En temas de politica y estrategia tengo muy pocos acuerdos, pero voy a defender a Miguel Urbán de los ataques que está sufriendo por haber “osado” llamarle "zombie del 78" a Nicolás Sartorius.
Diego Lotito @diegolotito
Jueves 26 de octubre de 2017
En la foto, los líderes del PCE durante la Transición: Sartorius (primero por la derecha), Carrillo, Camacho y Tamames.
Nicolás Sartorius Álvarez de las Asturias Bohorques (su nombre completo, aunque popularmente conocido como Nicolás Sartorius), histórico militante del PCE e IU, cofundador de CCOO, detenido y condenado varias veces por su militancia antifranquista, ha escrito un artículo en el diario El País titulado La izquierda y el derecho de autodeterminación.
El artículo comienza con una entradilla que es todo un resumen ejecutivo de su posición: “Hoy, en ausencia de colonialismo y dentro de un país de la Unión Europea, el derecho a la autodeterminación es una reivindicación reaccionaria, incluso involucionista, impropia de partidos o sindicatos progresistas”.
Ante tales argumentos, el eurodiputado de Podemos y figura de Anticapitalistas, Miguel Urbán, ha calificado a Sartorius en un tuit de "zombie del 78 al rescate del régimen monárquico”. La reacción fue inmediata. Un elenco de cientos de tuiteros le ha saltado al cuello al pobre Miguel diciéndole de todo menos lindo por haberle faltado el respeto a Sartorius.
Personalmente, como amante de las películas de George Romero, no considero que decirle “zombie” a alguien sea un insulto. Intuyo que lo de Urbán, que suele ser bastante “diplomático” en las polémicas políticas, tampoco pretendía serlo. De hecho, no es la primera vez que usa el término, tomándolo del sociólogo alemán Ulrich Beck que a partir de la década de los setenta comenzó a utilizarlo para referirse a conceptos o instituciones “muertas” (porque en el pasado albergaron un significado o representaron determinados intereses colectivos que ya no se corresponden con la realidad), pero que aún siguen “vivas”.
Independientemente de la utilidad del concepto (en mi opinión poca), estas disquisiciones intelectuales no caben en el mundo de Twitter. Así es que el tuit de Urbán fue interpretado como lo que en sustancia es: una caracterización política sobre Sartorius y su posicionamiento ante la cuestión catalana.
No reproduciré aquí el tsunami de insultos que se siguen multiplicando en las redes contra Urbán. Atendiendo a los argumentos en defensa del honor de Sartorius, estos son esencialmente dos: 1) que luchó contra el franquismo y estuvo preso por ello, por lo cual llamarle un “zombie” defensor del régimen monárquico es una falta de respeto inadmisible; y 2) que sin gente como Sartorius no se habría conquistado “la democracia” en la Transición y por haber jugado tan honorable papel nadie tiene derecho a cuestionarlo.
En primer lugar, pareciera que Sartorius, por el hecho de haber estado seis años preso por su militancia antifranquista se ha ganado el derecho de ser indiscutible. Pues no. La represión del Estado es una prueba para cualquier luchador, pero no es una garantía absoluta de representar una politica correcta. ¿Cuántos militantes que enfrentaron valientemente la represión y la persecución del fascismo terminaron sus días con su espina dorsal quebrada por los cantos de sirena del frente popular, la democracia liberal, o incluso la neoliberal? Lamentablemente, muchos. El argumento de autoridad que pretende blindar en forma vitalicia a Sartorius de cualquier crítica porque estuvo preso es un despropósito.
Así que vayamos al segundo argumento que resulta más interesante. Como se sabe, Sartorius participó activamente desde CCOO y el PCE en las negociaciones políticas durante la Transición que culminaron en los Pactos de la Moncloa, la Constitución y el Régimen (monárquico) del 78. Por haber sido parte de ello es incuestionable, alegan sus defensores. Lo perverso de este argumento no es sólo que canoniza a Sartorius por habernos traído “la democracia”, sino que canoniza a la Transición y al propio Régimen del 78.
Es evidente que, a pesar de todo, el relato oficial de la Transición sigue gozando de buena salud. El retorno de la corona y la aceptación de la rojigualda; la continuidad del aparato judicial, policial y militar de la dictadura y la impunidad de sus crímenes; el reciclaje del aparato institucional franquista; la negación del derecho de autodeterminación de las naciones que componen el Estado español; el establecimiento de una ley electoral hecha a la medida de los conservadores; la desmovilización social y política de la clase trabajadora; la brutal ofensiva antiobrera que siguió a los Pactos de la Moncloa; en definitiva, la Constitución de un régimen heredero del Franquismo que hasta hoy se ha sobrevivido a sí mismo, con el concurso del PP y el PSOE, como una verdadera democracia para ricos. Esa es la “democracia” que representa Sartorius y sus defensores virtuales.
En el libro La memoria insumisa, Nicolás Sartorius y Javier Alfaya escribieron que “La transición se hizo mediante un acuerdo con el sector ‘evolucionista’ del régimen por la sencilla razón de que la oposición nunca tuvo fuerza suficiente para derribar a la dictadura y provocar una revolución política que vaciara y depurara el Estado.” Pero en realidad, como dice Daniel Bensaïd en el libro Trotskismos, “lo que ocurrió se describe bien cambiando el orden de las frases: ‘La oposición nunca tuvo fuerza suficiente para derribar a la dictadura y provocar una revolución política que vaciara y depurar el Estado por la sencilla razón de que la transición se hizo mediante un acuerdo con el sector ‘evolucionista’ del régimen’” Y mucho menos una revolución social, que era la única perspectiva realista para terminar de forma íntegra y efectiva con la dictadura, evitar la restauración de la monarquía y abrir el camino a la conquista de todos los derechos sociales y democráticos pendientes.
Pero volviendo al origen de esta polémica, en el artículo publicado en El País Sartorius se opone radicalmente al derecho de autodeterminación de Catalunya y, en lo que considera “condiciones de países democráticos”, a la autodeterminación de los pueblos en general. Y lo hace incluso buscando fundamentos en los debates de la Segunda Internacional y la socialdemocracia rusa.
Su argumento central es que “en las condiciones creadas por la globalización, con mercados y multinacionales globales, inmersos en la revolución digital, cuando ya no existen situaciones coloniales generalizadas ni imperios ‘cárceles de pueblos’, el derecho de autodeterminación es una reivindicación reaccionaria, impropia de partidos o sindicatos de izquierda. Todavía más involucionista si cabe en el supuesto de los países pertenecientes a la Unión Europea, inmersa en un proceso de integración cada vez mayor, imprescindible para poder medirse, desde la democracia, con los grandes poderes económicos y tecnológicos.” Lo que es reaccionario, sin embargo, es la posición de Sartorius, aunque pretenda disfrazarla de una posición “de izquierda” y a favor de las “mayorías sociales”.
Su apelación a los debates en la socialdemocracia rusa e internacional es una completa impostura. Rosa Luxemburg, aunque equivocada, defendía su posición en relación a la cuestión de la autodeterminación nacional desde el punto de vista del internacionalismo proletario y las perspectivas de la revolución mundial.
La posición de Lenin, Trotsky y lo que será el marxismo de la Tercera Internacional podría resumirse así: ¿apoyar el derecho a la autodeterminación implica apoyar al nacionalismo burgués? No. Lenin sostiene que en tanto “la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión.” En cambio, en tanto “la burguesía de la nación oprimida está a favor de su nacionalismo burgués, nosotros estamos en contra”. Es decir, la lucha por la autodeterminación es una lucha contra el nacionalismo burgués de la nación opresora, pero no implica ningún apoyo político a la burguesía de la nación oprimida. Por el contrario, presupone la lucha también contra ella.
Pero la cruzada de Sartorius contra el derecho de autodeterminación del pueblo catalán, lejos de defender una perspectiva anticapitalista, revolucionaria e internacionalista, lo que defiende es el decadente Régimen del 78, la democracia del IBEX35 y la Europa imperialista.
Los revolucionarios internacionalistas, siguiendo a Lenin, luchamos por la unidad de la clase trabajadora de todas las naciones, superando las fronteras nacionales. No tenemos el objetivo de crear nuevas fronteras. Pero para lograr esa unidad de clase es necesario que los trabajadores de la nación opresora luchen contra la opresión de su propia nación sobre otros pueblos. Por ello, negar el derecho a la separación no es combatir contra todo tipo de nacionalismo, sino que es favorecer el nacionalismo de la nación opresora, que se impone por la fuerza. Esto es lo que hace Sartorius, envenenando a quien quiera oírlo con propaganda sobre las bondades de la “democracia” española y la Unión europea.
Al contrario, la lucha por la plena autodeterminación de los pueblos de España y Europa, pasa por romper las barreras de las naciones imperialistas que los someten, como parte de la lucha por una Federación de Repúblicas socialistas europeas. Luchar, como sostenía Trotsky, por “los Estados Unidos de Europa, sin monarquía, sin ejércitos permanentes y sin diplomacia secreta.” Una perspectiva que no sólo es opuesta a la de Sartorius, sino también a la de los sectores independentistas de la burguesía y la pequeñoburguesía catalanas que siguen depositando ilusiones en las reaccionarias instituciones europeas que hundieron a Grecia en la miseria.
Sartorius es un orgulloso hombre del Régimen que ayudó a parir. El mismo Régimen monárquico que sigue negando del derecho de autodeterminación a las naciones del Estado español. El que movilizó 14 mil policías como una fuerza de ocupación a reprimir a millones de personas que sólo querían votar y que ahora se prepara para dar un golpe institucional contra el pueblo de Catalunya. Y aún más, Sartorius es un orgulloso defensor de la Europa del capital.
Como digo al principio, en el terreno político y estratégico tengo muy pocos acuerdos con Miguel Urbán y la corriente Anticapitalistas de Podemos. De hecho, desde la CRT hemos mantenido desde su surgimiento una posición profundamente crítica hacia Podemos, como hacia Izquierda Unida. Pero en esta polémica tiene razón Urbán. Sartorius es un “zombie del 78 al rescate del régimen monárquico”.
Diego Lotito
Nació en la provincia del Neuquén, Argentina, en 1978. Es periodista y editor de la sección política en Izquierda Diario. Coautor de Cien años de historia obrera en Argentina (1870-1969). Actualmente reside en Madrid y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.