la Constitución del ‘80 realizadas en 2005.
Con el objetivo de reducir las listas de espera en los hospitales colapsados por la incapacidad de la Concertación de mejorar estructuralmente la salud pública con la reducción real del presupuesto año a año comparativamente hablando a las necesidades reales de la población, con el consecuente vaciamiento de profesionales que prefirieron pasar al sector privado de las clínicas, Bachelet moderniza el proceso de atención permitiendo la toma de horas vía telefónica.
Desde aquí se pegaría un salto al ministerio de Defensa, al mando de las Fuerzas Armadas (sí, esas que tan solo 15 años antes seguían controlando del país) que formaban un bloque de hierro para garantizar la impunidad de los crímenes de la dictadura. Es precisamente en este terreno donde Bachelet dará una muestra de lo que será su futura carrera política: con la prisión de un par de líderes militares y el “nunca más” de sus comandantes se quiso esconder la impunidad de los responsables civiles de la dictadura, el secreto de los informes Retig y Valech, así como la impunidad del dictador (que para ese momento ya había sido imputado criminalmente en Inglaterra y Ecuador).
La última carta de la Concertación: La Democracia “madura y consolidada”
Ahora bien, antes de continuar es importante señalar cómo llega la Concertación a este 4to gobierno consecutivo (a esta altura han pasado ya 16 años desde el fin de la dictadura). Toda la política educativa ha demostrado ser desastrosa, la ley de subvención escolar, el desastre de la municipalización y el CAE dan los golpes de gracia a la educación pública. La política laboral, con la complicidad de la burocracia sindical, terminó por liquidar todas las conquistas que los trabajadores habían defendido durante décadas, los ataques incluyeron cosas que ni la dictadura pudo instalar definitivamente como el subcontrato.
Sin embargo, la Concertación se mostraba como un gobierno de centroizquierda “responsable” que con la consigna de justicia “en la medida de lo posible” en lo social y mano cerrada en lo económico había logrado sortear toda la oleada de revueltas que sacudieron sudamérica a inicios de siglo (las Huelgas Generales en Venezuela, las Guerras del Agua y el Gas en Bolivia, las jornadas revolucionarias en Argentina que terminaron con la renuncia de 6 gobiernos).
Así, con la experiencia de una “rebelde” fuera de la casta, el temple de una “estadista” que no se preocupaba de la venganza y el carisma de “madre y médica”, Bachelet gana en segunda vuelta contra Piñera, siendo la primera mujer en ser Presidenta de Chile en 2006.
Ahora bien, junto con Bachelet, comienza “la madre de todas las batallas” del periodo democrático: entra el movimiento estudiantil a la escena política y se rompe la hegemonía de las juventudes de la concertación en las organizaciones estudiantiles.
Con el comienzo de la Revolución Pingüina se dio cuenta de un fenómeno que se tardaría al menos un década más hasta hacer insostenible: ningún gobierno democrático podría realizar las aspiraciones de las masas a la velocidad necesaria mientras el régimen de Pinochet-Guzmán siguiera en pie. Con tomas y paros a nivel nacional organizados desde la base, miles de estudiantes dieron el vamos a la mayor intervención de secundarios/as en la política nacional del que se tiene memoria reciente, solamente superado por el salto a los torniquetes que prendió la llama de la Rebelión del 18O.
La separación de la educación en ricos y pobres, la persecución en democracia a dirigentes sociales, el lucro capitalista con los derechos sociales y hasta la imposibilidad de realizar cambios en las leyes por los cerrojos de la Constitución (como los 2/3) mostraron su verdadero rostro durante el primer año de Bachelet. Esta “pequeña” (por los sectores involucrados más que por su alcance numérico e histórico) rebelión estudiantil fue frenada por la traición de sus dirigentes, lo que liquidó hasta el día de hoy la influencia de la DC y el PS dentro del movimiento estudiantil secundario.
La otra gran crisis de Bachelet (sin contar el desastre del Transantiago por ser un problema exclusivamente de la capital) fue la represión al pueblo nación mapuche: el 3 de enero de 2008 es asesinado por la espalda Matías Catrileo, conocido activista de la autodeterminación mapuche.
La aplicación sin límites de la ley antiterrorista contra el pueblo mapuche para proteger a las forestales y a los grandes propietarios de terrenos desde Alwyn hasta Bachelet alcanzó un punto de no retorno tras la heroica huelga de hambre de Patricia Troncoso, joven activista que se solidarizó con la causa mapuche negándose a consumir alimentos por 112 días exigiendo la libertad de los presos políticos mapuche procesados por la ley antiterrorista. Fue precisamente en esta ocasión donde la Concertación probó que sus credenciales “democráticas” las había entregado la dictadura: rompen la huelga de “la Chepa” a través de la alimentación forzosa, incomunicada y amarrada de pies y manos durante dos días.
Sin embargo, Bachelet logra dar un golpe mediático que le reportará ser la autora del mayor aporte en 20 años de gobiernos concertacionistas: el programa Chile Crece Contigo. A contrapelo de toda la política subsidiaria y “focalizada” heredada de la dictadura, aparece un programa de salud que garantiza el acompañamiento material y profesional de recién nacidos a cualquier persona nacida en el territorio nacional.
La Nueva Mayoría, el Frente Amplio y el fin de la Concertación
Tras la derrota de Frei contra Piñera como castigo popular distorsionado a la administración concertacionista que no logró garantizar la movilidad social ascendente y se vio incapaz de cumplir la promesa del “chorreo” y la crisis terminal que recibió el régimen producto del movimiento social por la educación del 2011, la Concertación tuvo que traspasar la frontera de la transición: llamar al Partido Comunista a formar gobierno con la promesa de cambiar el modelo económico y la constitución política.
Esta integración le costó al PC -especialmente a su Juventud- su influencia en puestos claves del movimiento estudiantil, dando paso a la coalición de movimientos de izquierda que formaban el “bloque de conducción” del Confech y que luego formarían la base del Frente Amplio, los cuales, a pesar de las críticas al PC, se replegaron de las calles a los salones ministeriales, de las asambleas de base se movieron a los comités parlamentarios y comenzó la larga decadencia del movimiento estudiantil que hoy tiene en crisis a la mayoría de federaciones y centros de estudiantes.
Esta alianza se plasmó en las tres “grandes” reformas educativas de Bachelet: eliminar los aspectos más molestos de la educación particular subvencionada (lucro, copago y selección) que terminaron de matar la educación pública de cara a la particular; la beca de gratuidad que si bien permitió la entrada gratuita de decenas de miles de estudiantes a las universidades públicas de “élite”, ha provocado la crisis financiera de universidades más pequeñas; y la intervención directa del Estado en las Universidades obligando a su reforma estatutaria, lo que sepultó cualquier intento de restablecer la democracia dentro de las casas de estudio.
A todo esto, las luchas contra el subcontrato se suman una nueva muerte: durante la huelga de mineros muere asesinado por la policía Nelson Quichillao.
Es también durante su segundo gobierno que el mito de que en Chile no había corrupción salta por los aires: el caso dávalos, el caso Penta, el Pacogate, entre otros dan cuenta de que 30 años de gobiernos neoliberales no eran gratuitos: su buen funcionamiento requería, además de reformas limitadísimas, el saqueo a manos llenas de las arcas fiscales.
Sin embargo, dando muestras de sus habilidades comunicacionales, Bachelet cierra el último año de gobierno con dos reformas profundamente sentidas y controversiales: la despenalización del aborto en 3 causales y el proyecto de nueva constitución (un fantasmas que tuvo distintas apariciones durante esos cuatro años).
Alta Comisionada y el Chile después de la Rebelión de Octubre
Al finalizar su segundo gobierno, Bachelet recibió su “premio” de manos de la burguesía internacional: un altísimo cargo en la ONU. Desde el cual ha intervenido “técnicamente” en los diversos procesos de lucha de clases que han sacudido al mundo desde finales del 2018 como la revueltas de Hong Kong, la rebelión chilena o las protestas golpistas en Venezuela.
Todas estas intervenciones le han ganado todavía más el desprecio más reaccionario de parte de la derecha nacional. Lo que ha traído aparejado una especie de “santificación” por parte de las izquierdas reformistas que ven en la gratuidad y el aborto en tres causales una suerte de pequeños primeros pasos en una agenda de grandes transformaciones, en vez de verlas como lo que son: un desvío que permitiera hacer congeniar las aspiraciones de dos grandes movimientos de masas (el estudiantil y el de mujeres respectivamente) con un régimen político incapaz de entregar hasta el más mínimo derecho, precisamente de esta contradicción es que surgen los límites de estas reformas, su impotencia para contener las aspiraciones populares y, sumado al deterioro económico, fundamenta el inicio de la rebelión y el colapso del régimen político.
Ahora bien, el acuerdo por la paz liderado por el actual candidato Gabriel Boric frustró el avance popular sobre las instituciones de la dictadura, toda esa energía y entusiasmo fue desviado a las urnas de un proceso constituyente tramposo, lo que sumado a la pasividad de las burocracias sindicales ante los ataques por la crisis post pandemia han redundado en el fortalecimiento de la extrema derecha por la frustración y desesperación inicial de las clases medias y el conjunto de la clase trabajadora. Toda la experiencia acumulada durante 30 años de reformismo senil es negada por los defensores del 15N y para asegurar dicha negación Apruebo Dignidad se asegura de llamar en su auxilio a los campiones de la traición histórica de la Concertación.
Sin duda Bachelet es una pieza clave de los últimos años y la ansiedad con la que se espera su pronunciamiento a favor de Boric solo puede significar el anhelo de la vieja concerta de no caer en la irrelevancia y la desesperada necesidad de Apruebo Dignidad de mostrarse como moderados. Ante esto solo queda confiar en la organización y movilización de la clase trabajadora, en unidad con el movimiento de mujeres y la juventud: los opositores históricos a todos los gobiernos de la Concertación y la derecha.